Nuestra semana de Halloween prosigue, y con ella los posts colectivos que intentan decodificar los monstruos que más nos aterran en la redacción de CANINO. Hoy le toca el turno a los tebeos más aterradores que recordamos.
Adolescentes deformes y necrofilia de Línea Tremenda, cosas del pantano y espirales sin fin. Estos son los comics con los que nos gusta tener pesadillas.
ANDRÉS ABEL: ¡Escarba, escarba! (Paco Alcázar, 1997): Publicado originalmente por Subterfuge Comix en 1997, y después por Diábolo Ediciones dentro del recopilatorio Daño gratuito (2010), se trata en realidad de un cómic de humor, pero tan negro que necesitas ducharte cada pocas páginas. Historias de canibalismo y necrofilia protagonizadas por unos muñecajos picassianos cuya falta de realismo debería contribuir a distanciarte del horror, pero que sin embargo no hace más que engordarlo y llenarlo de llagas en forma de medias sonrisas.
ADRIÁN ÁLVAREZ: La Cosa del Pantano #35 y #36 (Swamp Thing, Alan Moore, Steve Bissette, John Totleben, 1985). Poco se le puede toser a la saga de La Cosa del Pantano de Alan Moore, pero los números que dieron pie a American Gothic, el recorrido de la Cosa que se creía hombre por el lado siniestro de América, son para enmarcar. El verdadero monstruo no es el hombre que mata a gente sin saberlo, ese Cara Nuclear que bebe residuos radiactivos, sino la cara oculta de la energía nuclear, esa irresponsabilidad tanto del gobierno como de las empresas. De este modo, tienes un terror ficticio y otro real, combinados en una historia muy humana poblada por víctimas. Deberían leer la etapa completa, pero si quieren pasar miedo, nada como estos dos números que les harán sentirlo junto con rabia y lástima.
ÁLVARO ARBONÉS: Goth (Kendi Oiwa, 2003). Todo fan del terror ha tenido en alguna ocasión el deseo de inmiscuirse en las tragedias sangrientas, de poder vivir, en dosis reguladas y de forma independiente a los hechos en sí, lo más parecido que el mundo real nos pueda ofrecer a una película de terror. Esa es la esencia de Goth. El problema es que aquí ese deseo se cumple de la mano de Itsuki Kamiyama y Yoru Morino, de los verdugos y víctimas más que de sus circunstancias, del modo en que han nacido. Porque no siempre hacen falta estímulos sobrenaturales para aterrarnos.
DANIEL AUSENTE: Four Color Fear (VV. AA., Recopilación española de Diábolo, 2011). Maravillosa antología de historietas sacadas de los tebeos de terror que en los años cincuenta provocaron uno de los casos de alarma social más famosos de la historia. Tiene la virtud de prescindir de las publicadas por la EC, la editorial que se cita siempre pero que ni fue la única ni, con frecuencia, la más salvaje. Una edición de lujo para unos cuentos de miedo de bajo presupuesto, donde todo delirio es posible y la necrofilia, el canibalismo o el desmembramiento gratuito te esperan en la próxima viñeta.
YAGO GARCÍA: El hombre reversible (The Reversible Man, Alan Moore y Mike White; orig. en 2000 AD # 308) Los Time Twisters, aquellos relatos que un Alan Moore primerizo (pero ya sabio) publicaba en la revista 2000 AD, se las apañaban para sacarle partido a dos de las obsesiones de esa condenada publicación: las paradojas temporales y el desasosiego que nace de romper la convención narrativa. Ingredientes que, en manos de un kamikaze como Moore, bastan para helarle al más pintado la sangre en las venas, como demuestra esta historieta de premisa aparentemente estúpida (un señor que vive su vida al revés, tal que si habitase una cinta de vídeo en continuo rebobinado) y conclusiones demoledoras. Nuestras vidas, explica el barbudo, son meros paréntesis en el avance de la Nada, y el útero materno sólo se diferencia de la tumba por una sencilla cuestión de matices. En un sentido o en otro, pues, el camino sólo tiene una meta: la aniquilación. Detente a reflexionar sobre ello, aunque sólo sea por un instante, y tal vez tengas problemas para dormir esta noche.
MARIANO HORTAL: Uzumaki (うずまき, lit. Espiral, Junji Ito, 1998). Los japoneses tienen lo suyo, y cuando se refiere al terror tienen lo suyo y un poco más. En Uzumaki Junji Ito utiliza la simple idea de una espiral para llevarnos a los abismos más insondables del terror sobrenatural; los pobres y sufridos habitantes de la pequeña ciudad japonesa de Kurôzu-cho empezarán a experimentar fenómenos paranormales que parecen tener como única base la presencia de alguna espiral, como las que hacen los rizos del pelo, o un caracol, o un río… tan simple y cotidiana figura se convierte en un pozo de perversión que se deforma cada vez más gracias a la poderosa imaginación del japonés que consigue un relato en franco ascenso que da tanto mal rollo como os podéis figurar. No hay respiro, solo paranoia y un gran apocalipsis final. ¿Qué más se puede pedir?
JESÚS ROCAMORA: Cinema Panopticum (Íd., Thomas Ott, 2005): Un tebeo mudo que evoca un tiempo en el que la fotografía, el cine y la tecnología eran maravillas exóticas que podían competir con un faquir entre las atracciones de una feria. Cinco historias cortas perfectamente secuenciadas que funcionan a modo de cuentos asombrosos, con una viñeta final que hace click en tu cabeza y produce un escalofrío. Y un estilo entre el expresionismo y el underground, entre los grabados artesanales de la vieja Europa y los cómics de terror de los 40 y 50 de EEUU, que hacen del universo del suizo Thomas Ott un lugar interesantísimo para analizar los mecanismos del miedo y la curiosidad.
JÓNATAN SARK: Johnny el Maníaco Homicida (Johnny the Homicidal Maniac, Jhonen Vasquez, 1995-1997). Elegir a Johnny puede parecer una declaración de algo que uno no es, incluso aunque su limitadísima -y desastrosa- edición en España limitara en mucho el impacto que tuvo en Estados Unidos en donde es tan sinónimo de un cierto tipo de ‘oscuro’ noventero como solo el creador de una serie de animación para la Nickelodeon puede llegar a ser. Y, sin embargo… Johnny es algo más que esos dibujos extraños, angulosos ya la vez retorcidos, más propios del garrapateado de tu compañero de pupitre que de lo que esperas encontrar impreso fuera de la zona de fanzines, y es más incluso que su violencia incesante y arbitraria, su lacerante dolor interior y su extraña manera de destrozar secundarios. En un momento determinado puedes creer que es una metáfora de la adolescencia, en otra de las personas con necesidades psiquiátricas, o algo más grande, o algo más concreto. Lo único claro con Johnny es que notas una evolución interna, la manera en la que los engranajes se mueven y empiezas a entenderlo y ahí, precisamente ahí, es cuando te das cuenta de lo aterrador de todo el asunto.
JOHN TONES: Jenifer (Bruce Jones, Berni Wrigtson, 1974; Orig. en Creepy # 63): Diez páginas escasas es todo lo que dos maestros absolutos del horror ilustrado post-EC necesitan para sembrar una semilla en el lector que permanece siempre. Creedme, lo sé: leí esta historia con apenas doce o catorce años (en la versión Vampus, es decir, censurada en sus considerables dosis de sexo y violencia) y ya me dejó tocado su amoralidad y su rampante agresividad psicológica. La historia se ha quedado en mi cabeza de forma tan indeleble que incluso la hice aparecer en mi novela Nigromancia en el reformatorio femenino. Estoy seguro de que no hice justicia a esta historia de un ser desvalidoao y deforme que hace trizas por dentro y por fuera a todos los que se acercan a ella, como una especie de Lolita del inframundo.
KIKO VEGA: Crossed (Íd., VVAA, 2010 – ). Garth Ennis y Jacen Burrows empezaron a dar salida a una buena cantidad de aberraciones cuando empezaron a publicar Crossed, y eso que las aberraciones de Ennis no son fáciles de superar número tras número, creación tras creación. No es fácil leer Crossed, porque uno necesita secar el sudor de la nuca y pasar páginas al mismo tiempo que te echas las manos en la cabeza, riendo nervioso mientras no dejas de pensar «Sólo es un cómic, sólo es un cómic, sólo es un cómic…». Luego han sido David Lapham o Alan Moore los que se han subido al carro. Me preocupaba que no fueran tan HIJOS DE PUTA como Ennis, pero las dudas se despejaron rápido. Lectura obligatoria.
CAROLINA VELASCO: Maus (Íd., Art Spiegelman, 1977-1991). Puede que Maus no sea un cómic de terror al uso, con brujas, fantasmas y personajes de ultratumba, pero da más miedo porque es real. No hay experiencia más terrorífica que visitar un campo de exterminio: la muerte programada, mecanizada y en serie… Si alguien es capaz de terminar Maus y no perder la fe en la humanidad ni por unos minutos, tiene un serio problema.
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