En 2019 se cumplen veinte años del estreno de Ghost Dog, el camino del samurái, la primera colaboración entre Jim Jarmusch y Wu-Tang Clan. Durante estas dos décadas, varios miembros del colectivo de Staten Island y el director de Ohio han seguido trabajando juntos en varios proyectos, demostrando que para Jarmusch hay vida más allá del rock.
Alrededor de la mesa toman té RZA y GZA. Hablan sobre hierbas medicinales: la cafeína está pasada de moda. En ese momento llega Bill Murray vestido de camarero. Se ofrece para llenar sus tazas. Cuando es advertido de que el café puede provocar delirio, decide beber directamente de la cafetera. Este cortometraje, de unos escasos siete minutos, pertenece a la película Coffee and Cigarettes (2003), obra de Jim Jarmusch. Podría parecer aleatorio conformar un elenco con Murray y los miembros de Wu-Tang Clan. Pero solo si se desconoce la relación entre Jarmusch y el colectivo de Staten Island.
En el corto, RZA, líder del grupo, lleva puesto un gorro de Ghost Dog, el camino del samurái (1999), también obra del director de Ohio. Esta última cinta, que cumple veinte años en 2019, fue la primera colaboración entre Jarmusch y un miembro de Wu-Tang. En concreto: RZA compuso la banda sonora de esta película que protagoniza Forest Whitaker.
«Escucho a Wu-Tang desde siempre. Mientras trabajaba en Ghost Dog, entré en un período intensivo de escucha de hip-hop. Tenía en mente la idea de pedirle a RZA que compusiera una banda sonora para mí. No lo conocía y no sabía cómo entrar en contacto con él. Hablé con amigos que viven en Nueva York«, explicó el director en una entrevista para Cahiers du cinéma realizada en 1999, con motivo de la promoción de la cinta. «El film ya estaba terminado. Se lo pasé, y dijo: ‘Me gusta, puedo hacerlo’. Luego se fue. Me quedé sin noticias durante semanas, sin posibilidad de comunicarme con él, que vive recluido, en una existencia fantasmal, casi como un criminal. Al final me llamó para decirme: ‘Tengo la música’ «.
Veinte años después del estreno de GHOST DOG, la recuperamos junto a COFFEE AND CIGARRETTES y el resto de las colaboraciones entre Jim Jarmush y Wu-Tang Clan: así colisionaron el cine indie y el hip-hop.
En esa cita, que tuvo lugar a las tres de la mañana en una camioneta en el centro de Manhattan, Jarmusch supo que el trabajo de RZA -que solo había visto la película una vez- era perfecto. «Escuchaba esa música suspendida, increíble, y recomenzó el pequeño juego. Me decía: ‘Haz lo que quieras, córtala si es necesario, ponla donde te parezca, ya te daré más en unos días’ «, explicó el director.
Si se revisa la filmografía de Jim Jarmusch se tendería a relacionarle con el rock. Ya sea por la aparición de Tom Waits e Iggy Pop en obras como Bajo el peso de la ley (1986) o Dead Man (1995), respectivamente; por el documental que dedicó en 2016 a The Stooges, –Gimme Danger (2016)-; por el que realizó sobre Neil Young y Crazy Horse –Year of the Horse (1997)-; o por su interés hacia ciudades tan importantes para la historia del rock norteamericano como el Memphis de Elvis, lugar en el que ambientó Mystery Train (1989). Pero a la obra de Jarmusch no solo la atraviesa un interés por el rock, como ocurre con el legado de otros directores estadounidenses como Martin Scorsese, sino que desde finales de los noventa y gracias a su vínculo con Wu-Tang —y en especial con RZA—, es fácil encontrar señas de su interés por el rap.

Wu-Tang Clan y la idea que Jarmusch tenía para Ghost Dog guardan una serie de puntos en común, como son el interés por la cultura oriental, las películas de artes marciales y las calles de Nueva York. Nadie como RZA, que hace un pequeño cameo en el film, podía entender el sonido que el director buscaba para su obra. En este collage posmoderno, Jarmusch mezcla a la mafia italiana con un asesino a sueldo influido por el Hagakure (1915) y la disciplina de los samuráis, se deja inspirar por El silencio de un hombre (1967) de Jean-Pierre Melville y muestra cómo influyen en la obra referencias tan dispares como el libro japonés Rashomon, Betty Boop, Félix el Gato, Rasca y Pica o el Pájaro loco. «Yo quería integrar elementos diversos, que revistieran todos una cierta importancia para mí –films de género, libros, melodías musicales– y trabajar sobre ellos como sobre una materia nueva«, argumentó Jarmusch.
Además de ese conjunto dispar de referencias, Jarmusch también se sirvió del imaginario creado por el grupo de Staten Island para escribir el guion. En 1993, el sonido imperante en el hip-hop era el g-funk de la Costa Oeste, encabezado por Dr. Dre y Snoop Dogg. Pero eso cambió cuando, ese mismo año, se lanzó Enter the Wu-Tang (36 Chambers), en el que se entrelazaban con naturalidad los sampleos de sonidos de películas de artes marciales con los de temas de soul.
RZA, productor y principal responsable de Enter the Wu-Tang, logra envolver las letras de sus compañeros con ritmos oscuros, perfectos para acompañar storytellings sobre las peligrosas calles de Nueva York. Este disco fue un primer paso para adaptar los oídos del público a proyectos como Illmatic (1994) de Nas o The Infamous (1995) de Mobb Deep. Los nueve de Staten Island lograron que el sonido predominante pasase a ser el de la Costa Este. Y también permitió a los miembros del grupo lanzar sus carreras en solitario, con referencias como Liquid Swords (1995), de GZA, o Only Built 4 Cuban Linx (1995), de Raekwon.
Cigarrillos, café y otras mezclas
Después de Ghost Dog, la siguiente colaboración entre Wu Tang y Jarmusch fue la ya mencionada Coffee and Cigarettes en la que los primos GZA y RZA se encarnan a sí mismos, brindan por Wu-Tang y se encuentran con Bill Murray de incógnito.
Tras esta pieza, hay que dar un salto en el tiempo para encontrar la tercera unión entre ambos. En Paterson (2016) mientras el protagonista (Adam Driver), poeta y conductor de autobuses de Paterson, New Jersey, da un paseo con su perro, escucha a alguien rapeando en una lavandería: «They call me Paul Laurence Dunbar/ a paradox of stray shots and gun bars». Es Method Man, uno de los miembros más populares del grupo —capaz de sacar adelante How High (2001), una de las obras imprescindibles de cualquier genealogía de fumadores de cannabis, o ser parte de la atemporal The Wire (2002-2008)—, que aprovecha el tiempo que tarda en centrifugarse su colada para reivindicar la figura de un poeta afroamericano en la ciudad de William Carlos Williams.
Pero el binomio formado por Wu-Tang y Jim Jarmusch no se queda en el celuloide. En 2005, salió al mercado un disco titulado Wu-Tang Meets the Indie Culture, en el que el director prestaba su voz a los tres interludios del álbum. Su aparición, calificada por el medio musical Pitchfork como «extrañamente pretenciosa«, se combinaba con canciones en las que aparecían miembros de Wu-Tang Clan, como GZA, RZA o U-God, y raperos underground ajenos al grupo.
Paterson es la última colaboración entre existente hasta el momento, pero en el futuro cercano llegarán más trabajos conjuntos. The Dead Don’t Die, la nueva cinta de Jarmusch, inaugura el Festival de Cannes. Esta cinta sobre zombis contará con un elenco formado por intérpretes habituales del director, como Bill Murray, Adam Driver, Tilda Swinton, y RZA, que será parte de la decimotercera cinta del de Ohio. Además de esa película, dos décadas después del estreno de Ghost Dog, el líder de los Wu-Tang ha confirmado que está trabajando en una secuela de la original, de la que Forest Whitaker y Jim Jarmusch también serán parte, aunque de momento poco más se sabe poco de este proyecto.
En la historia de la música estadounidense, los grandes avances han sido liderados por la creatividad y el talento de afroamericanos, en campos como el jazz, el rock o el rap. Jarmusch comprende que el rap es un género tan importante para entender el presente como otros más aceptados por la crítica más anquilosada. Si el director de Ohio iguala el hip-hop con cualquier otro estilo musical es porque entiende que los textos de este campo merecen el mismo respeto intelectual. Una perspectiva que cada vez sorprende menos: un ejemplo es el Pulitzer en la categoría musical que recibió Kendrick Lamar en 2018. El rapero de Compton se convirtió en el primer artista alejado del jazz o de la música clásica en lograr ese reconocimiento. Jim Jarmusch ha entendido la importancia de este género, al que confiere un valor que muchos niegan y que, al igual que él, nació fuera de la industria para acabar siendo una parte imprescindible del sistema.