Inio Asano ha sido nombrado varias veces como «voz de una generación», y lo cierto es que no falta razón en ese apodo: Asano muestra, de manera ejemplar y en obras como Buenas noches, Punpun (que aquí publica ahora Norma), todo lo efervescente de la adolescencia, aderezando sus relatos vitales con una especial predilección por lo oscuro y crudo.
Probablemente no haya un reconocimiento mayor dentro de lo creativo como el de haber conseguido canalizar los valores, inquietudes y pensamientos de toda una generación a través de tus obras. A Inio Asano se le preguntó por ello el pasado Salón del Manga de Barcelona, al que acudió como invitado como si de una estrella del pop especialmente simpática y abierta se tratase; «somos consciente del papel que el público ha tenido a bien darnos», decía incluyendo en ello a su amigo y también autor de manga Kengo Hanazawa, responsable de I am a Hero (publicada aquí por Norma Editorial), la obra que le llevó a él más cerca del mainstream que nunca.
Quizás la publicación de Asano que más le haya llevado a la línea de lo popular fuese en su momento Solanin (2005-2006), de la que hicieron una película. Aquí la publicó también Norma hace no demasiado; ahora esa misma editorial es la encargada de editar Buenas noches Punpun, que repite la clave de lo que hace tan interesante a Asano: un núcleo oscurísimo de inquietud, abusos y desesperación (más o menos moderada, según el caso) aderezados dentro de un marco de absoluta cotidianidad. Solanin, que tenía dos tomos, estaba enfocada de una manera más sencilla y espontánea; era un canto a la juventud bastante más optimista que esta última, que gracias al hecho de contar con trece tomos se recrea mucho más y retuerce todo el potencial del también responsable de La chica a la orilla del mar (2013) o Nijigahara Holograph (2003), obras interesantes pero no tanto como la protagonizada por Punpun Onodera, probablemente la obra capital de Asano.
Por partes con esta última: la historia la protagoniza un chico absolutamente normal, el susodicho Punpun, que presencia cuando es pequeño cómo su padre maltrata a su madre. Mientras tanto, él sueña con irse lejos de allí junto a Aiko, la niña que le gusta. Además, procura invocar al Dios que su tío le presentó una vez para pedirle consejo y auxilio en un intento de evasión constante. A partir de ahí el chico va creciendo, y le van pasando cosas absolutamente cotidianas: los primeros deseos sexuales, los primeros y segundos amores, el vaivén constante de amigos a lo largo de los años…
Es una historia que a priori suena demasiado genérica como para ser verdaderamente especial, pero es a base de talento y de un empleo de los recursos narrativos del manga como Asano convierte esta historia en algo excepcional: para empezar, la familia Onodera al completo está representada a través de pollitos sin alas, aunque únicamente el lector los percibe como tal, al igual que el resto de transformaciones que en ocasiones sufren estos personajes y que enfatizan su estado de una manera gráfica e inexportable a otro medio. Buenas noches, Punpun es manga, manga al cubo. No podría ser otra cosa, y si la fuese no sería tan excepcional y tan apabullantemente maravillosa.
Y no sólo gráficamente se muestran estos rasgos, dentro de un dibujo híper-realista, sino que en su escritura Asano juega con distintos géneros, que se mezclan a través de un reparto coral que va trazando una línea argumental interesantísima, con una secta de maniacos dispuesta a salvar el mundo de un meteorito como sublimidad y auto-reconocimiento absoluto; es una trama que no tiene ningún sentido, que ni siquiera influye demasiado en la historia personal de Punpun. Y que aún así pone sobre la mesa todo el magnetismo de la generación que adorará este tipo de obras.
Porque quizás Buenas noches Punpun no sea una obra para entender, pero tampoco lo necesita; quizás es que nosotros seamos una generación para no ser entendida.
Un comentario
Los comentarios están cerrados.