De Lemmy Caution a OSS 117: 10 agentes secretos franceses antes de Bond

El agente secreto fue central en la cultura popular del siglo XX. Transmutado con el cambio de milenio, ya sea dotado de sistema nervioso (Bourne), parodiado (Austin Powers), o reformado para continuar igual (James Bond), su figura permanece vigente en la ficción de nuestros días. Habrá agentes secretos mientras sigamos sintiendo que organizaciones oscuras dirigen nuestros destinos. Pero en este artículo no miramos al presente, sino a tiempos mas sencillos e ingenuos, los de los primeros superespías.

El comienzo del género de agentes secretos tal y como los conocemos (defensores del orden establecido poseedores de cualidades superiores; seductores, cosmopolitas, privilegiados) suele acotarse con la publicación en 1953 de Casino Royale, la primera novela de Ian Fleming con James Bond de protagonista. El fenómeno eclosionaría con la primera adaptación cinematográfica de la saga, 007 contra el Dr No (1962), pero no alcanzaría proporciones globales hasta el estreno de Goldfinger (1964), que inauguró la ecuación “acción desenfrenada más supervillano megalómano con plan de conquista mundial”.




Pero la dominación cultural anglosajona ha ocultado que antes de que Ian Fleming escribiera sobre 007 y de que Sean Connery desencadenara la Bondmanía, los franceses llevaban ya unos cuantos añitos creando y filmando sus propios superespías. Quizá porque habían vivido la ocupación alemana y las consiguientes intrigas entre colaboracionistas y resistentes, los franceses sentían mucha atracción por las historias de espionaje. Así, múltiples editoriales pequeñas y autores ocultos tras seudónimo publicaron incontables novelas con gran repercusión comercial.

Estos agentes secretos franceses, que sin duda inspiraron a otros de habla inglesa, buscaban encajar en la idiosincrasia gala y por tanto resultan, vistos hoy día, interesantes variaciones del trillado canon bondiano. Repasamos en las próximas líneas las carreras literarias, pero sobre todo cinematográficas, de estos superespías pioneros venidos del país vecino. ¡Y para ambientar, incluimos una playlist con una selección de sus bandas sonoras!

Lemmy Caution

Eddie Constantine fue un actor y cantante norteamericano que probó fortuna los cabarets de Paris tras haberlo intentado sin suerte en su país. Su desparpajo y carisma llamaron la atención de Edith Piaf, que le empleó como actor en sus musicales y como letrista. Convertido en exitoso cantante crooner, Eddie no tardó en aparecer en la gran pantalla. Su debut como protagonista fue Cita con la muerte (1953), que podemos calificar como la primera película de superespías, aunque aún muy influida por el hardboiled. Constantine interpretaba al personaje que más fama le granjeó, el agente del FBI Lemmy Caution, creado por el escritor inglés Peter Cheyney en los años treinta, una muestra más de la fascinación que la cultura anglosajona ejercía sobre los franceses ya entonces.

En Cita con la muerte, además de las mimbres del cine de agentes secretos, se observan las constantes del cine de Constantine: una actitud más cool que un gato con corbata, peleas de puñetazos, whisky a go-gó y chicas despampanantes con pestañas tan largas como los cigarrillos que fuman. En este y sus siguientes films como Caution (Este hombre es peligroso -1953-, El club del crimen -1954- y Agente federal en Roma -1955-) este superdetective tenía una más que cuestionable actitud hacia las mujeres, que hoy en día puede verse sin demasiada revulsión gracias al humor y al carisma que Constantine derrocha cada vez que aparece en pantalla, y al carácter jovial y autoconsciente de sus aventuras. Incluso se lía con la secretaria de su jefe, algo que Bond jamás llegaría a hacer con Moneypenny. En las siguientes entregas (Comment qu’elle est! -1960-, Lemmy y … las espías -1962- y FBI frente a Scotland Yard -1963-), al ganar en edad, Caution continuaría igual de incorregible, aunque más interesado por mantener un nivel constante de alcohol en sangre (aunque mágicamente, sin emborracharse nunca).

Eddie Constantine alcanzó un tremendo éxito en Europa con sus films sobre Lemmy Caution y otros agentes como Jeff Gordon, John Jarvis o Nick Carter cortados por el mismo patrón, es decir, por su propia personalidad. Convertido en icono pop, Jean-Luc Godard lo contrató para hacer de Lemmy Caution una vez más. En Lemmy contra Alphaville (1965), Constantine bordó su papel porque lo entendió de forma literal. El actor solo llegaría a comprender la jugada del enfant terrible de la nouvelle vague al ver que los productores ahora se cruzaban de acera al verle: Godard había matado a Lemmy Caution, pero había hecho inmortal a Eddie Constantine.

Callaghan

Gracias al éxito de los primeros films de Lemmy Caution, otro héroe de Peter Cheyney encontró acomodo cinematográfico, aunque con resultados mucho más discretos. Se trataba del agente de seguros/detective/espía ‘Slim’ Callaghan, que fue encarnado por el rubio actor británico Tony Wright, nadador, apolíneo y musculado. À toi de jouer… Callaghan! (1955) y Plus de whisky pour Callaghan (1955), cercanas a la comedia bufa y estrenadas con apenas meses de diferencia, hacían evidente su condición de explotaciones autoconscientes de los films de Eddie Constantine; Callaghan bebe aún más que él y tiene una voracidad similar por las mujeres, aunque suelen atizarle mucho más a menudo. En los años siguientes se estrenarían dos entregas más, Et par ici la sortie (1957) y Callaghan remet ça (1961), subproductos de aspiraciones todavía más limitadas.

El Capitán Thierry

El Deuxieme Bureau fue el nombre del servicio secreto francés desde 1871 hasta 1940, y aunque después se refundaría, fue así como se le continuó denominando hasta los años sesenta. El interés por la agencia llevo a Jean Stelli a escribir y dirigir cuatro films sobre un equipo de agentes secretos capitaneados por el intrépido Michel Thierry. En Alerte au Deuxieme Bureau (1956), Deuxieme Bureau contre inconnu (1957), Rapt au deuxieme bureau (1959) y Deuxieme Bureau contre terroristes (1961), Thierry tiene que investigar el robo de documentos secretos, proteger a científicos nucleares y desarticular una red de traficantes de armas y mujeres. Este humilde comentarista reconoce que no ha podido ver ninguna de estas películas, humildes y de poco presupuesto, que apenas conocieron distribución fuera de los países francófonos, pero que confirman que en el país galo ya existía una industria de films sobre agentes secretos años antes del primer Bond cinematográfico.

OSS 117

El agente secreto francés que más rivalizó con 007 fue creado por Jean Bruce (seudónimo de Jean Brochet) en 1949. Se trataba de Hubert Bonisseur de La Bath, un americano al servicio de la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), de ahí su nombre en clave, pero de ascendencia francesa y aristócrata. Jean Bruce sublimó en su creación su propia personalidad y vivencias: había sido agente de la Interpol, joyero y actor, y era aficionado a los coches de carreras. Aunque OSS 117 se distingue de 007 en que es elegante, culto y domina idiomas, comparte con él otras muchas cualidades: es peligroso, atractivo, atlético, seductor y, por supuesto, un machista empedernido. Su éxito literario fue tal que tras la muerte de Jean Bruce en 1963 cuando se estrelló con su Jaguar, su esposa Josette tomo el relevo literario y escribió novela tras novela hasta 1985, momento en el que sus hijos Françoise y Martine Bruce continuaron con la empresa familiar hasta producir un total de 258 entregas a lo largo de seis décadas.

La primera incursión en el cine del agente creado por Jean Bruce fue OSS 117 no ha muerto (1957). La película, muy hablada, nocturna y teatral, es una buena muestra del llamado espion noir, es decir, de la mezcla de espionaje y genero negro que caracterizaba a los primeros agentes secretos de la ficción. OSS 117, que aquí luce bigote, no sale de Francia (el presupuesto no lo permitía) y se encarga de recuperar unos planos robados. La cosa mejoró con OSS 117 se dechaine (1963), la primera de las aportaciones directorales de Andre Hunebelle a la saga, que en años posteriores se encargaría de otras tres entregas además de la trilogía de Fantomas con Jean Marais y Louis de Funes. OSS 117 estaba investido ahora del rostro de Kerwin Mathews, que se había afincado en Europa tras hacer de Simbad y de Gulliver para Ray Harryhausen. La influencia bondiana es evidente en esta segunda aventura, mucho más dinámica que la anterior, y que puede verse como un Dr No en Córcega. Aun así, el film presenta dos puntos distintivos: no abandona del todo la tradición de la intriga y el espion noir (el blanco y negro ayuda), y cuenta con unas espectaculares escenas submarinas que se anticipan a las de Operación trueno (1965).

La última aventura de OSS 117 de la que nos ocuparemos hoy fue la muy entretenida Pánico en Bangkok (1964), espectacular producción en glorioso Cinemascope que abraza por completo el canon Bond, hasta llegar a la imitación directa, como la persecución en barcas de Desde Rusia con amor (1963). Hay localizaciones exóticas, un supervillano asiático folletinesco y con capa que aparece entre sombras y un OSS 117 con el modo seductor al once que llega a decir “No le tengo miedo a nada. Ni siquiera al amor a primera vista”. Las cuatro entregas posteriores de la saga -la última se estrenó en 1970- incidirían en copiar el modelo de 007 con pocas aportaciones originales (por ejemplo, el supervillano abiertamente gay de No hay rosas para OSS 117, 1968). El agente creado por Jean Bruce conocería en el siglo XXI un revival, aunque ya abiertamente paródico, con OSS 117: Cairo nido de espías (2006) y OSS 117: Perdido en Rio (2009).

FX 18 – Agente Coplan

Jean Bruce no fue el único escritor que se adelantó a Ian Fleming. Cuando Bruce abandonó Fleuve Noir, la editorial comenzó a publicar las aventuras de Francis Coplan, también conocido como FX 18, un ingeniero fichado por los servicios secretos franceses, aficionado a los Gitanes, el whisky y las mujeres, cortado bajo un patrón similar a OSS 117, aunque de gatillo menos fácil. Su primera novela, Sense issue! (1953), publicada el mismo año que Casino Royale, aparecía escrita por un tal Paul Kenny, seudónimo que ocultaba a los belgas Gastón Van den Panhuyse y Jean Libert. Desde entonces hasta 1970 vendieron 3 millones y medio de ejemplares. Libert continuaría la saga tras la muerte de su compañero hasta 1989 llegando a publicar 238 novelas del personaje, que se dice pronto.

Coplan debutó en la gran pantalla el mismo año que OSS 117 con Acción inmediata (1957) que, aunque insistía en los interiores y la nocturnidad del espión noir, era mucho más cinética y rítmica que OSS 117 no ha muerto. Acción Inmediata tiene una previsible trama sobre unos planos robados, pero nos ofrece un detalle diferenciador: el superespia francés tiene éxito con las mujeres, pero en ocasiones es un poco patán, algo zafio incluso, y no siempre las conquista a la primera. En este caso, la chica Coplan le arrea un par de buenos zascas. Bond no se enfrentaría a un personaje femenino así hasta la Pussy Galore de Goldfinger, y miren como terminó: “curada” de su lesbianismo.

Aunque Coplan siguió vendiendo novelitas de bolsillo a cascoporro, no volvería a la gran pantalla hasta Coplan, agente secreto (1964), sin duda gracias al éxito del Bond de Sean Connery. Encarnado por Dominique Paturel, que había reemplazado como nuevo rostro del agente francés al galán Henri Vidal tras su prematura muerte, y con la bella Virna Lisi como partenaire, esta aventura de Coplan es bastante aburrida y funcional. Paturel no tiene apenas carisma y la trama sobre el robo de un combustible de misiles es pura fórmula de policiaco procedural. Casi simultáneamente se estrenó Orden: FX 18 debe morir (1964), que quería inyectar más octanos al personaje, pero que resultaba involuntariamente cómica. Las tres entregas posteriores, ya dentro por completo del canon bondiano, levantaron el listón y se caracterizaron por una violencia inusitada que presentaba a Coplan como un agente bastante más cruel que 007.

El gorila

Como decíamos, el superespía francés tenia en ocasiones una fisionomía particular. Más bajo, peludo, más ancho y fortachón, menos refinado y propenso a comer con las manos. El prototipo de este modelo fue El gorila, agente creado por Antoine Dominique, seudónimo de Dominique Ponchardier, que protagonizó 43 novelas de bolsillo entre 1954 y 1961 en la prestigiosa colección Serie noire de la editorial Gallimard. El gorila apareció por primera vez en la gran pantalla en El gorila os saluda (1958), encarnado en el físico del gran actor Lino Ventura.

El gorila cinematográfico no podría estar más alejado de James Bond: tiene físico de boxeador, levanta coches y sofás, es alérgico a los esmóquines, está casado y tiene un perro. Se hace pasar por un criminal común para infiltrarse en la banda de un gánster que, lo han adivinado, ha robado unos planos secretos. La película fue tal hit en Francia que tuvo dos secuelas muy inferiores, Nido de espías (1959), cercana a la comedia de enredo, y la soporífera Le gorille a mordu l’archevêque (1962), ambas ya sin Ventura. Le había reemplazado el no menos idóneo y carismático Roger Hanin, actor de físico rotundo y mirada aniñada, que tuvo una prolongada y exitosa carrera que culminó con la serie del Comisario Navarro (1989-2006). Volveremos a hablar de Hanin porque, antes de acabar el periodo del que nos ocupamos, tuvo oportunidad de encarnar a otro superespía.

Nathalie, agente secreto

Los franceses fueron también pioneros en llevar a la pantalla las aventuras de una mujer agente secreto. Se trataba de Nathalie, una modelo que lleva una doble vida como espía, creada en 1956 por un tal Frank Marchal, seudónimo tras el que se escondían Pierre Aspetéguy y Monique Henry, y que protagonizó seis novelas que en España fueron publicadas por la barcelonesa Ediciones G P. Nathalie se anticipó en las novelas y en el cine a Honey West, la detective creada por Gloria y Forest Flicking en 1957 que llegaría a tener su propia serie televisiva ya en los sesenta.

La modelo-agente de Apesteguy y Henry fue objeto de un par de adaptaciones encarnada por la malograda Martine Carol. Primero, Nathalie (1957) dirigida por el clásico director de cine de aventuras Christian Jacque e inscrita en el género del caper, y después Natalia, agente secreto (1959), ya dentro del cine de espías. Tampoco vamos a pretender lo que no es: Natalia, agente secreto no es un alegato feminista. La modelo es una rubia adorable y atolondrada, personaje que persiguió a Carol toda su vida, que consigue esquivar a sus rivales gracias a su ingenuidad, sus encantos y a la ayuda de sus amigos y pretendientes.

El Monóculo

Quizá el agente secreto francés más idiosincrático y original de los que aquí abordaremos hoy, fue el comandante Théobald Dromard, alias El Monóculo, interpretado con deliciosa ironía y sentido del humor por Paul Meurisse. El personaje había sido creado en 1960 por Gilbert Renault, conocido popularmente como Coronel Remy, su nombre en clave como miembro de La Resistencia. Renault colaboró en las dos primeras entregas de este superespía refinado y de porte aristocrático –El monóculo negro (1961) y L’oeil du monocole (1962)- que fueron dirigidas por George Lautner, al que se toma generalmente por un simple artesano, pero que supo mezclar de forma inteligente la comedia con el cine de agentes secretos para subrayar el absurdo del mundo del espionaje.

La primera aparición de El Monóculo fue una variación sobre una trama favorita de los franceses por entonces, la de los nazis encubiertos que buscan crear un nuevo Reich. La segunda entrega, la mejor de todas, nos muestra a un agente secreto muy diferente a Bond: lleva traje hasta en el día mas soleado, cita a Macbeth y es galante como buen francés. Incluso se atreve a participar en un concurso de baile para conquistar a la chica (ríete tú de la Banda aparte (1964) de Godard). En un momento dado, El Monóculo resume en una frase la filosofía del superespía francés: “Nuestra arma secreta es ser capaces de actuar como idiotas creíbles.” Pero tanta comedia no oscurece que estamos ante cine de espías avant la lettre: no faltan las persecuciones, los tiroteos y las chicas bonitas.

La última entrega, El monóculo (1964), también dirigida por Lautner, resultó ser un batacazo comercial pese a las localizaciones en Hong Kong y Macao y a la participación de la siempre asombrosa Barbara Steele. La película era muy autoconsciente y entraba de lleno en la parodia, por lo que fue injustamente menospreciada por el público, que buscaba entretenimientos más directos y serios por entonces. Pero Lautner no se desanimó y ese mismo año estrenó Los barbudos (1964), el culmen de su particular aproximación al cine de espías, con Lino Ventura y la recientemente fallecida Mireille Darc como protagonistas.

El honorable Stanislas

La sombra de Con la muerte en los talones (1959) sobre el cine de espías de los sesenta fue muy alargada. Incontables comedias más o menos románticas aprovecharon el patrón del clásico de Hitchcock para acumular enredos y situaciones absurdas. Uno de los ejemplos mas notables fue Agente secreto (1963), que nos presenta a Stanislas Dubois, un ejecutivo de publicidad, que vive con su madre y que se convierte sin quererlo en agente secreto cuando se cruza con una bella e inteligente extraña (Genevieve Page). Stanislas estaba interpretado por Jean Marais, que en los sesenta pasó de ser muso de Jean Cocteau a héroe de aventuras. Marais añade sus cabriolas y coreografías a la deliciosa serie de gags y tribulaciones que atraviesa la pareja protagonista mientras trata de sacudirse de encima a los malos de turno. Esta pequeña joya tuvo continuidad con Un agente muy secreto (1965), pero la mágica combinación de romance y aventuras de la primera entrega no se repitió.

El Tigre

¿Sabías que el reputado Claude Chabrol dirigió cuatro películas de espías durante los años sesenta? Hasta hace unos meses, yo tampoco. Chabrol, por supuesto, se aproximó al género a su modo, es decir, con devoción por lo pulp pero también con enorme ironía. Por eso, para su primera incursión, contó con Roger Hanin, que había sido El Gorila, para encarnar a un nuevo superespía: El Tigre (1964). Por si el codazo-guiño-codazo no fuera suficiente, reunió también a Daniela Bianchi, la chica Bond de Desde Rusia con amor. Hay muchos otros apuntes intertextuales dentro de este muy divertido film repleto de burlas a las convenciones del género. El éxito en taquilla impulsaría a Chabrol a subir la apuesta con El tigre se perfuma con dinamita (1965), rodada en Barcelona, mas pulp pero menos efectiva. Incluso hubo una tercera entrega, ya apócrifa, Le tigre sort sans sa mère (1967), pese a que Chabrol había matado al Tigre al comienzo de su tercera incursión en el cine de espías, la estupenda María Chantal contra Dr. Kha (1965).

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