Los seguidores del mayor detective de todos los tiempos (versión Benedict Cumberbatch) no se verán decepcionados por el esperadísimo especial victoriano de Sherlock: The Abominable Bride no se conforma con ser sólo un caramelo vintage, sino que profundiza en los temas básicos de la serie. Algo que, por otra parte, puede dejar picuetos a aquellos que empleen el episodio como puerta de entrada al show.
Aunque fuera de los dominios de Su Majestad apenas se la conozca, la pantomima de Navidad es uno de los géneros más singulares del teatro británico. Basada siempre en historias de dominio público, y con un reparto que puede incorporar desde actores de gran prestigio a famosetes de reality show, se trata de un revoltijo amasado durante siglos en el que conviven vestigios de la antigua commedia dell’arte con elementos de los títeres de cachiporra y del music hall. El resultado de tanta hibridación suelen ser funciones llenas de humor zafio y travestismo jocoso (Ian McKellen, dicen, bordaba en ellas los papeles de señora mayor) que juegan con uno de los recursos más viejos de la comedia: el conflicto entre lo evidente y lo aparente, sostenido por la complicidad del espectador.
Que nos perdonen los autores de Sherlock: The Abominable Bride, pero al ver su especial de 2016 nosotros hemos pensado en una de estas pantomimas. Empleando el término, eso sí, en su sentido más noble. No sólo porque el episodio base buena parte de su atractivo en el juego de máscaras y espejos, dándonos el gusto de ver a Benedict Cumberbatch y Martin Freeman vestidos a la usanza del siglo XIX. Ni tampoco, ya que estamos, porque al menos un miembro de su reparto interprete a un personaje del género opuesto. En realidad, aquí identificamos este especial como un movimiento más en ese juego que Steven Moffatt y Mark Gatiss llevan cinco años proponiéndonos. Un desafío consistente en ver cuántos elementos de las historias de Arthur Conan Doyle puede remodelar el show sin por ello faltarles al respeto. Hasta ahora, la jugada había salido bien, moviéndose en la cuerda floja de lo posmoderno mientras evitaba, por un lado, decepcionar al veterano cazador de guiños, y por otro, aburrir a ese espectador para quien no existe otro Moriarty que el de Andrew Scott. ¿Se las apaña este regalo de Año Nuevo para mantener esos equilibrios, o se desploma en una caída sin red?
Desde aquí decimos que el especial supera el reto. Sobre todo porque, devolviendo las andanzas de los señores Holmes y Watson al Londres victoriano, The Abominable Bride no cancela esta partida de «corre que te pillo», sino que acentúa sus aspectos metaficcionales. Nada más empezar, por ejemplo, este episodio de Sherlock plantea su cambio de época como una continuidad alternativa, para acto seguido rendir un guiño de aúpa enfocando un ejemplar de The Strand Magazine, la revista que publicó las aventuras originales del detective desde 1891. Por si fuera poco, y esto ya es para nota, tampoco es casual que al Holmes que vemos aquí no le importe lo más mínimo pasearse por Baker Street llevando su capa y su gorra de cazador: en las páginas del Strand, los relatos de Holmes iban acompañados por esas ilustraciones de Sidney Paget que le dieron al personaje la indumentaria que todos identificamos (y que Conan Doyle no mencionó jamás).
Eso podría significar que el especial va a ofrecernos a un Sherlock ‘clásico’, alejado de las piruetas visuales que son el orgullo de la serie. Pero es todo lo contrario: mientras Holmes-Cumberbatch sigue la pista de su novia cadáver, los recursos narrativos que todos conocemos se prodigan igual que siempre, ayudándonos a ‘ver’ las deducciones del protagonista y causando, sospechamos, el rechinar de dientes de un Guy Ritchie que jamás ha podido hacerles sombra con sus películas. La puesta en escena, por otra parte, sigue siendo exquisita, recreándose en todos los aspectos preciosistas, lóbregos o morbosos que su ambientación decimonónica puede ofrecerle. Y aquí se nos disparan las alarmas, porque tal vez esa ambientación ofrezca demasiado. Esas morgues tenebrosas, esos laberintos llenos de niebla y esas mansiones señoriales podrían ser la prueba de Moffatt y Gatiss se han dejado llevar por el cliché.
Pero, mira tú por dónde, resulta que esos elementos tampoco están dejados al azar: como suele suceder en las historias de misterio, las pistas que conducen al giro decisivo (un giro que uno puede anticipar, pero que le costará muchísimo adivinar del todo) nos son suministradas desde el principio, gota a gota. Y siguen ahí, a plena vista, hasta que los talentos de Holmes aparecen para unirlas todas en una sola respuesta… o no. Porque la mayor fortaleza y la mayor debilidad de The Abominable Bride es la forma en la que usa el original literario (y no sólo él: todos los lugares comunes que la TV, el cine y el fandom han ido depositando sobre las figuras de Holmes y Watson tienen hueco aquí) para hacer que el show se mire a sí mismo y reflexione sobre su entidad. El resultado no siempre es satisfactorio , pero siempre es valiente, aunque ese valor le sirva para atreverse a hacer trampas.
Llegar hasta aquí sin caer en spoilers nos ha costado lo suyo, pero hágannos caso: este especial de Sherlock merece la pena, aunque uno termine acordándose de los muertos de Steven Moffatt, de Mark Gatiss, de Cumberbatch, de Freeman y hasta de la señora Hudson de Una Stubbs cuando aparecen los créditos finales. Porque, si hay una idea básica que subyace tanto en toda la serie como en este episodio en concreto es que un buen detective debe atreverse a distinguir entre lo real y lo aparente. La complicidad del espectador, de momento, sigue dándose por supuesta.
Muy #FANS de todo.
Empezando por Cumberbatch probando poses/meditando al estilo Doctor Strange:
http://imgur.com/HpBfiCf
Alguien, aparte de mi, a observado algún guiño a "El secreto de la pirámide", o son solo imaginaciones mías.
Si lo dices por "su oronda superioridad en la casa del silencio" -esto de no soltar spoilers se hace difícil, pardiez- diría que sí. Como dice Yago en su crítica, "(…) todos los lugares comunes que la TV, el cine y el fandom han ido depositando sobre las figuras de Holmes y Watson tienen hueco aquí". Ese parece evidente.
Añadir que igual soy yo pero tengo la sensación de que Gattis disfruta como un gorrino en un charco cada vez que se pone en la piel de Mycroft. Es sensacional.