¿Es posible que aparezca en el mercado del comic book norteamericano una serie abiertamente feminista, bastante cañera, y que se entregue sin complejos a los códigos de la serie B para meterle el dedo en el ojo al aficionado-de-toda-la-vida? En las próximas líneas encontrarás la respuesta (spoiler: SÍ).
Kelly Sue DeConnick es una de las guionistas de moda en EE. UU. Está haciendo un buen trabajo tanto en su extensa etapa en Captain Marvel como en su proyecto creator-owned junto a Emma Ríos en Image, Bella muerte. En ambos trabajos demuestra una habilidad especial para la construcción de personajes y evidencia una perspectiva feminista que, si bien no siempre se hace explícita a través de las tramas, está presente en el enfoque general.
No es fácil ser mujer y trabajar para la industria del comic book, cuyo fandom -o parte de él, para ser justos- puede ser más que conservador y agresivo con todo lo que estos aficionados tremendamente posesivos con sus juguetes denominan agenda, y que se refiere a cualquier tipo de activismo izquierdista, reivindicación de género y diversidad sexual o introducción de personajes de diferentes etnias. Como si sus cómics de siempre, los que les parecen políticamente neutros, no tuvieran una importante carga ideológica. Ha sido el acoso repugnante de este sector de aficionados -al que la propia industria haría bien en decirle, alto y claro, que no lo apoya ni lo justifica- el que ha provocado el reciente abandono de redes sociales de la guionista Chelsea Quain y la colorista Jordie Bellaire -en este caso, solo temporalmente-. Ante esta situación, DeConnick ha escogido plantar batalla, y librar una guerra cultural contra el machismo. Y así nace Bitch Planet. ¿No os gusta la agenda, chavales? Pues tomad diez tazas.
En esta nueva serie, la guionista, acompañada de un Valentine De Landro excelente, muy mejorado desde su trabajo en series como X-Factor, plantea una distopía en la que el patriarcado ha adquirido existencia literal: el mundo está dominado por un consejo de señores que instauraron una dictadura del pensamiento, mediante la que ejercen su control inquebrantable sobre las mujeres, que deben comportarse como esclavas sumisas y complacientes, y amoldarse a los deseos de sus maridos -que pueden, por supuesto, repudiarlas cuando se aburran-. Las «no conformes», las que no se ajustan a estas normas, son enviadas a un planeta prisión que le sirve de excusa a DeConnick para jugar con todos los tópicos de los dramas carcelarios. Un grupo de mujeres, capitaneado por la misteriosa Kamau Kogo, se lía a leches con los guardias cada dos por tres mientras se niegan a ser asimiladas. Pronto llaman la atención de los responsables de la liga de Megatón, un violento deporte en el que se ven obligadas a participar mientras esperan su oportunidad.
Este primer volumen, publicado en España por Astiberri, sirve para plantear el punto de partida y apenas si esbozar sus tramas. Bitch Planet adolece de cierta dispersión en el argumento, pero los conceptos que maneja son tan potentes que no importa demasiado. También sirve para presentar a las personajes, aunque, de momento, no tienen mucho espacio para lucirse, salvo con una excepción: la tremenda Penelope, que se come incluso a la protagonista en cada escena en la que aparece. Y nada mejor para terminar que su mejor frase: «No me vais a romper nunca, cabrones».
«el mundo está dominado por un consejo de señores que instauraron una dictadura del pensamiento, mediante la que ejercen su control inquebrantable sobre las mujeres, que deben comportarse como esclavas sumisas y complacientes, y amoldarse a los deseos de sus maridos -que pueden, por supuesto, repudiarlas cuando se aburran»
Eso no es una distopía, esa es la realidad en muchos países (por ejemplo, Arabia Saudí), lo que varía es el tema futurista y la prisión.