Hatsune Miku no necesita carta de presentación. Siendo la idol virtual más popular del mundo, quien más quien menos está familiarizado con ella. Otro asunto es su saga de videojuegos, Project DIVA, del cual Hatsune Miku: Project DIVA X es su séptima iteración. Y sin temor a equivocarnos, la mejor hasta la fecha.
Hatsune Miku está más viva que el común de los mortales. Donde la mayoría de las personas danzan por su existencia como zombis -trabajan, se reproducen, consumen y mueren-, haciendo de la vida un tránsito inane entre dos formas distintas de nada, Hatsune Miku, que ni siquiera es un personaje de ficción, que es sólo un sintetizador, ha logrado forjar una identidad personal propia. Su historia, que va desde lo biográfico (la personalidad que ha ido desarrollando a través de canciones y actuaciones) hasta lo histórico (sus diferentes fases de desarrollo), es más real, tiene más entidad para el mundo que prácticamente cualquier cosa que haya hecho individuo alguno que hayamos conocido alguna vez en persona. Esa muchacha de coletas azules que sólo existe en tanto proyección vocal vive, contra todo pronóstico, una vida más humana que la mayoría de nosotros.
Hatsune Miku: Project DIVA X, partiendo de esa lógica, no deja de ser otra página más de su biografía. Siguiendo el canon clásico de la saga Project DIVA (aprieta los botones rítmicamente siguiendo los patrones que te dan en pantalla) con algunos cambios menores (adiós dobles estrellas y link stars, hola rush notes -que destrozarán la esperanza de vida media de nuestros mandos.) no deja de ser un más de lo mismo para aquellos que, entrega tras entrega, seguimos volviendo para disfrutar de las actitudes vocales y los contoneos de nuestra estrella virtual favorita.
Porque no nos llevemos a engaño, aquí todo está hecho por y para Miku. Nosotros somos contingentes, ella es necesaria. Desde el abandono de los videoclips en favor de las rutinas de baile, enfatizando el fanservice como mecánica jugable -pues, seamos sinceros, no es difícil perder la compostura por una coquetería o un cambio de vestuario imprevisto-, hasta la introducción de un Modo Historia -donde seguimos a través de diálogos al estilo visual novel lo que ocurre en el mundo donde habitan los vocaloids– o pequeños elementos de RPG, que no hacen sino enfatizar la relación de la saga con otras cercanas que le han ido comiendo terreno con el paso del tiempo -en el caso particular de su énfasis en diferentes modos de canción, se mira en el espejo del, por otro lado también excelente, Love Live!-, todo está hecho para lucimiento de Miku. Para que pueda hacer mohines, para que podamos vestirla con ropitas, para que podamos adorarla, en suma, no como a una diosa o una estrella del pop, sino como a una idol: como a una hija o alguien por quien sacrificamos parte de nosotros mismos para que ella pueda ser lo más perfecta posible. Para que pueda crecer gracias a nuestro apoyo: la razón, consciente o no, por la que muchas personas siempre vuelven a ella. No es sólo una estrella del pop, alguien inaccesible: es una idol, alguien que si la apoyamos con la suficiente fuerza puede llegar a destacar sobre todas las demás.
Todo eso se hace patente en los modos extras del juego. Ya sea el modo vídeo o el modo foto, donde todo consiste en darle la actuación o la sesión fotográfica perfecta a Miku (o a cualquiera de sus compañeros), todo gira alrededor de ella. De identificarnos a través de ella. Y no hay nada de malo en ello. Al contrario, Hatsune Miku no sólo nos entretiene, sino que nos da la oportunidad de algo más: de tener una vida. De llegar más allá de lo que hemos podido o podríamos conseguir con nuestra propia existencia. Eso mismo que explica el éxito del fenómeno idol en su totalidad, reproducido 1:1 en el contexto de alguien que ha crecido, de forma anómala, pero real, desde ser nada más que algo, un sintetizador, a ser alguien, tener una identidad, gracias al apoyo de todos quienes han compuesto canciones, vídeos y diseños para ella.
Eso no excluye para que, en términos de diseño -tanto mecánico como visual; si su jugabilidad es a prueba de bombas, cada menú, cada concept, explota con inteligencia una armonía sutil, aun cuando exagerada, que podría pasar desapercibida-, sea un videojuego excelente. Probablemente el mejor juego de ritmo que hay ahora mismo en el mercado. Es divertido, es autoconsciente, sabe llevar al límite incluso sus vicios más grotescos para convertirlos en virtudes. Es, como no podría ser de otro modo, la quintaesencia de lo que es Hatsune Miku: adorable, hermosa, extravagante y cool. Algo, o alguien, que deseamos ver crecer.
En cierto sentido, Hatsune Miku: Project DIVA X es la experiencia idol definitiva cruzada con un juego de ritmo pulido hasta el último detalle. Love Live! al cubo, The IDOLM@STER sin necesidad de crear lazos con los personajes. Porque Hatsune Miku siempre ha estado ahí, porque a Hatsune Miku ya la amábamos mucho antes de introducir el juego en la consola. Por eso volvemos. Por eso volveremos. Por eso ella permanecerá y los demás, ¿quién sabe? ¿Quién sabe qué será de nosotros, que será de los demás?
Un comentario
Los comentarios están cerrados.