Puede que fuera el gran Leandro Fernández de Moratín el primero, ya en 1792, en hablar aquí de los bares como gran escenario ficcional. Su pieza La comedia nueva o el café recogía los dimes y diretes de Eleuterio y Hermógenes, nombres propios de La Codorniz, sobre qué debe hacer un autor dramático y sus eternas dudas vitales. El protagonista, con todo, no eran esas piezas de tablero que utilizaba el autor como estrategia narrativa. No, el protagonista era la sociedad, que encontraba en esos lugares de encuentro, cafés, bares o restaurantes, las primeras islas de libertad de la época contemporánea.
Para Óscar Alarcia, que con su sistema de autoedición de Libritos Jenkins está llamado a ser el último mohicano de los fanzines, todos estos establecimientos en la ficción bien merecen una enciclopedia. Y, a decir de verdad, no se ha tomado la tarea con poca ambición: más de 200 páginas, incluyendo un utilísimo índice onomástico, donde recorre todos los medios posibles. Así, aparecen películas, novelas, videojuegos, series de televisión e incluso anuncios donde los bares, islas sociales tal como las retrataba Moratín, sirven como teatro improvisado de cualquier ficción.
Ya sea en la posada del Almirante Benbow (La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson) o el CBC (más de tres páginas dedicada a ese pijódromo que articulaba la trama en la muy camp Al salir de clase), todo lugar de bebercio conocido tiene su lugar en esta extraña enciclopedia. Hay, por supuesto, cierto nivel de autocomplacencia: ahí están las más de cinco páginas dedicadas a la Taberna de Moe de Los Simpson, de la cuál el autor es experto. Otros lugares son netamente digitales –el célebre Scumm Bar de The Secret of Monkey Island– o ya directamente auto paródicos: The Blue Note en Agarralo como puedas 2 ½ : El aroma del miedo, excelente sátira del bar con jazz marlowiano y que es espejo del fracaso del protagonista gracias a la metáfora evidente de los cuadros de catástrofes. Las sitcom, que han hecho tanto por los cafés, están bastante bien representadas y no faltarán los lugares donde pasan tanto tiempo y conversaciones agudas los protagonistas de Friends, Big Bang Theory o, claro, Cheers.
Quizá la única tara de la obra sea un exceso de referencias pop americanas y cierto olvido de referentes clásicos hispanos (¿dónde están las botillerías de Luces de bohemia? ¿Y los cafés con gitanillos cantarines de La colmena?). Todos esos problemas quedan olvidados ante la puntillosa y admirable atención al detalle, ya que todas las reseñas superan casi siempre las 200 palabras. Cada pieza tiene un cariño a esos lugares de ficción difícil de ver ya en este tipo de obras.
Ese mimo en los textos -tan extraño en un país donde los libros de género pop son tan mediocres- pergeña un clásico llamado a ser el mejor y útil libro que ha sacado Frunobulax, es decir, Óscar Alarcia. Si la autoedición es capaz de realizar obras de tanta erudición y tacto, baste decir que las editoriales oficiales deberían tomar esta pieza como modelo. Desde luego, muchos de sus libros de ensayo, tan palabreros y etéreos, resultan linternas estropeadas ante la luz cegadora de esta enciclopedia.