De Conan a Hellboy: 14 sangrientas adaptaciones de cómic pulp y ultraviolento

El problemático estreno de Hellboy ha despertado el debate de las versiones censuradas y las limitaciones del cine comercial en cuanto a sexo y violencia. Solo una semana después llegó El hijo, ultraviolenta perversión del ideal de la historia clásica de Superman. Repasamos algunas audaces adaptaciones de tebeos que se mueven entre el pulp y el puro espectáculo basado en la degollina.

Sangre, muerte, palabrotas y sexo. Bueno, sexo el justo, pero tiros que revientan cabezas, espadas que decapitan y monstruos que devoran y despedazan a frágiles seres humanos hay de sobra en ciertos cómics que se saltan los códigos de la línea editorial más blanca para ofrecer otra clase de aventuras. De universos y texturas en rojo, que existen como balance, como muestra de control de lo que no deben ver o leer los chicos impresionables, y sobreviven principalmente para eso mismo, para causar impacto y manejar en esos términos un lenguaje propio en el que el humor negro, la brutalidad y lo que nos perturba es mostrado, casi siempre, con un tono lúdico y despreocupado. Los buenos tebeos para adultos son los tebeos que no deben leer los adolescentes y todos acaban leyendo, un poco a escondidas de sus padres y que crean esos primeros baños de realidad fuera de historias de tipos con mallas e incluso de los cómics que le gustan hasta la abuela.

La línea Vértigo de DC, Max en Marvel, la EC y la Warren, 2000 A.D., Cimoc, Zona 84, El víbora, son muestras de que la viñeta y la tinta eran un medio más extenso que las caricaturas y los héroes de moral recta. Muchas de estas líneas tremendas han conocido adaptaciones cinematográficas. No todas ellas se ajustan a la concepción de aventura pulp, y siempre hay un hueco para el terror más gráfico en el papel, por lo que esta selección tiene cierta brújula intuitiva en la que los títulos seleccionados se ajustan a los que viene a ser una versión tenebrosa y oscura de los tebeos infantiles de aventuras, héroes y villanos. O bien con cierto espíritu pulp, por lo que, aunque no estén faltas en sangre y muertos vivientes, no caben las adaptaciones de Cuentos de la cripta y otras publicaciones de terror puro. También he dejado de lado un gran puñado de adaptaciones de cómics más modernos para adultos como Wanted (2008), Kick-Ass (2010) o Kingsman: servivio secreto (2015). También he dejado de lado series de televisión como Preacher (2017-2020) por no salirnos de formato y otras como la tremenda Historia de Ricky (1991) por estar ya en un texto publicado en CANINO sobre adaptaciones de cómic al cine extrañas y marginales, y que podría servir de compañero a esta.

Mutronics (The Guyver, 1991)

Cuando veías la serie Bioman (1984) sin mucho acceso a otro tipo de ficción super sentai, la sensación que te dejaba era de absoluta fascinación, y daba igual que todos los episodios fueran exactamente iguales. Quizá podrías echar en falta que esos monstruos que aparecían fueran más creíbles y al hacerte más mayor podrías aspirar a una serie similar, pero adaptada al público adulto. No hay mucho de eso en Japón, pero puede que lo más parecido fuera Mutronics, un producto que se consumía en VHS y venía apadrinado por Brian Yuzna, el rey del mercado pringoso del videoclub de los noventa. De hecho, estaba codirigida por el maestro de efectos con el mejor nombre del mundo, Screaming Mad George. De ahí que algunos trajes de monstruo sean realmente impresionantes y esté plagado de prótesis reales, transformaciones al estilo Un Hombre Lobo americano en Londres (1981) —como la impresionante mutación en cucaracha del mismísimo Mark Hamill— y una moderada cantidad de sangre muy poco propia de una adaptación de manga de aquella época. Aunque no sea la joya que recordábamos algunos al verla de nuevo, es una rareza bizarra inédita, hay muchas secuencias de lucha divertidas y cameos de iconos como Linnea Quigley y Jeffrey Combs.

Dr. Rictus (1992)

https://www.youtube.com/watch?v=-tQiGr2MLE4

Conocida en todas partes como Dr. Giggles (Doctor Risitas), esta locura noventera adaptaba un tebeo de Dark Horse de seis números que narra las aventuras de un asesino esquizofrénico que, tras escapar del hospital psiquiátrico, vuelve a su ciudad en busca de venganza. Hasta aquí, nada diferente a lo que podría ser un slasher que copia a La noche de Halloween (1978) cualquiera. Sin embargo, la película del poco prolífico Manny Coto no hace ascos al medio que adapta, presentando la historia de una forma no tan común en el cine de terror de fin de siglo. Aquí, el asesino es un mad doctor que acaba convirtiéndose en absoluto protagonista y el entretenimiento se basa, principalmente, en verle hacer sus fechorías—asesinatos loquísimos— con un tono absolutamente lunático, pulp y divertido, ejemplarizado en el gelatinoso flashback a su infancia, cuando siendo un niño tuvo que esconderse dentro del cuerpo de una persona. Curiosamente está protagonizada por Larry Drake, que había hecho de villano en la gran Darkman (1990) dos años antes, de la que Dr. Rictus parece una especie de spin -ff. No habría sorprendido ver al héroe de Liam Neeson aparecer en el último plano, revelando que esta era, en realidad, la historia de su próximo villano a batir, al estilo de Múltiple (2016). Ese es el tono, aunque ésta gasta unas muertes tan delirantes que cualquiera diría que es obra de la pandilla de Brian Yuzna y los suyos.

Blade (1998)

De cuando en cuando hay que recordar que Marvel empezó a funcionar en el cine gracias a esta adaptación de un personaje secundario de los tebeos de La tumba de Drácula (1972-1979), un cazador de vampiros que responde al perfil de variaciones de acción de Van Helsing post-Hammer cuya aparición en viñetas se adelantó unos meses a la película de la casa británica que se enganchaba al concepto: la tremenda Capitán Kronos, cazador de vampiros (1973). Sin embargo, era aquella película la que le añadía al cazavampiros una katana japonesa, algo que el personaje de Marvel haría luego su seña. En la película de Wesley Snipes el personaje se acerca más al modelo americano de héroe de artes marciales y se implementa su diatriba híbrida, parte humano, parte vampiro. Curiosamente ese conflicto se asemeja al de Hellboy, con lo que el pase de Guillermo del Toro por ambas franquicias tiene sentido. Eso sí, en el universo Blade hay mucha más sangre, vampiros deshaciéndose al amanecer, acción descerebrada y monstruosidades aberrantes que el primer díptico de la criatura de Mike Mignola, por lo que esta entra de lleno en la categoría de blockbuster violento y para adultos en el que encaja la versión de Neil Marshall.

Ichi the Killer (2001)

Basada en el manga de Hideo Yamamoto del mismo nombre, la obra más excesiva del director Takashi Miike  —y eso es decir mucho— presentaba a Tadanobu Asano como Ichi, básicamente un loco psicópata que es enviado para asesinar a miembros de la yakuza durante una clásica guerra de bandas. Una fantasía absurda, ultraviolenta y casi surrealista que toma la transgresión como punto de partida y acaba mostrando a personajes adictos al SM, otros a la muerte y al dolor ajeno en un sádico cóctel de hemoglobina, botas con suela de cuchilla, lenguas cortadas, niños decapitados y una colección de muertes extremas de ver para creer. Cuando se presentó en el Festival Internacional de Cine de Toronto, se repartieron bolsas de plástico en la proyección de medianoche como gimmick a lo William Castle en clave escatológica. No llegó el vómito al río, pero sí que acabó causando bastante controversia y fue prohibida en países como Noruega, Malasia y Alemania por su violencia y gore. Lógicamente, como resultado ha ido adquiriendo una categoría de culto.   

Constantine (2005)

No es el baño de sangre de las adaptaciones en nómina de esta selección, pero sí una película basada en una colección de cómics de Vértigo (DC) que acabó resultando no recomendada para menores. Su director, Francis Lawrence, hizo lo posible por engañar a la MPAA siguiendo algunas reglas del PG-13 pero recibió la calificación igualmente, porque es oscura, violenta y tiene escenas y momentos de intensidad propia del cine satánico más tenebroso. Como versión de Hellblazer (1988-2013) para el cine es un desastre pero como fantasía satánica heredera de El corazón del ángel (1987), aligerada con algo de series de cazadores de monstruos como la misma Buffy, cazavampiros (1997-2003), funciona y crece con el tiempo. En su momento se masacró por no encajar Keanu Reeves como John Constantine, y razón no faltaba. Pero ahora que el actor ha recuperado la popularidad gracias a películas como John Wick, resulta un ejercicio interesante pensar en esta Constantine como una secuela sobrenatural del asesino en busca de venganza, cuya deuda ya no es con una organización criminal sino con el mismísimo infierno, teniéndose que ver las caras con Lucifer —Peter Stormare, uno de sus antagonistas principales como John Wick— y demonios de pistolones con forma de cruz que no desentonarían en el arsenal del Baba Yaga.

Sin City (2005)

Cualquier tebeo de Frank Miller debería encajar en esta selección, y aunque 300 (2006) tenga mucha más sangre —tan digital que envejece a ritmos acelerados—, el experimento de crear todos los escenarios de forma digital funcionaba mejor en esta traslación textual de las viñetas de la gran serie noir del cómic americano. Mientras que Zack Snyder perdía las posibilidades del hermoso contraste de colores de la novela gráfica para inundar de ocres a su grupo de teatro de vigoréxicos, dentro de la misma nave con pantalla verde, Robert Rodríguez hacía de la carencia virtud, y lograba que el vacío y los negros sirvieran de herramienta de puesta en escena, convirtiendo su adaptación en un elocuente trampolín para el suspense, la fascinación absoluta por la violencia y el fetichismo por la sangre, blanca fluorescente, roja o amarilla. Con sus terribles asesinos en serie y cabezas cercenadas parlantes, como representante de la fiebre de las adaptaciones de cómic para adultos de los 2000, es más exitosa que la citada 300 o la también muy literal Watchmen (2009).

Punisher 2: Zona de guerra (2008)

El personaje de Marvel que llevó la figura del vigilante a sus más altas cotas estéticas aún no ha conocido adaptaciones a la altura de su mejor etapa, el tramo de la colección guionizado por Garth Ennis. Pero entre todas hay algunos ejemplos dignos —la de Thomas Jane funciona, la de los ochenta es divertida— y otros aburridos que parece que no entienden nada del personaje, como las soporíferas dos temporadas de Netflix. Si hubiera que quedarse con una, tendría que ser este producto Lionsgate, reina de este tipo de producciones medianas que adaptan con el compromiso con la violencia primero y el presupuesto después. La consecuencia es que sus productos se hacen muy difíciles de estrenar en el cine y quedan en tierra de nadie con facturas que están muy por encima de los productos para el mercado de vídeo. Son películas salvajes, hemoglobínicas, amorales y divertidísimas como esta fantasía cafre en la que lo menos que nos ofrece es ver a Frank Castle jugando a tiro al plato con un bazooka y un traficante de menudeo en vez de vajilla. Pura magia para ver una y otra vez.

Solomon Kane (2009)

El gran problema de esta adaptación de los relatos de Robert E. Howard sobre un personaje fascinante que caza demonios y monstruos en el medio rural británico es que no adapta los textos sino que se limita a adoptar cierto espíritu y pasado del personaje y lo lleva a una historia de redención a lo Robert De Niro en La misión (1986), pero luchando contra seres diabólicos. Nada que objetar, por otra parte, a una película que sabe captar el tono pulp de los textos y se adapta como un guante a la necesidad de plasmar un escenario sucio, oscuro y oscurantista, lleno de superstición y brutalidad, en medio de un sustrato puritano, en el que las brujas se persiguen porque existen y en el que en un granero abandonado puedes ser engullido por extrañas criaturas de las tinieblas. Sin ser una apuesta puramente splatter, sí deja detalles de la brutalidad necesaria para describir una historia que muestra la historia como si la era Hiboria hubiera transcurrido realmente. El final no está a la altura de su propuesta, pero sigue siendo una rareza como cine de aventuras de horror británico acoplada a las exigencias del cine comercial post El señor de los anillos (2001-2003), dejando un mensaje claro acerca de cómo se debe plantear un relato de espada, trabuco y brujería.

El sicario de Dios (2011)

Esta adaptación del manga Priest (1998-2007) no aprovechó para trasladar el imaginario de sus páginas al cine, pero como versión de terror de Centauros del desierto (1956), en la que en vez de comanches hay una especie de vampiros monstruosos que se organizan en nidos y colmenas como termitas, resulta una espectacular mezcla de distopía steampunk con apuntes de gótico Hammer —no deja de ser una especie de versión high tech de una orden sacerdotal de monjes ninja a lo Kronos/Solomon Kane—  con western postapocalíptico. El formato de blockbuster de acción para adultos en menos de noventa minutos resta posibilidades, pero el resultado final es tan poco común que merece rescatarse en su versión uncut como un divertimento oscuro, bastante sangriento —el gran prólogo animado es un cómic gore en toda regla— y una perspectiva pictórica en algunos de los planos generales que construyen un universo del que no habría estado mal ver una serie.

Conan, el bárbaro (2011)

Conan es la creación más célebre de Robert E. Howard y entre sus distintas adaptaciones, esta no es, claramente, la mejor. La película de John Millius de 1982 tenía todos los elementos que la harían entrar en esta lista, y bajo cualquier tipo de prisma es una mejor y más brutal película, pero pese a todo, la elección de esa nueva versión para esta lista tiene más que ver por encajar en el conjunto de blockbusters actuales que se atreven a cruzar algunas barreras. Como vamos conectando, la mayoría vienen bajo el amparo de Lionsgate, la productora suicida que se dejó 90 millones en esta aventura, donde la sangre brota en explosiones y salen, oh, mujeres desnudas, para acabar recaudando 48. Por ello, resulta casi sintomático que el nuevo esfuerzo de la misma, Hellboy vaya contando pérdidas similares a su presupuesto en otro intento frustrado de llevar a los multicines un tebeo mítico con imágenes de impacto sin incluir ninguna línea de diálogo tan cursi como “te quiero tres mil”. Este Conan es Conan, para los que les gustara o no, y aunque hay cosas que no acaben de brillar, como la puesta en escena de Marcus Nispel, hace muchas cosas bien. Para empezar, captura un tono de las historietas a color del bárbaro que acentuaban la aventura, su condición de pirata, la agilidad e inteligencia del verdadero personaje de una manera que la versión de Arnold Schwarzenegger no mostraba. Puede que si la popularidad de Juego de Tronos (2011-2019) en aquel momento hubiera sido la que es ahora, se habría aceptado de otra manera a Jason Momoa como el cimmerio. Un cachas que también es guapo, cómplice, marrullero y canallita, todo lo que quiere incluir en su papel del fatídico blockbuster poligonero Aquaman (2018), solo que aquí le acompaña la aspereza del mundo en el que se mueve, la lógica bárbara en la producción y el gañanismo de Nispel detrás de la cámara. Otro ejemplo de apuesta por sangre y acción de gran presupuesto de los que cada vez es más difícil encontrar.

Dredd (2012)

Muy poco habitual producción para grandes salas que presionó los límites de la calificación R de Estados Unidos con un baño de sangre que trataba de adecuarse a la intransferible naturaleza violenta del cómic de John Wagner y Carlos Ezquerra. Pasando de la blandita versión de los noventa, aquí no se andaban con bobadas y bien se mostraba una cara destrozada por bala en slow motion, bien la carne machacada de la mano de un hombre salpicaba al resto de personajes. La rotundidad del gore de Dredd no es tanto la salpicadura como la actitud hacia la violencia de los personajes en el cumplimiento del deber. Karl Urban no se quita el casco ni una vez y la relación con su pupila psíquica se reduce a un tibio intercambio de pareceres y una supervisión recta, sin gilipolleces o insinuaciones románticas. Áspera como un estropajo, la han comparado con The Raid (2011), por la situación similar de un edificio controlado por mafias, pero además de dar más peso a la situación distópica, el entramado fantástico de ciencia-ficción y ser menos excusa de exhibición de artes marciales, yo le veo más parecidos tonales y espirituales con la Robocop 2 (1990) de Frank Miller, cambiando a Cain y su culto del narcótico nuke por la Ma-Ma de Lena Headley y su variante slo-mo del crack.

Logan (2017)

https://www.youtube.com/watch?v=riPNhHj7drs

El tercer ejemplo Marvel que rompe sus propias reglas de contención estaría en el espectro de 20th Century Fox, que es más abierta a incluir aspectos de impacto en sus blockbusters. Probablemente, el caso de Deadpool (2016) fuera clave para la apertura de éste y otro estudio, pero mientras aquella y su secuela se apoyaban en el contrapunto de humor, metacine y lógica de dibujo animado inofensivo, Logan mostraba al mutante de X-Men como no lo habíamos visto nunca en el cine. Técnicamente, Deadpool forma parte del universo de Lobezno, sería una especie de spin off de la nefasta X-Men Orígenes: Lobezno (2009), por lo que la mejor representante de ese mundo es la tercera aventura del lote. Un neowestern en el que la violencia es prácticamente parte de su gramática; según el director James Mangold, “La brutalidad también ayuda a sentir el peso y la pérdida en las consecuencias de la violencia, a tratar temas adultos como la enfermedad de Xavier y la naturaleza salvaje de Logan y la niña”. El resultado es un rara avis que sorprendió a propios y a extraños con su concepción desoladora en todos los sentidos, en la que no se dudaba en mostrar a un grupo de niños mutantes usando sus poderes sin piedad contra sus torturadores.

Hellboy (2019)

En su versión sin cortes, Hellboy es un exabrupto de sangre y monstruos de proporciones épicas. Concebido junto al propio Mike Mignola como asesor, el concepto cuasiantológico de la película fue entendido por la crítica como un desbarajuste narrativo, cuando en realidad es un calculado juego de matrioskas de relatos dentro del relato en el que la voluntad de adaptar el mayor número de historias de Hellboy en un solo largometraje tiene una línea argumental como MacGuffin, exactamente igual que los habituales tomos recopilatorios que suelen abundar en el profuso universo de viñetas del chico demonio. El espíritu weird fiction del universo AIDP se fusiona con la mirada bárbara del director Neil Marshall y su firme voluntad de crear una película de aventuras de terror en la que quepan monstruos, seres infernales que despedazan con todo lujo de detalle a los peatones de Londres, mitología europea sin adulterar y estética de portada de Manowar o Cannibal Corpse. Un lujo.

El Hijo (2019)

No, técnicamente El hijo no es ninguna adaptación directa de un cómic, pero en el fondo sí lo es. No porque esta producción de James Gunn sea una perversión oscura de la primera parte de El hombre de acero (2013) —y de la mitología conocida de Superman en las viñetas—, de su amigo Zack Snyder, sino porque en los cómics DC ya lo habían planteado. La serie limitada DC House of Horror (2017), incluía una pequeña historieta titulada Bump in the Night (choque en la noche), escrita por Keith Giffen y Edward Lee, y dibujada por Howard Porter cuya duración era bastante breve, con toda la lógica del mundo. Lo que planteaban es lo que pasaría si un Kal-El verdaderamente alienígena y hostil apareciera en un campo de maíz en Kansas, por lo que su primer encuentro con la humanidad tendría todas los indicios de ser rápido y brutal. Y así lo plantea ese germen para lo que es esta extensión de esa misma idea. No es oficial, pero ocurre en Kansas y sigue paso a paso los descubrimientos de un preadolescente que va viviendo la explosión de sus poderes como si fuera cualquier otro cambio de la pubertad. Como si fuera un one shot de la línea de cómics de terror IDW, el niño acaba desencadenando un baño de sangre y todo ello vestido con una máscara/capa hecha con el edredón rojo en el que le envolvió su madre terrícola cuando le recogió del bosque. La nave en el granero, la muerte de su padre, su relación con una chica, todo está dado la vuelta de la forma más macabra posible, convirtiéndose en un What if…? perverso que perfectamente podría estar dentro del universo DC.

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