Aleister Crowley – En busca de la maravilla

Aleister Crowley, “la persona más malvada del mundo” según sus detractores, tardó tres días en "transcribir" El libro de la Ley o, mejor dicho, Liber AL vel Legis, que es como originalmente se tituló. Lo hizo por medio de Aiwass: un ente sobrenatural que se lo dictó y le reveló la llegada de una nueva era repleta de desgracias. ROSER MESSA y JULIO TOVAR aprovechan la reedición del libro a manos de La Felguera y que llega hoy a las tiendas para rememorar algunos aspectos olvidados del temible mago.

«Cada hombre y mujer es una estrella»
Aleister Crowley, El Libro de la Ley, 1904

En 1930 el escritor Fernando Pessoa contactó con Aleister Crowley para corregir sus cartas astrológicas. Este último, fruto excesivo del mundo esotérico y modernista de fin-de-siècle, estableció así una particular relación con el gran melancólico portugués. Y fue de este modo como Crowley amañó con la colaboración de los artículos de Pessoa en la prensa su “suicidio” en Boca del Infierno (Cascais, Portugal). Fue una muestra, sin duda, del carácter de teatrillo, tartarinesco, que llevaba a Crowley a realizar estas hazañas esotéricas; muchas de ellas entre boutades modernistas y actos místicos. Pessoa definió bien los temas de Crowley, mago o farsante, en su poema El último sortilegio del mismo año:

“Ya los poderes sagrados infernales,
Que, durmientes sin dioses o destino,
A la sustancia de cosas equivalen
No oyen mi voz y sus nombres»

Esa búsqueda de los poderes sagrados infernales, “durmientes sin dioses o destino” parafraseando a Pessoa, fue el objeto de la vida de este hierofante de lo siniestro. Un personaje de Joris-Karl Huysmans que hizo del peregrinar por el ocultismo su vida, su credo y también su obra de arte. Ya sea ascendiendo montañas en tierra caliente, descendiendo a las criptas egipcias más ocultas e incluso perdiéndose en los bosques helenos en busca de cultos eleusinos, Crowley hizo de su vida un viaje místico que, como todo periplo de este tipo, no acabó con la muerte.

Crowley y Pessoa para 1930 jugando al Ajedrez, de lo cual el primero era un reconocido maestro

Crowley y Pessoa para 1930 jugando al Ajedrez, de lo cual el primero era un reconocido maestro

El sádico puritano

Aleister Crowley, de nombre Edward Alexander, nació en Warwickshire el 12 de octubre de 1875. El místico tiende a fantasear sobre este hecho, su bautismo, y rememora en sus diarios la sensación del agua fría cubriéndole el cuerpo al sumergirlo en la bañera del domicilio familiar. Un recuerdo poco probable de conservar, ya que fue bautizado a las pocas horas de nacer para evitar que muriera en pecado.

Se educó en un entorno de rigor evangélico y en sus primeros años fue enviado a escuelas religiosas. Sus progenitores eran todos unos zelotes, sin duda, y nuestro merlín rememora su infancia en The World’s Tragedy (1910): no tenía Navidades -que ellos consideraban paganas- y tampoco podía sumar puntos en el cricket, evitando así el vicio «de emulación».

Aleister en la escuela

Aleister en la escuela

John Symonds, en su Vida de Aleister Crowley (1989), recuerda cómo este se declaraba de «origen celta». Buscaba parentescos, así, con los grandes magos de esta tradición en las islas británicas. En sus Confesiones (1930), libro místico entre Rousseau y Nietzsche, proclama los signos de su venida como deidad así: «Su primer hijo (…) fue especial desde el momento de su llegada. Él contaba en su cuerpo con los signos más distinguidos de un Buda: era mudo y el su segundo día de su encarnación un cirujano cortó el frenillo de su lengua. Tenía también una membrana característica, que necesitó una operación de fimosis tres lustros posteriormente. Por último, tenía en el centro de su corazón cuatro pelos de izquierda a derecha con la forma exacta de una esvástica»

Edmund Yates quita un poco de pedigrí al maestro místico y le da como origen una «familia de cerveceros». Existían muchas cerveceras bajo el nombre Crowley y eran frecuentadas por los jóvenes sin oficio y beneficio (probablemente irlandeses). Según especula Tobias Churton en la biografía del hechicero, publicada en 2011, todo su desprecio al materialismo burgués era una consecuencia del odio a esta realidad en la cual había crecido. ¿Cuál fue su rebelión personal? No otra cosa que la mística.

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Su primera juventud

El nombre, así, será sustituido por Aleister a los 20 años, ya que Edward Alexander no resultaba demasiado fantasioso. En su adolescencia, se imaginó muchas veces martirizado, recreando escenas sadomasoquistas con mujeres de ambos sexos. Son los tiempos donde se obsesionó con las partes más escatológicas de la Biblia, el Apocalipsis o el Libro de la Revelación, y se imaginó como Falso Profeta.

Su madre, dado el carácter dionisíaco del niño, le nominó como “la bestia”. Era una referencia a lo escrito por Juan el Teólogo en el capítulo 13 del Apocalipsis: “vi una bestia subir del mar, que tenía siete cabezas y diez cuernos; y sobre los cuernos diez diademas, y sobre las cabezas de ellas un nombre de blasfemia…”. Crowley explica su divisa sobre el deseo de este modo en sus Diarios magicos de Túnez (1923) con este parlamento: «Reconozco desde mi primera infancia que todos los placeres físicos están conectados con el sexo y, por lo tanto, me parece pura hipocresía actuar bajo cualquier teoría cristiana ortodoxa y mítica por la cual todos estos son malvados. De este modo, deben ser disfrutados y utilizados como sacramento. Freud confirma esta teoría, de hecho».

El ocultista con su atuendo de mago para 1912

El ocultista con su atuendo de mago para 1912

Su padre murió en 1887 a causa de  un cáncer de lengua: Aleister proclamó su don para las profecías sobre este hecho, ya que afirma haberlo soñado la noche anterior. Debido a este fallecimiento fue recluido en un internado donde solo se estudiaba la Biblia y el rigor se erigía a través de golpes de una rama de abedul. Un año después será acusado de intentar abusar de un menor, teniéndole sus tutores como un “sádico”. Incluso, sus biógrafos cuentan cómo llegó a asesinar a un gato para comprobar si era cierto que “tenía siete vidas”.

En estos tiempos, también, se cita su primera experiencia sexual, en 1893, donde obtuvo el don de la gonorrea. No lo consideró un pecado, sino consecuencia de su ignorancia. La primera experiencia con el sexo masculino, que es para él una iluminación, se dará en 1896 y le convenció de su destino como mago. Sucedió en Estocolmo, en el año nuevo, y Crowley narra este hecho iniciático del modo siguiente: «Me desperté al conocimiento de que poseía una capacidad mágica de llegar a ser en una parte de mi naturaleza que hasta el momento no estaba conmigo. Era una experiencia de horror y dolor, combinado con cierto terror fantasmal, pero al mismo tiempo fue la llave al éxtasis más puro y sagrado espiritual que existe”

A pesar de todo, todavía dio una oportunidad al mundo de lo tangible: su paso a la escuela preparatoria de Ebor le llevará a Cambridge. Su consuelo allí será el ocultismo, la escena modernista y el ajedrez.

Decadentismo uranita

Nunca se ha ponderado la capacidad de Cambridge y Oxford de servir de asueto a tipos excéntricos, lunáticos, entre los que Crowley pronto pasaría a ser un referente. Se matriculó en el Trinity College y tuvo pericia en los exámenes, donde lograba casi siempre notas destacadas. Empezó con estudios de Filosofía para pasar a Literatura Inglesa, teniendo un paso discreto al inicio en este campus. Dos personas fueron fundamentales en la estancia por aquellas aulas: James Ward y especialmente Herbert Charles Jerome Pollitt.

El espíritu de Óscar Wilde revolotea esta foto de Crowley en Cambridge

El espíritu de Óscar Wilde revolotea esta foto de Crowley en Cambridge

Existía a final de siglo en toda Europa un apogeo de los primeros estudios pioneros de la psicología. En Inglaterra, afirma Tobias Churton, “Cambridge (…) era un refugio para las mentes privilegiadas dedicadas a entender la mente científicamente”. Muchos coqueteaban con la pseudociencia y la mística. James Ward, también interesado en el mundo de lo oculto, fue profesor pionero sobre estos campos en Cambridge ,además de su tutor.

Ahora bien, será su relación con el transformista Herbert Charles Jerome Pollit aquella que le marque más profundamente. Artista andrógino en boga en el primer apogeo del modernismo, de origen judeoalemán, se vestía de mujer y utilizaba ropajes árabes. Son los años del surgimiento de una escena fuera de la moral victoriana en las universidades, que eclosionaría intelectualmente en el Círculo de Bloomsbury, y que tuvo como síntoma el juicio y condena por sodomía a Oscar Wilde en 1895 debido a su relación con el aristócrata y supremacista ario Alfred Douglas.

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Pollit, el “amor que no puede ser nombrado”

Crowley, de hecho, rememora el pelo lacio de Pollit, muy similar al de Douglas, y se declaró su amante con el eufemismo “intimidad ideal”. Lo interesante de Pollit, por el cual “vivió como su mujer…”, es que solo había accedido a Cambridge para bailar. En realidad, su mayor interés fue el club Footlights, fundado en 1883 y clave en la comedia y candilejas británicas, donde podría hacer performance como actriz -bajo el nombre Diane de Rougy, en homenaje a una cortesana y bailarina francesa. El escritor de terror E. F. Benson realiza en The Babe, B.A. (1897) una descripción propia de Luis Antonio de Villena sobre Pollit: «Babe era un viejo caballero de veinte años de edad, que tocaba el banjo con encanto. En sus momentos menores hablaba quejosamente de la monotonía de los servicios de la Iglesia de Inglaterra, y el inentendible respeto de Zola (…) Con una peluca de pelo rubio y un vestido ingenuo, era la viva imagen de Vesta Collins»

La relación duró poco tiempo, apenas seis meses, pero es citada por Crowley como fundamental en sus libros autobiográficos. Su ruptura, según los biógrafos, se establece por la obsesión mística de “la bestia”. Esta obsesión le llevó a su última relación personal en Cambridge: Everard Joseph Feilding. Gracias a él leerá el seminal The Cloud upon the Sanctuary del místico alemán del siglo XVIII Karl von Eckartshausen: un libro epistolar donde se clama por una “iluminación personal”, y que sirvió como primer modelo intelectual, primer sistema, en su camino iniciático.

El Crowley decadentista; émulo de Baudelaire en esta foto

El Crowley decadentista; émulo de Baudelaire en esta foto

En estos años universitarios, dominados por el ajedrez y su afición al montañismo, recorrerá casi toda Europa buscando experiencias religiosas. El escritor Somerset Maugham, de gran éxito en los años treinta, lo utilizó como referente para su Oliver Haddo en su novela El mago (1908). Era, según su definición, “un fraude, pero no del todo” y su colorida estampa del tipo en París para 1897 es reveladora: «Era mentiroso e inapropiadamente vanidoso, pero lo raro es que él había hecho de verdad algunas de las cosas que se jactaba. En la época en que lo conocí estaba balbuceando sobre satanismo, magia y lo oculto. Era algo que estaba en apogeo en París, creo, por el interés que todavía se tomaba en el libro de Huysmans Allá abajo«.

La novela de Joris-Karl Huysmans, que obsesionó a Luis Buñuel, tenía una de las primeras y más tenebrosas revelaciones relativas a una misa negra. No era muy distinta a los cultos y referencias que desarrollaría Crowley en su mística y marcó a una o dos generaciones de ocultistas o magos:

«Todas las mujeres se envolvieron en humo; algunas inclinaron la cabeza sobre los braserillos, inhalaron ansiosamente el olor y luego, desfallecientes, se desabrocharon la ropa, lanzando suspiros roncos. Entonces se interrumpió el sacrificio. El sacerdote descendió las gradas de espalda, se arrodilló sobre la última y con voz trepidante y aguda, gritó:

– ¡Maestro de los Escándalos, Dispensador de los beneficios del crimen, Intendente de los suntuosos pecados y de los grandes vicios, Satán, es a ti a quien adoramos, Dios lógico, Dios justo!»

Ilustración de Henry Chapront para Là-bas con una misa satánica para una edición de 1891

Ilustración de Henry Chapront para Allá abajo con una misa satánica, para una edición de 1891

Huysmans, con el mismo espíritu de Somerset, quita mística a este acto -que en su narración es aterrador- y describe este simposio satánico como una reunión de “histero-epilépticas y erotómanas”. No parece que esa fuera la interpretación de los iniciados, entre ellos Crowley, que contribuyeron al boom de la demonología en la Francia de final de siglo, como enumera de manera erudita Ruben van Luijk en Los hijos de Lucifer: Los orígenes del satanismo religioso moderno (2016)

Aleister Crowley dejó la universidad imbuido en misticismo en 1898. Su amistad con el químico Julian Baker le puso en sobreaviso de La Orden del Amanecer Dorado, excisión de los Rosacruces en cuyas ceremonias se mezclaban la cabalística, la masonería y las deidades egipcias. Tomó el nombre de Perdurabo, “Duraré hasta el final”, y abandonó cualquier racionalismo, dejando atrás la teosofía.

Como miembro de dicha Orden se enfrentó a buena parte de sus compañeros por defender a Samuel Liddell MacGregor Mathers, el Jefe Supremo. Un líder a quien luego acabó por detestar hasta el punto de representarlo como a un malvado villano en su novela Moonchild (1929) y retarlo a un duelo mágico en la mansión Boleskine, la residencia que adquirió junto al lago Ness gracias a la herencia que su padre le legó. Parece ser que Crowley se alzó vencedor en ese duelo y acabó por controlar la Golden Dawn. Él se veía a sí mismo como la reencarnación de otro ocultista que le precedió: el francés Eliphas Lévi. El hecho de que éste muriera seis meses antes de su nacimiento le parecía un motivo de peso para creerlo.

Crowley con su ropaje de Amanecer Dorado, en una foto tardía

Crowley con su ropaje del Amanecer Dorado, en una foto tardía

La pista egipcia

Tras ser iniciado a los grados superiores de la masonería, en el Rito Escocés, conoce a Rose Edith Kelly y se casa con ella en agosto de 1903. Era viuda, tenía 29 años y aceptó fugarse con él para huir de un matrimonio pactado por su familia. En origen la suya no era una boda por amor, pero su relación fue clave en el devenir de la historia: gracias a ella fue concebido El Libro de la Ley (1904).

En abril del citado año los Crowley se hallaban en El Cairo disfrutando de su luna de miel y él, utilizando a su esposa como médium, consiguió atraer la presencia de un ser sobrenatural. Esperaba encontrarse con Horus. En cambio, fue Seth (el destructor de Osiris), quien finalmente se presentó. Crowley lo enunció como su Santo Ángel de la Guarda y le dio el nombre de Aiwass.

El ocultista con atuendos orientales

El ocultista con atuendos orientales

Durante tres días seguidos (8, 9 y 10 de abril) el ente se quedó al lado de Crowley y le dictó un capítulo diario hasta completar una obra entera: El Libro de la Ley, que acabó por ser el libro sagrado de Thelema y que, en el futuro, compondría su nueva religión. Dejó el texto acabado, olvidándose de él hasta 1909, fecha en que lo recuperó y encaminó su magia a establecer la ley de Thelema.

De hecho, a lo largo de la historia, han sido muchos los autores que han utilizado entidades sobrenaturales como fuente de información. Un ejemplo fue la la novelista española Amalia Domingo Soler, que decía entrar en trance. Otros lo conseguían por invocación mediante la ouija, como ocurrió con una partitura de Mozart o la novela supuestamente dictada por el fantasma de Mark Twain, transcrita por Emily Grant Hutching en distintas sesiones de espiritismo y que acabó con una demanda de las hijas del escritor para reclamar los derechos de autor.

Portada del flamante El libro de la ley editado por La Felguera.

Portada del flamante El libro de la ley editado por La Felguera.

En cambio, dicen que Santa Juana de Arco escribió sus memorias post mortem sin necesidad de intermediario alguno. Memorias que fueron publicadas en Francia y que llegaron a Barcelona en 1861 gracias a Maurice Lachâtre, un editor francés propietario de una tienda de bisutería en cuyo interior se ocultaba la mayor librería espiritista de la ciudad. Lástima que el arzobispo Antoni Palau la descubrió y ordenó quemar todos libros en un gran auto de fe, acto que despertó la curiosidad de la ciudadanía y que llevó a la celebración del Primer Congreso Internacional de Espiritismo en 1888.

La publicación por La Felguera de este libro enigmático que anunciaba la llegada de una era, el Nuevo Eón de Horus, es una edición facsímil limitada de 777 ejemplares, autorizada y supervisada por la Ordo Templis Orientis (OTO), que Crowley presidió. La obra ha sido traducida por Javier Calvo cumpliendo con el deseo del autor de que el libro se tradujera a todos los idiomas. Concretamente, el tercer y último capítulo, donde especificaba que “este libro deberá traducirse a todas las lenguas, pero siempre con el original de puño y letra de la Bestia”. Por eso, siguiendo las instrucciones casi al pie de la letra, se halla reproducido en su interior el manuscrito original. Esto no se respetó con la edición de Valdemar cuando, en el año 2001, fue publicado en el recopilatorio Aleister Crowley El continente perdido y otros ensayos.

En cuanto al libro, ya en el primer capítulo, Aiwass revela lo que será la base de toda la doctrina de Crowley: “Haz lo que quieras será la única ley”. Luego insiste: “tú o tengas más derecho que hacer tu voluntad”. Y,  por si aún hay dudas al respecto, ordena: “hazla y nadie te dirá nada”. Una verdadera declaración de intenciones que Crowley cumplió mientras vivió. El Libro de la Ley no fue su único texto revelado sino que hubo más, como El continente perdido (1913) sobre la vieja leyenda ocultista de la Atlántida.

Portada original de El libro de la ley

Portada original de El Libro de la Ley

Un viaje pendiente y una presencia demoníaca

Tras abandonar el Amanecer Dorado y fundar una nueva Orden, la Astrum Argentum, Crowley se vino a España con su fiel amigo Victor Neuburg. Corría el año 1908 cuando, finalmente, podría conocer el país. Tiempo atrás, en sus años de universitario, ya lo había intentado enrolándose en el ejército carlista cuando los partidarios del pretendiente a la Corona se presentaron en Cambridge a reclutar jóvenes para sus filas, pero el barco en el que viajaba, cargado de armas y munición, fue detenido y no llegó a su destino.

En esta nueva oportunidad, los viajantes realizaron el camino a pie: Pamplona, Logroño, Soria, Burgo de Osma, Aranda de Duero y Madrid, donde se prendó de Las Meninas. Lo declaró “el mejor cuadro del mundo”. El recorrido por España acabó en Granada y, de ahí, al norte de África. Reivindicó el desierto, de este modo, como un método de aniquilación del yo, según afirma en The soul of the desert (1914), en una argumentación que no es muy distinta a la realizada por Lawrence de Arabia en su seminal Los Siete Pilares de la Sabiduría (1922).

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Aleister Crowley en su expedición a los Himalayas, 1902

En esas zonas desoladas de Argelia para los extranjeros “el vicio contranatura era parte del mundo árabe”, según reconstruyen Henkin Boglan yMartin P. Starr en su libro sobre el esoterismo occidental. Allí, Aleister, realizó un ritual en una montaña que incluía sexo y una invocación al demonio Choronzon a través de la sangre. Este monstruo espeluznante asustó al mismísimo Crowley y atacó a Neuburg tras adoptar la forma de un hombre desnudo y romper el círculo mágico en cuyo interior ambos se protegían.

Llegó incluso a realizar coprofagia, la cual practicaba con la ocultista estadounidense Leah Hirsig en una congregación telemita de Cefalú (Sicilia). En esa comuna, dedicada al Dios Ra, fue acusado de la muerte de uno de sus miembros (el joven oxoniense Raoul Loveday) y acabaron todos expulsados por Mussolini en abril de 1923. El suceso fue consecuencia de las exageraciones de la pareja de Loveday, Betty May, que magnificó con profusión las orgías de esta comunidad en la prensa italiana, según explica Richard Kaczynski en Perdurabo: The Life of Aleister Crowley (2003).

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Leila Waddell, musa de Crowley, tocando el violín

Nuestro místico acabará esta década como improvisado empresario teatral en Londres, con un septeto de violinistas cuyo nombre artístico era Las andrajosas chicas del Ragtime y que Crowley veía de este modo, según cita John Symonds“Todas ellas necesitaban protección. Leila Waddell era la única que tenía la cabeza sobre los hombros. De las otras seis, tres eran dipsomaniacas, cuatro ninfómanas, dos gazmoñas histéricas, y todas estaban firmemente convencidas de que fuera de Inglaterra todos eran ladrones, violadores y asesinos”.

La guerra mundial le cogerá en los Estados Unidos, donde superó una flebitis y sobrevivió escribiendo artículos para Vanity Fair. Su desenfreno sexual fue acompañado de su entrada en política apoyando tanto a la independencia irlandesa como al bando alemán en la gran guerra. Esto incluso le llevó a trabajar para los servicios secretos del káiser Guillermo II al que, según parece, le aconsejó hundir el Lusitania (génesis de la entrada de los Estados Unidos de América en la guerra contra los Imperios Centrales). Tantos excesos lo convirtieron en una celebridad en este país, donde tuvo decenas de seguidores que le pagaban vicios y rituales. Volverá a Londres en 1920.

El mago en su madurez

El mago en su madurez

Los últimos años del mago

El conflicto de 1914-1918 destruyó la Europa bohemia y en estos difíciles años de posguerra ya no había lugar para personajes aparatosos, propios del espíritu de Wilde, en un marco de contracción económica y ascenso del fascismo. Sus citadas Confesiones, que saldrán para 1929, empiezan a redactarse en este tiempo: un texto redentorio, una especie de Barbazul de la modernidad explicando sus pecados, esencial para entender su mitología posterior. Su orden siguió contando con más y más adeptos, pero tuvo una escisión alemana capitaneada por Heinrich Tränker: una lucha de magos que debilitó el culto.

Heroinómano perdido, con mala salud, huyó de nuevo a París, cambiando de amantes. Al poco tiempo, fue deportado de Francia por las autoridades que desconfiaban de su reputación de satánico, sodomita y drogadicto. En Londres recuperó su trayectoria como escritor, con Moonchild y The Stratagem (1929), aunque problemas editoriales evitaron cualquier proyección de su obra.

La vanguardista portada de la primera edición de Moonchild, pugna entre luz y el caos con el marco del anticristo, para 1929

La vanguardista portada de la primera edición de Moonchild, pugna entre luz y el caos con el marco del anticristo en 1929

Fue en este tiempo cuando conoció a Pessoa, con quien fingió su citado suicidio y vivió una época fascinante en el Berlín de entreguerras y su desenfreno sexual. Para Tobias Churton las aventuras de Crowley en la capital de Weimar darían para “veinte novelas”. Este autor, incluso, ha publicado un libro sobre esta estancia limitada en el tiempo titulado Aleister Crowley: The Beast in Berlin donde reconstruye sus nexos con la escena cultural extrema de esta ciudad futurista donde dominaban las vanguardias. Una ciudad que compara con una “bestia” y que, sin duda, era la capital del futuro antes de la venida del III Reich. Un periodista alemán, cita Churton, lo definía como un cruce entre “Karl May y Schopenhauer”.

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Martha Küntzel, una de las seguidoras de la bestia en Alemania, llegó a interesarse por convertir a Hitler al culto telemita. No pudo ser porque el Führer, en ese tiempo, ya se hallaba persiguiendo la magia y el esoterismo en la Germania. Como consecuencia, su secta fue prohibida por los nazis. Esto le llevó a ofrecerse a los servicios secretos británicos, donde tampoco le tomaron en serio. Con juicios por derechos y cada vez menos miembros en su orden, Crowley llegó a sobrevivir vendiendo píldoras del “elixir de larga vida”, que no eran otra cosa que pastillas fabricadas con su esperma. Murió en 1947, de bronquitis, a los 72 años.

En su funeral se leyeron partes de sus clásicos, y la prensa llegó a tomar estos textos telemitas y el propio culto como una misa negra. Si bien sus cenizas están enterradas en Hampton, New Jersey, es probable que siga vivo como parte del todo. Así lo dice en su Himno a Pan de 1913:

“¡Soy tu compañero! ¡Soy tu hombre!
Cabra del rebaño, yo soy oro, yo soy dios,
Carne para tu hueso, y flor para tu vara.
Con pezuñas de acero, cabalgo por las rocas
Del Solsticio duro a Equinocio
Y balbuceo; y violo y desgarro y corro
Eterno, mundo sin fin”

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