Las consecuencias de Harry Potter para el mundo de la literatura juvenil han sido innumerables, pero esta es de peso: desde el triunfo de J. K. Rowling y su mago con gafas, la duración de los libros destinados al público adolescente ha aumentado en un 115 por ciento.
Incluso los más escépticos ante las cosas de la magia deben aceptar que el éxito de Harry Potter marcó un antes y un después en la literatura para niños y adolescentes. O, si gustamos de los anglicismos, para las novelas ‘young adult’. Además de tentar a las editoriales con un mercado multimillonario en potencia, y de poner de moda las sagas con múltiples volúmenes, el mago con gafas de J. K. Rowling ha sido el detonante de un cambio mucho más gordo o, si se prefiere, voluminoso: desde 1999, dos años después de que Harry Potter y la piedra filosofal arrasase en las librerías, hasta 2016, la longitud media de una novela destinada a los lectores más jóvenes ha aumentado en la apabullante cifra de 290 páginas. Un 115 por ciento más de grosor en cada tocho. Y un 176 por ciento más si nos remitimos a 1976.
Briana Shemroske, responsable de literatura juvenil en Booklist (vía io9) ha llegado a esta conclusión tras observar un hecho cierto: año tras año, las dimensiones de los libros que debía analizar no hacía más que subir, como si alguien les hubiera echado un hechizo de crecimiento. Investigando sobre el tema, Shemroske encontró un estudio de márketing según el cual la longitud de las novelas (todas las novelas, sin distinción de edad) estaba experimentando un incremento medio de 80 páginas al año. Para llevar a cabo su propio análisis, la periodista literaria se fijó en una larga lista de títulos para niños y jóvenes publicados desde hace 40 años hasta hoy, llegando a su asombroso hallazgo: autores de moda hoy en día entre la chavalada anglosajona, como Ted Sanders y Benny Zelkowicz dan a la imprenta volúmenes de una amplitud con la que J. R. R. Tolkien no se atrevería ni a soñar.
Preguntando a colegas y editores por esta tendencia, Briana Shemroske halló siempre la misma respuesta: «Harry Potter». Según dichos expertos, no se trata sólo de que los libros más largos ofrezcan una relación más positiva entre coste y beneficio (sobre todo si pertenecen a seriales con muchas entregas), sino también de que J. K. Rowling convenció a los editores de lo rentables que podían salir las historias de fantasía con mucho ‘world building’, que requieren descripciones y explicaciones para sumergir a los lectores en sus ambientaciones de fantasía. Nosotros, por lo pronto, tenemos un buen argumento para soltar al próximo que nos diga que a la juventud de hoy no le gusta leer.