Por fin llega a España The Wicked + The Divine, la serie de Image que lleva dos años y medio cosechando elogios por esos mundos de Dios. Los británicos Kieron Gillen y Jamie McKelvie, conocidos por su trabajo en Young Avengers, escriben aquí una carta de amor abierta a esa cultura pop que nos obsesiona. Un cómic que será de culto y que ya ha sido galardonado con el British Comics Award y nominado a numerosas categorías en los Eisner. Droga de la buena que por fin puedes disfrutar sin necesidad de acudir a una academia de idiomas. ¡Pero cuidado! Como toda droga que se precie, esta primera dosis te hará desear más y más y más.
Hubo un tiempo en que las estrellas del pop eran dioses. Pases VIP con patas. Cuerpos sutiles de los que se purifican la sangre infestada de drogaína en ignotas clínicas suizas. Seres de luz con los apetitos sexuales de un bonobo adolescente. A nadie le habría extrañado, por ejemplo, ver a David Bowie levitando a la salida de un selecto club berlinés o curando a los enfermos por imposición de manos. Esto era antes; antes de los cantantes prefabricados en reality shows, antes de que pudiéramos leer sus ocurrencias en Twitter, antes de que pudiéramos contemplarlos desmaquillados en Instagram. Las estrellas del pop, como los espejismos, son fenómenos ópticos que dependen de la lejanía. Si uno se acerca demasiado corre el riesgo de llegar a descubrir que, en realidad, están hechos de nuestra misma sustancia.
Esta reflexión viene a cuento de la publicación por parte de la editorial Norma de El acto fáustico, el primer volumen de la serie de Image The Wicked + The Divine (2014-), una de las más esperadas por el sufrido fan español y que ya cuenta con cuatro tomos editados en Estados Unidos. La premisa de la serie gira en torno a La Recurrencia: doce deidades de diferentes mitologías que se encarnan cada noventa años para ser adorados, vivir a lo grande, morir prematuramente y dejar bonitos cadáveres. Lo normal para un dios. No sabemos a lo que se dedicaron los dioses en su penúltima visita a la Tierra, durante los alegres años veinte, pero en este ciclo, inevitablemente, se dedican a ser cantantes. Kieron Gillen y Jamie McKelvie, los autores, han dado a cada uno de estos dioses el aspecto muy reconocible de astros de la canción de ayer hoy y siempre como pueden ser Kanye West (Baal), Rihanna (Sakhmet) o David Bowie (Lucifer); no es que las estrellas de pop sean como dioses, sino que, literalmente, los dioses son estrellas del pop.
Nosotros, los lectores, conocemos a este panteón a través de los ojos de Laura, una adolescente londinense de clase media que representa la arquetípica figura del fan. Su vida se ha visto trastocada por el soplo divino y está dispuesta a hacer lo que sea para acercarse a sus ídolos, elevándose así sobre su mediocre destino suburbial, o sea, el acto fáustico al que hace referencia el título. Pero este primer volumen contiene mucho más que una reflexión sobre el sacerdocio de los fans: diálogos lapidarios («¿Qué tipo de adolescente eres tú que no tiene a mano drogas de clase A? ¿Ha estado mintiéndome el Daily Mail?«), peleas de película, un descenso a los infiernos del underground, docenas de guiños que los más versados en el evangelio pop podrán desvelar y un misterioso asesinato… que no llega a resolverse por ahora.
El acabado visual del cómic está cuidado hasta el más mínimo detalle, de los logos corporativos de los distintos dioses a los efectos especiales que rodean sus milagros. Mención aparte merece el trabajo del colorista, Matthew Wilson, que, a base de trama de puntos y efectos lumínicos, ha conseguido una páginas tan lustrosas que te parecerá que tus ojos se han tomado una sobredosis de MDMA.