Aquellos maravillosos 90: La Guía para la Actuación Policial en Cultos Satánicos

Entre finales de los 80 y principios de los 90, una histeria colectiva sacudió cultural y socialmente Estados Unidos. La relación con la figura de Satán llegó a ser vista como motivo de peso para ser incriminado y, por tanto, como algo que tenía que ser legislado. Aunque a día de hoy esto nos pueda parecer risible, las estrategias del miedo y la manipulación frente a lo desconocido no han cambiado tanto.

La historia de la fascinación morbosa por el satanismo y sus rituales secretos en Estados Unidos puede remontarse a, al menos, los cruentos crímenes de la familia Manson a finales de los sesenta. No era fácil resistirse a aquellos titulares jugosos, que se decoraban con fotografías de lo más explícitas. Durante las dos décadas siguientes, todo tipo de asesinos en serie convertidos a su vez en leyendas urbanas se fueron transformando en el principal foco de preocupación entre cierto sector de la población urbanita norteamericana.

Muchos de estos nombres nos siguen sonando hoy día aunque solo sea por cómo se ha alimentado de ellos la cultura pop: el Asesino del Zodiaco, el Asesino del Alfabeto, Ted Bundy, el Asesino del Calibre 44… Así, la creación del villano sobrenatural a partir de la historia de crímenes reales va cobrando cada vez más peso en el subconsciente colectivo de la América de Reagan. El clímax de este fenómeno llegará con la creación del término «abuso ritual satánico» a lo largo de los ochenta. Aunque la mayoría de las acusaciones fueron finalmente desmontadas, eso no evitó que las historias de abusos sexuales con componentes satánicos en colegios y guarderías fuesen casi tan populares como las de conspiraciones a escala gubernamental relacionadas con sacrificios humanos y redes de pornografía en honor a Belcebú.

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Los Tres de West Memphis, detenidos en 1993.
De izquierda a derecha: Damien Echols, Jessie Misskelley Jr. y Jason Baldwin

En pleno 1994, tres adolescentes conocidos por el apodo de Los Tres de West Memphis son juzgados y condenados por el asesinato de tres niños, supuestamente sacrificados en un ritual satánico, en un caso tan mediático y polarizador que hizo que eventualmente la banda Metallica cediera por primera vez en su historia los derechos de una de sus canciones para su uso en el documental Paradise lost: The child murders at Robin Hood Hill (1996), crítico con la actuación policial durante la investigación.

Teniendo en cuenta este panorama desolador, no es de extrañar que poco después de la condena nos encontremos con una auténtica reliquia del pasado audiovisual como es Law Enforcement Guide to Satanic Cults. Con una frase inicial de una contundencia tal como “En el ocultismo satánico, aquello que es bueno es malo. Y aquello que es malo… es bueno”  es fácil suponer el tipo de documento alarmista y extremadamente sensacionalista que estamos tratando. Una verdadera joya de la propaganda del miedo convertida en meme, que a lo largo de sus setenta minutos de duración nos hará preguntarnos más de una vez si no se trata de una broma muy elaborada.

La sensación no nos abandona cuando el mismo entrañable señor de bigote y jersey de la primera y demoledora cita nos habla a los espectadores de los tres tipos de satánicos que podemos encontrar en nuestro día a día: los aficionados (que se relacionan con el Mal solamente a través de videojuegos y grafitis), los involucrados espiritualmente y los involucrados criminalmente. Acto seguido entra en escena un nuevo agente: Eric Pryor, un supuesto antiguo sacerdote satánico redimido que ahora se encarga de encontrar y estudiar indicios de rituales secretos ayudando paralelamente a la policía.

Eric también parece un hombre bastante sensato y honesto con sus propias creencias, y antes de darnos una vuelta alrededor de varios árboles con extraños símbolos que parecen pintados por él mismo poco antes de encender la cámara, nos da una valiosa información: “Hay dos comunidades que usan sobre todo este parque. Está la comunidad pagana o ritual y, por supuesto, la comunidad homosexual. Curiosamente, ambas suelen ir de la mano”. Probablemente con eso esté ya todo dicho acerca de la visión de ciertos temas que hace poco más de dos décadas se tenía en el país de las oportunidades. Ya solo nos queda reflexionar, entre risa y risa, si es verdad aquello de “cómo hemos cambiado”.

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