[Crítica] ‘Pieles’ – Pesadilla rosa

Esa crítica que sólo se viene arriba con películas de la guerra civil o de romances crepusculares odiará Pieles: buena señal, porque esta película no es para ellos, pero está llamada a marcar un antes y un después en el cine español.

No se cambia el status quo ni se hace arte optando por la complacencia y lo fácil: ahora nadie discute que Pink Flamingos (1972) o Cabeza borradora (1977) son obras de culto, pero seguro que más de uno debió retorcerse en la butaca viéndolas. Honestamente, no sé si España está preparada para Pieles. Me consta que una parte lo está, esa España sin la que no se podrían entender Buñuel o Almodóvar porque no sólo no tiene miedo al otro, al tabú, a lo grotesco, sino que además se atreve a acercarse a él y conocerlo. Es ahí precisamente donde Pieles encuentra su lugar, en esa tierra de nadie en la que habitan los marginados, los que saben que no tienen lugar en un sistema en que la juventud, la esbeltez, la belleza y lo cuqui son los valores supremos.

Rosa era la habitación de Laura Palmer, rosa y violeta eran los colores imperante de la urbanización en la que Eduardo Manostijeras no logró integrarse, pastel seguramente sería el mundo de la Cleopatra de La parada de los monstruos (1932) de haberse filmado en color y rosa, por supuesto, es el mundo de pesadillas de los protagonistas de Pieles. Es fácil imaginar las situaciones que se ven en Pieles en un entorno oscuro e hiperrealista, pero precisamente lo que hace todo más cruel y esperpéntico es que sucede en un entorno que parece diseñado para Barbie, la encarnación occidental y primermundista del estereotipo de belleza al que se supone que debe aspirar toda niña. Pese al envoltorio, el mundo de Pieles es cruel: Eduardo Casanova hace desfilar por la cinta a freaks y parias que jamás tendrán un lugar en el mundo, y son precisamente las personas normales, las que no visten de rosa sino de marrón, las que no se tienen que esconder, quienes explotan o abusan de los primeros.

Aunque la historia del monstruo bueno se ha contado mil veces en el cine, lo que es novedoso aquí es la forma en que se cuenta: no es sólo que Casanova no tenga prejuicios ni tabúes ni en lo estilístico ni en lo temático, sino que además es capaz de hacer reír con situaciones que son absolutamente terribles. Es ahí donde está uno de los grandes aciertos de Casanova: no sólo se pasea por esa delgada línea que lleva a lo grotesco, lo escatológico, lo prohibido, sino que la cruza, y de alguna forma logra salir ileso. Gran parte del mérito está en la interpretación de los actores: comedidos, nada histriónicos y capaces de emocionar sin recurrir a tics facilones.

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Pieles no es para todos los gustos. Está llamada a dividir y a provocar reacciones encontradísimas, porque no sólo reivindica la diferencia, sino que habla a todo el que alguna vez ha sido el raro, el que no encajaba. Con veinticinco años y una sola película, Casanova acaba de convertirse en la bofetada de aire fresco que necesitaba un cine español que llevaba tiempo sin sorprendernos.

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Imagen de 'Pieles'

Pieles

Año: 2017
'Pieles' encuentra su lugar en esa tierra de nadie en la que habitan los marginados, los que saben que no tienen lugar en un sistema en que la juventud, la esbeltez, la belleza y lo cuqui son los valores supremos.
Director: Eduardo Casanova
Guión: Eduardo Casanova
Actores: Jon Kortajarena, Candela Peña, Ana Polvorosa