Hans y los insectos, Viaje a los efímeros, Otoño del 3006... pionero de la ciencia-ficción en España durante los años de la Dictadura y uno de los primeros defensores de las ficciones superheroicas en la prensa española, Agustín de Foxá es uno de los primeros autores españoles del género. Esta es su breve y peculiarísima obra.
A mediados de agosto de 1948, en los primeros y aislados años de la dictadura, Juan Ignacio Luca de Tena recibió en su despacho de ABC un texto extraño. Hablaba de nombres desconocidos como Superman o el Capitán Marvel, primeros iconos del tebeo estadounidense y casi inéditos todavía en la “Reserva espiritual de occidente”. Ésta, en pleno cerrojo cultural, tenía sus propios ídolos de cómic en Roberto Alcázar y Pedrín, además de ese cruzado de su causa en sentido literal que resultaba El guerrero del antifaz.
¿Dónde estaban las esencias castizas que solían adornar las terceras de ABC? Y, sobre todo, ¿quién lo habría escrito? No podía ser otro que el “dandi gordo”, en maliciosa descripción de Francisco Umbral, de Agustín de Foxá. “Hombre inmoral”, según el periodista fáustico Curzio Malaparte, había sobrevivido a la guerra civil sirviendo a los azules desde primera hora. La pregunta, todavía conociendo al autor, sigue en al aire: ¿Cómo había llegado a leer los primeros cómic de las editoriales Marvel y DC?
El oficio soñado
Se refiere una cita de Foxá célebre, tan aguda como inmoral: “tengo el trabajo perfecto: diplomático de una dictadura”. Esta labor, donde provocó no pocos conflictos diplomáticos por sus chascarrillos codornicescos, le tuvo a lo largo de la década de los cuarenta entretenido en el Cono Sur.
Alejado de cualquier negociación directa por el bien de las relaciones entre el Madrid de Franco y el Buenos Aires de Perón, Agustín de Foxá se ocupó en leer los libros y tebeos de género que inundaban el Río de la Plata. La revista de tebeos El Tony, la más antigua (de 1928), publicará por primera vez Superman, el cual aparecería también en otras revistas y tendría su propio folleto en 1950. El citado Capitán Marvel, que tardará años en aparecer en España, salió en Patoruzito avanzada la década.
Para Foxá, en esa clarividente Tercera que envió a Luca de Tena, era indiscutible que estos nuevos mitos usurpaban el viejo lugar de los cuentos de hadas. En el texto afirmaba que “el antiguo Príncipe de terciopelo rojo” había sido “destituido” de su reino por el advenimiento de las hadas mecánicas. Las nuevas sociedades y su técnica, dominada por la sociología o la ingeniería, hacían “milagrosa la materia” y creaban la épica del héroe de ciencia-ficción. Un interés extraño en un arcaizante, un orgulloso arcaizante como él, pero que daría además de esa profética columna varios textos, tan olvidados como agudos.

El artículo de Foxá y los superhéroes, datado el 22 de agosto de 1948. ABC (Edición Sevilla)
Era atómica
El interés por ese auge científico en Foxá venía de unos años antes, y ya en 1945 se preguntó en otra Tercera del periódico si “el planeta podría suicidarse”, a propósito de las detonaciones de Hiroshima y Nagasaki. ¿Resistirían también sus príncipes y condesas de hombros desnudos la bomba atómica? Avanzado el tiempo, entrando ya en la última década de su vida, abandonó sus relatos nostálgicos e intentó medirse con los emergentes Isaac Asimov, Arthur C. Clarke o Robert A. Heinlein como escritor de ciencia-ficción.
En la mencionada columna sobre los superhéroes citaba ya dos obras reconocidas, como Ladrones de cerebros de marte de 1936 y Momento infinito de 1947 escritas por John W. Campbell Jr. y Henry Kuttner. Los dos autores, para suerte de nuestro conde falangista, son considerados como maestros según la clásica Historia de la Ciencia Ficción Moderna de Jacques Sadoul. Estas obras aparecieron en el segundo número de la revista bonaerense de ciencia-ficción Hombres del Futuro, en el año 1947. El investigador argentino Carlos Abraham reconstruye bien los orígenes de esa publicación, deudora de los folletones estadounidenses, y la intitula “la primera del género en lengua castellana en tener una difusión”.

Página con el relato Ladrones de cerebros de marte, de John W. Campbell Jr., y que debió leer Foxá en su traducción argentina. Se trata de una reedición de 1952 en Wonder Story Annual.
Esas lecturas, junto a otras, fructificaron en el conde de Foxá en sus postreros años e inspirarán varias obras de calidad muy variable, aún pioneras de la ciencia-ficción en español.
Días del futuro pasado
Su tentativa de más dudoso prestigio en la ciencia-ficción es la pieza teatral Otoño del 3006, que se estrenó en marzo del año 1954. Presentaba una distopía futurista en la cual las máquinas han domado al hombre gracias a una máquina lobotomizadora. Demasiado folletinesca, muy deudora de Julio Verne (la acción acontece en París, 1912), resulta todavía atrayente por su prólogo en el cual el autor se confiesa lector de H.G. Wells y Aldous Huxley. Más cómica será Viaje a los efímeros (1958), en la cual describe un planeta donde el tiempo resulta más acelerado que en la tierra: si por la mañana derrocan un Rey, en la noche tienen su revuelta socialista. Parodia malévola del historicismo, con un ojo puesto claramente al Voltaire de Micromegas (1752), es una fábula ingeniosa.


Recopilación de las Tercera de ABC de Foxá, en ocasión de su muerte
Fuera de esas piezas menores, la gran obra de Agustín de Foxá como literato de ciencia ficción será Hans y los insectos, portada de ABC en diciembre de 1953. Este relato, mucho más cuidado que sus otras aproximaciones, ofrece una narrativa filosófica vía insectos al hombre masa de Ortega y Gasset o Lenin. El planteamiento, tan sencillo como efectivo, relata la aparición de un diario junto al cadáver de un ingeniero forestal sueco. La lectura de éste comienza como un texto científico -tan extraño en Foxá- para acabar en una compleja cosmogonía en la cual el protagonista se convierte en demiurgo de hormigas, abejas y demás animales microscópicos.
¿Fue este texto casi póstumo su gran novela metafísica? Su fuerte simbología demuestra que el escritor pretendía esta obra como testamento ideológico. La reedición afortunada de este cuento en 2009 nos descubrió a un extraño escritor fantástico; barroco en sus formas, pero moderno, impensablemente moderno, en un marco literario domeñado por la épica fascista y los primeros gérmenes de la novela social.

El excepcional cuento Hans y los insectos, datado el 6 de diciembre de 1953. ABC (Edición Madrid)
Referente raro, olvidado por ideología, gracias a cierta fortuna y por su indudable talento literario, no ha perdido su calle en Madrid. Como dejó escrito en su prólogo a Otoño del 3006 “también el futuro posee su tradición”.