[Canino Halloween] Bela Lugosi está muerto: Una crónica rock del cine de vampiros

«Escúchelas, las criaturas de la noche. ¡Qué música hacen!». El conde hablaba de los lobos que le aullaban a la luna del castillo, pero lo mismo podría decirse de todos los rockeros que han buscado inspiración en el género de terror, quizás desde que Screamin’ Jay Hawkins empezara a abrir sus actuaciones saliendo de un ataúd a mediados de los cincuenta. La unión estaba cantada: el rocanrol es evasión con unas gotas de peligro, igual que las historias de miedo, y en concreto el cine de vampiros se entrelaza con el legado de Chuck Berry en una doble hélice que nos permite retrotraernos hasta sus primeras películas, tres décadas antes de que Chuck recibiese la llamada de su primo. ¿Qué magia es esta?

El primer gran hito del cine de colmillos fue Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens, 1922), la adaptación no autorizada del Drácula de Bram Stoker dirigida por F. W. Murnau. Buen intento el de rebautizar al conde como Orlok, pero no lo suficiente para evitar una demanda de los herederos del escritor que se saldó con la destrucción de la mayoría de las copias de la película; y, aunque resulta obvio que algunas sobrevivieron, por desgracia no puede decirse lo mismo de su partitura. Al tratarse de una película muda, la música original de Hans Erdmann era interpretada en directo durante las proyecciones, y su pérdida ha derivado en multitud de bandas sonoras alternativas a lo largo de los años.

Pues bien, en 1998 Arrow Entertainment (no confundir con la actual Arrow Films) editaba Nosferatu: The First Vampire, versión doméstica en VHS que ofrecía como principales atractivos una introducción a cargo de David Carradine y una banda sonora de Type O Negative. No se trataba de música compuesta para la ocasión, sino de canciones extraídas de sus discos y ajustadas con más o menos gracia a las distintas secuencias, pero el invento funciona sorprendentemente bien si consigues abstraerte de las letras (sobre todo en casos como el de My Girlfriend’s Girlfriend). Claro que estamos hablando de Type O Negative. Hasta un vídeo de preparación para el parto sonaría excitante con ellos.

Una década después de Nosferatu se estrenaba Vampyr (Vampyr – Der Traum des Allan Grey, 1932), otra piedra angular del género en la que el director Carl Theodor Dreyer adaptaba un par de historias de Joseph Sheridan Le Fanu, incluida una Carmilla desposeída de cualquier traza de lesbianismo. Vampyr ya era una película sonora, con música de Wolfgang Zeller, pero tiene muy pocos diálogos y todavía tira mucho de cartelicos, por lo que se presta a experimentos similares a los que se han hecho con Nosferatu.

A finales de 2009 el sexteto francés de música instrumental, ruidosa e hipnotizante Year of No Light compuso una banda sonora para Vampyr con la que acompañaron en directo varias proyecciones de la película (una de ellas en una antigua fortaleza de los Cárpatos). El último de esos conciertos tuvo lugar en Burdeos en febrero de 2012, y fue inmortalizado en una grabación oficial que algunas almas virtuosas han tenido a bien sincronizar con las imágenes en YouTube. El resultado es impresionante, sobre todo en los momentos más surrealistas de la película, en los que Dreyer se sale de la carretera donde Carmilla ejerce de chica de la curva.

Ahora un paso atrás antes del siguiente salto. ¿O alguien pensaba que nos habíamos olvidado del Drácula de Tod Browning (Dracula, 1931)? Bela Lugosi interpretó al conde en la gran pantalla adaptando la obra teatral que él mismo había protagonizado en Broadway, forjando la imagen del vampiro temible y a la vez atractivo. En años posteriores volvería a enfundarse otros colmillos, pero no repetiría el papel de Drácula en el cine hasta Abbott y Costello contra los fantasmas (Abbott and Costello Meet Frankenstein, 1948); aquella sería la última aparición del personaje en el ciclo de los monstruos clásicos de la Universal, y también el último trabajo del actor para el estudio. Su fallecimiento en 1956, tras unos últimos años marcados por la lucha contra la adicción y sus colaboraciones con Ed Wood, supuso el final de una era a la que los protogóticos Bauhaus rendirían homenaje con la fundacional Bela Lugosi’s Dead. El tema sonaría además al inicio de El ansia (The Hunger, 1983) y es elegantemente versionado por CHVRCHES al final del descalabro young-adult conocido como Vampire Academy (íd., 2014). Chute de sangre y apertura de cortinas, respectivamente.

Pero no vayamos tan deprisa. Stop. Hammer time. En el mismo año de la muerte de Lugosi, una productora británica empezaba a poner las primeras piedras de lo que sería el nuevo hogar de los monstruos. El éxito de La maldición de Frankenstein (The Curse of Frankenstein, 1957) llevaría a Hammer Films a producir una nueva adaptación de Drácula (Dracula, o Horror of Dracula en EE. UU., 1958) con sus mismos protagonistas: Peter Cushing y Christopher Lee. Le seguirían varias secuelas a lo largo de los sesenta y, ya fuera de la Hammer, dos películas que terminarían dando nombre a sendas bandas de rock en el futuro: El baile de los vampiros (The Fearless Vampire Killers, 1967), de Roman Polanski, y Las tres caras del miedo (I tre volti della paura, 1963), dirigida por Mario Bava y compuesta por tres fragmentos, uno de ellos basado en una historia de vampiros de Tolstoy. Si no sabes de qué bandas estamos hablando puede ser porque a) has escuchado a Fearless Vampire Killers, pero creías que lo que sonaba era My Chemical Romance (no te culpamos) y b) se te olvida el nombre con el que la película de Bava se estrenó en Estados Unidos: Black Sabbath.

El reinado vampírico de la Hammer se extendería hasta bien entrada la década de los 70: a esos años pertenecen la jipiosa Drácula 73 (Dracula A.D. 1972, 1972), en la que el grupo americano Stoneground actuaba interpretando un par de temas, dentro de una banda sonora más cercana al funky de su contemporánea Drácula negro (Blacula, 1972) que a las fanfarrias de anteriores entregas; y la llamada trilogía de los Karnstein, una serie inspirada en Carmilla que, esta vez sí, explotaba a fondo el refocilo lésbico, uniéndose a la corriente súcubo-sáfica impulsada en aquella época por directores europeos como Jean Rollin o nuestro Jesús Franco. A este movimiento de bocados en los muslos, y también curiosamente al recién mentado Bava, está dedicado el último videoclip de la banda de metal Huntress, Sorrow.

Nosferatu, vampiro de la noche (Nosferatu: Phantom der Nacht, 1979), el celebrado tributo de Werner Herzog a la obra de Murnau (ahora sin problemas de derechos, al haber entrado el Drácula de Stoker en el dominio público) nos regalaba una nueva banda sonora de sus habituales colaboradores Popol Vuh, pero antes George A. Romero plantaría con su Martin (íd., 1977) la semilla de los diez siniestros minutazos de la canción homónima de Soft Cell, publicada ya en la siguiente década. Sería una de las muchas perlas ensangrentadas que traerían los ochenta, como la citada El ansia, o Noche de miedo (Fright Night, 1985), con el sandunguero tema título de la J. Geils Band, pero si hay una película de vampiros con mullet rubio platino que destaca por su banda sonora esa es Jóvenes ocultos (The Lost Boys, 1987). Ahí estaban el Good Times de INXS y Jimmy Barnes, Echo & The Bunnymen versionando a The Doors mientras Roger Daltrey hacía lo propio con Elton John (tenía que ser Don’t Let the Sun Go Down on Me), Lou Gramm de Foreigner durante su etapa en solitario y, sobre todo, dos canciones más grandes que Transilvania: Cry Little Sister de Gerard McMann (reinterpretada por Aiden en la secuela de 2008) y el I Still Believe de Tim Capello, que haría imposible volver a escuchar la original de The Call sin echar de menos el saxo del sansón de la coleta.

Con los noventa llegarían Drácula de Bram Stoker (Bram Stoker’s Dracula, 1992), hermoseada por el Love Song for a Vampire de Annie Lennox, y la primera de las adaptaciones de las Crónicas Vampíricas de Anne Rice, Entrevista con el vampiro (Interview with the Vampire, 1994). La leyenda cuenta que, recelosa de la homofobia imperante en Hollywood, Rice escribió una versión del guión que convertía al personaje de Louis en una mujer y que estuvo a punto de acabar con Cher en el papel, y una canción suya, Lovers Forever, como tema principal de la película. Al final sería Brad Pitt quien interpretaría al vampiro titular, y Guns N’ Roses quienes le pondrían música con su versión de Sympathy for the Devil, poco antes de que el grupo se rompiera (la historia resumida: la canción se grabó mientras el guitarrista Gilby Clarke estaba de gira presentando su disco en solitario; Axl lo sustituyó sin decirle nada por un amigo suyo, Paul Huge, a quien nadie en la banda excepto él soportaba).

El resto de la década transcurriría entre la apoteosis de Salma Hayek con Tito & Tarantula en Abierto hasta el amanecer (From Dusk till Dawn, 1996) y la fiesta de la espuma roja de Blade (íd., 1998) a ritmo de New Order ultrarremezclados; habría que esperar hasta el nuevo siglo para ver la siguiente adaptación de la obra de Rice, La reina de los condenados (Queen of the Damned, 2002). Con el vampiro Lestat convertido en estrella de rock, se hacía imprescindible buscar a alguien que diera vida a sus canciones, y el elegido fue Jonathan Davis de Korn. Junto al músico y productor Richard Gibbs (compañero de Danny Elfman en Oingo Boingo a principios de los 80), Davis compuso cinco notables temas a los que él mismo ponía voz en la película, pero que por embrollos contractuales tuvieron que ser regrabados para el disco por otros vocalistas. La selección era una auténtica Liga de la Justicia del metal 90’s: Chester Bennington (Linkin Park), David Draiman (Disturbed), Jay Gordon (Orgy), Marilyn Manson, y el recientemente desaparecido Wayne Static (Static-X). La película recreaba en una de sus secuencias un espectacular macroconcierto digno de Dethklok, y en el DVD pueden verse tres videoclips completos de Lestat y su banda haciendo el paripé sobre las creaciones de Davis y Gibbs.

Tras el arranque de la saga Underworld en 2003 (cuyo mayor interés radica precisamente en las bandas sonoras compiladas por el ex-NIN Danny Lohner, aka Renholdër), volveríamos a ver no-muertos tocando en vivo en la muy salerosa Suck (2009). Escrita, dirigida y protagonizada por el cómico canadiense Rob Stefaniuk, este fiestarral vampirroquero cuenta con Malcolm McDowell en el papel de un cazador llamado Eddie Van Helsing (cómo no se le había ocurrido a nadie antes) y apariciones de Moby, Iggy Pop, Henry Rollins con peluca, Alex Lifeson de Rush, y Alice Cooper como un vampiro tan antiguo que podría ser el mismísimo diablo (no en vano se aparece en un cruce de caminos). Quizás fue ahí donde a Alice se le ocurrió recuperar el nombre del club de bebedores que presidía en los setenta, Hollywood Vampires, para su proyecto musical junto a Johnny Depp y Joe Perry. Quizás fue ahí también donde pensó en pedirle a otro colega que abriera el primer disco del grupo con su vozarrón señorial.

El último gran fenómeno del género hizo pasar esta comunión de \m/ y :[ por una de sus etapas más… íbamos a decir oscuras, pero la palabra clave aquí es justamente la contraria: brillantes. Vampiros brillantes. Sabes de lo que estamos hablando. Entre 2008 y 2012, las adaptaciones de la saga Crepúsculo de Stephenie Meyer alejaron el elemento terrorífico de las pantallas en la misma medida que sus bandas sonoras diluyeron el rocanrolero, plagándose de nombres pochos (no, Green Day no son la excepción) que casi nos hacían desear el triunfo de Evanescence en sus continuados intentos por meter cabeza (verídico).

Por suerte después de las chiribitas hemos podido presenciar un resurgir de la alquimia: Solo los amantes sobreviven (Only Lovers Left Alive, 2013) disfrazaba a Tom Hiddleston de Andrew Eldritch (The Sisters of Mercy) y ocupaba parte de su metraje con actuaciones de White Hills y Yasmine Hamdan, y Una chica vuelve a casa sola de noche (A Girl Walks Home Alone at Night, 2014) congelaba en los océanos del tiempo a dos vampiros, uno de mentira y uno de verdad, mientras sonaba Death de White Lies. Un regreso en toda regla a la buena y vieja oscuridad, aunque esta nueva generación de criaturas de la noche parece tomárselo con más calma que el conde Orlok o el vampiro Lestat. Ningún problema. En CANINO estamos muy a favor de eso que dice el personaje de Tilda Swinton de aprovechar la eternidad para bailar.

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