La segunda temporada de Jessica Jones ya está en Netflix. Nos tragamos los trece episodios para comentarte sin destripes por qué, frente a su magnífica primera temporada, esta vez parece haber pinchado. Por qué ha acabado pareciéndose demasiado a cualquier otra serie de Marvel en Netflix.
Con la primera temporada de Jessica Jones soñamos que el Universo Marvel de Netflix podía ser mucho mejor de lo que ha resultado al final. Se trataba de una temporada vibrante que, aunque le costaba llegar a los trece episodios y sufría de una planificación no muy ajustada a ellos, tenía tantas virtudes que superaba con mucho los defectos.
La segunda temporada debería haber sido mejor. Suele ser así, porque el trabajo duro de caracterización está hecho; la primera temporada es leer todo el texto que hay en la caja de un muñeco y sacarlo, la segunda es ponerse a jugar con él. Pero para que eso suceda, la historia tiene que ir hacia adelante en algún sentido. Una pena, por tanto, que Jessica Jones se haya empeñado tanto en seguir mirando atrás.
La segunda temporada no empieza del todo mal, al menos en su primer episodio. Jessica (Kristen Ritter), y por extensión todo su entorno, aún notan el enfrentamiento contra Kilgrave (David Tennant). Pero esto no es el Universo DC, el del cine: aquí, arrugarle el cuello a tu enemigo no te convierte en un símbolo de esperanza, sino en una ejecutora. Alguien a quien temer. Y Jessica necesita evadirse de ese hecho, porque le desagrada que la reconozcan por matar. En realidad, le bastaría con verse como una persona normal, pero con sus poderes no puede.
No va a explorar esos sentimientos porque su hermanastra y mejor amiga, Trish Walker (Rachael Taylor), está empeñada en investigar cómo consiguió sus poderes tras un accidente de tráfico. Poco imaginan ambas que las pesquisas sacarán otra parte del pasado de la detective que puede acabar con ellas, en el plano físico y emocional.
Alias Una vez más, sin sentimiento
¿Te suena un poco el argumento? A eso me refería con que en esta segunda temporada no sea capaz de mirar hacia delante. La primera lidió con los efectos de traumas pasados y cómo había distintas formas de superarlo. La cuestión es que con la muerte de Kilgrave se plantó un nuevo trauma a explorar, pero todo eso se descarta por otra historia de orígenes a medio cocer.
Cuando empieza la segunda temporada de Jessica Jones ya sabemos cómo es el personaje. Ya entendimos cómo llegó a ser una detective con problemas de actitud y alcohol. En esta temporada descubrimos el origen de sus poderes, por qué su agencia se llama Alias e incluso el por qué de la chupa de cuero pero, si te das cuenta, son todo descubrimientos superficiales. Vuelvo a decirlo: ya conocíamos a Jessica.
Enfrentar de nuevo a la serie contra el pasado la obliga a estancarse y tarda demasiado en darse cuenta. Siete episodios para ser exactos, pues el séptimo es un larguísimo e insustancial flashback. Para cuando llega el cambio de dirección no funciona bien porque la serie se ha metido en un agujero y sus esfuerzos, a la altura del episodio trece, la dejan muy poco por delante del punto de partida.
Es curioso: poco antes de verme esta temporada, terminé la segunda de Supergirl. Podría haber sufrido el mismo problema de estancamiento, pues Kara viene de un puñetero planeta que explotó, afectó a su planeta vecino y cuyo legado amenaza de continuo a la Tierra (ríete tú de un accidente de tráfico), pero su fantabuloso pasado nunca la impide avanzar. La progresión narrativa no está reñida con la exploración del pasado.
Alias Sin urgencia, sin cabeza, sin alma
Como ves, hay muchos problemas en esta segunda temporada de Jessica Jones. Por ejemplo, no hay un villano claro. Kilgrave era un bastardo desde el minuto uno y poseía un carisma arrollador. Aquí, los antagonistas son un científico medio loco y su creación, pero Jessica tardará varios episodios en ponerles cara y en tener una verdadera sensación de peligro.
Esa indefinición permea la temporada a todos los niveles y creo que es su mayor problema. Entiendo que es consecuencia de un esfuerzo para dinamitar las expectativas: te presenta a alguien como si estuviera urdiendo un plan malvado y luego descubres que es inofensivo; te presenta a alguien como un loco y luego descubres que ética le falta, pero tampoco es tan mala gente. Deshumaniza a los protagonistas y busca la mejor cara a sus rivales.
Es loable, pero a las responsables de esta temporada les falta pericia. Y es que ocurre algo gracioso con la subversión: o vas a tope para derribar los moldes, o propones una alternativa. Quédate a medias tintas y te pegas un buen leñazo por ir de lista, como le pasa a esta serie, que ni se atreve con lo primero ni tiene imaginación para lo segundo.
Se ha perdido el mojo y es un agravio comparativo ver el resumen de la primera temporada antes de empezar la segunda. En la primera, Jessica aparecía de repente en el alféizar de Trish, saltaba desde alturas imposibles, se enfrentaba con un psicópata capaz de controlar a los demás, conocía a un adicto a píldoras de superpoderes y se liaba con un tío de piel impenetrable. Era un cómic de superhéroes urbano donde todo era posible.
Ahora se parece demasiado a las demás series de Marvel en Netflix. Tiene miedo de que vayas a abandonar tu atracón si ves algo que parezca propio de un cómic de superhéroes. Sólo al final se deja llevar un poco, pero no esperes que Kristen Ritter haga algo más súper que doblar goma del atrezo. Al menos aquí ya no hay ninjas.
Tal es la pérdida de identidad que Jessica ni siquiera parece una detective de verdad. Se acabaron los distintos casos, los juegos de ingenio, el seguimiento con la réflex a cuestas y el conocimiento de la estructura burocrática y social de una ciudad. Dile hola a búsquedas sencillitas en Google (¿aprenderán algún día a usar aunque sea unas puñeteras comillas en el buscador?), fotos con el móvil, serendipias e ideas repentinas.
Alias Hago lo que puedo con lo que me dan
Ante una temporada tan plana y aburrida, los actores no pueden hacer mucho. En algún momento, Ritter ha debido de sentirse atrapada en el tiempo, obligada a repetir el mismo espectro de emociones, aunque los dos últimos episodios la regalan algo más de variedad. Carrie-Ann Moss no lo tiene mucho mejor pese a la espada de Damocles que han colocado sobre Hogarth, la abogada de verbo afilado y altivez que aquí… bueno, baila a cámara lenta y dice mucho que está herida y pone ojitos. La serie tampoco le da una consecuencia satisfactoria (ni siquiera un plano) a su arco argumental.
La única que consigue algo decente de este desastre es Rachael Taylor, alias Patsy Walker. Puede que su interpretación como alguien con serios problemas y adicciones no deje de repetir tópicos basados en manierismos y maquillaje de ojeras, pero su arco como una persona hambrienta de todo lo que tienen los demás es entretenido y, en ocasiones, apasionante. Tanto es así que casi espero más de ella en la tercera temporada que del resto del elenco.
Ese resto tiene un rango variadito, pero de nuevo no hay más de donde no se puede rascar. Eka Darville sufre que su personaje, Malcolm, no haga mucho, ¡algo que la propia Jessica le echa en cara! Y al igual que con Ritter, lamento que Janet McTeer, en un papel que no puedo desvelaros, tenga que jugar con las mismas cartas una y otra vez.
Alias No vuelvas hasta que lo hayas arreglado
La primera temporada de Jessica Jones empezó como un proyecto para cadena generalista, mutó para intentar venderse a cadenas por cable y se reinventó para aterrizar en Netflix. Pero en su ADN seguía el espíritu de una serie para la tele en abierto. Métete lo que quieras con el modelo, pero a nivel narrativo tiene el motor de un reloj suizo; además, el villano funcionaba de manera estupenda. Nos encantó, por supuesto.
Esta segunda nace y se desarrolla íntegramente en el seno de Netflix y, por desgracia, se nota. Se percibe la misma morosidad que en muchas de las series propias de la plataforma, como si la libertad a la hora de concebir la duración de un episodio fuera un lastre, como si la propia naturaleza de un episodio fuera una alquimia imposible. Hasta la dirección y la fotografía se resienten.
¿Volveremos a ver una buena temporada de Jessica Jones? Eso espero, porque a este Universo Televisivo de Marvel no le quedan muchas intentonas: Luke Cage fue un desastre, Iron Fist un quiero y no puedo y Defenders un experimento que empezaba bien y se desinflaba (¡en sólo ocho episodios!). Si han conseguido estropear la que era la joya de la corona, pronto dejaremos de preguntarnos no ya cuándo habrá nueva temporada, sino por qué deberíamos perder el tiempo con ella.
Me sorprende esta opinión siendo que para mí esta temporada de Jessica Jones sí está a la altura de la anterior, aunque sea por razones distintas.
Y justo lo que a mí se me ha hecho más insoportable es la hermana legal de la protagonista, que retoma la peor faceta de su pasado como Patsy. La sensación que me dio en la temporada anterior fue que trataba de ayudar a la protagonista en todo lo que estuviera en su mano, no que tuviera un afán de protagonismo desacerbado. Trish Walker parecía haber dejado su pasado atrás, estar limpia de drogas, y tener una mente sana. Entiendo la lógica detrás de todo lo que le sucede, pero la verdad es que parece más que los guionistas prefieren sustituir a Simpson según sale de escena que plantear un arco consistente para Walker.
Pero en algo sí te voy a dar la razón: esta temporada sugiere más que enseña. Mi sensación es que tanto quiere abarcar que no desarrolla los temas que trata. Y sí, también creo que es consecuencia de querer parecerse más al resto de producciones marvelitas de Netflix. Un paso atrás muy grande, siendo que Jessica Jones T1 brillaba con una luz propia muy especial. Y que como tú también dices, tanto Tennant como Killgrave tiran mucho.