El creador de Glee y American Horror Story aspira a ofrecernos la comedia definitiva de terror y pijerío, quedándose a medias en su primer episodio. Eso sí: Emma Roberts y Jamie Lee Curtis, superlativas.
Aunque parezca mentira, Ariana Grande ha conseguido superar su momento ‘dejo que Miley Cyrus me tire los tejos con mi pijama de ratoncito’. Y para hacerlo, sólo ha tenido que hacer una cosa: morirse y tuitear a la vez. En una escena que es a la vez Scream, a la vez Fuera de onda y a la vez carne de post gifeante para Buzzfeed y similares, ‘mini-Mariah’ consigue hacerse con el momento más memorable del primer capítulo de Scream Queens, una serie que prometía mucho y que ha debutado con baja audiencia y unas críticas reguleras (tirando a malas) en EE UU. El posible motivo: que Ryan Murphy ha tratado de combinar el espanto de American Horror Story, el petardeo de Glee y la esencia chorras que late en el corazón de cualquier slasher con postadolescentes, consiguiéndolo, fiel a sus constantes, sólo a medias. O menos que a medias.
Acompañado, para variar, por Brad Falchuk como productor ejecutivo, Murphy da rienda suelta aquí al adicto al pintalabios y el pijismo conspicuo que lleva dentro, procurando que cada escena sea más outrageous, más rebosante de «like, whatever» y, en el caso de los asesinatos, más sangrienta que la anterior. Para poner ejemplos positivos pueden recordarse la introducción del episodio (¿cómo vas a atender a una recién parida, si está sonando el Waterfalls de TLC en tu fiestorro universitario?) y la presentación de Chanel Oberlin (Emma Roberts. Más bruja aún que cuando estudiaba con Jessica Lange en Coven, la siempre deliciosa Emma encarna a una Alicia Silverstone del lado oscuro y, sospechamos, más fiel a la realidad, toda ella bolsos de diseño y acento megapijo: así sería la Chris Hargensen de Carrie si hubiera llegado a la universidad, probablemente. En lo que a muertes se refiere, cierto crimen cuyo arma es un bronceador en spray (rosa, claro) y la ya mencionada defunción tuitera de Ariana Grande se llevan la palma.
A partir de esto, se llega a una conclusión: este piloto de Scream Queens pretende quedar en nuestra memoria como una sucesión de momentazos, pero un experto en irregularidades como Murphy no se las apaña para sostener algo así y sobrevivir a la intentona. Si bien queda claro que la fraternidad Kappa Kappa Thau es un nido de víboras marcado por una jerarquía asfixiante, muchos momentos de comicidad acaban ahogados en su insistencia (que levante la mano quien quiso estrangular a la Roberts tras oír, por enésima vez, la fórmula del café que ésta exige en el pseudo-Starbucks de turno) y aquello que debiera ser el motor de nuestro interés, la introducción de las nuevas aspirantes al círculo megapetardo, se queda a medio gas. Sobre todo porque Skyler Samuels, la figura antagonista de Emma, huele tanto a final girl que no consigue convertirse en una Neve Campbell con gorrita a cuadros. ¡Más escenas de Emma y de Abigail Breslin y menos periodismo de investigación, hostias!
Pese a lo anterior, el debut de la serie tiene más instantes que merecen la pena: las novatas son una sucesión viviente de estereotipos, pero algunas de ellas (Lea Michele con collarín, Breezy Eslin como bloguera de velas) nos arrancan una sonrisa, el diálogo posee salidas hilarantes, ya que no históricas y los giros de guion, si bien esperables en su mayoría, arrancan la complicidad del aficionado al género. Pero este duelo de perras tiene una ganadora indiscutible… y esa, como ya podemos imaginar, es Jamie Lee Curtis. Basta con ver a la veterana yaciendo en el tálamo con un bigardo de la mitad de su edad, fumándose un trócolo enorme y lamentando la degradación del feminismo de segunda ola (ay, Jamie Lee, tú que fuiste becaria con Gloria Steinem…) para entender que la clase no se hace, sino que nace, y que cuando una ha sobrevivido a Michael Myers puede darle lecciones a cualquier advenediza. Si pensamos seguir viendo el show, será por Emma Roberts y por ella, que conste.
Hace unos cuantos años, Sexo en Nueva York fue definida como «Esa serie en la que las mujeres se comportan como gays». Y los hombres gays que disfrutan con el género slasher (por las razones que sean) son legión. Así pues, en Scream Queens, aún más que en American Horror Story: Coven, Murphy se guía por ese mismo axioma, convirtiendo su historia en un drag show de conejitas en el campus repleto de histrionismo performativo. Eso no es malo… hasta que empieza a serlo, porque cansa. Habrá que ver si, en posteriores episodios, la serie consigue recomponerse el maquillaje y poner su mejor sonrisa de plástico ante las cuchilladas.
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