[Crítica] ‘Fast & Furious 8’ – Más alto, más rápido, más fuerte

Vin Diesel y los suyos han vuelto con una entrega de Fast & Furious más demencial y disparatada que nunca. Con el paso de los años han ido soltando los lastres que hacían frenar a los coches y ha abrazado el espectáculo puro y la necedad de alto octanaje.

Las secuelas de la franquicia de este Universo Vin Diesel Expandido se han ido llamando The Fast & The Furious, Fast & Furious (con diversas variantes), Fast Five, Furious 7, 2 Fast 2 Furious -mi variante favorita- y, ahora, The Fate of the Furious, con lo que se abre la siempre fructífera veda de los juegos de palabras. Aún no han cedido a la tentación del Faster & Furiouser, y reconozco que es decepcionante que no se haya optado aqui por un Fast & Furiosa. En cualquier caso, todos estos bailes denominativos dan buena cuenta de hasta qué punto la coherencia interna no es uno de los puntos fuertes de la saga. Más aún me extraña que, haciendo la franquicia gala de justo lo contrario desde hace unas cuantas entregas, esté la crítica buscándole los tres pies al Diesel-gato, y ahora (¡ahora!) echen de menos unos personajes más consistentes, por lo que leo en algunas reseñas.

Fast & Furious 8 es ya plenamente consciente de que no hay manera de sostener la verosimilitud de su premisa (de ahí la existencia de una oscura agencia secreta, comandada por un Kurt Russell divertidísimo como el Bertín Osborne del grupo, soltándole a sus chavales un «campeón» y un «fiera» siempre que puede), y hace lo único inteligente en estos casos: soltar el nitro del disparate desde el minuto cero, en el que una carrera por las calles de Cuba que conecta con la estética y filosofía de las primeras y olvidables entregas de la serie, pronto da un giro hacia la necedad, con Diesel venciendo una carrera al pilotar una bola de fuego marcha atrás (casi literal).

Desde ahí la película es una concatenación de disparates sobre ruedas con una levísima ligazón argumental, muy al estilo de las últimas entregas, desde la bienvenida llegada de The Rock a la serie y tras ese estupendo impasse que fue el Street Fighter Sobre Ruedas de Tokyo Drift. Y aunque F. Gary Gray demuestra algo menos de originalidad narrativa a la hora de poner imágenes a los stunts que los previos Justin Lin y James Wan, el planteamiento de las secuencias motorizadas ha alcanzado en esta entrega un aliento casi poético al que ya aspiraban las anteriores entregas, pero que aquí eclosiona en toda su gloria.

Lluvia de coches en Nueva York (una especie de continuación conceptual del soberbio «coches con paracaídas» de la anterior entrega, pero en modo brainless), amontonándose en colinas de chatarra que recuerdan a las climáticas persecuciones policiales de las dos entregas de Blues Brothers; bolas de demolición / castigo de dios (en una escena, por desgracia, rodada en un escenario nocturno); The Rock patinando sobre hielo y a motor, y desviando un misil con la mano; coches enfrentados cuerpo a cuerpo con garfios y cables; y el imposible stunt final que involucra misiles, submarinos, hielo y Vin Diesel controlando el coche como una extensión de su propio cuerpo.

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Como puede entender hasta el más obtuso de los adictos al tuning, hablar de personajes en estos términos sí que es un auténtico disparate. A nadie le importan los dramitas de los humanos cuando hemos venido a ver ruido y furia, y desde esa perspectiva, la película es incluso más llevadera que entregas anteriores -ya superado el deceso de Paul Walker-, y un Vin Diesel enajenado no tiene la necesidad de soltar cada dos escenas una soflama sobre la familia. El guion está aquí para plantear montañas rusas alucinantes y para que los personajes suelten chistes, y en ese sentido el guion del habitual Chris Morgan se encuentra con un insospechado regalo en la forma de la química entre The Rock y Jason Statham, que proporcionan una de las mejores secuencias de acción física de la película -un circo de parkour, lucha libre y holocausto carcelario- y se pasan el resto del metraje tirándose unas puyitas divertidísimas, y que hace soñar con un spin-off protagonizado por sendos asnos.

Fast & Furious ha parecido encontrar una identidad extraña en el espectáculo de acción sobre ruedas abstracto y ensimismado consigo mismo. Perdido ya todo rastro de personajes con sentido o conflictos verosímiles, solo queda la velocidad y los coches voladores. No sé vosotros, pero yo tengo claro qué prefiero.

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The Fate of the Furious

Año: 2017
La franquicia Toretto aprieta a fondo el acelerador de la insensatez, la incoherencia y el desmadre operístico. Nos encanta, claro
Director: F. Gary Gray
Guión: Chris Morgan
Actores: Vin Diesel, Jason Statham, The Rock