A Mecano, el grupo más vendedor (y más odiado) de la España de los 80 le han salido muchos detractores en el último par de semanas. Reunimos estos 30 temazos para demostrar que, a pesar de los pesares, siguen valiendo la pena.
Desde su época de máxima popularidad, allá por los ochenta, a los miembros de Mecano les llamaron blandos, pijos y odiosos. Algo que es difícil de rebatir, la verdad: ni Ana Torroja (sobrina del fiscal Eduardo Fungairiño) ni los hermanos José María y Nacho Cano (hijos de un alto cargo de El Corte Inglés) andaban precisamente sobrados de conocimientos sobre lo que era vivir una existencia fuera de los círculos privilegiados. Y diríase también que les faltaban, bien la modestia para admitirlo en su discurso, bien el descaro para abrazar sin complejos el lujo y el poderío, a lo Pegamoides o Dinarama.
Pero ojo: una cosa es eso, y otra sumarse a las voces que, Operación Triunfo mediante, se han alzado para ponerles a parir. Porque, sí: es cierto que a las canciones del trío madrileño les sobran las rimas horripilantes y las melodías facilonas. Pero en CANINO sostenemos que casi nadie (salvo, quién sabe, Zapato Veloz) puede marcar toda una época en la música pop sin tener algo de talento. Por eso el sector mecanicista de nuestra redacción se ha unido para entregar 30 canciones de Mecano que no solo no dan ganas de matar (o de censurar a concursantes de talent show con reparos sobre según qué expresiones homófobas). Es que son buenas, muy buenas o incluso magistrales.
¿Dónde estaba la grandeza de Mecano? Pues nosotros la encontramos en su delicado costumbrismo (el de Hoy no me puedo levantar y No me enseñen la lección, pero también de piezas menos conocidas como Este chico es una joya y El cine) que les llevó a ser descritos como «una mezcla de Ultravox y Vainica Doble» . También en estribillos titánicos como los de Maquillaje o esa Barco a Venus a la que no renunciaron en directo ni siquiera tras ganarse los laureles de grupo ‘para adultos’. Y no debemos olvidar esa propensión a narrar fábulas fantásticas que, ay, fueron perdiendo con el tiempo: ahí están Focas, La bola de cristal y la escalofriante El amante de fuego para demostrarlo.
Qué demonios: Mecano nos gustan mucho, incluso cuando se ponen más gansos. Con decir que Hawai-Bombay nos lleva al cielo con sus sintetizadores (aportados por un tal Hans Zimmer, ejem) está todo dicho. De lo que no van a encontrar nada aquí es de cruces de navajas, hijos de la luna y otras canciones con las que el trío trató (y logró) llegar a una audiencia menos juvenil y más mainstream… a costa de privarse de esa espontaneidad inocente que les hacía únicos y que había dado pie a todo un manifiesto queer titulado Solo soy una persona en 1982, cuando Judith Butler aún no sabía ni por dónde le daba el viento.
En realidad, lo más triste de la historia de Mecano es que (en nuestra opinión) empiezan a perder la gracia justo cuando se empeñan en no ser considerados un grupo solo apto para niños pequeños, chicas adolescentes y jóvenes de sexualidad no normativa. Justo lo que eran en sus inicios, cuando más molaban, y lo que siguen siendo para muchos oyentes cerriles que les menosprecian mientras se rascan la virilidad. Allá cada cual con su juicio, pero lo que es a nosotros, esa forma de creer que «música de verdad» equivale a «música para machos» sí que nos ofende. ¿Y a ustedes?