[Crítica] ‘Kong: La Isla Calavera’ – Ensalada de monstruos

Tras más de diez años en el dique seco, King Kong regresa para quedarse. Kong: La Isla Calavera es un blockbuster trepidante y gloriosamente geek que, ojo, juega en la misma división monstruosa de Pacific Rim. Un monster-mash chalado y palomitero en el que el famoso primate renace con una nueva mitología y como figura pop.

Vayamos al grano: Kong: La Isla Calavera ofrece justo lo que promete: un simio grande como un edificio peleando con un buen número de monstruos ante la mirada perpleja de un grupo de humanos que tratan de sobrevivir. Quién se sienta defraudado con ello es que no sabe muy bien qué película va a ver, o anda muy despistado al pensar que se trata de una versión de Apocalypse Now (1979) con bichos gigantes. Y menos mal que no es esto último porque lo que queríamos -como mínimo este plumilla y unos cuantos más- era un divertimento de aventuras bien parido, con el sentido de la maravilla suficientemente desarrollado para dejarnos con la boca abierta. Cosa que consigue de forma sobrada Jordan Vogt-Roberts: la primera aparición de cuerpo completo de King Kong es una de las imágenes más alucinantes del cine comercial reciente, por citar solo un ejemplo y no spoilear más de lo necesario.

La nueva encarnación cinematográfica del primate gigantesco quizás peque de tener personajes (humanos) poco trabajados y de cierta relajación argumental (aunque vamos, esto va de lo que decíamos antes, monstruos gigantes liándola parda; no hace falta mucha verosimilitud y arcos dramáticos), pero son tantos los aciertos que presenta, que se le perdona. El fantástico prólogo que homenajea con elegancia Infierno en el Pacífico (1968), la vis cómica del Robinson Crusoe al que pone cara John C. Reilly (el corazón aventurero de la historia), esa defensa que realiza de la criptozoología por encima de la carrera espacial (la idea más interesante y loca del filme), la visceralidad de los ataques de los monstruos (no hay gore pero sí soldados empalados, científicos mutilados, y, claro está, gente aplastada a cascoporro), sus guiños constantes al kaiju eiga en la ensalada de monstruos que presenta (importante: quédense a ver los títulos de crédito finales, que hay sorpresa), la historia de amor insinuada -en apenas dos momentos- entre Brie Larson y Kong, o el hecho de ambientar la historia en los setenta durante la Guerra Fría y pocos días después del final de la Guerra del Vietnam; algo, esto último, que se utiliza de forma alegórica en la Isla Calavera para explicar cómo los Estados Unidos son especialistas en iniciar conflictos bélicos que luego no son capaces de controlar (sí, la cinta es un claro alegato antibelicista).

Ahora bien, más allá de esos aciertos, Kong: La Isla Calavera destaca entre todos los reboots actuales por una cosa: plantea, de forma valiente, un reset casi total con la mitología anterior de King Kong. La película de Vogt-Roberts apenas contiene homenajes al original, y sí se atreve a ofrecer una nueva colección de imágenes icónicas del simio que, de buen seguro, quedarán grabadas en las retinas de los fans leídos de Kong y de los chavales y chavalas que se enfrenten aquí por primera vez al legendario primate.

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Kong: Skull Island

Año: 2017
Un divertimento de aventuras bien parido, con el sentido de la maravilla suficientemente desarrollado para dejarnos con la boca abierta.
Director: Jordan Vogt-Roberts
Guión: Dan Gilroy, Max Borenstein, Derek Connolly
Actores: Tom Hiddleston, Samuel L. Jackson, Brie Larson, John C. Reilly