Lleva siendo una discreta tendencia ya unos cuantos años. Jóvenes universitarios lo usan para estudiar, músicos radicados en Internet lo utilizan para sus samplers y las redes sociales alternativas lo adoran. Es el city pop, el efímero pop japonés que duró exactamente lo que duró la burbuja financiera japonesa de los ochenta.
Vivimos en la era de la nostalgia. Y es normal. Cuando todo pasado fue mejor, no existe futuro y vivir al día sólo supone ser consciente de que morirás sin haber pensado jamás a más de una semana vista, es lógico que la nostalgia se vuelva un valor en alza. Algo que es igual en todo el primer mundo, incluidos los principales países asiáticos.
Eso es algo que hemos visto en todos los ámbitos. En cine y televisión, con las series alimentándose de la estética y la ambientación de los ochenta. En la música con el retorno al post-punk y la new wave. Y la publicidad, siempre pionera en adoptar cualquier tendencia, juega hoy en día más con la nostalgia que con su principal campo de batalla durante los últimos cuarenta años, el sueño aspiracional. A fin de cuentas, ¿para qué vas a intentar venderle el futuro a una generación que no puede permitirse más que preguntarse cómo sus padres, no sin penurias, pudieron tener una vida que para ellos se antoja eternamente postergada?
Pero todo tiene un límite. Nos cansamos hasta de estar cansados. O de mirar atrás. El archivo se saquea, hemos sentido toda nostalgia posible y no queda nada. Entonces, ¿qué queda hacer? Dirigirse hacia otros territorios. Saquear nuevos espacios. Y eso explica el auge del city pop: la nostalgia por un género que nunca salió de Japón.
Presente futuro. City Pop, Japón y los prósperos ochenta
Con su origen en el acid folk, específicamente en el grupo de culto Happy End, el término city pop se lo debemos al periodista Yutaka Kimura, quien ha escrito varios libros sobre el género adelantándose al actual auge de un género fallecido ya hace veinte años. Pero vayamos al grano, ¿qué es exactamente el city pop? Según dice Kimura en su libro Disc Collection: Japanese City Pop, el city pop es «música pop urbana para aquellos con un estilo de vida urbano«. Algo que si bien puede sonar como un mal anuncio publicitario, es particularmente acertado.
Ahora bien, para entender porqué es acertado debemos navegar en el pasado. Debemos viajar al Japón de los años ochenta.
Desde la mitad de los setenta hasta el principio de los años noventa, Japón cabalgó con gracia la ola de la prosperidad. Con un crecimiento económico sin igual, un éxodo rural en su cenit y una apertura cultural sin precedentes, Japón era el caldo de cultivo perfecto no sólo para imaginar el futuro, sino para no necesitar hacerlo. Su presente ya era perfecto. De ese modo, con jóvenes oficinistas con sueldos desorbitados y jóvenes parejas pudiendo permitirse comprar viviendas, surgió una vida cosmopolita alrededor de las grandes ciudades que todo el mundo quería vivir.
Ese era el sueño japonés. El Tokyo que nunca duerme. Por el día, a la oficina; por la noche, a los discotecas y los clubs que abarrotan la ciudad. Pero un nuevo Japón también necesita una música nueva. Y ahí es donde entra en juego el city pop. Música por y para el gusto del joven asalariado de brillante futuro.
Así pues, ¿qué entendemos por city pop? Una amalgama de todo lo que lo petaba en occidente hacia finales de los setenta. Es decir, sacar la batidora y meter a presión buenas dosis de AOR, no poco funk, un buen chorro de disco y algo de big band para darle un agradecido toque jazz. Mezclado, no agitado. Y el resultado fue el city pop. Música easy-listening. Sin trampa ni cartón. Algo tan comercial, tan catchy y simple que podía pasar perfectamente por música de ascensor, sólo que más elegante.
Los hombres detrás del éxito masivo
¿Quienes eran los reyes del corral cuando se ataban a los perros con longanizas? Pues por ejemplo, Akira Terao, cuyo disco, Reflections, fue el más vendido en Japón durante los ochenta muy por encima de ese cenit pop que fue Thriller de Michael Jackson.
Famoso por su trabajo como actor, especialmente en las películas de la última etapa de Akira Kurosawa, como cantante su mayor hit fue el single Ruby no Yubiwa. Tema de espíritu jingle con formas de j-pop, su interés en lo que corresponde al city pop radica más en su posición de pionero e hito que de auténtico punta de lanza del género. Aún hoy es difícil no acabar escuchando esta canción en los karaokes japoneses cuando la media de edad lo permite.
Más representativo, para nosotros, sería Melodies de Tatsuro Yamashita. Con un estilo más próximo al big band y ciertos toques tropicales que acabarían por ser moneda de cambio común en el género -bien sea por su influencia, bien sea porque Yamashita estuvo detrás de muchos éxitos de los ochenta-, sus ritmos seductores enamoraron a la nación. Pero lo hizo especialmente Christmas Eve, canción que en su momento no tuvo una gran recepción pero, tras ser usada en un anuncio de la Central Japan Railway Company , vio como su popularidad subía como la espuma. ¿Y cuánto es eso? 1.8 millones de copias vendidas a día de hoy, además de haber entrado en la lista de los discos más vendidos durante veinte años seguidos, y eso que Melodies ni siquiera es el disco más vendido de toda la carrera de Yamashita.
Debido a ello es imposible elegir un único disco de Yamashita. Desde su debut en el 1976 con Circus Town hasta su primer éxito con Ride On Time en 1980 y nuestros particulares favoritos, Big Wave y Pocket Music en el 84 y el 86, toda su discografía es un ejemplo de cómo adaptarse a las circunstancias para abrazar el éxito. Algo de esperar del hombre detrás de uno de los mejores discos de pop japonés de los setenta, el Songs de Sugar Babe.
Prácticamente en sus antípodas, abrazando más lo ambiental y los réditos derivados del acercamiento más electrónico à la balear, tendríamos a Seaside Lovers. Quien, además, en 1983 firmó uno de los mejores discos del género, Memories in Beach House.
Con evidentes influencias del synth pop, rozando en ocasiones el plagio de Haroumi Hosono -algo lógico, considerando la influencia que tuvo en el género su disco Pacific-, Memories in Beach House es un agradable arrullo de fondo. Algo peculiar siendo autor también de un clásico del synth pop experimental de finales de los setenta como es Orient. Un disco raro, difícil, pero con todo el mojo de lo que después sería el city pop. Algo que demuestra que el género no fue flor de un día. Llevaba cocinándose años en la trastienda de las discográficas.
¿Y las mujeres? As usual, el oculto motor del género
Habiendo nombrado tanto hombre podría parecer que el city pop es un género abonado a la testosterona, el puro y la whiskeria. O la soapland. Pero nada más lejos de la realidad. Si alguien tuvo algo que decir sobre el género estas fueron las mujeres. Y entre todas quienes tenían algo que decir, la más recordada es Mariya Takeuchi.
Con una carrera larga y generosa sólo brevemente interrumpida por su matrimonio con Tatsuro Yamashita, con quien tendría un hijo, a su regreso a las tablas conseguiría el primer gran éxito de su carrera: el disco Variety. Algo propiciado por la producción del propio Yamashita, quien enfocó el estilo más cercano al j-pop de Takeuchi hacia un más contemporáneo (para la época) enfoque city pop con fuertes aires funk que se materializarían en singles tan potentes como Plastic Love.
De su misma cuerda, al menos en el sentido del énfasis en el j-pop y la canción romántica, estaría Takako Mamiya, una cantante que destacaría por su acentuación jazz en los arreglos. Su disco más conocido y aplaudido, el excelente Love Trip, es tal vez la mejor puerta de entrada a las particularidades del género que nos ocupa.
Con más peso en el j-pop, pero haciendo especial hincapié en lo orquestal y las transiciones fuertes, tendríamos el trabajo de Taeko Ohnuki, también ex-Sugar Babe. Algo que se materializará de forma particularmente espectacular en Sunshower, considerado el disco más icónico del city pop. No sin razón. Con Haruomi Hosono al bajo, Ryuichi Sakamoto al teclado y Chris Parker a la batería, todos los involucrados en el disco están entre la gente más relevante de todos los tiempos dentro del jazz y el synth pop japonés. Algo que convierte al disco no sólo en un icono del j-pop por méritos propios, sino que también hacen de Ohnuki una de las cantantes más interesantes a descubrir en occidente. Al menos, en la medida que en occidente se tenga interés por descubrir un hito de la música contemporánea.
De hecho, quienes llevarían el city pop hacia terrenos más raros e incómodos esas serían las mujeres. El ejemplo más evidente es Fuyü-Kükan de Tomoko Aran. Con una marcada influencia del pop americano de los ochenta, su disco va oscilando entre singles explosivos con evidentes influencias AOR y temas donde combina con descaro synthpop, funk y jazz en un marasmo difícil de digerir. Algo que no impidió que tuviera un gran éxito, probablemente por la evidente influencia que tuvo sobre el disco el trabajo de los Yellow Magic Orchestra. Influencia aún más notoria si cabe en la encantadora rareza que es Watashi rūto bijin 〜 kuraku naru made matenai wa (de traducción aproximada Mi ruta de belleza~No puedo esperar hasta que oscurece) de Kyoko Takami.
Más allá de la música: el city pop como estética (y nostalgia)
A pesar del repaso nos dejamos muchos artistas en el tintero. Miki Matsubara, Noriki o Dip in the Pool se merecen ser nombrados, entre otros muchos, pero es que esa es la cuestión: el city pop fue una tendencia masiva. Tiñó absolutamente todos los aspectos de la cultura japonesa. Y como tal, su extensión es inabarcable.
El city pop no dejaba de ser sólo otro ejemplo más de la occidentalización japonesa. Asumiendo una estética más pop, esto se dejo entrever en cómo durante los ochenta también conoció su auge definitivo el manga y el anime, produciendo la amalgama que hoy entendemos por estética japonesa contemporánea. Ese cool japan que ha sobrevivido transformándose con el tiempo. Pues si bien ya no es city pop, aún sigue siendo el cómo Japón transformo su herencia occidental en algo netamente nipón.
Eso fueron los ochenta. Los tiempos de la burbuja económica, de un éxodo que, entre 1950 y 1980, hizo descender en un 45% la población rural japonesa. Tiempos felices, tiempos oscuros, donde Japón devino otra cosa diferente a lo que había sido hasta el momento.
Entonces, ¿qué razón hay para que ahora se haya rescatado el género tanto en occidente como en el propio Japón? El contexto no podría ser más diferente. Con mayorías conservadoras en prácticamente todos los gobiernos, los neo-nazis expresándose cada vez de forma más abierta y una crisis económica que todavía hoy sigue dando coletazos, no parece que la elegante vida urbanita sea lo que nos depara ya no el presente, sino tampoco el futuro.
Pero ahí radica la trampa: no deja de ser nostalgia mal digerida.
Ya que estamos en la mierda, necesitamos otros relatos. Recurrir al pasado, cuando la gente tenía fe en el futuro, para apropiarnos, aunque sea irónicamente, de un pedazo de esa felicidad y despreocupación que hoy nos parece ajena e inalcanzable.
Para ello el rescate del city pop ha asumido formas que ya se podían intuir en la época, si es que no reconocer abiertamente. Haciendo uso de animes de los noventa, con preferencia por el shōjo en general y Sailor Moon en particular, con especial atención a clásicos poco conocidos y la estética urbana, este renacimiento ha venido de la mano tanto de su proliferación en las redes sociales como Tumblr como por el crecimiento de numerosos bootlegs y radios 24 horas en Youtube. Algo que es fácil asociar con la estética de chicas guapas y estilo urbano que prácticamente fundaría Hisashi Eguchi.
En cualquier caso, todo el fenómeno señala hasta qué punto la resurrección del city pop tiene un poso amargo. Donde antes era música hip para la radio y los clubs de moda, ahora es el telón de fondo de quienes se consideran outsiders en la sociedad. Espeleólogos digitales, estudiantes con necesidad de drogas legales para poder mantener la concentración y japonófilos más allá de la comprensión humana normal.
A fin de cuentas, sin los innumerables samplers del género nunca hubiera llegado a existir el vaporwave.
El fin del city pop, o como el optimismo se fue a la mierda junto con la economía
En cualquier caso, el género acabó como acabó la prosperidad japonesa. Con el pinchar de la burbuja. Cuando la economía del país se hundió, provocando lo que se ha venido llamando la década perdida, el país dejó de sentir simpatía hacia el optimismo. El city pop fue perdiendo fuelle, dejando paso a otros géneros como el visual kei, el shibuya kei o, en tiempos más recientes, el nuevo auge de las idols y el j-pop derivado, en parte, de una mayor apertura de la subcultura otaku.
Eso hace que sacar a pasear hoy el city pop sea como saquear las ruinas de una civilización esplendorosa que sólo conocemos de oídas. Es reconocer enmedio del páramo que ellos llegaron a un conocimiento que a nosotros nos está vedado. La posibilidad de un presente de clubs, centros comerciales y ciudades hechas para las personas, no para los intereses especulativos. Una idea de ciudad, urbanita y clase media que hoy resulta casi ridícula.
Retomando el presente: el city pop hoy
Con todo, es posible no cerrar con una nota amarga. Aunque el género murió ya hace más de veinte años, eso no significa que en su renacer vía archivística no haya habido la posibilidad de influenciar a un buen puñado de grupos. Algunos de ellos, muy interesantes.
Por el lado más electrónico, rayano el house, tenemos a (((さらうんど))). Con un estilo que está a medio camino entre el indie pop, el city pop y el house de Studio Apartment, su música resulta vitalista, agradable y una actualización más que necesaria de los códigos añejos del género sin salirse del mismo. Algo similar podríamos decir de Hitomitoi, estilizado 一十三十一, a la cual podríamos definir como la forma más pura de city pop: cómo sonaría el género si, en vez de extinguirse hasta prácticamente su totalidad durante los noventa hubiera seguido creciendo como si nada hasta nuestros días. Algo que también valdría, desde coordenadas diferentes, para las recientemente desbandadas especia., un grupo de idols que, a caballo entre la ortodoxia j-pop coral del grupo de idols contemporáneo y la estética city pop, han conseguido articular un par de discos excelentes ya no sólo dentro del género o de lo que nos tienen acostumbrados los grupos de idols, sino dentro de la música contemporánea en general.
Eso es el city pop. Un sueño que se niega a morir. Coletazos aspiracionales de unos años ochenta que en occidente sólo existieron en nuestra imaginación, pero en Japón fueron de verdad. Al menos hasta que la burbuja se pinchó y sólo les quedó la amarga nostalgia por los cincuenta de esa encantadora crueldad que es el shibuya-kei.
Pero eso es otra historia y deberá ser contada en otro momento.
A estos tiempos creo que les vendría mejor el reverso tenebroso de ese Japón triunfante de los 80: chifladuras como Hanatarash, Merzbow, Boredoms o Masonna, gente que sabe que contra la inquietante entropía del mundo real solo cabe hacer ruidaco y echar abajo salas de conciertos.
Gracias por las recomendaciones, culminar el artículo con una playlist ya habría sido lo más!