El viernes llega a nuestros cines la esperadísima secuela de una de las películas más influyentes de la historia del cine de ciencia ficción, Blade Runner. Pero antes de verla, mejor ir preparado.
Adentrarse en el mundo de Blade Runner (1982) no es, en absoluto, una tarea sencilla. Bucear en su complejidad y fondo exigen paciencia, tiempo, ganas… y el resultado puede no ser el esperado.
Para empezar, existen al menos seis versiones del film reconocidas. En el principio fue el verbo: la copia de trabajo proyectada en Denver y Dallas en busca de distribución y ante publico seleccionado. Luego vino la del preestreno con un montaje más pulido y algunas directrices de Warner Bros., que se realizó en el desaparecido Cinema 21Th de San Diego, reconvertido después en iglesia. Tras esta vinieron la versión local -con la violencia justa, voz en off y happy end-, y la internacional -con buenas dosis de sangre y más happy end-. Años después la película sufrió otro montaje para estrenarse en televisión. Y, por si fuera poco, en 1992 llegó otra versión, mal llamada Montaje del Director -sin happy end y con unicornios-. Hasta bien entrados en el siglo XXI, no llegó el montaje presuntamente definitivo de 2007.
Esta es la primera de las anomalías de Blade Runner. Normalmente, la perspectiva temporal de un visionado crítico evoluciona por estar sujeta a la educación de la mirada. La películas son las mismas y si hoy no te apasionan las pelis de cuando eras adolescente, el que ha cambiado eres tú, no ellas. Sin embargo, Blade Runner ha ido mutando con el tiempo, en un constante work in progress que nos lleva hasta las puertas de la secuela llena de preguntas en busca de respuesta.
Ante un producto tan dado a la metamorfosis, sabiendo que otros se han ocupado antes y mejor hablando sobre qué montaje ver, vamos a echar la mirada hacia otras exploraciones del universo de lluvia perpetua, lágrimas y constelaciones ardiendo que planteó Ridley Scott hace ahora 35 años. El mismo que realizadores tan absolutamente dispares como Luke Scott, Shinichiro Watanabe y Denis Villeneuve se han propuesto revivir.
Lo obvio: nuestro amigo PKD
Suena a perogrullo pero nunca está de más hacer lo que ni siquiera Ridley Scott hizo: leerse la novela en la que se inspiró Hampton Fancher para armar el guión de Blade Runner. Hablamos, cómo no, de la novela de Philip K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, publicada originalmente en 1968 y reeditada hasta la infinitud en nuestro país.
Ni corto ni perezoso, nunca lo ha sido, Ridley Scott llegó a afirmar: «fui incapaz de terminarla porque me aburre la ciencia-ficción y Fancher había hecho un resumen del argumento que facilitó mucho mi trabajo». A lo que Dick contestó con su sutileza habitual: «tendrían que atarme al asiento del coche y pintarme una sonrisa en la cara para hacer que me acercase a Hollywood».
Casualidades del destino, tras renegar del primer guión escrito por Fancher asegurando que «había prescindido de demasiados elementos para centrarse en el enfrentamiento entre humano y máquina«, Dick acabó leyendo un segundo borrador fruto de una reescritura de David Webb Peoples. Entonces afirmó que el libreto era «un alma gemela hermosa y simétrica» de su novela. Tras el flechazo, visitó el rodaje y quedó encantado con la ambientación y el resultado.
Sea como fuere, como bien explicaba nuestro compañero Yago García aquí mismo, «hablamos de un libro lo bastante similar su adaptación como para resultarnos familiar, pero también lo bastante árido, pesimista y lleno de conceptos locos como para echar para atrás al lector que se aproxima al genio por primera vez. Ah, y también es una de las mejores novelas de Dick”. No hay más que añadir.
Futuro en negro (Paul Sammon, 1999)
La obra cuasi-definitiva, si aceptamos que tal texto nunca la existirá, sobre el film de Ridley Scott la escribió un crítico de Cahiers du Cinéma, mal que nos pese a los poco amigos del clasismo crítico. Paul Sammon, que pronto sería un reconocido crítico cinematográfico y documentalista de culto, fue el enviado especial de la clásica y hoy también desaparecida Cinefantastique, al rodaje de Blade Runner. Allí, construyó un minucioso relato lleno de curiosidades inéditas y observaciones absolutamente irónicas sobre el film que, años después, se convertirían en Futuro en negro, ensayo grandilocuente sobre el proceso de creación del film que nos ocupa.
La obra resulta ser un entretenidísmimo retrato de las mil y una trifulcas que Scott tuvo con el equipo de rodaje, que llegó a boicotear el film en contra de las formas dictatoriales con las que el británico comandaba aquel barco. También, una explicación lógica de las riñas constantes y las malas caras de Sean Young y Harrison Ford. Mal humor que, sin embargo, no son pocos los que han señalado como elemento importante de la lectura noir del film.
Sammon, que después se dedicó a producir y dirigir documentales de films como Platoon (1986), Dune (1984) y Robocop (1987), ofrece también una lectura filosófica de los asuntos que atañen a la película. De hecho, el crítico es el primer defensor de aquello que aborrecía Dick. Según él, la idea clave de Blade Runner es la contraposición entre lo natural y lo artificial. «Blade Runner se define desde su propio título como el que ‘el que camina por el filo de la navaja’, que podría ser entendido como ‘el que camina por el filo de la vida'» equilibrista entre mundos, entre la vida artificial y la… ¿no artificial?
On the edge of Blade Runner (Andrew Abbott, 2000)
En los albores del nuevo milenio, la BBC realizó un documental sintentizador y accesible que funcionó como entrante de platos más serios que se verían en la Ultimate Edition y Dangerous Days (2007). En gran medida basada en el texto de Sammon, este film proyecta también una mirada al complicadísimo rodaje de la película ofreciendo, eso sí, voz a todos los implicados.
Además de ser una mirada sobria, tan británica y templada -y por alguna razón irresistible-, como la de Mark Cousins en The Story of Film (2011), sirve como fantástico retrato de personajes: quedan en evidencia tanto la soberbia de Scott como la incertidumbre en la que vivían Bud Yorkin o Michael Deeley, que ponían la pasta. Amén de apuntar algunas, pocas pero agradecidas, pinceladas a su influencia en el cine de ciencia-ficción posterior.
Por si fuera poco, On the edge of Blade Runner es consciente de su ironía y, fiel a sí misma, decide terminar con una genial reflexión en torno a la gran pregunta planteada por el espectador medio: ¿es Deckard un replicante? Productores, actores, guionistas, encargados de efectos especiales, directores de casting, montadores… la mayoría arquean las cejas y se rinden: no tienen ni idea.
Lo que Deckard no sabía (Jesús Alonso Burgos, 2011)
Alonso Burgos, que lejos de ser crítico es poeta y abogado, tiene el curioso honor de haber parido el ensayo escrito en castellano, más interesante y completo de Blade Runner. Siendo, como es, un texto de escasas cien páginas.
Directo al hueso de este animal, Burgos recorre una enorme cantidad de referencias sobre el análisis cinematográfico, temático, estructural y filosófico de un film que es lo que cada uno quiera. Siendo esta su mayor baza, Lo que Deckard no sabía recopila lo esencial de gran parte de los ensayos escritos sobre el tema, desde textos tan extensos como los de Serge Gurzinski a lecturas más ágiles como los libros de Miguel Angel Prieto o Juan José Muñoz.
Para Burgos, Blade Runner es un delicioso totum revolutum pesimista y desasosegante: «Un gran mosaico formado por miles de fragmentos que solo podía ser apreciado si se miraba con distancia, no con las anteojeras del censor. Fragmentos de todo tipo, desde el cine negro hasta el western, pasando por los videoclips, la imaginería barroca alemana, el cómic de Metal Hurlant, la arquitectura medievalista de la Escuela de Chicago y la posmoderna de Frank Gehry, el Hijo pródigo y el Ángel rebelde, la máquina y el fantasma que la habita, William Blake y Descartes, la Biblia y el Tao, Mabuse y Frankenstein”.
En ella cabe todo y se enfrenta entre sí: «aprovecha todo y de todo se nutre, acaso con la oportuna excepción del optimismo futurista de la ciencia-ficción (quiero decir de la ciencia-ficción de la Edad de Oro, porque la literatura y el cine ciberpunk también es ciencia-ficción, pero que no tiene nada de optimista, ni siquiera de futurista)».
Dangerous Days (Charles de Lauzirika, 2007)
La obra magna sobre la obra magna: tres horazas de documental solo aptas para fans acérrimos. ¿Por qué? Porque Dangerous Days es, en gran medida, un fan film. Una película dedicada a engrandecer y ennoblecer el material del que habla, obviando ofrecer una lectura crítica sobre su contenido o su confección.
Nada de esto, no obstante, resulta relevante para el estudio que ofrece. Dangerous Days recorre absolutamente todos los aspectos cinematográficos de Blade Runner y su visionado favorece a la comprensión formal del film. El alcance estético de la película, patria de gran parte de la ciencia-ficción contemporánea, se ve aquí como un Génesis particular. Desde la rareza de su arquitectura a la discusión de cada boceto, pasando por las improvisaciones de Rutger Hauer y la banda sonora de Vangelis: todo tiene su razón de ser y está su reflejo en Dangerous Days.
Es, como decimos, una obra magna pero no maestra, pues como documentalista Charles de Lauzirika deja bastante que desear. Su constante utilización de recursos de nula originalidad y su ausencia de riesgo -son tres horas de imágenes de archivo y declaraciones-, lastran su visionado a cualquier recién llegado.
Black Out 2022 (Shinichirô Watanabe, 2017)
Para abrir el apetito en torno al banquete que, esperamos, signifique Blade Runner 2049, la campaña de marketing de Warner Bros. ha surtido durante semanas de material a los más ávidos.
El más cercano, en cuanto a la línea temporal, a la historia de Rick Deckard en el film original, nos narra la historia de dos replicantes llamados Iggy y Trixie. El primero, reflejo del eterno Roy Batty de Rutger Hauer y la segunda, trasunto de Pris –Daryl Hannah-. Tres años después del asesinato del Doctor Eldon Tyrell, antiguo amo de la compañía, la Tyrell Corporation prepara una nueva tanda de replicantes más inteligentes, ágiles y fuertes, los Nexus 8. Iggy y Trixie harán que todo cambie, ante la inminente desaparición de la Tyrell y el progresivo auge de otra compañía llamada The Wallace Corp.
El resultado de este cortometraje dirigido por Shinichirô Watanabe, creador de la inmensa Cowboy Bebop (1998) que no dirigía desde Zankyou no Terror (2014), es de una belleza abrumadora. Un film que no solo capta y reinterpreta en clave animada la atmósfera viciada y decadente original, sino que también renueva su narrativa visual gracias a un modelaje y acabado CGI que acentúa el extrañamiento del movimiento replicante. Sin traicionar, por ello, el fondo reflexivo del asunto.
2036: Nexus Dawn (Luke Scott, 2017)
Más de una década después del advenimiento de Black Out 2022, la Wallace Corp, intenta demostrar que el último modelo de Nexus es absoluta y totalmente fiable. Para ello, su creador, Niander Wallace, ofrecerá una demostración de su potencial.
Enteramente dedicado a presentar la figura del villano de Blade Runner 2049, un cargante Jared Leto que ya cuesta digerir en tan solo cinco minutos, Nexus Dawn ofrece poco más que una pequeñísima prueba de talento visual. Luke Scott, hijo de ya-sabes-quién, firma un corto de lo más formulaico, que si bien convence por su sobriedad en la puesta en escena, aporta poco al conjunto del universo bladerunniano.
2048: Nowhere to run (Luke Scott, 2017)
El que más se acerca, narrativamente, a la inminente secuela es sin duda el cortometraje más flojo de cuantos se han mostrado hasta la fecha. Años después de aprovarse la ley que permite la fabricación del último modelo de replicantes, los Nexus 9, la policía de Los Ángeles busca a los ilegales para retirarlos. En la ciudad, Sapper Morton –Dave Bautista-, se esconde de ellos hasta que una trifulca callejera le deja al descubierto.
También firmado por Luke Scott, Nowhere to run no es tanto la presentación del personaje de Bautista como un retrato de la represión y el peligro inminente que acecha a muchos ciudadanos de Blade Runner 2049. Todo se viene abajo debido a una trama erigida en torno a una mal rodada escena de acción que deja la escasa inventiva de Scott al descubierto.
Nos permite ver, no obstante, esos bajos fondos que tan bien supo captar la original, así como la podredumbre moral que campa a sus anchas en las ciudades del futuro. Replicantes o no, los habitantes de universo de Blade Runner 2049 prometen ofrecer buenas dosis de dudas y conflictos internos que solo las lágrimas en la lluvia podrán resolver.
Las secuelas de la película en forma de novela, escritas por K.W. Jeter, ofrecen una crítica dramatizada de la película original. Lamentablemente, el estilo prolijo del escritor y el abandono inmediato de las ideas más interesantes las hacen pesadísimas de leer.
Se plantean cuestiones importantes:
– ¿Por qué Holden (el blade runner al que Leon Kowalski dispara al principio de Blade Runner) no dispone de las fotos que luego Bryant le entrega a Deckard?.
– ¿Por qué la Tyrell Corporation es la única empresa que fabrica replicantes?
– ¿Por qué está subcontratado el diseño de los ojos? ¿Eso significa que los replicantes se «fabrican» en la Tierra? ¿No estaban prohibidos?
Y muchas más, es una pena que haya que leer 3 libros peñazo para irlas descubriendo.