El riesgo de esta nueva película de Snoopy, Carlitos y el resto de los Peanuts se resume en una decisión estética aparentemente banal, pero que resume bien hasta qué punto estamos ante una creación cuidada hasta el milímetro: los personajes de la película (siempre niños, cómo no) solo tienen dos posiciones: de frente y de perfil.
Es decir, frente a las gloriosamente esféricas, redondeadas, suaves texturas de cabezones CGI que Pixar e imitadores han convertido en canon, esta Carlitos y Snoopy propone movimientos asumidamente limitados para permanecer fieles a las sintéticas líneas de las míticas tiras de Schulz, y también a la primitiva pero muy expresiva animación de películas como A Charlie Brown Christmas (1965). El resultado del experimento es absolutamente glorioso y solo se ve auto-saboteado, precisamente, cuando la película quiere ser más Pixar, en secuencias de elaborada acción CGI como las persecuciones aéreas de Snoopy y el Barón Rojo. Son pequeños deslices fáciles de perdonar: al fin y al cabo Snoopy y Carlitos tiene una película de Pixar en salas con la que competir, y hay que darle algo de movimiento a las reflexivas aventuras de Carlitos. Pero la sensación general es la de respeto casi solemne por la estética original.
Y no solo por la estética: siendo como es una película orientada al público infantil, Snoopy y Carlitos permanece asombrosamente reflexiva y, en algún momento, sombría. El gran tema rector de Peanuts es la frustración de Carlitos por no estar a la altura de las expectativas, y de eso habla la película, siempre con el humor amargo, amable, único de Schulz. Pero no solo eso: ni los partidos de béisbol, ni la sesión de psicoanálisis, ni los enloquecidos bailes animados originales -que aquí son homenajeados de forma deliciosa- se echan en falta en una película obsesivamente fiel a la estética, el espíritu y la letra del comic original.
Es normal, teniendo en cuenta la comercialización de la imagen de Snoopy (en ocasiones excesiva) que ha vivido el personaje en sus muchas décadas de vida (cinco de forma activa, más lo que han seguido exprimiendo los herederos de Schulz), que el fan de los Peanuts originales se acerque a la película con precaución. Pero si no está en modo grinch y asume que se va a encontrar con alguna que otra canción de créditos solo medio afortunada y determinadas concesiones comerciales absolutamente inevitables en el personaje de Snoopy, va a recibir una película que, estamos seguros, el propio Schulz habría aprobado. Y teniendo en cuenta la complejidad de su obra y hasta qué punto era quisquilloso con las adaptaciones de sus tiras, no se me ocurre mejor elogio.
Un poco como en la adaptación de Tintin de Spielberg : esta nueva peli de Peanuts solo desmerece en las aportaciones de Pixar, cuando son fieles al espíritu del cómic original es sobresaliente.