F de familia regresa a Netflix con una segunda temporada que sabe a gloria. En realidad es bien amarga, pero ya nos entendéis: la ficción creada por el cómico Bill Burr y el antiguo alumno de Los Simpsons Michael Price consigue pulirse y convertirse en la mejor serie sobre la familia, que no familiar, que tenemos en la industria animada.
¿Qué significa ser padre y formar una familia? Significa, ante todo, asumir una serie de responsabilidades. Las ficciones estadounidenses suelen abordar esas responsabilidades de forma desprejuiciada, cuando no se omiten: por muy idiotas que sean los progenitores de la ficción media, dichas responsabilidades se asumen sin tener en cuenta lo que se renuncia por ellas. O dicho de forma más sencilla: cuando uno crece, las infinitas opciones que tienes de niño se reducen poco a poco, por tus acciones o tus reacciones; con la edad, algunos se ven en callejones sin salida.
Sarna sin gusto pica el doble
Frank Murphy, el padre protagonista de F de familia, se ve en uno de esos callejones. Ahora que está desempleado, su posición como “hombre de la casa” se tambalea y es aún más consciente de lo que ha dejado atrás por culpa de sus hijos. O, mejor dicho, por culpa de un calentón en el que dejó a Sue embarazada.
Los flashbacks introducidos con sabiduría a lo largo de esta segunda temporada nos permiten ver al Frank Murphy joven y optimista, con toda la vida por delante, que intuimos a través de los créditos de la serie (a día de hoy y sin duda, los mejores de la televisión). Y también presentan cómo ha cambiado su relación con Sue al creerse el pilar de la familia, de considerarla como una igual a situarse por encima de ella.
Ver crecer a este hombre mezquino se convierte en una experiencia agridulce. Claro que me gusta ver cómo Frank aprende de sus errores, pero eso no quita que sea un personaje fácil de tragar, y por eso es casi igual de satisfactorio verle sufrir. Son sus coletazos de ingenio y humor negro, como su discurso a favor de la polio, los que hacen más soportable su compañía si puedes aguantar los gritos.
La verdadera protagonista
Pero tenemos que hablar de Sue. Pobre Sue. Aunque esta temporada ha desarrollado a Frank más allá y le sigue situando como el protagonista, es Sue quien roba las escenas: se nota que el equipo creativo de F de familia es más heterogéneo y que varios episodios vienen firmados por mujeres.
Porque Sue, obligada a sustentar a su familia ante la depresión e irresponsabilidad de su marido, descubrirá un mundo al que aún le queda por avanzar mucho en cuanto a igualdad. Destripe del futuro: en los próximos cuarenta años avanzará de boquilla, pero muchos de los comportamientos de macho alfalfa que soporta en la oficina de Plast-a-Ware se siguen replicando en las oficinas de medio mundo. O en Internet.
Si la historia de Frank es de caída y auge, la de Sue es aún más trágica porque, pese a adquirir un statu quo más allá de su hogar, nunca deja de caer. Digamos, para evitarte destripes, que vive en mundo donde el macho pisotea a la hembra, pero en el que, con independencia del sexo, el pez grande se come al chico.
¿Se puede saber qué hacemos con los críos?
Ante el apabullante crecimiento de Frank y Sue, son los hijos de los Murphy los que más sufren el formato de veinte minutos por episodio. Si bien Kevin, el hijo mayor, vive un arco en el que descubre que no sólo “odia” a su padre, sino que corre el peligro de convertirse en él, los pequeños Bill y Maureen dan tumbos por los episodios.
Bill, inspirado en la infancia del creador de la serie Bill Burr, no deja de ser un gamberro cuyas acciones tienen consecuencias algo más realistas que las que vemos a cualquier niño dentro de una serie. Al contrario que en la primera temporada, no sufre tantos shocks ante la vida adulta, pero es el matón del colegio quien le depara más disgustos.
Por su parte, Maureen llega a ser la gran perjudicada. Quién sabe si como chiste interno ante unos guionistas que no saben darle más minutos, es olvidada de forma literal por sus padres en uno de los episodios. Paradójicamente, es la que más posibilidades tiene de salir de la clase media-baja y la que más simpatías despierta por su lucha contra los roles que le tratan de imponer en casa y en la escuela.
El drama de la vida
F de familia ha madurado. Al robarle protagonismo a Frank, dejan de ser las memorias de un tipo amargado por no ser aviador dro y se convierte en una historia coral sobre el mundo de mierda que vamos dejando atrás con sentido común y no poca lucha social.
Ante todo, es un drama donde la comedia juega un papel importantísimo para levantar cada episodio. En ocasiones, un gag chirría cuando aparece de manera absurda y no muy justificada, pero en otras brilla cuando surge de forma natural de un personaje. Por ejemplo, Vic empezó la serie como una caricatura de tipo guay y drogadicto, pero ahora gana matices a base de chistes alrededor de su imagen y sus vicios.
Una vez más, la serialidad juega muy a favor de la serie al permitir que cada trama respire a lo largo de varios episodios. Y aunque la resolución de los conflictos de esta segunda temporada peque de ser algo absurda y apresurada (aunque con una carga de profundidad notable: entierra tus problemas, dice), se plantan interesantes semillas de cara a una tercera temporada que, esperemos, cuente con más episodios, porque los necesita.
Lo que está claro es que a F de familia le faltaba un hervor que ya ha conseguido.
Adenda: problemas con el doblaje
Me hubiera gustado terminar el artículo con una frase rimbombante que pudieras enmarcar en casa, pero los espectadores españoles de Netflix tenemos que soportar una situación absurda que perjudica a F de familia.
Presionados por una fecha de estreno incompatible con la huelga de doblaje, alguien decidió que sería buena idea contar con otros actores. Así, las voces de Antonio Fernández Muñoz (Frank Murphy), Pepa Castro (Sue Murphy), Borja Fernández Serrano (Kevin Murphy) o Eduardo Bosch (Vic) son reemplazadas, a veces con un resultado decente, como pasa con Kevin, y otras con un resultado nefasto, como ocurre con los personajes de Frank y Vic, inseparables de Muñoz y Bosch, respectivamente.
Se crea la paradoja de que, para no interrumpir la experiencia de visionar la serie del tirón en la fecha prometida, se interrumpe la experiencia al tener unas voces que no son las habituales y sin la misma calidad. ¿Alguien imagina que en Estados Unidos, F de familia hubiera continuado si Bill Burr, Laura Dern o Justin Long se hubiesen declarado en huelga? ¿Por qué entonces se permite una experiencia tan disruptiva en nuestro país?
Así, cuanto peor era F de familia, mejor fue el doblaje, y cuanto peor es el doblaje, mejor es la serie, si me permites el apetecán rajoyesco. Para la tercera temporada, deseo que la serie siga en curva ascendente y con las voces de los profesionales que la han hecho suya en nuestro país: entonces podremos hablar de una temporada redonda en todos sus aspectos.