Es complicado aceptar que la infancia es una etapa de tránsito, no tanto física o biológica como mental y de (auto)consciencia. Si bien podría considerarse esa etapa de la vida como la única en la que el individuo tiene plena autoconsciencia – pues nada de lo ajeno al mundo en construcción que es la mente del niño tiene sentido para el niño, salvo su propio ser niño- una vez pasada, lo único que queda son un puñado de recuerdos de un yo lejano al que suele superponerse una gruesa lente de madurez perceptiva que transforma la visión de lo vivido según lo viviente. O lo que es lo mismo, es muy difícil acceder a la infancia de uno mismo de manera literal, repescar esos recuerdos tal como fueron impresos, si no es mediante el filtro de lo que se es ahora, ya sea ensalzando la felicidad infantil como motivo base y desde el punto de vista de una vida adulta satisfactoria, ya sea criminalizando los traumas del pasado y achacándoles tus fracasos como adulto. Y es por todo esto que el relato de Alison Bechdel resulta tan anómalo. Anómalo y asombroso.
Fun Home. Una familia tragicómica de Alison Bechdel retrata la infancia de su autora en un pequeño pueblo de Pensylvania durante los años sesenta, y más concretamente la relación con su padre, un profesor de inglés, director de una funeraria, coleccionista de antigüedades y restaurador; un hombre distante con sus hijos y su mujer, cuya personalidad estuvo marcada por su no reconocida homosexualidad. La obra fue seleccionada como uno de los mejores libros de 2006 por diferentes medios como The New York Times, Amazon.com, The Times, New York Magazine y Publishers Weekly, y en el año 2007 fue nominada a varias categorías de los Premios Eisner (incluyendo a la propia Bechdel en la categoría de mejor autor/artista), de los que finalmente salió elegida como mejor trabajo basado en hechos reales. Fun Home es un retrato autobiográfico agridulce (mucho más agrio que dulce) y tragicómico, una historia de esas que dejan su huella en el lector durante mucho tiempo.
Alison Bechdel construye este retrato (autorretrato) familiar de forma un tanto laberíntica (descrito así por la propia Bechdel), abordando cada episodio desde distintos frentes, el mismo frente desde distintos prismas, y haciendo uso de un superdotado sentido de la simetría narrativa. Los incidentes se narran y vuelven a narrarse desde otro punto de vista aportando cada vez nueva información pertinente al discurso general, un discurso recursivo y serpenteante que nos cuenta la historia de la infancia de Alison de un modo similar al funcionamiento de los propios mecanismos con que la memoria accede a los recuerdos.
El epicentro temático, el gran tema central del cómic al que se circunscribe la narración, es la orientación sexual, Bien mediante el proceso de reconocimiento y aceptación de la misma, en el caso de Alison, bien con los mecanismos de ocultación y sublimación, en el caso de Bruce, y cómo ambas posturas responden al contexto sociocultural y la distancia generacional de una y otro. Resulta muy refrescante que la autora no adopte en ningún momento una postura crítica, o quizá sería más preciso decir persuasiva, con respecto a su obra y de cara al lector potencial, sino que mantiene un tono próximo a la resignación, y es en esa transcripción resignada y literal de los recuerdos, de los dulces, los amargos, los dolorosos, los vergonzosos, donde emerge el cariz irónico y la historia golpea con más fuerza y de manera más punzante.
Fun Home es una obra profundamente intimista, pero huye de cualquier rastro de autocomplacencia. Mantiene un tono tragicómico constante, salpimentado con humor amargo y un sentido estoico del drama. No evade los pudores de la infancia ni los sentimientos de vergüenza que brotan cuando al fin observamos a nuestros padres desde nuestra perspectiva de adultos, cuando somos por fin capaces de identificar sus flaquezas y señalar con el dedo sus errores. Bechdel, al mismo tiempo que desmenuza los recuerdos de su niñez a lo largo de este lúcido viaje introspectivo, intenta construir un recuerdo sólido del padre, un retrato que se mueve en los círculos concéntricos trazados por la cercanía/distancia emocional entre ambos, y por los anhelos con respecto a la propia identidad que cada uno deposita en el otro. Y así, la historia se balancea y progresa en perfecta armonía de la mano de la autobiografía desnuda y de la de las constantes alusiones parabólicas a ficciones literarias de Scott Fitzgerald, Proust, Joyce y Homero entre otros. Estos referentes literarios que maneja no son gratuitos, no se emplean para construir un discurso pretendidamente intelectual que recargue de forma onerosa la narración, sino que van aprehendidos al relato biográfico, y son necesarios para entender a la autora, a su obra, y a las pretensiones de la autora con respecto a su obra.
Y, volviendo al inicio, más allá de los valores narrativos y artísticos del cómic, es importante subrayar la lucidez de la autora a la hora de realizar este ejercicio de introspección inversa, de desandar el camino de toda una vida y retrotraerse a las brumas de la niñez, de capturarlas en su estado original y plasmarlas en poco más de doscientas páginas sin recurrir al filtro idealista con que tanto la ficción como la realidad se empeñan en construirse.
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