Una sombra recorre los cines, dispuesta a llenar de ideas raras las cabezas de adultos despistados y niños obnubilados por su frenetismo visual. La fiesta de las salchichas sale del paquete con ganas de dar por saco, pero esconde un discurso sorprendentemente positivo. En CANINO nos bastan cuatrocientas palabras para defenderla.
¿Y si Dios nos creara sólo para su disfrute? ¿Si le dieran igual nuestros rezos y sólo esperara el momento de despiezarnos y devorar nuestras almas? Dado el caso, ¿no deberíamos dejarnos de tonterías y disfrutar todo lo que podamos? Ésa es la idea que subyace en La fiesta de las salchichas, el mejor ejemplo de película satanista. Pero antes de que los guardianes de la moral se lancen las manos a la cabeza para hacernos reír, quizá deberían apreciar el mensaje integrador que late bajo la historia.
Por suerte, el trailer no rasca ni una parte del verdadero argumento de la película y uno puede entrar relativamente virgen a su visionado. Frank (Seth Rogen) es una salchicha que está impaciente por cruzar al Más Allá junto a Brenda (Kristen Wiig), el panecillo de sus amores, pero un incidente obliga a ambos a recorrer un centro comercial que es un reflejo de nuestro mundo.
Durante hora y media, los gags se suceden a una velocidad de vértigo sin importar a quién puedan ofender. Algunos chistes dan tanta vergüenza ajena que los ojos te rebotarán contra el cráneo, otros son brillantes y unos pocos tan atrevidos que no vas a creer lo que estás viendo. En concreto, todo lo referente a la relación entre un lavash palestino (David Krumholtz) y un bagel judío (Edward Norton canalizando su Woody Allen interior) te servirá como detector inmediato de gente sin sentido del humor: si no detestara la idea, creo que esta sería la película perfecta para tuitear en el cine.
La fiesta de las salchichas toma hasta las últimas consecuencias la premisa de Toy Story (1995) pero aplicada a la comida: ¿qué harán los alimentos cuando descubran su destino y peleen contra él? De ahí surge una constante huida hacia delante que me tuvo al borde del asiento, preguntándome hasta dónde serían capaces de llegar. Y cuando surge un aparente punto de no retorno, el filme es capaz de salir por una tangente aún más desquiciada, siguiendo la lógica de un sueño febril.
¿Que hasta dónde llevan su punto de partida los guionistas y directores? La respuesta es hasta que el mundo que han creado se les queda pequeño. Si La fiesta de las salchichas fuera una hoja de examen en el que un alumno tiene que defender una postura nihilista, la página estaría escrita hasta los bordes y terminaría con una nota, en el último recoveco del margen inferior, que diría «Y por eso creo que el resumen de mi postura es«.
Es ofensiva, tan valiente que parece estúpida (y viceversa) y capaz de exprimir su idea al límite. Es cine de animación con mayúsculas y sólo el tiempo lo dirá, pero dudo que estas salchichas tengan fecha de caducidad.
[En la fiesta de las salchichas]…Los costos de producción se mantuvieron bajos porque Greg [Tiernan] le demandaba a las personas trabajar tiempo extra sin paga. Si no trabajabas hasta tarde, gratis, tu trabajo se le asignaba a alguien que sí se quedaba tarde o trabajaba en el fin de semana. Algunos artistas incluso fueron amenazados con ser despedidos si no se quedaban hasta tarde para cumplir con el deadline. El departamento de animación firmó una petición para mejorar esto. Cuando la carta llegó a Annapurna Pictures, ellos se involucraron y supervisaron que al artista se le pagara y alimentara durante las horas extras. Unos 30 animadores se fueron durante la producción por estrés. Muchos de ellos se fueron antes de que se implementó el pago por horas extras. Esto fue tomado como un insulto personal a los dueños. Sus nombres fueron omitidos de los créditos finales aún cuando trabajaron un año en el filme".
http://www.tomatazos.com/noticias/199570/La-Fiesta-de-las-Salchichas-Animadores-denuncian-explotacion-laboral
Por si alguin pensaba verla todavia…