David Sánchez es uno de esos autores cuyo estilo puedes reconocer a kilómetros, un prolífico ilustrador que, siempre que siente el impulso, se entrega al cómic y demuestra por qué es uno de los mejores dibujantes de la novela gráfica española.
David Sánchez (Madrid, 1977) llamó la atención de mucha gente con su primera y ya lejana obra, Tú me has matado, con la que logró ganar el Premio al Autor Revelación del Salón del Cómic de Barcelona en 2010. Desde entonces, no ha dejado de crecer como autor. Sus historias escapan de lo racional y lo convencional y se sumergen en lo abstracto y lo trascendente. Aprovechando la publicación de En otro lugar, un poco más tarde, hablamos con él para profundizar en todo ello y descubrir a un dibujante que ama los tebeos por encima de cualquier otro medio.
GERARDO VILCHES (GV): Voy a intentar no emplear la palabra “significado” en esta entrevista, porque sé que no te gusta explicar los de tus obras, que no funcionan así.
DAVID SÁNCHEZ (DS): Claro, yo no hago la historia pensando en que tú averigües un significado oculto que yo sí sé y tú no. No es así. Si no, te lo diría, pero no trabajo así. Lo interesante es que eres tú el que das significado a lo que lees. Es lo mismo que sucede con la realidad: sin mente, ¿qué es la realidad? Hay mundo, pero no tiene significado. Es nuestra mente la que se lo da. Sin ella, es solo un conjunto de átomos.
GV: “Si cae un árbol en medio del bosque y nadie lo oye…”
DS: ¿Cae o no cae? Eso es. Como la realidad es tan subjetiva, los significados también los son.
GV: Yo no leo tus cómics intentando resolver el enigma o entender qué está pasando, ni busco metáforas… Pero sí creo que en este está aún más presente que en los anteriores la influencia de la psicodelia y la experiencia con drogas psicotrópicas. Sin embargo, a mí, que no he probado una aspirina en la vida, el cómic me “toca”, me está hablando al inconsciente, sin necesidad de compartir esas experiencias que tú tienes.
DS: Claro, eso es lo guay: hablar a un nivel inconsciente. A mí me inspiran estas experiencias, pero yo no tengo la intención de transmitirte lo que se siente en un viaje psicodélico, es ridículo.
GV: Hay que experimentarlo.
DS: Claro, lo valioso es la experiencia. Pero me gusta que leer el cómic también sea una experiencia. En realidad, en este cómic está muy claro lo que pasa. Otra cosa es lo que va por debajo, eso es más importante que la historia, y cada lector sacará cosas distintas.

GV: A partir de Un millón de años (2017) te has ido despojando cada vez más del texto. En tu nueva obra solo hay un par de cartuchos y un par de diálogos en un idioma inventado. ¿Es porque te sientes más cómodo explicando conceptos abstractos a través del dibujo, o hay otro motivo?
DS: Sí: desde Un millón de años me siento mucho más libre y cómodo haciendo cómics. En este libro, ¿para qué va a haber diálogos, si los personajes son prehistóricos? Tienen un lenguaje inventado, para que desde el principio sepas de qué va la movida, que no intentes entender algo que no te voy a explicar. Poner las cartas sobre la mesa [risas].
GV: ¿También para marcar que este no es nuestro mundo?
DS: Sí que lo es, ¿eh? Yo creo que lo es. Pero, al final, da igual. Qué más da. Pero las cosas de las que hablo son de este mundo.
GV: Al final, estás hablando de arquetipos universales: de Dios, o de una cierta idea de la divinidad, y de cómo nos afecta. Pero en En otro lugar, un poco más tarde me da la sensación de que te sueltas mucho el pelo con los experimentos gráficos, haces cosas que no has hecho nunca… ¿Estás menos encorsetado?
DS: Sí: como te decía, me siento mucho más libre. En estos años he aprendido un montón de cosas. A ver, parece que soy un buen dibujante, pero, en realidad, estoy aprendiendo ahora a dibujar. Lo que me he currado mucho es lo que se ve, para engañaros y poder trabajar [risas]. Yo nunca he ido a una escuela, he aprendido a mi manera, cometiendo errores durante años. Y en un momento dado te das cuenta de que eres un profesional, y que además haces cómics, tienes que dibujar muchísimo y tienes unos problemas enormes para cosas como mover a los personajes, por ejemplo. Pero, como estamos en el siglo XXI, y el que no aprende es porque no quiere… Es flipante lo que puedes llegar a aprender en Youtube. Hay unos coreanos que suben unos vídeos en plan curso, una gente que les ves dibujar y piensas: “¡Dios, os odio!” [risas]. Son desmoralizantes. Este año he aprendido muchas cosas básicas, de las que deberías aprender cuando empiezas. Y siento que dibujo mejor, que tengo muchas más posibilidades a la hora de narrar. Hay tantas cosas a las que enfrentarte cuando haces un cómic y no sabes cómo, aunque hayas estado toda la vida leyéndolos…

GV: Sí, hasta que no te pones no debes de ser consciente…
DS: Sí, parece fácil hasta que empiezas. Una de las cosas que yo decidí al principio es que todas las viñetas iban a ser iguales, que no iba a complicarme con eso, y me iba a centrar en otras cosas que me parecían más importantes. Pero, desde hace unos años, empecé a leer muchísimo manga. Conocí el cómic japonés, que antes no me molaba, porque pensaba que era todo en plan Los caballeros del zodiaco, y ahora, aunque sigo leyendo todo lo que me mola, las obras de mis autores favoritos, leo mucho manga. Para mí es un campo a descubrir.
GV: ¿Y qué autores te están molando?
DS: Me gusta muchísimo Junji Ito, Otomo me gusta mucho cómo dibuja… Y Minetarô Mochizuki, autor de Chiisakobe. Me flipa. Recuerdo que cuando se publicó, Pablo Ríos comentó en Twitter que se parecía a mi trabajo. Y tiene un punto a mi estilo, sí. Es buenísimo, me encanta cómo dibuja. Y los planos que elige… Es un cómic contado por pies, por culos, planos que no elegiría nadie. Me ha influido mucho el manga, y cómo distribuyen las viñetas de un modo diferente, supongo que porque ellos escriben hacia abajo. Tienen algo que me dejo loco, “la ley de la T”. En un cómic europeo o americano, las calles se cruzan. Sin embargo, en el manga siempre es una T.
GV: Las parrillas de viñetas nunca son regulares.
DS: Nunca hay una cruz. Y eso te da la posibilidad de dirigir la lectura de una manera flipante. Por ejemplo, en cierta página de mi cómic, tú lees las viñetas de arriba abajo en dos columnas porque te lo digo yo [risas]. Y es porque no hay cruces. Si las hubiera, leerías de izquierda a derecha en lugar de de arriba abajo. En este año he avanzado un montón con este tipo de cosas. Y venía de una época en la que había estado muy atascado con mierdas, con cosas técnicas… Lo que hacía me gustaba mientras lo hacía, pero luego, cuando lo exportaba y lo veía, no me convencía, no sabía qué pasaba. No paraba de cambiar pinceles, de volverme loco. Pero siempre hay épocas de estancamientos, épocas de avance, épocas de desarrollar ese avance… Luego te estancas otra vez, vuelves a aprender… Y yo acabo de pasar por una fase de avanzar mucho, o así lo veo yo.

GV: ¿Crees que eso te afecta a la manera de plantear las historias?
DS: Hombre, cuantas más herramientas tienes, más libre eres y más posibilidades tienes de contar cosas más complicadas. O que ni siquiera se te ocurrían. Para mí, todo va junto, tanto el nivel que tengas como las herramientas que uses. Todo eso crea la historia.
GV: Sobre todo en un caso como el tuyo, que no haces un guion previo ni planificas demasiado, por lo que necesitas que sea todo muy fluido… Supongo que, en ese momento, ya no racionalizas, sino que tienes interiorizado todo lo que has aprendido, y lo vuelcas.
DS: Sí, siempre lo he hecho así. Hay veces, si la historia es más corta, que sí la puedo tener más acabada en la cabeza, saber lo que va a pasar. Pero en este nuevo libro no lo sabía. Tenía ideas, y las iba siguiendo, improvisando mucho.
GV: Has aprovechado algunas ideas y páginas previas que tenías, ¿verdad?
DS: Sí. Yo en cada cómic tiro treinta páginas a la basura… Te hablo de páginas acabadas, con tinta y color. Si no, hubiera salido este cómic un año antes. Pero por cosas técnicas no me convencían. El pincel que había usado ya no me gustaba, no sabía entonces qué hacer… La historia me estaba llevando a un sitio que no terminaba de interesarme, además. Así que decidí empezar otro. Pero había muchas cosas que podía usar, porque los personajes eran prácticamente los mismos, había una pareja de homínidos y otra de hombres serpientes. Pero, en la primera versión, los homínidos eran buenos y los serpientes eran dos hombres que los atacaban. El final del tebeo pasaba mucho antes y daba pie a una historia demasiado larga, y que me interesaba menos.

GV: Observando toda tu trayectoria, se ve algo curioso. En Tú me has matado (Astiberri, 2010) planteas una ambientación típica del medio oeste de EE. UU. En No cambies nunca (Astiberri, 2012) te vas a un rollo asiático, como de los años cincuenta. Después te has ido a escenarios deslocalizados, donde el lector ya no tiene apenas nada a lo que aferrarse. ¿Este ir más allá en cuanto a despojarte de referentes es consciente por tu parte, forma parte de una búsqueda?
DS: Sí, claro. A mí lo que me pasa es que empiezo a hacer cómics muy mayor: cuando publico Tú me has matado ya tenía treinta años. Pero desde niño había decidido que quería ser dibujante de cómics. Estas cosas que eliges cuando eres pequeño [risas]. Pero yo no era un escritor, no tenía cosas que contar, no estudié… Mis estudios son la EGB, yo iba a ser vagabundo, ese era el plan…
GV: O dibujante de cómics o vagabundo [risas].
DS: Esa era mi vocación [risas]. Mis esfuerzos durante todos mis años jóvenes estaban puestos en ganar pasta dibujando, porque si no mi futuro era muy crudo. Y una vez conseguí eso, cuando ya llevaba unos años ganando pasta con mis dibujos, decidí que tenía que intentar hacer cómics. Lo había probado mil veces, pero entonces me lo planteé muy en serio. Quise hacer algo que tuviera un mínimo de sesenta páginas, una historia. Al principio, yo estaba buscando mi movida, pero eso es algo muy difícil, y recurres a influencias de fuera. Cuando hice La muerte en los ojos (2012), mi tercer cómic, ya me había dado cuenta de que no quería ese tipo de referencias en mi trabajo. No quería que las cosas sucediesen en EE. UU., ni que pareciesen las películas de los sesenta que me gustan a mí, ni que pareciese cine coreano… Pero no encontraba el tono. Por eso pensé en hacer uno que pareciera que transcurría en España, La muerte en los ojos. ¡Pero tampoco! Hay que eliminar eso. Pero no sabía cómo, porque la historia que estás contando en algún sitio tiene que suceder. Las treinta páginas de rigor que tiré cuando estaba haciendo Un millón de años las colgué en mis redes sociales, ¿las leíste?
GV: Sí, me acuerdo.
DS: Pues fue con ellas cuando me di cuenta de que yo quería hacer algo que sucediera en ninguna parte, y eliminar ese tipo de referencias. Ahí me vino la historia de Un millón de años, y fue cuando me di cuenta de que había encontrado algo que era mío, que no es una influencia. Es mi mundo, mi universo. Y con este nuevo cómic, a toro pasado, racionalizando, creo que por fin he aprendido a hablar de cosas abstractas de una manera abstracta. Ahora sé cómo sacar lo que yo quiero. Y estoy muy contento, y con muchas ganas de seguir desarrollando esto.

GV: ¿Y de ir más allá, incluso?
DS: Bueno, veremos. A mí me pasa que, como mis cómics son como son, cuando me entrevistan acabamos hablando de las cosas que me inspiran, de la psicodelia… Pero, en realidad, yo no tengo un gran mensaje que darle al mundo. No tengo ninguno. Esto que hago me lo quedaría para mí. ¡La verdadera razón por la que hago cómics son los propios cómics! Me interesan sus mecánicas, aprender a hacerlo cada vez mejor…
GV: Y hablas de estos temas porque son los que vives…
DS: Claro. Joe Matt cuenta su vida, y yo cuento la mía. ¡Lo que pasa es que mi vida es muy psicodélica! [risas]. Cuento las cosas que me inquietan a mí, como todos, pero no es que sea mi misión contar esto al mundo, y para ello haya escogido el cómic. Yo me lo quedaría para mí, no necesito contar nada a nadie. Mi motivación es hacer cómics. Lo disfruto cada vez más, porque cada vez soy más libre, me cuesta menos… Es un medio acojonante. Ahora que he vuelto a dibujar a lápiz en una libreta, me doy cuenta. Solo necesito un puto lápiz y un papel, y si me los quitan, me apaño con un palo y arena para ser feliz. Con algo tan básico puedes llegar al corazón de las personas de una manera mucho más primitiva que con la literatura o el cine.
DAVID SÁNCHEZ sigue revelándose como uno de nuestros autores de cómic más personales e imprescindibles. Hablamos de su última obra EN OTRO LUGAR, UN POCO MÁS TARDE y de su irresistible evolución.
GV: El ser humano empezó a contarse cosas con dibujos mucho antes que con palabras escritas…
DS: Sí. Y, además, el cine, aunque sea también contar historias con imágenes, complica mucho las cosas. De lo que necesitas para hacer una película a lo que necesitas para un cómic hay un mundo. Un buen cómic puede estar hecho a lápiz, sin más. Necesitas solo un lápiz, un papel, una goma y un sacapuntas. Y con eso puedes hacer algo acojonante, tan acojonante como una película, por lo menos para mí. Hay cómics que prefiero a millones de películas.
GV: Hay otra cosa que me llama la atención en lo que dices. Yo creo que el acto de dibujar tiene un punto inconsciente, como cuando estás hablando por teléfono y, mientras, dibujas sin pensar muy bien qué haces.
DS: Esa es la técnica que emplea la gente que se tatúa [risas]. No, sobre eso, yo he leído que dibujar pone tu cerebro en un estado muy parecido al que logras meditando.
GV: Sin embargo, al mismo tiempo, tú no tienes un estilo de dibujo especialmente espontáneo, hay una parte de mucha elaboración. En tu último cómic hay muchas páginas técnicamente muy elaboradas. ¿Cómo conjugas esto, echarle trabajo y lograr efectos nuevos, con el punto inconsciente?
DS: Es que no tiene que ver. El punto inconsciente no te sale al garabatear; a mí me llega cuando estoy trabajando, metido en la historia, dejando que hable, ver a qué sitios va. Mi método de trabajo no es espontáneo para nada, al contrario: es muy meticuloso. Yo soy detallista y me gusta que todo quede muy bonito. No es que un cómic tenga que serlo para ser bueno, pero a mí me gusta. Hay autores flipantes que no lo hacen, también.

GV: Eso hace que cuando dibujas alguna escena truculenta, aunque en En otro lugar, un poco más tarde no hay demasiadas…
DS: No, he querido huir un poco de esto…
GV: No hay mucha escatología.
DS: Ni mucha violencia.
GV: Pero este tipo de cosas, dibujadas por ti, creo que producen un efecto mucho más chocante.
DS: Es que eso es muy guay. La misión del dibujante es traer belleza al mundo. O, por lo menos, a mí me viene mucho ese pensamiento. Transformar algo horrible en bello, pasándolo por el filtro del dibujo, es algo que me interesa mucho. No de una forma premeditada: es algo de lo que me he dado cuenta haciéndolo, dibujando a un tío destripado y mostrar todos los detalles de su interior. Yo puedo dibujar eso y hacer que sea bonito, aunque sea desagradable o impactante.
GV: Me gustaría saber cuál es tu opinión actual sobre tus propias influencias, que es un tema siempre presente en el arte, y que a ti te ha perseguido especialmente. Con cómics un poco extraños, todos caemos en la tentación de buscar referentes. En tu caso fueron David Lynch, Charles Burns, Daniel Clowes… Pero yo hace años que, en realidad, no los veo en tu trabajo…
DS: ¡Esas son las influencias de mi primer cómic! [risas]. Ahora mismo ya tengo poco que ver. Al principio, te camuflas, buscas eso, pero ahora me siento mucho seguro. Si tú lees las reseñas de mi primer cómic, en todas mencionan esos nombres, que son, además, los que aparecen en la contraportada.

GV: Nos diste el trabajo hecho [risas].
DS: Pero si ves las reseñas de este nuevo libro, en muchas hablas de David Sánchez como el autor más inclasificable de España [risas]. ¿Qué ha pasado?
GV: Bueno, ha habido un proceso, claro. ¿Ha sido algo consciente, te has querido librar de eso?
DS: Sí, ha sido consciente. Ha sido un trabajo despojarme de todo esto, tanto en el aspecto gráfico como en el resto. De todas formas, también te digo que ya Tú me has matado es un trabajo personal, lo ves y sabes que es mío, no de Charles Burns.
GV: Sí, de hecho, cuando comparas el dibujo, no sé cómo lo haces, pero al mismo tiempo que uno ve que has mantenido un estilo uniforme…
DS: También ha evolucionado un montón.

GV: Muchísimo.
DS: Es curioso, sí, podría ser el mismo estilo, pero no es lo mismo. Ahí ves lo que había de influencia al principio y lo que era mío de verdad. Las influencias han ido cayendo por el camino porque yo cada vez soy mejor. Creo que, mirando mi vida de dibujante, como te decía antes, he pasado por muchas fases. Tú encuentras un hallazgo, que luego desarrollas durante una época maravillosa, super creativa. Luego te estancas. Yo he estado estancado muchos años. Pero si tú sigues queriendo aprender cosas, si sigues queriendo mejorar, si ves tu trabajo antiguo y te das cuenta de que ya no te vale, vuelve a pasar. Vuelves a tener otro hallazgo y puedes desarrollarlo. Hay gente que no hace eso, pero es la muerte de un artista. Si un hallazgo te da para toda tu carrera, mueres un poco. Si miras tu trabajo de hace diez años, y te parece tan bueno que cuando lo hiciste, lo que está pasando es que tu criterio artístico no ha cambiado, no ha madurado.
GV: Hemos estado hablando de historias abstractas; no sé si sigues la escena de cómics de abstracción pura, en fanzines de mucha gente que está ahora en ello… ¿Te ves haciendo algo así?
DS: No, no es mi rollo la abstracción porque sí. Pero me gusta, ¿eh? Por ejemplo, lo que he podido ver de Roberto Massó en esa línea me parece super interesante. Pero no es mi rollo.
GV: Por último, ¿estás ya trabajando en otro cómic?
DS: Sí, pero todavía no puedo contar gran cosa. Ya se verá.