Apenas una semana después de la publicación del tráiler de Barry Seal: El traficante llega a la cartelera española la película inmediatamente anterior de su realizador, The Wall (2017). Ambas propuestas amplían la trayectoria tan variada como coherente de Doug Liman, uno de los directores más estimulantes del Hollywood contemporáneo. Revisamos su carrera.
En un período no mucho mayor a cinco años, los medios han ligado el futuro del cineasta neoyorquino Doug Liman a una gran serie de proyectos, entre los cuales destacan la adaptación del videojuego Tom Clancy’s Splinter Cell, un remake del clásico Evasión o victoria (1981) renombrado como Victory, un biopic del escalador George Leigh Mallory titulado Everest, el spin-off de X-Men Orígenes: Lobezno (2009) sobre Gambito y la adaptación de DC Comics alrededor de La Liga de la Justicia Oscura. Ninguna de estas películas se ha producido todavía, y al menos las dos últimas se han desvinculado oficialmente de la carrera del realizador, pero no cabe ninguna duda de que en todos los casos él parecía la elección idónea para dirigirlas.
No faltan razones para depositar tanta confianza en las capacidades de Liman para adaptarse con fortuna a cualquier tipo de película: su filmografía lo demuestra. Desde sus inicios desarrollados en el marco del cine independiente norteamericano hasta su inmersión total en el terreno del blockbuster hollywoodiense, e incluso transitando por el ámbito de la televisión, el cineasta ha conseguido un éxito arrollador contando historias que de manera evidente se interesaban más en los personajes que en la acción. Con fama de obsesivo y perfeccionista, su apasionado método para dirigir cuenta con un mote como “Limania” que reúne un buen puñado de anécdotas reveladoras.
Tratando de lograr la película perfecta, el artífice de Al filo del mañana (2014) ha llegado a filmar sin permiso de rodaje no solo en cintas pequeñas como Swingers (1996) sino también en una superproducción como Jumper (2008), y ha sido capaz de hacer reescribir entre cuarenta y cincuenta veces el final de Sr. y Sra. Smith (2005) para terminar quedándose con la primera versión. Su implicación en sus obras alcanza tal magnitud que le ha llevado a asumir el cargo de director de fotografía en tres de ellas, la citada Swingers, Viviendo sin límites (1998) y Caza a la espía (2010), aparte de haber operado la cámara también en otros de sus trabajos como El caso Bourne (2002). Un breve análisis de su carrera sirve para discernir la cohesión de sus planteamientos.
Los inicios independientes en los noventa
Hijo de una pintora y de uno de los abogados más respetados de Nueva York, cuya figura es una referencia fundamental en toda su obra, el joven Douglas Eric “Doug” Liman estudió en la Universidad de Brown y en la USC School of Cinematic Arts antes de dirigir su primera película, Getting in (1994). Una historia sobre un joven interesado en la botánica pero forzado por su tiránico padre a estudiar medicina que se transforma en una comedia negra salvaje cuando el protagonista suspende las pruebas de ingreso a la escuela para doctores, pasando a formar parte de una lista de aspirantes a una posible vacante cuyos miembros empiezan a ser asesinados. Se trata de una modesta y prácticamente desaparecida película de adolescentes que le sirvió a su realizador como verdadero aprendizaje cinematográfico.
Sin embargo, la auténtica prueba de fuego del talento de Liman no llegó hasta Swingers, su segundo largometraje y que a día de hoy ya es una película de culto. La historia parte de un guion semiautobiográfico del actor y cineasta Jon Favreau en torno a un cómico que intenta conseguir trabajo en Los Ángeles al mismo tiempo que se recupera de una ruptura sentimental. Varios estudios se interesaron por el libreto hasta que se enteraron de que el director quería al propio Favreau y sus amigos, Vince Vaughn y Ron Livingston, como protagonistas del film. En una primera muestra de la tenacidad que le ha llevado a ser lo que es ahora, Liman optó por financiar independientemente la película para poder así tener control sobre el cast.
Swingers es una comedia brillante completamente producto de la época en la que se creó. La cinta participa plenamente en el juego referencial y el gusto por los diálogos trabajados que Quentin Tarantino, partiendo de sus propios antecedentes, impuso como moda en los noventa. No solo se homenajea explícitamente a Uno de los nuestros (1990) y Reservoir Dogs (1992), incluso recreando algunas de sus secuencias más famosas, sino que el mismo grupo de amigos protagonista representa una versión moderna del conjunto de músicos y actores conocido como el Rat Pack, entre los cuales destacaban Frank Sinatra y Dean Martin. Además, en el film también se encuentra cierta nostalgia por el pasado fruto del llamado Swing Revival, un movimiento cultural de los noventa que recreaba los ambientes, la música y el cine de las décadas de los treinta y cuarenta, hasta el punto de insertar en el metraje una actuación de la banda de neoswing Big Bad Voodoo Daddy.
Mientras que Swingers habla sobre las reglas del cine de los noventa, Viviendo sin límites, libre traducción del título original Go, las mimetiza con fidelidad. En la tercera cinta de Liman cabe de todo: un montaje dividido por capítulos centrados en el punto de vista de cada personaje principal, un ritmo completamente frenético, drogas, sexo, robos… La película encaja perfectamente en el modelo de producto “postarantiniano” a la manera de Lock & Stock (1998) y Corre, Lola, corre (1998), pero estando focalizada en el mundo juvenil americano como la posterior Las reglas del juego (2002). La historia se centra en los acontecimientos que rodean a la celebración de una rave multitudinaria y su exposición resulta tan espídica que afecta incluso al logo inicial de la productora Columbia, que es interrumpido por varios fotogramas de sucesos ulteriores. En cualquier caso, la película es un hito en la carrera del director por diversas razones. Por un lado, fue un éxito crítico y comercial que le reportó uno de sus primeros y más importantes reconocimientos, la nominación al Mejor director en los Film Independent Spirit Awards. Por otro lado, la película no es el trabajo que se esperaba de él después del triunfo que supuso Swingers por lo que, como él mismo ha explicado, tuvo que luchar contra el sistema para hacerla. No es de extrañar, por tanto, que haya sido y siga siendo su film favorito.
El éxito comercial de los 2000
El siguiente paso en la carrera de Liman fue el de dirigir, por fin, una película destinada a reventar la taquilla mundial. No obstante, no dejó por ello de escoger la historia que verdaderamente le motivaba, hasta el punto de pilotar él mismo un avión en dirección a la casa de Robert Ludlum para pedirle los derechos de su novela, El caso Bourne (1980). La trama es sencilla: un barco pesquero rescata a un hombre moribundo que no recuerda nada sobre él mismo. A partir de aquí, el protagonista interpretado por Matt Damon dedicará todos sus esfuerzos a recuperar su identidad al mismo tiempo que descubre que posee toda una serie de extraordinarias habilidades propias de un miembro élite de los cuerpos especiales de la CIA.
Efectivamente, El caso Bourne fue un éxito comercial absoluto pero también mucho más. La película creó un nuevo paradigma de antihéroe dentro del cine de espionaje al mismo tiempo que revitalizó el género de acción para la era post 11-S. La violencia y el contexto hipervigilado de Jason Bourne se opusieron completamente a la ligereza de las películas de James Bond, aportando un aire de realismo crudo que se radicalizó con las secuelas realizadas por Paul Greengrass. Así y todo, a pesar de que hoy en día constituye ya un clásico del cine de acción contemporáneo, muchas de las decisiones que fundamentan el universo del personaje se deben al empeño personal del director y le provocaron tantos conflictos con Universal que le vetaron de cara a repetir como director en el resto de la saga.
Su siguiente película supuso una vuelta al registro cómico de los inicios independientes, incluyendo una nueva actuación de Vince Vaughn, pero dentro de un marco enteramente mainstream. Protagonizada nada menos que por Brad Pitt y Angelina Jolie después de que se barajaran nombres como Johnny Depp y Nicole Kidman, Sr. y Sra. Smith es la apuesta más frívola de toda la filmografía de Liman. La película se sustenta sobre el carisma de sus estrellas principales para componer el relato de un matrimonio aburrido cuyos integrantes no saben que comparten la profesión de sicario. Con semejante premisa como excusa, el film se las ingenia para realizar una sátira sobre las relaciones entre hombres y mujeres donde brillan algunos momentos cómicos como el molesto descubrimiento por parte del personaje de Pitt de que ha matado muchísimas menos personas que su esposa, aludiendo a la tópica incomodidad de los chicos al conocer las relaciones sexuales anteriores de las chicas. Cogiendo varios elementos de otras comedias criminales como El honor de los Prizzi (1985) y Mentiras arriesgadas (1994), la cinta es un auténtico desmadre que recurre a todo tipo de efectismos al único servicio del gag.
A raíz del éxito de este film, Liman hizo en el 2007 una secuela en forma de episodio piloto para una serie que no terminó de despegar. Aún así, el director posee una fructífera carrera dentro de la televisión que ha conseguido compaginar con el mundo del cine. De entre sus trabajos televisivos como realizador destaca especialmente el haber hecho los dos primeros episodios tanto de la serie de temática juvenil The O.C. – The Orange County (2003-2007) como de la sitcom Sin pantalones (2012), que cuenta con una sola temporada. Aparte, también ha asumido el rol de productor ejecutivo de otras series relevantes como el thriller de espionaje Covert Affairs (2010-2014) y la comedia dramática judicial Suits (La clave del éxito) (2011 -).
Después de este paréntesis, la filmografía cinematográfica del neoyorquino continuó con la que posiblemente sea su película más floja, Jumper. Sin embargo, aunque esta historia sobre un joven con poderes para teletransportarse queda lastrada desde un inicio por un guion plagado de clichés y por la lánguida interpretación de Hayden Christensen, Liman logra aportarle suficientes alicientes para que sea una experiencia interesante. Primeramente, la habilidad especial del protagonista le permite al director recrearse en unos efectos especiales que posibilitan que el personaje principal ocupe posiciones escalares antónimas, de un fotograma a otro, en el mismo plano; un truco similar al aparecido en otras cintas de acción como la cumbre superheroica de Bryan Singer, X-Men 2 (2003). Por otra parte, la teletransportación inmediata entre países muy distintos hace que el cineasta asuma más que nunca la influencia de los videojuegos que siempre ha estado presente en su filmografía, tanto explícitamente en el videojuego de hockey visto en Swingers, como implícitamente en la dinámica de videojuegos de disparos en primera persona de El caso Bourne y Sr. y Sra. Smith.
La consagración a partir de los 2010
Ya con seis títulos en su haber, Liman empieza la nueva década con la película aparentemente más seria de toda su carrera, Caza a la espía, otro título traducido libremente del original Fair Game. En este caso, el relato parte de los hechos reales que llevaron a la pareja formada por Joseph Wilson y Valerie Plame Wilson a destapar la mentira con la que George W. Bush justificó la Guerra de Iraq: el hallazgo de armas de destrucción masiva en el país asiático. Con tal de reforzar la verosimilitud de los hechos, Liman se alió con los mismos implicados de los sucesos reales y recurre a una cantidad ingente de material de archivo durante el metraje, convirtiendo al propio Presidente citado en un personaje más de la trama, junto a otros secundarios como el vicepresidente Dick Cheney y la secretaria de estado Condolezza Rice.
La pretendida relevancia de esta nueva obra en su carrera queda confirmada por la inclusión del film dentro de la Sección Oficial del Festival de Cannes de ese año, en el que también gana el prestigioso Premio a la Libertad de Expresión otorgado por la National Board of Review. Pero a pesar de ahondar en el desencanto político de la administración Bush y otras cuestiones importantes en la actualidad geopolítica, lo que verdaderamente le interesa al director es observar cómo el conflicto principal de la historia afecta al matrimonio interpretado por Naomi Watts y Sean Penn. La trama solo es el contexto donde desarrollar el drama humano, en el que explora temas ya apuntados en las anteriores El caso de Bourne y Sr. y Sra. Smith pero con mayor gravedad. De hecho, como el propio Liman ha indicado, “Fair Game es la versión real de esas películas”.
Cuatro años después, el director vuelve a la carga con una nueva superproducción, Al filo del mañana. Esta vez se trata de la adaptación de All You Need is Kill, ranobe o novela ligera japonesa de Hiroshi Sakurazaka, que ha sido definida como un cruce entre Atrapado en el tiempo (1993) y Starship Troopers (1997). Tom Cruise interpreta a un oficial militar que destaca por su cobardía, otro antihéroe en la filmografía de Liman, que se involucra sin querer en la guerra contra alienígenas que asola el planeta Tierra. La particularidad de este argumento es que debido a una extraña simbiosis con un extraterrestre, el protagonista entra en un bucle temporal en el que después de morir siempre vuelve a revivir el día antes de la batalla, como si de un videojuego se tratara.
El cineasta demuestra mayor sofisticación que nunca con este relato de ciencia ficción en el que, una vez más, lo que verdaderamente importa es la relación que se establece entre el personaje de Cruise y el interpretado por Emily Blunt, una superguerrera conocida como El Ángel de Verdún. Liman aprovecha todos los conocimientos cinematográficos aprendidos hasta el momento y los incorpora en esta nueva puesta en escena, incluso tomando de su anterior película el recurso de integrar imágenes de archivo dentro de la ficción, en este caso noticiarios con personalidades como François Hollande y Hillary Clinton en el prólogo de la historia. No obstante, lo que destaca en este mismo inicio es que el realizador vuelva a interrumpir los logos de las productoras con fotogramas de la trama, del mismo modo que hacía en Viviendo sin límites. Al igual que Clint Eastwood lleva haciendo desde Mystic River (2003) mostrando las imágenes corporativas de sus productoras en blanco y negro para anticipar la lobreguez de sus relatos, el director neoyorquino repite el mismo efecto en los créditos de dos de sus películas más alejadas en el tiempo porque lo que su estilo refleja es la urgencia o pasión por narrar historias.
El futuro del blockbuster
Este viernes 16 de junio se estrena el nuevo trabajo de Liman, el thriller bélico The Wall. Otro reto en la carrera del director en el que ofrece un asfixiante duelo entre dos soldados norteamericanos, interpretados por Aaron Taylor-Johnson y John Cena, y un francotirador del que solo pueden protegerse a través de un muro. Pero como ya se anunciaba en la introducción, la película siguiente del realizador ya tiene tanto un tráiler como fecha de estreno. No es el único proyecto que se avista en el futuro de Liman, puesto que ya está preproduciendo otro film de ciencia ficción titulado Chaos Walking, el drama carcelero Attica, y tiene pendiente de concretar una aventura espacial conocida como Luna Park, junto a la secuela de Al filo del mañana, Live Die Repeat and Repeat; ambas protagonizadas por Tom Cruise.
Parece que Liman ha unido su futuro profesional a la estrella de Top Gun (1986), del mismo modo que lo ha hecho Christopher McQuarrie, que le ha dirigido en Jack Reacher (2012), Misión imposible: Nación secreta (2015) y ahora en la sexta entrega de la misma saga. La mención de este director no es gratuita, ya que no solo es el guionista de Al filo del mañana sino que, del mismo modo que Liman, McQuarrie también empezó su carrera en el cine independiente norteamericano firmando el libreto de Sospechosos habituales (1995) y dirigiendo Secuestro infernal (2000).
Unido a la trayectoria de este realizador está también la del ya mencionado Bryan Singer, que antes de establecerse como uno de los más reputados directores de blockbusters de la actualidad, con ejemplos como X-Men Días del futuro pasado (2014), fue el artífice de Public Access (1993) y la citada Sospechosos habituales. Igualmente, el mismo Jon Favreau empezó su recorrido con Swingers y dirigiendo Crimen desorganizado (2001) para luego iniciar la franquicia de Iron Man (2008) y con ella el multimillonario Marvel Cinematic Universe.
Los cuatro cineastas, nacidos todos en la segunda mitad de los sesenta, bien podrían representar una nueva generación de autores de superproducciones que vieron sus inicios en el cine independiente. Pero centrándonos en el caso de Liman, ¿realmente podemos considerarle un autor? Él mismo respondió a esta pregunta en una entrevista de hace unos años diciendo: “Veo mi posición dentro de la industria como la de un autor infiltrado […] Los estudios me piden películas de gran presupuesto y yo sé entregárselas, pero siempre logro colar mi discurso como si se tratara de un Caballo de Troya”. Quizás en el terreno del blockbuster, la autoría consista en una lucha contra el sistema de la que se consigue filtrar cierta personalidad en los productos para las masas. En cualquier caso, por el camino nos habremos encontrado un puñado de pequeñas grandes y grandes pequeñas películas.