40 años de ‘El resplandor’: cómo el choque de Stephen King y Stanley Kubrick sigue cambiando el cine de terror

Uno de los clásicos del cine de terror más indiscutibles, fruto de la tortuosa colaboración de dos pilares de la cultura del siglo XX, Stephen King y Stanley Kubrick, se estrenó hace ya cuatro décadas. Un momento idóneo para evaluar minuciosamente su peso en el devenir del género y cómo su influencia ha tocado y cambiado desde la cultura popular a los autores de más prestigio, desde el cine de serie B al nuevo terror de autor independiente. 

A estas alturas, no es sencillo hablar de El resplandor (1980) sin recabar en los lugares comunes que implican cuatro décadas en la conversación colectiva y su absorción universal en la cultura pop. Sobra recordar que es considerada una de las mejores películas de dos gigantes como Jack Nicholson y Stanley Kubrick, y aunque sobre su validez como adaptación de la obra de Stephen King habría más espacio para el debate, no hay lista sobre adaptaciones de sus libros en la que no aparezca en el número uno. Sin embargo, cuando se estrenó un mes de junio, hace 40 años, recibió una respuesta tibia e incluso le valió a Kubrick una nominación como peor director a los Premios Razzie, recién creados ese año. 

Muchos críticos entendieron las diferencias entre la visión del director y la historia original de King —aunque el propio escritor nunca ha llegado a aceptarlas— pero otros como Jay Scott, de The Globe and Mail, la calificaron como «un error excesivo y multinivel«, mientras que en Variety afirmaban que destruía «todo lo que era tan aterrador en el éxito de ventas de Stephen King«. Con un presupuesto de aproximadamente 19 millones de dólares, que permitió a Kubrick hacer grandes sets para ajustarse a su visión, la adaptación tampoco fue un éxito rotundo de taquilla, logrando apenas 45 millones de recaudación, una cifra muy lejana al récord de El exorcista (1973). Sin embargo, cuatro décadas después, su culto pasó a integrase en la conversación cultural de forma expansiva e invasiva. Es raro que a alguien no le suenen alguna de sus imágenes. 

En 2020, no solo sigue en pie como una de los films basados en una obra de King más famosos, sino que su huella, ya sea estética o temática, sigue teniendo un impacto muy profundo en el cine, esculpiendo aún el género de terror en diversos aspectos, con una marcada influencia especialmente en el grupo de cineastas que han venido a modelar el nuevo cine de terror de autor, lo que la crítica afín a las etiquetas quiso englobar bajo el errático título de elevated horror. Su éxito a largo plazo ha permitido que su iconografía sea tan reconocible con apenas un plano que no evoque la palabra REDRUM, la imagen de las gemelas o Jack Nicholson gritando “Here’s Johnny!”. El proceso de decadencia del escritor Jack Torrance en el opulento y embrujado Overlook Hotel, la habitación 237, el laberinto de setos, las habilidades psíquicas de su hijo Danny, los espíritus que aún atormentan el hotel, el críptico final… todo se ha infiltrado en otras producciones hasta tal punto que es difícil saber dónde llega su influjo y ramificaciones. Vamos, sin embargo, a tratar de dibujar un mapa orientativo, con ejemplos que pueden servir para comprobar que el ADN de El resplandor ha quedado impreso de forma indeleble en la historia del cine y la cultura popular. 

El impacto en el cine de terror moderno (I)

A principios de la década de 1980 se vivieron los primeros efectos del impacto económico del éxito de La noche de Halloween (1978) de John Carpenter con la llegada de la forma definitiva del slasher, iniciándose un recorrido comercial más o menos dirigido a los jóvenes que generó las miméticas sagas surgidas a partir de Viernes 13 (1980) y Pesadilla en Elm Street (1984), acompañado de una nueva cepa de descendientes del cine splatterpunk de George A. Romero y los éxitos de Alien, el octavo pasajero (1979) o La cosa (1982). La sombra de una visión del terror más americana y llevada a la suburbia encaja perfectamente con el espíritu de la obra de Stephen King, y aunque todo el gran cine de Hollywood estaba redirigiéndose a un nuevo público, la adaptación de Kubrick no fue tanto un punto y aparte en su momento como una de las interesantes variaciones de ese concepto, que se erigía como un certificado de esta diversidad. Si bien es una adaptación libertina de la novela, ofrecía un cóctel de varios elementos que nunca se habían combinado de esa manera. Psicosis, adicción y drama familiar se daban la mano en el contexto de un hotel embrujado que se apartaba de la tradición gótica del cine de fantasmas y se percibía como una actualización de éste gracias a su asepsia y una puesta en escena llena de luz, llevando el terror a un territorio desconocido en su visualización casi surrealista de algunas apariciones y espantos. 

El director Tobe Hooper había dirigido una de las mejores adaptaciones de Stephen King en su miniserie El misterio de Salem’s Lot (1979), por lo que no es extraño que Steven Spielberg le encargara la dirección de Poltergeist (1982), un proyecto que podría haber nacido a partir de alguna novela del escritor de Maine. No solo por la temática sobrenatural, sino por el acercamiento de terrores literarios a la vida del americano de clase obrera, la exploración de las urbanizaciones y el medio rural a través del fantástico, que se daban la mano con las intenciones de esa etapa en la carrera de Spielberg, que coescribía un guion en el que los sucesos paranormales tenían una raíz en la culpa de Norteamérica, incorporando la idea del Overlook construido sobre un cementerio indio a las ansiedades inmobiliarias provocadas por la especulación salvaje. Además, como veremos, Spielberg es un fan fatal del film de Kubrick, por lo que Poltergeist aparece trufada de detalles que las hermanan. Si El resplandor termina con un zoom a la fecha del 4 de julio, el film de Hooper se abre con el sonido del himno nacional y otro zoom, esta vez inverso, como si hiciera un encadenado entre los dos films. En ambos, las televisiones son formas de comunicación sobrenaturales y para más señas, Carol Anne se despierta a las 2:37 cuando se encuentra con los fantasmas, el mismo número de la habitación más maldita del Overlook. 

Poltergeist

El cine de fantasmas, paranormal y de casas encantadas no ha podido quitarse la capa de pintura que le dio Kubrick y ya en los primeros ejemplos tiene puntos en común frecuentes, incluso algunos utilizan determinados recursos de forma parecida. Puede que por convergencia o casualidad, pero hay conexiones con la muy cercana en el tiempo Historia macabra (1981), que se basa en el libro Fantasmas (1979) de Peter Straub -por cierto, una de las novelas favoritas de King-. Aunque el film de John Irving es una historia de espectros más gótica y clásica, utiliza constantemente el recurso de convertir a una joven hermosa y deseable en un monstruo cadavérico, con las usuales reacciones de miedo en la faz de los hombres que protagonizan la historia, siendo la primera escena del film significativamente similar a la escena del baño de El resplandor. Es más difícil asociar otros ejemplos de cine de terror de fantasmas en los ochenta, porque el espíritu festivo de la época lleva el género a la comedia con efectos. Aun así, incluso la aparición de Slimer en Los Cazafantasmas (1984) tiene lugar en los pasillos de un hotel que utiliza el mismo recurso de usar las esquinas para construir la tensión. Otra mujer atractiva que se convierte en ser aberrante aparecía en House (1986), que tenía un planteamiento ya muy King —además de un pasaje con anciano ahorcado a lo casa Marsten— y no pierde la oportunidad de hacer asomar a uno de sus seres por el hueco de una puerta rota.

House

Pero lejos del mundo de las casas encantadas y los fantasmas también se pueden ir percibiendo algunos acercamientos, intencionales o no, que devuelven la mirada al film de Kubrick en sus diferentes elementos de partida. El miedo a los extraterrestres y los platillos volantes tiene bien poco que ver con los del hotel, pero La cosa de John Carpenter es una temprana sucesora de la temática de la “fiebre de cabaña” que articula el relato de King. La estación de investigación antártica tiene una ubicación aislada por la nieve similar, y sus planos de exteriores, proyectando el paisaje en un horizonte inabarcable, manejan las mismas medidas para mostrarnos que estando en el culo del mundo nadie escuchará tus gritos. Y hablando de seres de otros planetas, la influencia de Kubrick puede seguirse hasta James Cameron y su Aliens: El regreso (1986), en la que en una de las escenas extendidas muestra a un niño circulando con un triciclo por los pasillos del asentamiento de colonos, rodado de una forma similar a la que usa Kubrick para los paseos de Danny, con la diferencia de que el travelling está tomado de frente. 

Aliens el regreso

Aunque El resplandor tuviera poco que ver con la eclosión del slasher de los primeros ochenta, parte de su impacto tenía que ver con un asesino que llegaría a tener una imagen icónica reconocible, porque aunque no tuviera máscara, es difícil olvidar la mueca desquiciada de Jack Nicholson. Tan solo hay un asesinato en la película, pero un clímax basado en seguir a un hombre enajenado persiguiendo a su familia con un hacha no era muy diferente de los finales de La noche de Halloween (1979) o las secuelas de Viernes 13 (1980), en las que la final girl solía pasar el tercer acto huyendo del psycho killer de turno, como hace Danny de su padre. Pero la seña más importante que aporta en el subgénero posterior es que en los siguientes años no dejaban de aparecer películas como Madman, el loco (1981), que empezaban a incorporar también la misma arma favorita o a repetir y mimetizar el momento de la hoja a través de la puerta —un homenaje de Kubrick a La carreta fantasma (1921)— en un tropo que se acabaría incorporando desde las secuelas protagonizadas por Jason o Michael Myers a exploits hispanos como Mil gritos tiene la noche (1982), variaciones vacacionales navideñas como Noche de paz, noche de muerte (1984) a secuelas de Halloween o incluso mutaciones hacia el thriller de los noventa como La mano que mece la cuna (1992).

El resplandor influyó en muchos de los grandes autores y renovadores del terror de esa época, pero salpica prácticamente a todos. Incluso a Don Mancini, el creador de la saga Muñeco diabólico (1988), que ya en la primera, dirigida por Tom Holland, incluía una escena en la que Chucky intenta abrirse camino a través de una puerta con un cuchillo, como claro homenaje a la escena en la que Jack rompe la puerta del cuarto de baño, y que repetiría ya de pleno en La semilla de Chucky (2004). El cineasta comentó sus impresiones del film a Uproxx: “es una comedia absurda y su enfoque da 180 grados al de Stephen King. Está menos interesada en el realismo de los personajes y los ve como figuras representativas. Todas esas escenas de tensión doméstica son las cosas más aterradoras de la película. Más que las manifestaciones sobrenaturales y metafísicas“.

Entre los renovadores del terror moderno, la figura de Kubrick suele causar admiración y respeto, incluso el propio director tenía gran aprecio a filmes como La matanza de Texas (1974). Sin embargo, no todos tienen esa opinión, y un autor tan flemático como David Cronenberg, por ejemplo, no tiene problema en dejarlo claro. Hablando en una retrospectiva de su propio trabajo en el Festival de Cine de Toronto, en 2013, comentó: “creo que El resplandor no es una gran película. No creo que Kubrick haya captado de qué va el género. No creo que haya entendido lo que estaba haciendo. Había algunas imágenes impactantes en el libro y lo retrató, pero no creo que realmente lo sintiera”. Sin embargo, incluso a Cronenberg se le llega escapar una referencia visual—voluntaria o involuntaria— al mítico film cuando en Map to the Stars (2014) el fantasma de Clarice Taggart aparece sentada en una bañera llena de agua, como el fantasma en la habitación 237 del Overlook.

Map to the Stars

El impacto en el cine de terror moderno (II)

Kubrick es un nombre que puede no cuadrar con los artificieros de la sangre y el splatterpunk de la década de los ochenta, pero es imposible no tejer algunos paralelismos con algunas de sus obras, pese a que su tono no puede ser menos acorde con la estética lofi y el espíritu do it yourself de autores como Sam Raimi, quien hizo carrera, precisamente, gracias a que Stephen King alabó su debut, Posesión infernal (1981), que al fin y al cabo trataba del mismo fenómeno de fiebre de cabaña del que habla Wendy al inicio. Pese a que aquí hay un uso diferente del hacha como arma, también tiene a gente poseída tratando de matar a sus conocidos. Heredero en primera instancia de este espíritu, Peter Jackson era más conocido por sus arrebatos sangrientos que por sus mamotretos de J.R.R. Tolkien, pero incluso él también tuvo un detalle visual a El resplandor en la foto de Michael J. Fox mirando a través de un agujero en una puerta, que converge también con la idea de un Danny Torrance mayor, al estilo de Doctor Sueño (2019) ya que, de alguna manera, Frank Bannister es un alcohólico que ve muertos y es un médium que puede comunicarse con los fantasmas. 

Agárrame esos fantasmas

En la década de los noventa la influencia de El resplandor está ya completamente asimilada y tan integrada que no es sencillo separar el tropo del homenaje o el engranaje estructural de los subgéneros, pero, cargando la responsabilidad, o no, de lo que podamos entender como filmes de terror sobrenatural de casa encantada, o sanguinarios descensos a la locura, es imposible no relacionar tantos elementos comunes. La forma más efectiva de comprobarlo es irse lo más lejos posible. Por ejemplo, al espacio, para encontrar que el embrujo del Overlook llega hasta Horizonte final (1997). Más allá de la arquitectura espacial y los misterios lovecraftianos herederos de Alien, el octavo pasajero (1979) y Hellraiser (1987), su guionista Philip Eisner suele afirmar que siempre imaginó el film como más parecido a una película de casas encantadas en el espacio. No es de extrañar que el Dr. Weir sucumba al control de la nave sobre él, lo que le va transformando en un asesino desquiciado —algo que repetiría Danny Boyle en Sunshine (2007)—, no muy diferente a un Jack Torrance estelar que alucina con su difunta esposa en una bañera. Por no mentar la escena en la que la sangre brota de un tanque de gravedad a cámara lenta, de la misma manera que la escena del ascensor en el film de Kubrick. 

Otra de las ideas que consolidaba el film de Kubrick es la capacidad extrasensorial de los infantes. Los personajes con el resplandor forman parte de la gran mitología interconectada de la obra literaria de King, algo que hasta un maestro del fantástico como M. Night Shyamalan supo reubicar en la película que le descubrió al gran público. El sexto sentido (1999) contaba las dificultades que le provoca a un chico llamado Cole Sear (Haley Joel Osment) el tener la capacidad de poder ver a los muertos. No son poderes exactamente iguales a los de Danny, no tiene la misma condición psíquica que le permite conectarse mentalmente con otros seres vivos, pero definitivamente comparten la misma carga, que resulta menos casual cuando el film del hindú conecta con la adaptación de King en su uso útil del color en la puesta en escena, especialmente el rojo, que es el color del mundo espiritual y se puede ver en la ropa de Cole, el famoso pomo de la puerta o el globo. 

El sexto sentido

El ámbito de influencia de El resplandor puede microatomizarse a diversos motivos, apariciones e imágenes de alta pregnancia y remanencia indeleble. No era la primera vez que aparecían gemelos en el cine de terror, ese unheimliche freudiano que desprenden los humanos simétricos, la carne replicada de forma exacta era parte de la base del terror de Goodnight Gemini (1970), El otro (1972) o Hermanas (1973). Pero ha quedado ligado al cine gracias a las hermanas Grady, su vestido azul y su distancia al fondo del pasillo. El tropo de la niña fantasma puede verse en muchas películas de terror tras ser expuesto por Mario Bava en Operazione Paura (1966), pero la idea de hacerla doble es de Kubrick, ni siquiera estaban como tal en la novela original. Esto se ha convertido en una idea recurrente en el cine fantástico y de terror, pese que en la mayoría de casos se usan como homenaje directo por el ineludible poder icónico de la imagen original. Así, las podemos encontrar en la obra de Jean-Pierre Jeunet, Tim Burton, Jaume Balagueró o la adaptación televisiva de Una serie de catastróficas desdichas (2017-2019), por poner algunos ejemplos dentro de un recurso ya infinito. 

Pero en el cine de terror de los últimos años se ha ido haciendo cada vez más habitual ver a gemelas y gemelos como parte de la trama, desde los films de terror asiático Dos hermanas (2014), Alone (2007) o Silam (2018) a la perturbadora Goodnight Mommy (2014). Las películas de terror protagonizadas por hermanos gemelos aprovechan el matiz enervante de la imagen duplicada para explorar conexiones entre ellos más allá del entendimiento, pero el uso de los mismos como posible amenaza per se sigue la tradición de Kubrick en infinidad de propuestas, desde Matrix: Reloaded (2003) a la escalofriante Across the River (2013) o la más adolescente Friend Request (2016). No podía faltar tampoco en la fiesta Ryan Murphy, quien en la primera temporada de American Horror Story (2011-) no solo planteaba toda una historia con elementos comunes a El resplandor, sino que utilizaba dos fantasmas de gemelos muertos, cambiándoles el género. Para rematar, hizo alguna remezcla del concepto en las siamesas de AHS: Freak Show, utilizando la icónica imagen de las Grady en uno de sus pósters, claro. 

Fuera de las fronteras

Si calibrar el impacto de la película de Kubrick en el cine de Hollywood es una tarea complicada, su legado en el cine de otros países es innumerable y, en muchas ocasiones difícil de contrastar y comprobar por la dificultad de acceso a muchos títulos cuyo impacto no ha traspasado los límites locales. En una industria como la de Hong Kong, en la que el terror sobrenatural era el pan suyo de cada día, no tardaron en recibir las ondas del Overlook y en  Encuentros en el más allá (1980) ya aparecía replicada la música atmosférica de Béla Bartók que Kubrick había readoptado para transmitir inquietud, algo bastante común entre los compositores del cine de Hong Kong. Otras películas como Bless This House (1988) de Ronny Yu incorporaban elementos de cine de casa encantada y la extraordinaria The Imp (1981), de Dennis Yu, planteaba su argumento dentro del mismo ámbito laboral con un guardia de seguridad nocturno enfrentado en la soledad de un gran edificio maldito a apariciones y posesiones de todo tipo.

The Imp

Sin salir de oriente, Japón ha ido occidentalizando su tradición sobrenatural de kaidan eiga con elementos del cine americano de casa encantada, y, por supuesto, El resplandor no pasa desapercibida, desde la escena de la bañera de Akira (1988), el tropo de niño en peligro en The Ring (1998), la habitación con el número 237 de Reincarnation (2005), hasta, por supuesto, de nuevo Hideo Nakata en Dark Water (2002). En ésta, la idea de la madre e hija frente a los horrores de todo un edificio encantado refuerza la idea de la familia como núcleo asediado por peligros paranormales que representan otras amenazas más reales y se vuelve a la bañera —fetiche del director en el que reincide en la secuela del remake americano de The Ring— como zona de colisión, en este caso por la importancia del agua en el misticismo fantasmal nipón. La apertura del ascensor, cerca del final, parece una referencia visual completa a la escena del pasillo del ascensor del Overlook, usando agua sucia en lugar de sangre.

Dark Water

En Italia, en la era de los reyes de la explotación y la imitación, no hubo ningún atraco a mano armada evidente, pero sí se puede rastrear algún compás de Kubrick en la saga que vinieron a llamar La casa, que en realidad era Posesión Infernal, pero luego fueron sustituyendo por películas de casa encantada independientes con todo tipo de posesiones, apariciones y satanerías varias. Se convirtió en un contendor en el que cabían entregas como la cuarta, que sucede en un viejo hotel abandonado. Michelle Soavi pone un hacha en la mano de su asesino de Aquarius (1987), pero en La secta (1991) usa el mismo ángulo que Kubrick para los primeros planos con gritos, el hacha se reemplaza con un cuchillo grande que atraviesa puerta y de nuevo tiene otra referencia en El engendro del diablo (1989), además de mostrar cómo, en este caso, un hombre desnudo se trasforma en monstruo a golpe de montaje. Incluso el niño de Troll 2 (1990) tiene un poder especial que le permite ver a peligrosos duendes vegetarianos. Niños sensibles al más allá los encontramos también en Aquella casa al lado del cementerio (1981), que juntaba el misterio en casa encantada con el infante médium en peligro, una madre aterrorizada y, de nuevo, una puerta destrozada por un hacha. Pero la mayor pista se encuentra en el póster, en el que se puede ver que el asesino representado —sin nada que ver con el Dr. Freudstein de la película— es similar al Jack Torrance de Jack Nicholson.

Aquella casa al lado del cementerio

El impacto internacional se dispersa de tal manera que llegamos a todo tipo de géneros e incluso en el drama bélico soviético Masacre: ven y mira (1985) se intensifican los efectos traumáticos de las barbaridades que presencia el protagonista con un uso del sonido y la banda sonora directamente de cine de terror. Sus primeros planos de frente sostenidos, casi mirando a los espectadores, crean un efecto surrealista que nos lleva directamente a la abstracción de El resplandor y otros filmes de Kubrick en los que plantea lo aterrador a través de la captura de la expresión facial desencajada. Mientras tanto, en Europa surgían tímidos acercamientos al cine de casa embrujada con familia dentro, como Húsið: Trúnaðarmál (1983) desde Islandia o Los visitantes (1988), desde Suecia. Mención especial también en ese periodo para La mujer de negro (1989), escalofriante adaptación para televisión de la novela de Susan Hill de 1983, que tomaba una premisa a medida de Stephen King: un hombre es enviado a una casa apartada por marismas a revisar el papeleo de una difunta durante una semana. El aspecto de estrés laboral y aislamiento, precedido por una introducción a la mansión similar, tiene paralelismos como la sala de máquinas, que aquí es un generador, y la aparición de una mujer que persigue como un fantasma de It Follows (2014).

Masacre: Ven y mira

En Australia, la inclasificable Angustia a flor de piel (1982) no trataba de fantasmas específicamente pero tenía una textura de irrealidad que, como comenta Tarantino en el documental Not Quite Hollywood (2008), la convierte en «literalmente una película de terror muy diferente a cualquier otra… Tiene un tono fascinante de incomodidad muy, muy único y evocador. El equivalente más cercano a este tono es El resplandor«. Y aunque ya hemos mencionado Darkness (2002), la presencia española seguro que tiene más representantes cercanos a los ochenta, pero el segundo esfuerzo de Jaume Balagueró centraba su trama en un padre de familia volviéndose loco en una mansión gótica con espíritus siameses, que continuará en la aún más clínica y fría Frágiles (2005), marcando el paso del terror sobrenatural español que siguió El orfanato (2007) de J.A. Bayona, que también tenía fantasmas de niños inquietantes. Aunque la influencia más transversal puede verse en la composición visual del título de culto The Birthday (2004), en la que el actor Corey Feldman también acababa con un hacha en la mano tras dar muchas vueltas por un hotel no tanto embrujado, pero sí enrarecido, en el que todo es extraño y se vaticina la llegada de algo que no es de este mundo. 

The Birthday

Deslumbrados por el resplandor: en la cultura popular 

La verdadera medida de la popularidad de una película no pasa tanto por su taquilla como su capacidad para perdurar en el tiempo, no ya solo como clásico para todos los cinéfilos, independientemente de su género, sino por su impacto en la cultura popular, y es ahí, gracias a la pregnancia de las imágenes diseñadas por Stanley Kubrick, a donde más lejos ha llegado el influjo del Overlook. Desde la repetición rutinaria del “Redrum» y el «Here’s Johnny!» de Jack Nicholson en parodias, homenajes, memes y guiños, a la referencia meta o las versiones en dibujos animados o publicidad, sus momentos más icónicos están tan presentes que mucha gente acaba estando familiarizada con ellos antes de ver la película. Este es el caso de la mayoría que se encontraron con la adaptación de King por primera vez en la miniversión resumida del capítulo La casa-árbol del terror V (1994) de Los Simpson (1989-) uno de sus célebres anuales de Halloween en el que recreaban El resplandor haciendo una traducción mucho más ajustada a la idea del original del “all work and no play makes jack a dull boy” por “sin tele y sin cerveza, Homer pierde la cabeza” en vez de el “no por mucho madrugar amanece más temprano” de la versión en castellano. 

Las series de animación son un continente inabarcable de referencias a Jack Torrance y los habitantes del Overlook. Padre de familia (1999) tiene incluso en varios episodios, como en Peter, Peter, Caviar Eater, donde Stewie se encuentra con las gemelas fantasmas en su triciclo y simplemente las atropella. No es difícil encontrar detalles así en otros dibujos animados de actitud transgresiva como Daria (1997-2001), sin embargo, es más significativo verlos en producciones familiares como Este chico es un demonio (1990) y unos cuantos filmes de Pixar, que en realidad esconden decenas de referencias visuales e incluso musicales en los films de Toy Story (1995-2019), aunque sea mucho más obvia la de Buscando a Nemo (2003), con doble homenaje a Tiburón (1975) y a El Resplandor, un elocuente “here’s Brucey”. 

En la música podemos encontrar muchas canciones de rock y pop dedicadas al film, como Get Out of My House  en el álbum conceptual The Dreaming (1982), de la cantante inglesa Kate Bush. Uno de las referencias más famosas tuvo lugar en los albores de los 2000, con el vídeo de la canción Spit it Out (1999) de Slipknot, un homenaje ya completo al horror de Kubrick con el nombre del grupo escrito como «redrum» y el líder de la banda Joey Jordison, un conocido fanático del cine de terror, dando vueltas por los pasillos en un triciclo. MTV prohibió el video por ser demasiado parecido a su inspiración en sus escenas violentas. Una jugada que repetiría el grupo Ghost, de nuevo con el líder imitando a Danny Torrance en triciclo, en su miniserie de ocho capítulos sobre su historia. 

Steven Spielberg se hizo amigo de Stanley Kubrick después de conocerlo en el set de El resplandor, luego vio la película y no le gustó, pero con el tiempo, tras haberla visto 25 veces, se convirtió en una de sus películas favoritas. Más tarde honraría a su amigo haciendo A.I. Inteligencia artificial (2001), y luego, de forma inesperada, le volvería a hacer otro homenaje en Ready Player One (2018), tomándose alguna licencia sobre la novela de Ernest Cline para trabajar en una secuencia ambientada en una recreación digital idéntica del Overlook, tal y como se ve en la película, jugueteando con la mitomanía en la habitación 237, el laberinto de setos y el ascensor de sangre, momentos muy divertidos que se deslucen al abusar de un CGI innecesario, pero que certifican a El resplandor, esta vez a lo grande, como un monumento a la cultura pop. 

La obsesión y la mística de los cinéfilos, seguidores de Stephen King o del terror en general, ha ido perdurando y creando un diálogo con la película todos los niveles, desde experimentos con el orden reverso del film, deepfakes con Jim Carrey, estudios de simetría, de lenguaje y de todo tipo. La fiebre creciente no solo se ha limitado a sitios web, blogs y artículos retrospectivos de revistas, sino que ha llegado a documentales como Room 237 (2012), de Rodney Ascher y Tim Kirk, que repasa en profundidad las numerosas teorías que flotan sobre los diversos supuestos significados ocultos de la película, muchos más fruto de la conspiranoia y la sobreinterpretación que de una intención consciente del autor. Pero el conjunto de misterios alrededor de los más mínimos detalles de diseño artístico son la expresión última de la persistencia del clásico a salir de la conversación. Aunque todo eso no es nada comparado con una buena imitación de Jack Nicholson por Bryan Cranston en la última gran campaña de la bebida Mountain Dew

El resplandor y les auteurs: el prestigio

El prestigio es muy caprichoso con el cine de terror. Igual le caes bien al Cahiers du Cinéma y convierte tu película hecha con amigos y vecinos haciendo de zombie en un clásico expuesto en el MOMA, o bien permanece siempre en el reino de las camisetas negras que van a la lavadora algún día más tarde de lo que debieran. En el caso de Kubrick tenía mucho ganado por su trabajo previo, aunque para él, meter las manos en el sucio cine de terror le supondría críticas inmediatas. Lo cierto es que la forma en la que trata las atmósferas no se diferencia mucho de otras de sus películas, y al final ese es el sello que muchos otros cineastas van a buscar en su apellido. El resplandor desprende una sensación única de presencia de fuerzas desconocidas, de algo siniestro que se respira desde el primer momento que aparecen los créditos y esas texturas se pueden seguir en el trabajo de decenas de autores a los que el género de su película se la traen más o menos al pairo. Lo cierto es que no todos los filmes de horror son aceptados por el sector más académico y la obra de Kubrick tuvo el superpoder, desde su estreno, de coexistir en dos mundos muy opuestos de la cultura. 

Sin embargo, otros grandes maestros modernos se muestran menos mohínos, como Martin Scorsese, que explicaba a The Guardian que nunca se ha leído la novela y que no le importa lo fiel o no que sea. «Kubrick hizo una película majestuosamente aterradora, donde lo que no ves o comprendes afecta a cada movimiento que hacen los personajes«, luego la incluyó en su top 11 de películas más aterradoras y practicó el juego de guiños en El aviador (2004). Cuando Howard Hughes da su número de habitación de hotel, la 217, coincide con la habitación maldita en la novela. Una referencia de vuelta a King, quien hizo que el Overlook fuera una vez propiedad de «Horace Derwent», una figura basada en Hughes. Más en común tiene Shutter Island (2010) y su retrato de la ruptura progresiva de la cordura del protagonista principal, que como Jack Torrance se encuentra aislado por los elementos –Leonardo DiCaprio está atrapado en la isla debido a un huracán, al igual que Jack se encuentra atrapado en el hotel debido a una tormenta de nieve– y quedan perdidos en espacios laberínticos y grandes edificios góticos, con oscuros secretos del pasado que introducen una gran sensación de insignificancia por el que pasan los personajes que tienen también en común (spoilers) querer matar a su mujer en medio de su locura. Scorsese ya se había encargado de juntar a los dos actores en Infiltrados (2006), ¿Casualidad?

Shutter Island

David Lynch también la cita con frecuencia como una de sus favoritas personales. Además, reconoce sin tapujos que inspiró ciertos detalles de tono de Twin Peaks (1990-2017) en su forma de tratar la frialdad de la logia y el tema de cómo un lugar de maldad ancestral, ocupado por espíritus extraños, corrompe a un hombre de familia que trata de matar a su familia. También la arquitectura del Overlook recuerda al Gran Norte, y recordemos que Lynch dirigió Hotel Room (1993), una miniserie dedicada a una habitación de hotel en donde ocurren extrañas historias bajo su influjo. Se pueden rastrear detalles en otras de sus obras, como la escena en Carretera perdida (1997) en la que Fred está mirando la cinta y se ven dos gemelos, o la aparición del mendigo en Mulholland Drive (2001). Joel Coen y Ethan Coen tampoco esconden su devoción por el film y cómo este inspiró Barton Fink (1991) temáticamente y estilísticamente. La desintegración de un individuo, el bloqueo creativo en un hotel fantasmal y el mundo del escritor estresado son los temas clave de la película, pero además hay una atmósfera embrujada en el Earle y sus pasillos alienantes. Incluso hay una escena crucial con un encuentro en un cuarto de baño que no está emplazada allí por casualidad.

Barton Fink

Que William Friedkin diga algo bueno o malo de alguno de sus colegas de profesión depende un poco del día que tenga. A pesar de afirmar que no acaba de pillarle el punto a El resplandor, comentaba en el documental View from the Overlook (2015) que admiraba a Kubrick porque “no revela sus misterios de una vez. Cogió la novela y sacó de ella el núcleo, pero luego quiso hacer otra cosa con ella, intentando lanzar preguntas más profundas y eternas sobre la naturaleza del mal”. Muchos de los nuevos directores sagrados tienen una deuda con el maestro y pertenecen a la generación del vídeo, con la posibilidad de estudiar el trabajo de sus favoritos una y otra vez, y puede que uno de los alumnos más aventajados sea Paul Thomas Anderson. Pozos de ambición (2007) es un film de época sobre la conquista del petróleo en Norteamérica, pero en muchas ocasiones resulta totalmente escalofriante gracias a la implacable banda sonora con sirenas de Johnny Greenwood, que van llevando el compás del lento descenso al corazón del mal que se despliega en la pantalla. El uso del sonido es igualmente similar al del clásico del terror, y hace una catálisis entre el estilo visual, el entorno  y la caracterización cada vez más grotesca y horrible de Daniel Day Lewis, que recuerda a la espiral de locura de Jack Torrance en su representación claustrofóbica del mal. Algo que no sorprende puesto que El resplandor es una de las cuatro películas predilectas del director y, de hecho, es tremendamente fan de su tráiler, como comentaba en el podcast de Bill Simmons: “es mi tráiler de película favorito de todos los tiempos, allí es donde se presentó por primera vez la infame escena de sangre saliendo de un par de puertas de ascensor”.

El gran amigo de Anderson Quentin Tarantino probaba con Los odiosos ocho (2015) su propia visión de la fiebre de cabaña de La cosa, conectando con El resplandor en su emplazamiento aislado por la nieve pero, como Cronenberg, opinaba que “Kubrick sentía que estaba por encima del género del terror o de darle al público un buen susto”, según un texto en el libro en Writing and Victorianism (1997) de J.B. Bullen. Pese a todo, su carrera le debe bastante al director y su Atraco perfecto (1956), y entre sus tres películas favoritas de 2019 estaba Doctor Sueño (2019). Desde Europa, nombres tan respetados como Michael Haneke también tienen su pequeña conversación con el film de Kubrick. Funny Games (1997) no tiene nada de terror sobrenatural, pero comienza con un plano de un coche en una carretera rural, seguido por una steadycam en helicóptero que rastrea el progreso de la autocaravana familiar a lo largo de un sinuoso camino forestal. En el interior viaja la familia protagonista, compuesta de una pareja y su hijo ajenos al horror que les espera. Tan solo un aperitivo de los intereses comunes de ambos autores, con las narrativas que se centran en temas de desapego emocional, deshumanización, ansiedad, libertad frustrada y violencia ocasionadas por la pérdida de la fe en los valores, tradiciones e instituciones convencionales. 

Otro enfant terrible del cine europeo como Lars Von Trier ha coqueteado con el terror en muchas ocasiones, y a juzgar por sus acercamientos, El resplandor es uno de sus referentes. En Riget (1994) cambiamos los pasillos de un hotel por los de un hospital, pero está igualmente embrujado y no dejan de suceder fenómenos paranormales que riman con el film de Kubrick, como el llanto de una niña asesinada por su padre en el hueco del ascensor. No hay más que ver el logo de los créditos, rompiendo en un familiar torrente de sangre. Además del tono gélido y extraño de ambas obras hay una conexión más curiosa. Cuando Stephen King estaba en Boulder, Colorado, mientras se rodaba la miniserie El resplandor (1997), encontró Riget, y quedó tan sorprendido por lo aterradora y divertida que era que propuso a Von Trier colaborar en un remake americano. El danés, que es un gran admirador de King, estaba entusiasmado ante la perspectiva de que el autor adaptara su trabajo. El resultado fue Hospital Kingdom (2004), en la que las conexiones de la obra original y su influencia se fusionan en una sola. Von Trier volvería a confirmar esta influencia con Anticristo (2009), sobre un matrimonio que viaja a su cabaña del bosque, donde el aislamiento altera el comportamiento de la mujer y acaba en una inversión de género del viaje asesino de Jack Torrance. El viaje por los grandes nuevos autores europeos podría seguir por Gaspar Noé, Yorgos Lanthimos, Nicolas Winding Refn y una lista interminable. 

Un nuevo despertar: El resplandor y el horror de nuevo milenio (I)

Lo comienzos de los años 2000 son un periodo de transición fascinante en el cine de terror, en el que pasó del anodino ciclo de imitaciones de Scream (1996) a toda una gama de voces y autores que tocaron desde el American Gothic ultraviolento en la tradición de Tobe Hooper a los más variados subgéneros. Una de las voces que ha seguido siempre su camino, de forma muy personal, es Guillermo del Toro, cuyas historias de fantasmas tienden al clasicismo británico, pero no dejan de tener un ojo puesto en los horrores más modernos. No es difícil encontrar la huella de Kubrick en las apariciones infantiles de su Espinazo del diablo (2001), incluso con detalles más concretos en El laberinto del fauno (2006), en la que también hay, claro, un laberinto en el que la niña protagonista es perseguida por su padrastro violento, el Capitán Vidal. Quizá el más evidente guiño esté en su delirio gótico La cumbre escarlata (2015) sobre la que comenta: “El resplandor es muy diferente del estilo clásico de la Cumbre, pero la escena del baño es obviamente una cita directa.

La Cumbre Escarlata

En esa época, el acercamiento al cine de fantasmas llevaba el compás de otros grandes nombres como Robert Zemeckis, cuya Lo que la verdad esconde (2000), tenía algunas referencias visuales, detalles como la importancia de la bañera o el cuarto de baño en el que sucede todo, o un Harrison Ford como patriarca violento que trata de asesinar a su mujer en el tramo final, aunque nada como la terrible imitación de Jack Torrance de Robert de Niro en la olvidable El escondite (2005). La única película como director de Bill Paxton, Escalofrío (2001), proponía la estampa de un padre aparentemente pirado y con hacha que parecía sacado de una de las historias rurales de Stephen King. Además, alguna de sus revelaciones tienen una conexión con los poderes psíquicos de los Torrance. El asesino de Retratos de una obsesión (2002) iba a tener la cara de Jack Nicholson, pero rechazó el papel porque pensó que el personaje sería demasiado similar a su escritor demente. Una especie de remake coral, con un psiquiátrico en vez de un hotel, fue la escalofriante Session 9 (2001), en la que Brad Anderson separaba los bloques narrativos por día de la semana para no dejar muchas dudas. 

Con el ADN del terror independiente en la sangre, el cineasta Larry Fesseden planteó toda una reformulación del cine de fiebres de cabaña inspirada en las leyendas del Wendigo. Sobre todo puede verse en The Last Winter (2006), en la que daba un barnizado de ecoterror a La Cosa y El resplandor en una estación polar, certificando un estilo de ecos al Overlook con ejemplos como Black Mountain Side (2014), The Wind (2018) y la notable La cabaña siniestra (2019). Al principio del film de Kubrick, Wendy pregunta si la zona por la que están pasando es donde el Donner Party se perdió, y Jack le explica a Danny que era un grupo de colonos que se quedaron atrapados por la nieve un invierno en las montañas, con lo que tuvieron que recurrir al canibalismo para mantenerse con vida. Una variación muy siniestra de esa historia se relataba en la también muy nevada Ravenous (1999), donde el canibalismo es casi una fuerza sobrenatural que “posee” a los que lo prueban. El tropo del fantasma en el baño daría para otro artículo, no ya solo por la influencia que hemos visto en el terror venido de Japón, sino que también se fue colando en bastantes filmes de terror del nuevo milenio que se fueron abriendo a lo sobrenatural. En el ciclo de remakes de William Castle había muchos ejemplos de ello, aunque la recuperación más clara fue el fantasma de la princesa cabreada de 13 fantasmas (2001).

13 fantasmas

Durante la década de los 2000, la mayoría de manifestaciones sobrenaturales en el cine venían más bien del típico remake de cine asiático o de algún clásico que se reformulaba por asociación, como Terror en Amityville (2005), que sufría el salir ya en un mundo post-Resplandor, con lo que la historia reflejaba incluso más los parecidos con la creación de King, gracias a añadidos como la fantasma de una niña muerta. El monstruo estrella de la década fue el zombi romeriano, en cuyas películas, en principio, no hay sitio para las dinámicas de un film de casa encantada. Sin embargo, sí que encontramos pequeños guiños de fan para fans como el momento de la puerta del cuarto de baño de Amanecer de los muertos (2004), y resulta curioso comprobar como hasta el propio George A. Romero repasaría el mismo momento en La tierra de los muertos vivientes (2005) y su zombie que usa un cuchillo para romper una puerta desde donde su líder mira su objetivo. 

Amanecer de los muertos y La tierra de los muertos vivientes

Del mumblegore al gótico de sustos: El resplandor y el horror de nuevo milenio (II)

El movimiento mumblegore es un epílogo de bajo presupuesto y un sadismo más cerebral de la era torture porn, caracterizado por una visceralidad más despiadada y muy bajos presupuestos. En general, fue una ola con cierto halo experimental pero con mucha patata vieja envuelta en papel de oro. Uno de los nombres verdaderamente interesantes del conjunto fue Ti West, quien fue precoz en su mirada hacia lo sobrenatural con Los huéspedes (2011), una pequeña vuelta a los horrores de El resplandor en la posada Yankee Pedlar, cuyos pasillos están infectados por los espíritus malévolos de sus antiguos residentes y hay incluso habitaciones malditas como la 353 en las que aparecen fantasmas muertos en la bañera. Tan solo hay que fijarse en la música utilizada en su tráiler para pensar en Midnight, the Stars and You. Otra semilla para el crecimiento del terror sobrenatural en la década de los 2010 fue Sinister (2012), sobre un hombre, con sombras de Jack Torrance, acosado a través de grabaciones por fantasmas de niños asesinados, un punto de partida, no obstante, clavado al de la injustamente olvidada película española No-Do (2009). No por casualidad su director, Scott Derrickson, fue el elegido para hablar de El resplandor en el imprescindible podcast sobre la obra de Stephen King The Kingcast.

Pero el gran artífice de que el nuevo terror sobrenatural de la década de los 2010 se convirtiera en un éxito de taquilla y un fenómeno tiene un nombre: James Wan. El director y productor del Universo Warren dejaba claro el film al que siempre recurre en Vulture. “Siempre he dicho que hacer una gran película de terror es uno de los logros cinematográficos más difíciles. En realidad, no hay muchas películas que lo hagan bien. El resplandor lo hizo muy bien”. Uno de sus colaboradores habituales, el guionista Leigh Whannell, también la coloca entre sus películas favoritas y a raíz de una de sus películas en común, Insidious 2 (2013) Wan, comentaba de aquella durante su promoción que “es más parecido a un thriller doméstico, pero con un trasfondo sobrenatural, algo de lo que, de alguna manera, también era El resplandor”.  Y en efecto, Patrick Wilson seguía la senda de Jack Torrance perdiendo la cabeza y persiguiendo a su hijo, aquí por una posesión más directa. También en la primera Expediente Warren (2013), del mismo año, la poseída y amenaza para su familia era la propia madre, aunque a nivel de planificación y de influencia visual, es imposible no relacionar Expediente Warren 2: el caso Enfield (2016) con la aparición de las hermanas Grady en esa set piece en el pasillo de pared de papel pintado, con la monja maldita al fondo.

Expediente Warren 2

Poco a poco, desde la humildad de las películas más pequeñas hasta la responsabilidad de Doctor Sueño (2019) –sobre la que hablaremos más adelante–, Mike Flanagan ha ido labrándose el nombre de maestro actual del terror, gracias, entre otras cosas, a una persistencia fiel que Wan ha ido abandonando en pos de espectáculos genéricos. Aunque Oculus (2013) tiene todas las señales de terror sobrenatural con padre que entra en locura asesina del film de Kubrick, probablemente su título más recordado por el público generalista sea La maldición de Hill House (2018), un auténtico fenómeno de Netflix que tomaba la novela de Shirley Jackson como inspiración pero elaboraba su propia odisea familiar sobre el trauma, con más que ver con el Stephen King de IT (1986) en su estructura de ida y vuelta en flashbacks. El director no lo escondía, el personaje escritor de la serie se llama Steve.

Por supuesto, también fluye con El resplandor, que, recordemos, era la carta de amor de King a la novela de Jackson, a la que cita en la suya propia y a la que, según el propio autor, le debe mucho, entre otras cosas, la idea de un edificio malvado, con vida propia autónoma, más allá de sus fantasmas. El inicio de la serie, con la conclusión de la primera línea temporal, es el hecho sobre el que se va a cimentar todo el desarrollo del resto de episodios, con la madre completamente desatada persiguiendo a su marido e hijos para matarles. Nos suena. Flanagan comentaba en Complex la influencia del libro en su cine. “Debido a que comencé a hacer películas de horror, el desarrollo del personaje fue el primer músculo que pude flexionar. Creo que, junto con mi respeto por el trabajo de Stephen King, y cómo él hace lo mismo, me lleva a querer centrarme más en los personajes que en cualquier otra cosa”.

La maldición de Hill House

Sin abandonar la televisión, puede que lo más aproximado a la ola de terror sobrenatural llegada con Insidious (2010) en el mundo de las series pueda ser El exorcista (2016-2017), que además de incorporar los tropos desarrollados a partir del clásico para darles la vuelta, tenía tiempo para guiños a la película de Kubrick, como el clímax de su vibrante segunda temporada, en la que el personaje de Verity hacía lo mismo que Danny con las huellas, en plena persecución… de su padrastro poseído. Una de las películas de terror más apabullantes de los 2010, La cura del bienestar (2016) tenía no pocos ecos El resplandor desde sus primeras imágenes, con una entrevista corporativa –el tema del estrés laboral también está presente en ambas– y un viaje en coche por carreteras tangentes a grandes montañas y bosques recogido en un plano panorámico. Al llegar al destino, el propio castillo aislado es grande y con un edificio que bien podría ser el Overlook. El director Gore Verbinski lo reconocía en Empire. “Toda la larga secuencia del camino de montaña hasta el spa es un gran homenaje al film de Kubrick, soy un gran fan de esa película”. Pero no se limita tanto a homenajearla como a adoptar un estilo similar, frio y esterilizado, incluso con una relación de aspecto cuadrado en 1:66.1 para la composición del plano y encajonar así a sus personajes, como Kubrick, en las grandes estancias del Overlook. Además, ambas han sufrido un horrendo recorte de frame en su paso al formato doméstico. Sumemos la bañera con una chica, las tonalidades frías, verdosas, y la mueca del plano final de ambas películas con una sonrisa forzada, acompañado de un fuego purificador que recuerda al final de la novela.

La cura del bienestar

Miedo gafapasta: El resplandor y el horror de nuevo milenio (III)

Víctima de críticos perezosos, cuando el cine de terror de la década de los 2010 empezó a volver a las raíces de otros autores menos etiquetados, se empezó a utilizar la falacia del elevated horror. Una desafortunada clasificación que tan solo refleja cómo algunos directores empezaron a utilizar estilemas estéticos de cine europeo, y centrar sus elementos de miedo en la atmósfera. Una distinción poco precisa y muy vaga que solo encaja bien para los que hacen la criba en el cine dependiendo de lo que se parezca la puesta en escena a Wes Anderson, sea el género que sea. Lo cierto es que, sin darle muchas vueltas, tan solo hay un movimiento cíclico que pasó de recuperar a los autores de horror más visceral y físico a los que cultivaron el horror psicológico o más surrealista, Desde Robert Altman, John Hancock, Bergman, Polanski y sí, a la cabeza de todos ellos, Stanley Kubrick. Este, como David Lynch, busca el miedo de lo sublime, tal y como lo define Immanuel Kant: “enfrentados a lo grandioso, eventos y fuerzas desconcertantes, nos sentimos abrumados, incapaces de comprender y dominar nuestro entorno a medida que nuestras facultades de sentido e imaginación son llevadas a sus límites absolutos”.

La búsqueda de lo sublime llevó a una transformación de lo físico en abstracto y la forma en la que se entendieron las películas de miedo tras una década de reacción rabiosa al cambio del mundo tras el 11-S. Nadie mejor para encabezar ese cambio que el principal agitador de la década anterior. El músico Rob Zombie se convirtió en cineasta respetado tras poner del revés el horror comercial con La casa de los 1000 cadáveres (2003) y cuando quiso cambiar de rumbo con The Lords of Salem (2012) la bofetada fue de ida y vuelta. Sus fans la despedazaron y nadie pareció entender sus intenciones. 

En ese momento, a nadie se le ocurrió ponerle una etiqueta de “terror elevado” y jamás se la colocarían a alguien como Zombie, pese a que recuperaba a las brujas escalofriantes que el mundo celebró en La bruja (2015) y su versión de La semilla del diablo (1968), que la crítica aplaudió luego en Hereditary (2018). Y el hilo conductor de todas ellas es El resplandor, que Zombie nunca ha ocultado como su principal referente. Divide su estructura en días y dijo, además de definirla como si Ken Russell dirigiera El resplandor, que el objetivo del filme era “crear una experiencia trippy y evocadora como El resplandor o 2001: una odisea en espacio de Stanley Kubrick. Es muy difícil hacer una película de ritmo pausado, y si se hiciera un clásico como El resplandor ahora, sabes que algún ejecutivo de estudio diría que le quites 70 minutos«. Aunque prácticamente sacrificó su carrera por ello, trajo de nuevo el diseño de sonido imposible, el extrañamiento y también las ancianas desnudas en lugares con papel pintado.

Lords of Salem

El nuevo terror-experiencia, con más atención por los detalles visuales y la atmósfera que por las propias tramas, ha ido abriéndose paso durante la pasada década y uno de los primeros en cultivarlo de forma desnuda fue Panos Cosmatos, que apoyándose más en los géneros populares de lossetenta y ochenta da un tono retro a su cine, especialmente con la inclasificable Beyond the Black Raibow (2010), para la que también tuvo en cuenta la obra de Kubrick. Según su propia experiencia con El resplandor, la vió “en un cine de repertorio en una sesión de medianoche, y los altavoces eran terribles, el sonido era muy fuerte, y muy metálico y agresivo. Y tenía, como… mientras veía la película, comencé a ver a Jack Nicholson como mi padre, Shelley Duvall como mi madre y yo mismo cuando era niño. Todo se convirtió en una metáfora, una metáfora muy elevada y extraña para mi vida familiar, y quería que mi película funcionara de manera similar a esa experiencia, donde era lo suficientemente oblicua como para que las personas proyectaran sus propias vidas en ella«. El impacto del film también se deja notar en la banda sonora de Jeremy Schmidt, quien destacó las composiciones de György Ligeti y Krzysztof Penderecki.

Johnathan Glazer propuso una traducción sensorial del punto de vista de un alienígena en Under the Skin (2013), mimetizándose con el manual de estilo de Kubrick, como él mismo reconoció hablando de su influencia: “La gente dice cortésmente ‘homenaje’, pero probablemente le robé la cartera«. Por si la imaginería halógena gélida y parsimoniosa del film no fuera suficiente, sus videos musicales lo respaldan. Por ejemplo, Karmacoma (1995) de Massive Attack y The Universal (1995) de Blur hacen referencia directa a las películas de Kubrick. También Reencarnación (2004) destaca por sus temas y tácticas expresivas afines a El resplandor. En Under the Skin no solo sigue el proceso de trasformación de un monstruo desde su propio punto de vista –en el caso de Scarlett Johansson el cambio es a la inversa–, sino por su constante textura de pesadilla, en la que fluyen imágenes hipnagógicas como esas alucinaciones lúbricas con el desnudo en plano casi subjetivo y en constante conflicto entre el erotismo y el miedo, con el hombre atraído hacia la trampa de sus instintos más básicos. 

Under the Skin

Babadook es otro de los puntos de bisagra para la consideración crítica del cine de terror en los últimos años. Partiendo del tropo de niño poseído, pronto da la vuelta a la idea para revelar que los demonios no están en el niño, sino en la madre. El fantasma del maltrato infantil y la depresión van de la mano mientras observamos el declive inexorable de Amelia, siguiendo las claves del horror psicológico de El resplandor. Pese a que la obra de Jennifer Kent no comparte imágenes de impacto como torrentes de sangre, sí hay una simpatía con la madre cada vez más enloquecida hasta el mismo éxtasis filicida de Jack Torrance. Kent lo comentaba a The Guardian cuando se le mencionó la comparación. «Me siento muy honrada, pero es divertido, porque tras Sundance leí la novela y siento que Babadook está más cerca del libro que la película de Kubrick. Supongo que la razón es que Stephen King entra en la psicología del personaje y lo sientes por él incluso cuando va en una espiral descendente«. Pero lo cierto es que también hay muchos detalles de la dirección de arte que también recuerdan a la versión filmada, así como algunos trucos como la iluminación por encima de la línea superior del plano. 

Babadook

El otro film referencial de ese mismo año se suele enlazar con el trabajo de John Carpenter por su fotografía y el emplazamiento en la suburbia, pero El resplandor también se impone como una de las grandes influencias de David Robert Mitchell para It Follows (2014), desde los planos en movimiento para seguir a los personajes al uso del audio para generar una atmósfera desconcertante. Pero, además de guiños puntuales como el niño rompiendo la puerta, el motivo que carbura todo el film –ancianos sobrenaturales persiguiéndote de forma implacable–, bebe de la sensación de terror inevitable de la escena del cuarto de baño y el fantasma de la mujer de la bañera, que se transmiten en la sección central y secuencia más recordada del film, con una anciana caminando impasible hacia la protagonista.

It Follows

Otro de los grandes nombres de este nuevo “terror de autor” es Robert Eggers, quien, con solo dos películas, se ha convertido en uno de los nombres más representativos del nuevo cine independiente de género abanderado por la productora A24. En sus dos trabajos, El resplandor es una parte clave de su inspiración. En La bruja hay algunos paralelismos con la narrativa de aislamiento, compartiendo una oscuridad similar en sus núcleos. Ambas tratan sobre una familia cuyas brechas internas silenciadas se abren por mediación de una presencia sobrenatural que las amplifica y saca a la luz, jugando con la noción de destrucción de la unidad familiar, contada desde el punto de vista de un hijo que ve su mundo desmoronarse mientras las fuerzas del mal tan solo dan un empujoncito hacia ese caos. Aunque Eggers se apresura a señalar que ambas películas se proponen lograr diferentes objetivos, es conocido por ser tan meticuloso como Kubrick y reconoce en Slashfilm que cuando ve La brujaa veces estoy un poco disgustado por lo mucho que apesta a El resplandor. Al mismo tiempo, admitiré que si no fuera por eso, no creo que la película funcionara para la gente”. Algo que pareció no importarle al afrontar El faro (2018), con la que la adaptación de King podría hacer un programa doble sobre hombres conducidos a la locura y el frenesí asesino por causa del aislamiento, el trabajo y la soledad. Además de la rima temática, el film de Eggers proporciona similitudes más sutiles como el encuadre cuadrado claustrofóbico (también en su primer film), cortes rápidos surrealistas y un interés compartido en la mitología griega, Teseo en la de Kubrick, Proteo y Prometeo en El faro.

El nombre más odiado y amado del nuevo terror independiente americano puede ser Ari Aster, quien puso una guinda de oro al género de la década pasada con Hereditary (2018), una modernización de la paranoia satánica de La semilla del diablo (1968) en el marco de la enfermedad mental transmisible genéticamente. De nuevo, Kubrick hace presencia en el uso del laberinto de setos en miniatura, la inspiración para el juego entre la realidad y las casas de muñecas del personaje de Annie. Aparece también la exploración de una familia afligida que se erosiona bajo la presión de las fuerzas sobrenaturales, con el resultado de una figura materna persiguiendo a su hijo para matarle. Otros detalles, como la densidad narrativa y la ambigüedad psicológica, no escapan a comparación cuando aparece el grito sordo en primer plano frontal. El propio director lo confirmaba en Hunger TV: “respecto a la atmósfera, pensaba mucho en El resplandor, aunque creo que es una comedia, nunca me asustó. Me parece muy divertida, creo que funciona como un ensayo de películas de terror, todo se despoja de lo esencial. Tienes a Jack Nicholson haciéndolo genial, pero ya es un psicópata antes de entrar al hotel: conduciendo por la montaña, está listo para estrellar su auto, ya quiere a su familia muerta. Pero Kubrick sigue poniendo esos intertítulos qué dicen: lunes, miércoles… entonces, ¿cómo sería dos semanas antes de que la fiebre de cabaña haya llegado por completo? Es un ritmo de suspense increíble, tenso y en evolución. Me encanta: no creo que puedas crear una película de terror con un ambiente opresivo sin pensar en esa película”.

Hereditary

Aunque no está tan claro que su cine tenga las mismas intenciones respecto al género que los de la pandilla A24, Jordan Peele ganó el Óscar por su guion de Déjame Salir (2017), entrando en la conversación crítica de la pandilla elevated horror porque oh, sorpresa, su película de terror trataba temas raciales y ya era “apta”, no como El sótano del miedo (1991), por poner solo un ejemplo. En ella, Peele le dedicaba algunos guiños a El resplandor, desde la elección del azul brillante para el texto del título y los créditos, alusiones de diálogo a laberintos de setos o toques conceptuales más profundos, como crear horror a plena luz del día y construir la sensación de que algo está mal sin revelar los detalles hasta que todo llega a un punto crítico. Deudas que el mismo Peele parecía reconocer al citar retuiteando una foto suya con el mismo atuendo de Jack Torrance y agregando la famosa frase de la película.

Su segunda película confirma la devoción del director por la obra de Kubrick. En Nosotros (2019) comenzamos con un viaje familiar a la casa de vacaciones, en donde se replican las tomas en helicóptero del automóvil familiar conduciendo por una carretera casi vacía que también se repetirán al final. No hay mucha diferencia entre los ligados malvados de la película y la idea de que tu propia familia sufra un cambio como el de Jack Torrance, que se convierte, de algún modo, en una proyección diabólica de sí mismo, en su propio doppelgänger. También usa, de forma consciente para dar un efecto cómico y siniestro, un par de gemelas idénticas. El padre de la familia, Gabe intenta usar un bate de béisbol como arma improvisada, con poco éxito, al igual que Wendy contra su marido poseso. Si queda alguna duda de la devoción de Peele por El resplandor, tan solo hay que recurrir a sus sketches de Key and Peele

Hemos podido comprobar cómo el espíritu de narración gélido, los planos sostenidos en tempos imposibles y el lenguaje cinematográfico extraterrestre de Kubrick es casi una constante en el nuevo cine de terror de autor que ha cambiado la percepción popular y académica del género en los últimos años y se puede comprobar en decenas de nuevos films como Enemy (2013), The Blackcoat Daughter (2015), Hagazussa (2018), The Neon Demon (2015), o Evolution (2015). Pero en la época del streaming es imposible permanecer ajeno al fenómeno de la evolución de las series como nuevo jugador en la conversación cultural. Entre ellas, la diversificación ha llevado a la excelencia del terror en la televisión con series que evocan la “fiebre de barco” en un entorno congelado como The Terror (2018) o la casi experimental Channel Zero (2017-2018), cuya temporada The No-End House coqueteaba con las casas encantadas con un surrealismo propio del Overlook. Nick Antosca, su creador, explicaba a Uproxx que “El resplandor es una de las mejores novelas jamás escritas sobre el matrimonio y la adaptación de Kubrick mi favorita del cine de terror. El momento del hacha saliendo por la puerta con la cara de Wendy al fondo se me quedó pegada y aún creo que es el mejor plano del género de terror. También me encanta la escena en la que Danny entra en la habitación cuando se supone que Jack está dormido y Jack dice con la voz distante más amenazadora posible que nunca lo lastimaría. Es el momento de unión padre-hijo más escalofriante de todos los tiempos”.

Channel Zero

Epílogo: el autor devorado por su criatura

Pocos autores literarios han marcado la agenda de cine y televisión de forma tan regular, prolífica y omnipresente como Stephen King. Con mayor o menor fortuna, sus múltiples adaptaciones son ya un subgénero en sí mismo y no es difícil encontrar su sello en infinidad de producciones. Parte del éxito de su marca se debe y está ligada a esa adaptación con la que no puede tragar, uno de los grandes conflictos y contradicciones de la historia del género. Su propia novela de 1977 ha marcado muchos de los tropos de su literatura posterior, pero, a efectos de expansión, muchos de ellos se han asimilado en la cultura popular gracias al film que ignora el corazón pulsante de sus personajes para crear una experiencia sensorial y visual sublime. Ya presentes desde El misterio de Salem’s Lot (1975), sus protagonistas escritores son parte de su proyección, y no ha dejado de repetir un poco el formato de escritor encerrado en una cabaña que se va volviendo loco en La ventana secreta (2004) o en Misery (1990), que incluso se entretiene llenando páginas con un repetitivo “fuckfuckfuckfuckfuck”, un guiño al “All work and no play makes Jack a dull boy» de la película, es decir, que no se encontraba en la novela original. 

El influjo de la película es tan absorbente, que incluso algunos de sus momentos más icónicos han acabado salpicando la obra del propio King. En su novela IT (1986), Beverly va a la habitación de Ben y le recita el poema que este le dio en la escuela, le confiesa que sabía que fue él quien se lo envió y que ha estado esperando hasta que ambos estuvieran listos, para después besarle. Cuando Ben se mira en el espejo se da cuenta de que su rostro está cubierto de maquillaje blanco y que Beverly lleva pantalones de payaso, revelándose que es Pennywise haciéndose pasar por Bev. No solo está narrado como el encuentro entre Jack Torrance y la mujer de la 237—que es uno de los añadidos exclusivos de Kubrick más recordados— sino que en la versión para televisión se rueda de forma muy parecida. La anciana desnuda también tiene otra conexión con la visión de la bruja en la set piece en la segunda parte de la adaptación del libro rodada por Andy Muschietti, cuando aparece corriendo hacia Beverly. En esa misma película, el argentino hace un guiño cuando Henry Bowers aparece haciendo “Here’s Johnny!” en una de las alucinaciones finales. 

La propia obra de King ha ido volviendo a distintos momentos de su propia novela. Hombres de clase obrera llevados a la locura uxoricida en 1922 (2017), escritores quedándose en la habitación maldita de un hotel embrujado en 1408 (2007), padres que entran en frenesí asesino dentro de un laberinto vegetal—de nuevo un aporte de Kubrick que reasimila— en En la hierba alta (2019) o, de nuevo, novelista alcohólico con arco de redención en TommyKnockers (1993). La ficción basada en su obra no deja de jugar al ping pong con su obra más conocida y los guiños a su universo van dejando intercalar el Overlook y lo que allí sucedió en adaptaciones como La torre oscura (2017) o extensiones sin texto base como la serie Castle Rock (2018-), en la que podemos ver las aventuras de la sobrina Torrance. Una de las más recientes adaptaciones para televisión es El visitante (2020) que, a priori, no tiene ninguna resemblanza aparente con hoteles vivientes pero, en palabras del productor ejecutivo y director Andrew Bernstein a The Hollywood Reporter, “esta serie se alinea mejor, creo, con la sensación de temor y muerte inminente de El resplandor, y con su intenso tipo de atmósfera. También soy un gran fanático de Kubrick, y solo en cuanto a composición con cámara, iluminación y música, esa película fue una gran inspiración para mí ”.

El visitante, además, presenta a un personaje que tiene capacidades extrasensoriales que la conecta, directamente con el universo King, plagado de americanos de clase obrera con poderes de la mente que tan solo pueden catalogarse como “resplandor”, aunque solo se le dé ese nombre en la historia con el Doctor Halloran y Danny. Por ello, quizá la novela y adaptación Doctor Sueño (2019) cierra con éxito un ciclo de influencia y retroalimentación de novela y film en un solo artefacto que, por fin, logra conciliar a King con la obra de Kubrick. El film de Flanagan, una aventura completamente alejada de las intenciones de Kubrick, utiliza el Overlook, ausente en la novela, como una pieza más del tablero de juego. Llevando el trauma de Danny a encontrarse a sí mismo, recontextualizando el hotel y sus apariciones para un uso a favor de los protagonistas, practicando el pareado con las imágenes del original –entrando en el eco cíclico del universo de King, como le avisa Halloran– para un propósito totalmente alejado del film de 1980 –pese a las torpes críticas que no ven una conjugación en pretérito imperfecto de Kubrick, sino una imitación nostálgica– y con un significado más cercano al corazón de la novela.

Doctor Sueño es uno de los últimos proyectos relacionados con El resplandor. Cuando se le dio luz verde al proyecto, se canceló casi de inmediato la idea de una precuela en manos del director Mark Romanek, que la imaginaba como un film histórico de terror con la escala de El renacido (2015) o La puerta del cielo (1980). Sin embargo, HBO Max ha dado luz verde a Overlook, una serie sobre el hotel embrujado que contaría diferentes historias a modo de antología durante la historia de América. Queda claro que, como la mansión Hill House, el edificio se resiste a morir y ser olvidado y no solo seguiremos viendo fantasmas en sus habitaciones y pasillos, sino que su influjo seguirá vivo por mucho tiempo. Puede seguirse en propuestas tan recientes como el found footage sobre influencers en un hotel embrujado Followed (2018) o incluso en el episodio Holy Ghost de la serie Lovecraft Country (2020), que divide su historia de fantasmas en casa encantada en intertítulos con los días que pasan. Tan solo hay que ver la cartelera y comprobar que incluso Los nuevos mutantes (2020), que transcurre en un psiquiátrico aislado también lleva su marca. Según las propias palabras de su director, Josh Boone, una de sus grandes inspiraciones para el film es El resplandor. Algo que no sorprende, teniendo en cuenta que él mismo se encargará de llevar a la pantalla otra de las grandes novelas de King, la pantagruélica Apocalipsis (2020), que llegará a CBS a final de año. El KA es una rueda. 

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