En CANINO nos gusta el cine de terror. Se pudo comprobar en Halloween, que nos duró todo el mes de noviembre. O en nuestro repaso a toda la saga Saw. Y ahora recuperamos algunos clásicos del terror mexicano. Siete películas y una serie que son una puerta de entrada ideal al loco mundo del horror americano.
Cuando uno se plantea la posibilidad de confeccionar una lista de películas de terror a descubrir, la cosa siempre acaba en una gran mayoría de filmes anglosajones. Es algo que a todos nos sale de forma espontánea; lo más fácil es, por ejemplo, rebuscar en los ochenta y reivindicar slashers bien majos pero aún desconocidos que, sin duda, merecen una segunda oportunidad. No hay más que ver cómo fue nuestro noviembre, donde nos empeñamos en descubrir maravillas de todo tipo, pero donde lo latino era minoría.
Vamos a corregirlo viajando hasta México. Hace unos sesenta años el país cuate fue una potencia del terror. Una Italia situada en Centroamérica que alumbró un buen número de clásicos relacionados con el horror gótico. Pues bien, en esta lista clavamos nuestros ojos en ese cine mexicano, pero también en el que vino después. E incluso nos atrevemos a poner luz sobre la serie de televisión que vio nacer a Guillermo del Toro y Alfonso Cuarón. ¿Están preparados güeys?
1- Misterios de ultratumba (1959)
Qué mejor manera de empezar esta lista que con una de las obras maestras de Fernando Méndez, autor también de las obligatorias El vampiro (1957), y su estupenda continuación, El ataúd del vampiro (1958). La película que nos ocupa vino justo después de esos dos clásicos, y refina aún más la fórmula del terror gótico mexicano que Méndez ayudó a crear a finales de los cincuenta (a la altura de Terence Fisher o Mario Bava). Con guiños a Bedlam, hospital psiquiátrico (1946) y La verdad sobre el caso del señor Valdemar (1845), Misterios de ultratumba ofrece una toma poderosa de un argumento universal del fantastique: aquellos científicos que se creen Dios (el Dr. Mazali de Rafael Bertrand). El filme, que se apoya en la fantástica y fantasmagórica fotografía en blanco y negro de Víctor Herrera, contiene algunas de las secuencias más icónicas del cine de terror mexicano: esa mano resucitada surgiendo de la tierra de un cementerio o el maquillaje a lo EC Comics del deformado doctor Jacinto Aldama, un personaje que se pasea por los pasillos del sanatorio mental donde transcurre la historia cual Fantasma de la Ópera.
2- El esqueleto de la señora Morales (1960)
Las comedias negras de terror son un must see para los fans del género. Y ésta podría rivalizar con las mejores de Roger Corman (Un cubo de sangre -1959-) o Jaques Torneur (La comedia de los terrores -1963-). El esqueleto de la señora Morales parte de un relato original de Arthur Machen (concretamente The Islington Mystery, publicado en 1927), adaptado de forma mordaz por la afilada pluma de Luis Alcoriza (mano derecha de Luis Buñuel en México). La película de Rogelio A. González sigue el camino a la liberación pero también a la locura de un taxidermista (inolvidable Arturo de Córdova) que vive bajo el yugo de una mujer que no soporta; nuestra Amparo Rivelles. Y ya se pueden imaginar que hace para librarse de ella. Vamos, que aprovecha sus habilidades para la taxidermia para solucionar su problema. El esqueleto de la señora Morales es divertida y macabra, y supura una incorrección política y chispa que hace pensar también en la mejor versión del tándem Berlanga–Azcona
3- Muñecos infernales (1961)
Una de las joyas de esta selección. Lleva la firma de Alfredo Salazar, el Charles Beaumont del cine de terror mexicano, y recupera la imaginería de dos de las mejores obras de Tod Browning, La parada de los monstruos (1932) y Muñecos infernales (1936). También hay que sumarle un acercamiento al vudú a lo Yo anduve con un zombie (1943) para completar la ecuación de este genial pastiche que se beneficia de las atmosferas góticas que tan bien manejaban en Centroamérica a principios de los sesenta. El brujo malvado de Muñecos infernales parece el trasunto latino de Anton LaVey, un hechicero que controla a un zombi gigante con una caracterización digna de Lon Chaney, y a un mini-ejército de muñecos asesinos (actores enanos con caretas siniestras que ponen los pelos de punta) que responden a sus designios con guiño al flautista de Hamelín incluido). Otros aciertos son la Van Helsing femenina que interpreta Elvira Quintana (una especialista en vudú y brujería), y el choque que propone entre lo sobrenatural y lo científico.
4- Santo en el museo de cera (1963)
El luchador enmascarado también pasó por su fase gótica. Y Santo en el museo de cera es uno de los mejores exponentes: la habitual carta de amor a la lucha libre mexicana pero también al cine de terror americano clásico. Aquí los referentes están claros: La isla de las almas perdidas (1932), y Los crímenes del museo de cera (1953). El verdadero protagonista de la historia es el Dr. Karol, uno de los villanos por antonomasia del Santo: un célebre mad doctor interpretado por un memorable y refinado Claudio Brook (sí, el Simón del desierto de Buñuel), que se aprovecha del altruismo y la inocencia del enmascarado de plata para llevar a cabo su plan: crear un ejército de monstruos para dominar el mundo. Eso sí, al final el Santo impone su ley tras enfrentarse a una pléyade de engendros humano-animales que parecen salidos de la mente enferma del doctor Moreau.
5- Hasta el viento tiene miedo (1968)
Obra magna junto a Veneno para las hadas (1984) de Carlos Enrique Taboada. El director mexicano se adelantó un par de años a La residencia (1970) de Chicho Ibáñez Serrador a la hora de ubicar una película de terror en un internado de chicas. Taboada apuesta por el horror gótico sin cortapisas fijándose en dos modelos: el libro de estilo de Mario Bava y el de Shirley Jackson vía Robert Wise en La casa encantada (1963). Partiendo de ahí realiza su propia variación del subgénero en una historia de venganzas de ultratumba que, ojo, ofrece un subtexto feminista sorprendente para un producto de estas características. Hasta el viento tiene miedo presenta una serie de set pieces de horror poderosísimas que luego han sido copiadas hasta la saciedad; los paseos nocturnos de la protagonista nos hacen pensar en los de Winona Ryder en el Drácula de 1992 de Coppola. Pero, más allá del cine de sustos, la película realiza una defensa encendida de la libertad de pensamiento y sexual de las jóvenes que viven en el internado.
6- Hora marcada (1986-1990)
El equivalente mexicano –tardío- a la Dimensión desconocida (1959-1964) de Rod Serling, y a las Historias para no dormir (1966-1982) de Chicho Ibáñez Serrador. Y la serie de televisión donde se foguearon dos iconos del cine de género actual: Guillermo del Toro (dirigió, escribió y realizó los efectos especiales de cinco capítulos), y Alfonso Cuarón (firmó seis episodios). Los capítulos de Hora marcada apenas superan los veinte minutos de duración, tocando principalmente el terror y la ciencia-ficción. Relatos dedicados a muñecas y posesiones diabólicas, robots, vampiros, hombres lobos, zombis, o historias de suspense retorcidas a lo Thriller (1873-1976) de Brian Clemens. La serie, muy rudimentaria pero llena de encanto, sigue inédita en España, pero se puede adquirir de importación. Si no te llega el presupuesto, en Youtube hay varios episodios colgados. Uno de los más curiosos encabeza este enunciado: A veces regresan (1989), adaptación de un relato de Stephen King a cargo de Alfonso Cuarón.
7- Vacaciones de terror (1989)
Dirigida por el hijo de René Cardona Jr., héroe bis del cine mexicano, Vacaciones de terror es una superdisfrutable serie B de horror descocada rayando casi el trash, que, además, funciona como un exploit festivo de un buen número de producciones yanquis de género: Carrie (1976), La profecía (1976), Posesión infernal (1981), Poltergeist (1982), y Muñeco diabólico (1988). La película presenta un cóctel infalible: maldiciones de brujas centenarias, amuletos para luchar contra mal (el protagonista lo consigue tras intercambiarlo por… ¡un walkman!), árboles que sangran, o una muñeca a lo Annabelle que con solo mover los ojos desencadena el infierno en la tierra. Ojo también al increíble, por largo y loco, clímax final, con cuchillos voladores, puertas a otras dimensiones y personajes levitando. Vacaciones de terror fue un hit en México y conoció una segunda parte.
8- Ahí va el diablo (2012)
No todo va a ser añejo en esta lista, así que incluimos la mejor película de Adrián García Bogliano, director nacido en Madrid pero afincado actualmente en México. Respuesta centroamericana al cine de terror indie estadounidense, Ahí va el diablo, es cine de género DIY que hace de sus carencias presupuestarias una virtud. Ese look pobre y el formato digital favorece la mirada sucia que Bogliano imprime a esta enrarecida historia suburbana de posesiones demoníacas protagonizada por una familia white trash mexicana de conducta ya de por sí rara antes de que el mal entre en su casa. Ganadora absoluta hace cuatro años en el Fantastic Fest, el relato también se beneficia de unos aires mistéricos y telúricos a la Picnic en Hanging Rock (1975) de Peter Weir, con esa cueva a las afueras de Tijuana que parece ser el epicentro del mal.
Yo agregaría a la lista de imprescindibles del cine de terror mexicano las siguientes:
1. Alucarda (1978), de Juan López Moctezuma, no sólo por la excesiva carga de concupiscencia lésbica-erótica y el innegable discurso antirreligioso en una época en la que la censura cinematográfica corría a cargo de la muy pulcra e intachable esposa del presidente en turno (José López Portillo), sino también por la serie de eventos inexplicablemente macabros que hubo desde el rodaje hasta el confinamiento del director en un hospital psiquiátrico.
2. El Barón del Terror (1962), de Chano Urueta, en la que un barón acusado de herejía por la Santa Inquisición reencarna tres siglos después para vengar su propia muerte. El efectismo del kitsch se torna sobrecogedor cuando el barón muta en una especie de monstruo melenudo con lengua bífida, ávido por succionar los cerebros de sus víctimas. Cabe mencionar que la estética del filme sirvió de inspiración al icónico álbum de Captain Beefheart & his Magic Band, Trout Mask Replica.
Saludos desde México.
Gracias por las dos aportaciones Itzela, podrían haber salido en la lista perfectamente. Abrasu!