Aleksandar Zograf: el hombre que dibuja, de los bombardeos de la OTAN al coronavirus, una Serbia asediada

El autor serbio se hizo conocido fuera de su país al conseguir publicar su testimonio sobre los bombardeos de la OTAN en revistas de EEUU durante la guerra de Kosovo. Más de veinte años después se enfrenta a una situación parecida por la COVID19, pero con la ventaja de internet y con muchos más jóvenes autores serbios a su lado.

Aleksandar Zograf, nombre de guerra de Saša Rakezić, nació en Pančevo, una localidad de unos 76.000 habitantes en el este de Serbia, relativamente cercana a Belgrado pero perteneciente a la región de la Vojvodina. Lleva allí toda su vida, allí vivió desde no muy lejos la Guerra de los Balcanes y lo encontraron los bombardeos de la Guerra de Kosovo en 1999. Convencido de que su zona estaba tan lejos del frente que ni se enteraría del conflicto más que por televisión, acabaría viendo como la OTAN castigaba su pueblo y a sus vecinos a pesar de su nula importancia estratégica.

En 1999 Zograf no tenía Instagram, pero sí correo electrónico y un par de decenas de amigos dibujantes en EEUU. Sería Chris Ware quien lo convencería de empezar a contar sus experiencias en una página semanal que sus contactos se encargarían de mover por revistas del cómic independiente y underground estadounidense de la época, actualizando cada siete días la indignación de un serbio que condenaba los actos de su gobierno en Kosovo pero se indignaba por como la OTAN destruía diariamente su vida y la de sus allegados en una presunta “guerra buena”. Ese material se recopilaría finalizada la guerra en un pequeño tomo titulado Regards from Serbia (1999), en España editado apenas un año después por la extinta Under Comics con el mucho menos sutil encabezamiento de Cómo fui bombardeado por el mundo libre.

Aleksandar Zograf marcándose un Lorenzo Milá en 1999

Zograf ya había publicado en EEUU obras muy críticas con el tratamiento recibido por su país por parte del “mundo civilizado” de la posguerra fría, como Life Under Sanctions (1994), editada por Fantagraphics. La novedad, como en su momento enunció su amigo Chris Lanier, era que por primera vez ese testimonio de los desastres de la guerra no solo cruzaba la línea de frente para publicarse en tiempo real, sino que lo hacía directamente y antes que en cualquier otro lugar en casa “del enemigo”. Ese carácter de denuncia y testimonio “en directo” permitía diferenciar la obra del serbio de trabajos como los reportajes en viñetas de Joe Sacco o testimonios de mucho mayor peso artístico pero realizados años después de los hechos reflejados, como Pies descalzos (1973-74) de Keiji Nakazawa o la mismísima Maus (1991) de Art Spiegelman (la comparación es de Lanier, no nuestra).

Serbia en aislamiento… otra vez…

Más de dos décadas después Serbia vive una situación relativamente parecida en cuanto a la desinformación de sus vecinos sobre lo que ocurre tras sus fronteras, pero ahora por la vía de la pandemia de COVID19 y las protestas contra un gobierno corrupto al que se acusa de fraude electoral. El objetivo era que esta entrevista se hubiese producido en persona, pero a principios de julio, en plena desescalada para el resto de Europa, todos los países vecinos de Serbia volvieron a cerrar sus fronteras recién reabiertas ante el pico de contagios en el país eslavo. Se podía entrar en el país, pero no salir. Así que se ha producido en telemático y diferido a lo largo de un par de semanas.

En la Guerra de Kosovo empezó la cantinela de las bombas “limpias” e “inteligentes”

Lo primero que aclara Zograf vía email, de hecho, es que él no cree que se pueda comparar ambas situaciones. “En 1999 toda la información que se recibía fuera de Serbia provenía del fuentes estadounidenses de los grandes medios. En 2020 es diferente, tanto en Belgrado como globalmente. No solo porque todo el planeta, y no solo Serbia, está afectado por la COVID19, también porque tenemos una explosión mundial de información, todo es fotografiado, grabado, comentado… No es algo malo por sí mismo, pero el problema ahora es que estamos rodeados por más información de la que podemos procesar”.

Las protestas en Serbia se han leído en otros rincones del mundo como parte de la resistencia magufa o conservadora a observar las medidas sanitarias, al estilo del negacionismo de los Bolsonaristas o Trumpistas en Brasil y EEUU o las célebres caceroladas en el barrio Salamanca, pero Zograf ataja rápidamente: “no estamos hablando de protestas por las medidas contra la pandemia, sino contra la gestión del presidente”. En este caso, el conservador Aleksandar Vučić, ya muy cuestionado porque en 2016 intentó combinar el cargo de primer ministro (jefe de Gobierno) con el de Presidente (jefe del Estado): “el gobierno retrasó las elecciones a junio y bloqueó el acceso de la oposición a los medios, aprovechando las restricciones sanitarias para impedir el debate democrático. Proclamó la victoria contra el virus, celebró las elecciones y una vez ganadas por su partido se vio cómo llegaban los rebrotes y se tenía que volver a cerrar el país. Eso y no el virus provocó las protestas, que fueron además reprimidas con una violencia policial que no se vivía en Serbia desde hace décadas”.

Como tu amigo el que ha pasado el confinamiento en un piso de 14m2, Aleksandar “lo lleva bien”.

Él mismo se encontró con el primer confinamiento de viaje en Berlín, publicando en varias revistas un Regards from Berlín (2020) en el que narraba su experiencia como ‘exiliado’ para regresar a casa en plena pandemia mundial. Ahora nos ha respondido desde Pančevo, relativizando la importancia de este tipo de diarios, que sigue considerando más una herramienta para fines divulgativos que como un mérito artístico en sí mismo. Por ejemplo, dentro de las fronteras españolas ha publicado varias páginas sobre la situación serbia o la ruta de los refugiados en los Balcanes en La Gallina Vasca, revista satírica habitual de los kioscos euskeras.

En las páginas publicadas para revistas del resto de Europa o EEUU Zograf recupera el trazo caricaturesco de sus diarios desde los bombardeos y lo pone de nuevo al servicio de la denuncia y la divulgación. En el caso de los episodios de La Gallina Vasca, se trata de retratos de la Serbia de posguerra y los resultados del paso de la exYugoslavia y los diferentes conflictos de finales del siglo XX por las zonas industriales, como Pančevo, con consecuencias tanto económicas como sociales. También, a raíz de la crisis de los refugiados de 2015, se ha dedicado a explicar la situación de las personas atrapadas en Serbia o que tratan de atravesarla para acceder a la UE por Croacia o Hungría. En este último caso su labor se vuelve menos testimonial y más periodística, apartándose del centro de la narración y dando voz a los diferentes refugiados a los que conoce en los campos serbios.

Uno de los testimonios de refugiados recogidos por Zograf y publicados en La Gallina Vasca.

Memoria histórica y “yugonostalgia”

El grueso de la obra de Zograf, nos recuerda, se lleva publicando desde 2003 en Vreme, revista de comic independiente editada en Belgrado, en la que lleva más de 15 años publicando un mínimo de dos páginas semanales. “Regards from Serbia pudo ser importante en mi carrera sobre todo cara al exterior, pero si calculas, en Vreme he publicado más de mil páginas sobre temas muy diferentes. En los últimos años me he centrado más en investigar sobre la Segunda Guerra Mundial en Serbia y he publicado en alemán para editores austriacos también”. En el volumen de su producción, obras como Regards from Serbia al final han sido una excepción.

De trazo expresionista y buscando en ocasiones la caricatura, influenciado por el underground estadounidense como el del inevitable Robert Crumb, a pesar de las comparaciones odiosas con obras testimoniales de otros autores, Zograf ha acabado recalando en la historia de su propia familia. En los últimos años, desde Vreme y también con revistas austriacas o italianas, Zograf ha reconstruido la historia de su abuelo, que en parte es la del nacimiento de la Yugoslavia que él, nacido en los sesenta, pudo conocer. “Mi abuelo murió cuando yo tenía 14 años y nunca pude hablar con él como un adulto sobre su vida. Formó parte de la resistencia contra los nazis durante la ocupación en los cuarenta y más tarde también fue prisionero político de la Yugoslavia de Tito. Aunque él creía en ese estado, se opuso a las políticas de posguerra. Cuando uno empieza a aprender cómo la gente de aquella época supo gestionar los eventos catastróficos que vivieron, las personas de ahora parecen mimadas y estúpidas”.

El formato divulgativo ‘Regards from…’ es una de las marcas de la casa del autor.

Curiosamente este análisis de su historia familiar lo combina con una visión venébola de la llamada “yugonostalgia”, el -por otra parte minoritario- sentimiento de nostalgia del extinto estado conjunto para los eslavos de los Balcanes. En 2017 fue uno de los artistas firmantes de la Declaración por un Lenguaje Común, manifiesto en serbo-croata por más de doscientos intelectuales, además de varias ONG de Bosnia, Croacia, Serbia y Montenegro y apoyado por figuras internacionales como Noam Chomsky. Básicamente se trataba de un texto contra el nacionalismo imperante en la Europa actual y que consideran fuente de los males de la extinta Yugoslavia, en el que se pedía admitir que las lenguas de los cuatro países sean lo suficientemente parecidas para entenderse entre sí sin cambiar de idioma para que las autoridades de los distintos estados promuevan la comunicación y no la separación entre sus poblaciones.

Por eso, entre los autores serbios jóvenes actuales, recomienda la obra de Boris Stanić, de estilo igualmente expresionista y cercano al underground norteamericano y que en 2015 publicó Atentat, una novela gráfica sobre el asesinato en 1914 del Archiduque Francisco Fernando de Austria que provocó la Primera Guerra Mundial, pero desde el punto de vista del autor del mismo, el bosnio Gavrilo Princip. “En este caso, lo presenta antes como un joven idealista que sueña con un gran estado eslavo en el sur de Europa que libere a su país de austriacos o turcos que como un terrorista”.

Rakezić en la actualidad, con más canas que su caricatura.

Zograf responde añade a todo esto que “Yugoslavia no puede ser resucitada, pero en su momento fue una buena idea”. Recuerda que su experiencia como adolescente en el viejo estado “tenía sus problemas y dinámicas, no era un lugar perfecto. Pero, ¿qué lugar lo es? Me hice adulto en aquél país, aprendí mis lecciones de vida e hice preciosas amistades de todos los rincones. ¿Qué más podía esperar?”. 

Una idea parecida, de no proyectar los dramas del pasado en el presente, defiende cuando se le pregunta por la relación de Serbia con la Unión Europa y aquella OTAN que los bombardeó hace más de veinte años. “Estamos trabajando en formar parte de la UE y no creo que nadie la considere como el enemigo nunca más. Lo que no creo es que Serbia pueda ni deba formar parte nunca de la OTAN después de la experiencia de 1999. En cualquier caso, yo, como creador, me conformo con encontrar mi propia paz, que ya me parece un objetivo suficientemente ambicioso, donde quiera que vivas y quien sea que gobierne allí. Es un objetivo que lleva toda una vida alcanzar”.

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