Mucho se está especulando sobre si Deadpool 3 formará parte finalmente del Universo Cinematográfico de Marvel. Casi parece confirmado que no irá bajo el sello Disney sino bajo el de 20th Century Studios, antigua Fox, por lo que todo apunta a que mantendrá la calificación R que tanto nos gusta. Mientras llega, podéis ir abriendo el apetito con este repaso a las páginas que con los años ha ido llenando el Mercenario Bocazas.
Me gusta Ryan Reynolds tanto como a él sus fantasías eróticas con Hugh Jackman pero hoy no estoy aquí para hablar de sus movidas. O bueno, a lo mejor sí, pero poquito. Hace unos meses llegó a España la nueva etapa en Marvel Cómics de Masacre y queremos hacer un poco de abogados del pringado y defender por qué la era de Skottie Young no ha sido tan mala, pese a ser la más corta junto a la olvidable Agente X.
Aunque, ahora que lo pienso, el anarcodictador de la muerte que rige este cotarro me ha exigido que primero ponga un poco en valor sus orígenes antes de originar un juicio de valor… Hay que ver lo que se erecta esta peña con Deleuze. ¿Habéis leído el artículo en el que analizan todo el recorrido de Extremoduro? Es la caña, pero más largo que un día sin pan. Seguro que han puesto un hipervínculo a dicho artículo, ¿a que sí? En fin, dejemos lo de romper la cuarta pared a Deadpool y vamos a hacer un poco de hermenéutica del personaje más en los márgenes de La Casa de las Ideas.
Primeros pozos de muerte
La criaturita nació en 1991 de manos de Rob Liefeld para el número 98 de la serie New Mutants. Nada que no podáis consultar en Wikipedia. Su cometido no era precisamente amistoso, ya que se le había contratado para dar caza a Cable. A partir de ahí continuó como un personaje recurrente dentro de la serie X-Force durante una década, acumulando cada vez más popularidad gracias a su estilo irreverente.

Hay quien sostiene que Deadpool se lo debe todo a la distinguida competencia. Para algunos fans de DC, Wade Wilson no es sino una copia mala y nada sutil de Slade Wilson -va a ser que lo de la sutileza es cierto-, también conocido como Deathstroke. De él se extrajo parte del diseño del traje, el rol de mercenario y la temeridad en el combate. El resto de su perfil como personaje se consigue al coger dos iconos de su misma casa, Spider-Man y Lobezno, y llevar dos de sus leitmotivs a la exageración. Del primero hereda la integración de una verborrea cómica e incesante durante los combates, el rojo de su vestimenta y su máscara reorientada hacia un halo bufonesco; del segundo, un factor curativo hiperacelerado.
Una cosa que no podréis leer en la enciclopedia libre a no ser que su filtro de calidad dejen de llevarlo monos borrachos: estos dos elementos, los chistes y la regeneración proporcionada por el programa Arma X, están presentes desde el parto de Liefeld. No parece una casualidad que, en aquella primera grapa noventera, cuya portada rezaba “introducing the lethal Deadpool”, su puesta en escena fuera en uno de los sitios que más veneran el silencio que el Mercenario Bocazas tanto se esfuerza por destruir: una biblioteca. Cable está tranquilamente consultando un libro cuando Masacre sale de la nada y le golpea. Acto seguido se presenta y se ríe de “su viejo y mecánico culo”. Primer acto de violencia y primer chiste. También primera regeneración: Cable le espeta que habla demasiado y le rompe la mandíbula pero, lejos de perder el habla, Deadpool le devuelve el ataque al tiempo que comenta lo poco que le gusta que le tienten el hocico. Es decir, la primera vez que se regenera lo hace para poder seguir cotorreando. Una perfecta carta de presentación.

Desde entonces, el Degenerado Regenerante fue dando tumbos por X-Force, dejándose ver también por series de otros tipejos mutantes como Wolverine, hasta que en 1993 lo apadrinó Fabian Nicieza y puso un poco de orden a las ideas de Liefeld. Dada la popularidad que se había granjeado y dado también que en los noventa empiezan a tener serie propia villanos como Venom, a Nicieza le dieron la oportunidad de escribir una miniserie acompañada de los dibujos de Joe Madureira: Persecución en círculo. Hasta entonces, el personaje había estado envuelto en un halo de misterio y esta serie limitada se buscaba definirlo un poco más. Así se nos revelaron sus amoríos con Copycat, su amistad con Comadreja y sus primeros dilemas sobre si continuar disfrutando del goce violento de su vida de mercenario o convertirse en un héroe.
En 1994, Mark Waid recogió el testigo para ponerse al frente de otra miniserie llamada Pecados del pasado. Waid siguió la estela de Nicieza al seguir explorando en la complejidad del personaje y lo enfrentó a Killebrew y Ajax, los responsables de la cura del cáncer terminal que sufría y de su poder regenerativo, así como de su desfiguración permanente y de la tortura que supuso todo el proceso. No obstante, contrapuso a la narrativa de Nicieza una regla que se ha seguido estrictamente, con la excepción de algunos episodios de Gerry Duggan más adelante: el humor y la acción han de imponerse a cualquier tinte dramático o exceso de tragedia. Finalmente, el estado más políticamente incorrecto del personaje estaba labrado y pendiente de explotación.
Detonación de la cuarta pared

Si bien las dos primeras miniseries no funcionaron mal y sentaron las bases de Masacre, algo hacía que Marvel no confiara demasiado en arriesgarse con una serie regular. Después de la obra de Waid, el personaje se estancó en los márgenes de X-Force hasta 1997, cuando se le asignó a Joe Kelly la tarea de repartir buenas chimichangas.
El proceso fue parecido a lo que le ocurriría más adelante, con la película. Nadie daba un duro por ese film y su producción fue residual, por lo que hicieron lo que les apeteció dentro de su -comparado con el resto de obras de la misma casa- limitado presupuesto, sin tener en cuenta si estaban cumpliendo con unos estándares comerciales y despreocupados por si iba a funcionar bien o no. El resultado: una peli descacharrante y entretenidísima con un carismático Ryan Reynolds que al fin pudo quitarse el lastre de sus escaramuzas anteriores en el cine de superhéroes.
Si bien la cinta contenía el argumento de las dos primeras miniseries, el perfil del personaje fue un reflejo del Deadpool de Joe Kelly, quien lo asentó definitivamente durante los 33 primeros números de la serie casi dos décadas antes. Como ya he adelantado, Kelly se enfrentó a un problema similar, ya que nadie confiaba en que durase demasiado debido al tono socarrón, la hiperviolencia slapstick y el humor negro que impregnaban sus páginas. Además, la incorrección política de Masacre durante esta etapa le llevó a ser para Marvel lo que los Simpsons para la Fox: un producto que se ríe de la mano que le da de comer. Todo partía de una premisa despreocupada: ya que no sabemos lo que vamos a durar, vamos a hacer lo que nos dé la gana. A veces, una estrategia kamikaze puede resultar victoriosa.
Fruto de la libertad creativa de Kelly, de su mirada al vacío y de la risa que le producía la que éste le devolvía, surgieron unos cómics de culto. Llevó al extremo todo lo explorado anteriormente, haciendo especial hincapié en lo extraído del lanzarredes favorito de todos: no callarse ni debajo del agua. La ironía exacerbada y la hipérbole continua fue la marca de la casa de Kelly, para quien se quedaba ya corto el hecho de que Deadpool le calentase la cabeza a todo quisqui en sus viñetas y negó la mayor, esto es, hacer consciente a su personaje de que es eso mismo, una ficción, al reventar la cuarta pared para apelar también a sus lectores. Estábamos ante la consagración del título de Mercenario Bocazas.

El cachondeo metalingüístico y autorreferencial conllevó que las misiones casi importaran un bledo. La relación de Deadpool con otros personajes como Comadreja o el sucedáneo malhablado de la tía Mey, la ciega Al, se convirtió en el centro de muchos de sus números y le hizo adquirir cierto aire de sitcom. El tema central era, precisamente, cómo no ser un héroe o cómo intentarlo infructuosamente.
Cabe destacar, dentro de esta era dorada de Joe Kelly, el número 11 correspondiente a la publicación yanqui. El autor recupera un cómic de Spiderman de los años setenta que reescribe y manipula para meter a un Masacre que suplanta a Peter Parker. Una auténtica virguería de pastiche narrativo y visual que fue nominado a un premio Harvey y recopilado por Marvel como uno de los mejores tebeos de su historia.
El incomprendido Agente X

Kelly llegó hasta el ecuador de la serie para después ceder el testigo a varios autores mediocres que no supieron estar a la altura de su recorrido y llevaron la era a su época de decadencia, desplome y cancelación en la grapa con el número más recurrente del Kamasutra. En un intento algo desesperado por parte del sello por hacer que el público relacionase rápidamente tanto a Masacre como a Cable con la marca X-Men, ambos inauguraron sendas series con los nombres de Agente X y Soldado X. En el caso de Deadpool, directamente se creó a un sucedáneo del personaje con sus mismas habilidades que contó con la firma de Gail Simone.
De este modo, aquí le perdemos la pista a Wade Wilson y entra en escena un tal Alex Hyden que, pese a cosechar valoraciones positivas por parte de la crítica especializada, no convenció a un público que no terminó de entender muy bien aquello de que era Deadpool y no al mismo tiempo. Después de quince números entre 2002 y 2003 la etapa estaba lista para sentencia y el pobre Alex pasó a convertirse en un ser obeso del que nuestro Wade se descojona de vez en cuando.
Los que se pelean se desean

Tras el fiasco de Gail Simone, Fabian Nicieza volvió para hacerse de nuevo al timón. En esta andadura, sin embargo, tendría que hacerse cargo de un vástago bicéfalo. La serie, que alcanzó los cincuenta números, se llamó Cable y Deadpool y ambos personajes hubieron de compartir protagonismo pese a haber sido concebidos en sus inicios como antagonistas por el papá de ambos, Rob Leifeld.
La extraña pareja funcionó bien y se consolidó durante cuatro años, de 2004 a 2008, en una suerte de pacto de no agresión que pasaría a convertirse en una fuerte amistad solo rota por el evento en el que se vio involucrado todo Marvel entonces y que fracturó a todos los héroes en dos bandos. Estamos hablando, como no podría ser de otra manera, de Civil War. Como era de esperar, el Degenerado Regenerante optó por otro bocachancla que pudiera aguantarle mínimamente y proporcionarle armas chulas, de modo que se alió con Tony Stark. Por su parte, el estoico y moralista Cable pasó a engrosar las filas del Capitán Gringo.
Forever Alone… o no

En 2008 apareció Daniel Way para devolverle a Wade Wilson su serie en solitario e intentar que tuviera el brillo que antaño llegó a conseguir con Joe Kelly. Con este fin, nos reencontramos con el Deadpool más hilarante e impredecible. Con Way, el estado anímico de Masacre se torna sumamente bipolar: por momentos quiere ser un héroe y a ratos es sumamente nihilista y se quiere morir. Hasta tal punto llegan sus idas de olla que es en esta etapa cuando, al hablar consigo mismo, sus tradicionales y característicos cuadros amarillos de diálogo se desdoblaron en otros blancos, representando una voz en su cabeza que resultaría ser una muy mala influencia…
Esta serie duró cinco años y supuso la regularidad final del bueno de Wade un par de años antes de su estallido de popularidad con la película, dejándose ver también cada vez con más asiduidad en crossovers como el de los Thunderbolts o formando parte de la Imposible Patrulla-X.
El Deadpool de Gerry Duggan

A ver, Gerry, ya sé que te fuiste escribiendo al final del número 300 que no querías que la gente llamara así a tu creación pero, colega, has escrito la etapa más larga hasta la fecha, sabes perfectamente que era inevitable.
Y es que si Joe Kelly escribió la edad de oro del personaje, Duggan nos trajo la de plata. Seis años, desde 2013 hasta finales de 2018, en los que, como él mismo reconoce, se lo hizo pasar tan mal a su vástago que este acabó por pegarle literalmente un tiro en una de sus viñetas. Durante esta etapa, que combina la introspección inaugurada por Nicieza con la locura máxima de Kelly y Way, el arco del personaje se convierte en una auténtica montaña rusa: se pelea con los presidentes norteamericanos muertos, mata a gente a diestro y siniestro sin acordarse después porque sufre amnesia, tiene una hija y se casa con un ser del inframundo en una portada que batió todos los récords de personajes de Marvel en una sola página. Todo esto sumado a que forma también parte en paralelo de los Imposibles Vengadores, continúa con los Thunderbolts y co-protagoniza otra serie esta vez junto al Trepamuros, Spiderman/Masacre, en la que se desespera intentando infructuosamente hacerle entender a Peter Parker que ambos son fruto de dibujantes de cómic como nuestro Salva Espín, que empieza a ser uno de los artistas recurrentes en esta década prodigiosa.

Quizá lo más destacable de la etapa de Duggan sean sus trece últimas grapas. En ellas, el título cambia a El despreciable Masacre, fiel reflejo de cómo se considera a sí mismo el pobre Wade. Antes de llegar ahí, tal y como reza su cabecera, intenta ser una vez más un héroe, un Vengador incluso, pero le sale mal. Se libera del Capi Loco que resultó ser el villano que vivía en su mente después de que ambos se regeneraran simultáneamente tras que Thor les desintegrara, pero acaba haciendo caso a Hydra, la versión maligna de Steve Rogers, y asesina a quien no debe. Por todo ello, finalmente intenta quitarse de en medio.
Para intentarlo, Duggan se vale de un hito de Las minis de Masacre, unas series limitadas que actualmente recopila Panini para España. Se trata del volumen dos, Masacre mata al universo Marvel, en la que, como reza el título para mi regocijo, hiperconsciente de que es un personaje de tebeos y harto de esta situación decide acabar con éxito –pero también sin repercusión real- con su condición de marioneta asesinando a todos los superhéroes y supervillanos sin distinción alguna. Asimismo, Duggan invierte el proceso en los tres últimos números de su despedida, titulándolos esta vez El universo Marvel mata a Masacre. En ellos, Wade Wilson provoca a todo el mundo para que lo maten, sin embargo, nadie lo consigue o directamente se niegan, por lo que decide borrar todos sus recuerdos y volver al modelo de fábrica.
El no tan despreciable Skottie Young

Tabula rasa para el carismático Agente del Caos, en la cresta de la ola después de su segunda película. Todo un caramelito que, al parecer, Skottie Young no ha sabido aprovechar. Quince números, una miseria comparada con la alargada sombra de su predecesor, y para casa. Muchos, como dice el propio Young, descorcharon la botella para celebrar su cese, anunciado en España en su última grapa de noviembre del pasado año. Yo no.
Tampoco es que me vaya a rasgar las vestiduras. Es cierto que Young ha remoloneado mucho. Como no podía ser de otra manera, continuó con uno de los grandes aciertos de Duggan, a saber, dotar a Wade Wilson del toque que le da Ryan Reynolds en las películas. Sin embargo, en más de una ocasión se abusa demasiado de ello, tanto como de la acumulación de chistes que hacen referencia a la cultura pop, dando la sensación de estar ante una serie de meros sketches cómicos. Ocurre sobre todo en los tres primeros números, utilizados para presentarnos su vuelta a la simple condición de mercenario con Negasónica. Un prólogo demasiado largo que no aporta nada a la trama principal, que tardará en llegar, y que no funciona bien ni como episodio autoconclusivo ni como una miniserie.

Aun así considero que no estamos ante el desastre de Agente X. En esta etapa, Masacre se casa por enésima vez con una alienígena de un planeta salvaje, cose a tiros a Santa Claus, masacra a unos sucedáneos de los iconos Disney y forma parte de La guerra de los reinos, el evento del año, al convertir a los invasores orcos en mascotas del parque temático de El Señor de los Anillos. Y lo más importante: entra en escena un nuevo antagonista creado a costa de cachondearse de uno de los niños bonitos de Detective Comics.
En los números 10, 11 y 12, Deadpool se tiene que enfrentar a Buenas Noches, un tipo enmascarado con una envergadura considerable que quiere vengarse de él por haber matado a sus padres a la salida del teatro. ¿Os suena de algo? Wade además le espetó tras asesinar brutalmente a sus progenitores que no se convirtiera en un cliché… era obvio que esto no sólo no iba a suceder sino que se iba a elevar hasta su máxima potencia. Buenas Noches no es sólo un vigilante nocturno que se toma la justicia por su mano sino que se regodea sin piedad en el reguero de sangre que va dejando y está absolutamente obsesionado con su cruzada personal. La parodia está servida y, tal y como acaba la serie, dispuesta a quedarse.
Futuro del Mercenario Bocazas

Entre las habilidades de Wade Wilson está el sobrevivir a todo y a todos, por lo que la destitución de Skottie Young no ha supuesto nada para un personaje que goza de un estado de salud incuestionable para La Casa de las Ideas. Por lo pronto, el año amaneció con la confirmación de la tercera entrega de la película así como con los dos tie-in firmados por Frank Tieri vinculados al evento de Matanza Absoluta.
El show continuó en marzo con el primer número de la nueva etapa firmada por Kelly Thompson, la segunda mujer en hacerse con los mandos de la mente perturbada de Masacre. Bueno, más bien la primera si no consideramos al Agente X un verdadero Deadpool y desterramos al olvido la labor de Gail Simone. Thompson empieza fuerte cruzando a Wade Wilson con la cazadora de monstruos Elsa Bloodstone y convirtiéndolo en un regente un tanto peculiar…
El pozo de muerte sigue abierto. Id preparando las chimichangas.