[Crítica] Grimes: ‘Art Angels’ – La estrella del pop que (no) nos merecemos

La diosecilla canadiense lo ha vuelto a hacer: su nuevo álbum es una aglomeración de ideas que no siempre cuajan, pero que resultan interesantes en su totalidad. ¿Preparado para un nuevo viaje a la dimensión Grimes?

Dicen que, cuando alguien saca a colación el nombre de Kate Bush al hablar de su música, Grimes se cabrea. Si es así, lo sentimos mucho, porque el nombre de la británica es el primero que nos ha venido a la cabeza escuchando Art Angels.  No es que el regreso de Claire Boucher a la actualidad pop sea un Hounds of Love (1985) en términos de grandiosidad (lo suyo es una orfebrería pop que gana enteros en el plano corto) ni de duración (algo que se agradece mucho). Pero sí tiene que ver con ese album (o, lo mismo, más con Never For Ever –1980- The Dreaming -1982- en esa accesibilidad que lo hace parecer facilón por momentos… hasta que uno se pone una lupa hipotética en las orejas, y constata que esto es como un cómic, o un manga, en el que cada canción-viñeta está llena de filigranas.

Una advertencia, para comenzar: es muy probable que Art Angels pase a la historia como «el disco con guitarras de Grimes». No es que la cantante y compositora haya llamado a Tom Verlaine o a Slash como artistas invitados, pero la presencia de las seis cuerdas a lo largo del álbum es notable, máxime si lo comparamos con un trabajo tan tecnopop como su anterior Visions (2012), y no digamos ya con los primerizos Geidi Primes Halfaxa (ambos de 2010). Otro punto sobre el que conviene incidir: seguramente, más de uno se tirará de los pelos calificando a este elepé como «el disco pop de Grimes» o incluso «el disco mainstream de Grimes». Todo lo cual es cierto. Otra cosa es que a nosotros nos guste mucho, y que Boucher interprete qué es y qué no es mainstream de aquella manera.

Sin ir más lejos, la inicial Laughing and Not Being Normal dista mucho de ser un pórtico accesible, un megahit que caliente la sangre del público y lo predisponga a favor del álbum. Se trata, más bien, de un trabajo de cámara con un puntillo a lo que hacía Owen Pallett cuando aún usaba el seudónimo de Final Fantasy, o (si al oyente le dan ganas de usar palabras mayores) a según qué cosas del Brian Wilson más desquiciado. Claro que, a la altura de California, empieza el desparrame: con su ritmo casi de campamento de verano, con sus acústicas y con su estribillo extremadamente coreable, el segundo corte del disco da a entender que Grimes sabe asimilar influencias que casi ningún crítico se atrevería a analizar mínimamente en serio. Es decir, que apuesta por la misma estrategia llevada a cabo en su momento por Blondie, o incluso por los Beatles: tomar el pop más consumible y accesible de su época, y traducirlo a su propio lenguaje. Claro que, como el pop de hoy en día no es Buddy Holly Giorgio Moroder, sino Taylor Swift y Charlie XCX, los habrá que le afeen el gesto a Claire.

Que rabien quienes quieran, porque Flesh Without Blood (a servidor, esos «eeeieeh» y esos «baby believe me» le enloquecen), Belly of the Beat, la muy macarra Kill V Maim y la excursión de funk ochentero que anima el tema titular (una suerte de hijo con laca y hombreras de Be A Body) son momentos tan azucarados como formidables. No sólo resultan ideales para retroceder mentalmente hasta los trece años y hacer karaoke delante del espejo, sino que emplean muchas viejas armas de nuestra heroína (¿alguien hablará alguna vez de su talento como arreglista, o de esa capacidad suya para levantar armonías vocales?) y ratifican aquello que decíamos acerca del pop bien construido y argumentado. Desde este ángulo, y no sin constatar el temazo que es Butterfly, cabe decir que el remake de Realiti desmerece bastante a tamaño pedazo de canción, sobre todo si tenemos en cuenta que la versión que llegó a YouTube en marzo era apenas una maqueta… Será que Grimes es de esos artistas que, cuando tienen demasiadas horas de estudio y demasiadas opciones entre manos, pierden el equilibrio.

¿Toca hablar de los puntos flojos? Pues nos tememos que sí: con sus dejes casi industriales, SCREAM (la colaboración con la rapera taiwanesa Aristophanes) habría encajado bien en otro álbum, pero desentona aquí por poco pegadiza. Ojo, que tal vez eso sea lo que la convierta en éxito sorpresa: a estas alturas, cualquiera profetiza nada. Otro instante de dolor, por raro que parezca, se titula Venus Fly, la colaboración con Janelle Monae: la angulosidad del Tupé de Kansas City y el barroquismo de su anfitriona nunca llegan a ligar del todo, dejándole a uno, no con la misma cara que cuando escuchó por primera vez aquel Love Song de Madonna Prince, pero casi. Sólo una armónica que suena a Wall of Voodoo (¡lo juramos!) recuerda que estas dos señoras son muy grandes. Y que Rihanna se perdió el oro y el moro cuando rechazó Go, una canción (ausente en este álbum) en la que, pese a las críticas, todo era perfecto, desde el monólogo de David Hayter hasta el último arreglo de bajo con subgraves.

Ahora mismo, mientras escucha por enésima vez Life in the Vivid Dream (una miniatura folkie fácil de desdeñar… pero no de olvidar), uno piensa que Art Angels es un gran disco de pop. Un grandísimo disco de pop, de esos que a lo mejor no hacen historia, pero sí marcan vidas y dan ganas a las almas jóvenes de gustar el tuétano de la música. Y también piensa que Grimes es justo la estrella del pop que nos merecemos: los peores estereotipos asociados a la generación millennial (la dispersión fruto del exceso de datos, el cosmopolitismo frívolo) se revelan en sus temas como enormes virtudes, estrategias de supervivencia para un presente que le daría sudores fríos hasta a J. G. Ballard. Conceptos como los videojuegos, el cómic, la música de consumo internacional y otros frutos de la cultura de masas suponen para ella y para su público natural cosas totalmente distintas que a la generación pre-internet, y por lo tanto uno no debe tratar de entender sus frutos, sino sólo afirmar que son hermosos. Parafraseando a Duran Duran, que también sonorizaron una década de mierda, esta es la música que nos hace bailar mientras la crisis eterna se perpetúa. Bienvenida sea.

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4 comentarios

  1. Daniel Seifert dice:

    AMÉ esta nota.

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Art Angels

Año: 2015
La música que nos hace bailar mientras la crisis eterna se perpetúa. Bienvenida sea.
Artista: Grimes
Sello: 4 AD