El arte retorcido: las claves estéticas de ‘Blasphemous’

Blasphemous es lo nuevo del estudio sevillano The Game Kitchen. Inspirada en su ciudad, en sus tradiciones y en el macabro encanto de España, esta obra ha tenido un éxito rotundo a nivel internacional. Repasamos algunas de sus claves estéticas y artísticas intentando, de paso, desentrañar algunas de sus infinitas referencias al arte del Barroco.

Fue el primer diseño de boss que hicimos para el juego
y resultó ser uno de los trabajos más importantes a la hora de sentar
las bases de la dirección artística y el tono general de
Blasphemous. La idea de mezclar, a modo de collage, elementos
de la cultura y el folclore (en muchos casos, claramente
reconocibles) sacándolos del contexto habitual fue nuestra
guía para conseguir el impacto que buscábamos.
Del libro de arte de Blasphemous sobre el jefe Tenpiedad

Cuando en The Game Kitchen quisieron iniciar un nuevo proyecto tras The Last Door (2015), el estudio no pasaba por su mejor momento. No eran muchos por entonces, así que comenzaron a idear un proyecto viable que les permitiera seguir en la brecha. Blasphemous (2019) nace en el setting, en la atmósfera y estética que en ese momento Enrique Cabeza, director creativo, y su equipo se propusieron adoptar. Si bien Japón no tiene reparo absoluto en trasladar su imaginario e historia a sus obras, España apenas ha querido abordar lo patrio. Maldita Castilla (Locomalito, 2012) fue quizás el ejemplo más notorio sin llegar a tener una gran repercusión fuera del país, y desde entonces el indie nacional se ha dado a conocer sin mirar demasiado a su cultura. Blasphemous pretendía romper esa tendencia, y fue así que su llamativo estilo convenció lo suficiente como para que su campaña de Kickstarter resultase existosa en 2017. El día de su lanzamiento, el 10 de septiembre de 2019, llegó al nº1 en ventas de Steam. La marca España, de incierto atractivo, consiguió su nicho en el mercado.

Blasphemous es barroco por esencia. Es una obra efectista, adornada y artificiosa, desmesurada en sus propuestas. En Blasphemous nada queda al azar. La obra es un simulacro de la realidad, donde cada pieza es un símil retorcido de la cultura del sur, y ahondar en esas referencias conlleva un trabajo de investigación titánico para el que nadie en The Game Kitchen estaba preparado: «En el equipo, no hay nadie formado en historia del arte […]. Hemos tenido que hace un extenso trabajo de documentación: arquitectura, leyendas sevillanas, hemos tenido que leer varios libros de escritores como Jose María de Mena –el más importante especialista en Sevilla-, hemos recopilado letras de canciones de flamenco, hemos entrado en iglesias, e incluso hemos subido al techo de la catedral. Hay referencias a primera vista y otras más escondidas«, comenta Cabeza. La atmósfera confía en el horror vacui, en no dejar ningún hueco vacío. Su ambientación es el origen y el fin de la obra y por ello ha sido tratada con mimo. El reino de Cvstodia, en referencia al relicario donde se alberga la hostia sagrada, plantea en su collage un sinfín de piezas que bailan al son de un tono a evocar.

Lo nuestro

Hay tanto en Blasphemous desde donde partir que ni empezar sabría, así que partiré con un ejemplo. En el nivel de “Los lienzos durmientes” se esconde el personaje de Jocinero, Hijo de la Luna y el Toro, y como se asegura en el libro de arte del videojuego, su concepción puede resultar inverosímil: Jocinero nace inspirado por la canción de Carlos Castellano La luna y el toro (1965) y por una de las tantas variaciones del Inocencio X de Velázquez realizadas por Francis Bacon, en la que una res partida por la mitad se muestra a ambos lados del pontífice. Dicha imagen dio luz a un concepto, al de un toro grotescamente dividido y torturado tras el encierro que da luz a un niño bajo el amparo de la luna, como la canción de Mecano Hijo de la luna. Jocinero, a su vez, hace alusión al toro de Miura que en 1862 asestó una cornada directa al corazón del torero que le bailaba. Arte, flamenco, música pop y tauromaquia en una sola imagen. ¿Entienden ahora ustedes la complejidad de Blasphemous? Quien reduzca esta obra a la Semana Santa no se entera de la misa la mitad. Demasiadas referencias pasan desapercibidas, incluso para el andaluz.

Blasphemous es un retrato retorcido del sur, pintoresco en sus detalles. Muchos ya no tienen cabida en nuestro presente -figuras como el pregonero o el sereno hace tiempo que se perdieron-. Otros aún persisten, especialmente en las cofradías –mantillas, nazarenos, costaleros y flagelantes conforman un imaginario habitual durante la Pascua-. Las vestimentas también han sido cuidadas: personajes que visten con barrocos bordados inspirados en los mantos de las Vírgenes, monaguillos con sus túnicas, gitanas que parecen salidas de algún cuadro de Romero de Torres… Los términos, tan curiosos como “el Mayor Dolor”, son un reflejo de los extravagantes nombres de las hermandades y las enrevesadas iconografías. Los colores y materiales también son importantes: el oro, que recuerda los estofados de los retablos y la aparente riqueza del Barroco; la plata, homenaje a la importancia de la platería en España; el rojo y el púrpura, símbolos de la Pasión y la realeza de Cristo. Todos y cada uno de ellos se observan en las vestimentas, en los detalles de los menús, inspirados en parte por la joyería y las molduras de yeso del Barroco.

El abanico es amplio, y no se limita a lo visual sino que llega a nuestra particular forma de actuar. Un ejemplo trágico y tierno se cuenta en la triste historia del viejo fraile que en un momento de vida o muerte se acercó a una vieja bola de cera, la cual había formado, como tantos otros niños incluso hoy día, con la cera que caía de los cirios en las procesiones. El sur tradicionalmente ha aunado vida y fe de alguna otra forma y Blasphemous le rinde homenaje no sólo a nuestra manera de vivir, sino a nuestras historias. Santa Librada, por ejemplo, la Virgen crucificada de Sevilla que huyó de las proposiciones de un rey lusitano. Le creció barba y así consiguió el rechazo del monarca, costándole de igual manera la vida. A ella la vemos en la historia de las tres hermanas, Altasgracias, que por evitar el casamiento se unieron y encerraron en un enorme ovillo de cabello. También se recuerda a María Coronel, que por huir de Pedro I el Cruel derramó una olla de oro derretido sobre su cara. A ella se la recuerda en el videojuego como Nuestra Señora de la Faz Denigrada. 

Todas estas referencias tiene origen o cabida en Sevilla, aquella que sirve de escenario y personaje a partes iguales. Sevilla es Cvstodia, se ve desde su Catedral, rebautizada ahora como Madre de Madres. Desde aquí partimos hacia recónditos lugares que salen y entran de Sevilla. No sólo Cvstodia son sus puentes (el de Triana y el de San Bernardo); no sólo son sus iglesias, que desde lo alto de la Archicatedral se muestran mezcladas unas con otras, como si cada iglesia de la ciudad fuese en realidad la suma de todas; no sólo es la Giralda o los Reales Alcázares, presencia musulmana en Blasphemous. Cvstodia también sale de Sevilla al mirar a San Pedro del Vaticano, por lo impoluto de sus mármoles que remarcan la santidad de los últimos niveles, también mira al Pozo de Sintra, en la extraña sinuosidad de “Asciende el Quejido”. Así podríamos seguir hasta la noche de los tiempos.

Es retorcido

Ya lo dije en su día: Dark Souls (2011) para mí es una deformación en el gusto. En ciertos escenarios de Blasphemous pude ver algunos puntos en común, como la ruina, la iluminación de tonos ocres, el estilo renacentista de algunos edificios. «A nivel atmosférico, si bien Dark Souls es un juego influyente en esta década y para nosotros, es porque en muchos casos bebemos de las mismas fuentes. Dark Souls utiliza las iglesias, busca en el arte religioso su influencia, igual que nosotros. Bebemos de la misma inspiración«, responde Enrique a mi defecto, lo cual me deja más tranquilo. A fin de cuentas, poco ejemplifica mejor la posmodernidad en el arte que el videojuego. En Blasphemous todo se recontextualiza, todo se retuerce. La fantasía oscura pasa por el tamiz de lo romántico sus influencias: la ruina, la locura, la luna… No es descabellado observar las ruinas de Friedrich en cualquier escenario de este estilo, no menos aquí. Parece que el romanticismo oscuro comienza a trillarse por no variar en sus tópicos. 

En cualquier caso, Blasphemous parte con ventaja: históricamente, lo español apenas se ha aprovechado. The Game Kitchen le da un nuevo significado a la tradición y al arte. Margarita de Austria, por ejemplo, ya no protagoniza un retrato familiar junto a sus Meninas, ahora cabalga sobre un gigante; los monjes cartujos que Zurbarán retrató ahora son fantasmas que vagan en la biblioteca. Todo puede adquirir un nuevo significado con el prisma apropiado. Lo siniestro, por ejemplo, se apodera de las mantillas, familiares y extrañas al mismo tiempo; lo grotesco y lo macabro se aprecia en cada enemigo, y les aseguro que no tuvieron que hacer un sobreesfuerzo por lograr el tono adecuado, pues ya está en nuestra mente. Fijémonos en el personaje de Melquiades, el Arzobispo Exhumado.

Vi cómo limpiaban sus huesos en vino para luego
vestirlo en sedas y oro. Vi cómo colocaban las más bellas
joyas sobre su rostro para luego besar su frente. Vi cómo
ensortijaban sus dedos para luego besar sus manos. Lo alzaban
pronunciando su nombre y lo mecían para que
pareciese que caminaba de nuevo.
Anónimo, diálogo original de Blasphemous.

Melquíades fue mostrado por primera vez en la campaña
de Kickstarter de Blasphemous. Su diseño está basado
en los llamados Santos Enjoyados o Santos de las
Catacumbas, que eran cadáveres encontrados en Roma
en el siglo XVI en cámaras subterráneas excavadas en
los primeros siglos del cristianismo. Se les identificó
como mártires tempranos porque tenían la letra ‘M’ marcada
en el cráneo. Después de su exhumación fueron enviados a
otros lugares de Europa, donde las diferentes congregaciones
religiosas acabaron vistiéndolos con lujosos ropajes y multitud
de joyas donadas por la nobleza, cubriendo la totalidad de sus
cuerpos e incluso colocándoles máscaras de cera que
suavizaban el aspecto tenebroso de sus esqueléticos rostros.
Del libro de arte de Blasphemous.

Lo católico, más que lo cristiano, ha tenido siempre la suerte (buena o mala) de rozar lo macabro cuando se lo propone. España, en su carácter piadoso, ha dado razones para que quien no se sienta cómodo con ello lo retrate. Recuerden si no a quienes en el cambio de siglo retrataron el fervor religioso de la España negra, artistas como Darío de Regoyos o Gutierrez Solana, que plasmaban con un aire tenebroso las misas o las procesiones. Sin embargo, es Francisco de Goya quien seduce a propios y extraños, ya que su cinismo afrancesado fue el primero que vio lo macabro en la sociedad hispánica. Goya se aprecia en la Señora de los Seis Dolores, que mezcla El vuelo de las brujas de 1798 con la iconografía de los dolores de la Virgen; Goya se observa en ese aterrador ojo de Saturno, perfilado en el rostro de Gémino, el personaje encerrado en un árbol que nos recuerda a San Sebastián asaetado; Goya está en los cadáveres del camino, que emulan los desmembrados cuerpos de Los desastres de la guerra. Goya está en la oscuridad de la fe, en la distancia con el que se aprecian las procesiones, en el masoquismo de los personajes, en la violencia castellana. El horror de Blasphemous, ese es Goya. 

Para persuadir al que observa

Hay una teoría en el arte según la cual hay dos eones que se alternan a lo largo del tiempo: lo clásico, medido y racional, y lo barroco, dinámico y pasional. Lo barroco conmueve al espectador, es decir, lo mueve consigo. Lo barroco se basa en el pathos, un término griego que hace alusión no sólo al dolor humano, sino a la emoción misma. Lo patético no entiende de razón, pues es desmedido. Es lo que tienen las dolorosas, imágenes que recuerdan el dolor de la Virgen ante la Cruz y que coronan las montañas nevadas del nivel “Donde marchitan los olivos”. Ir a la emoción, ya sea la pasión, el dolor, el miedo, la culpa, la fe u otros tantos valores dentro de Blasphemous, significa apelar a un rincón de nuestra mente difícil de controlar. Es por ello que autores como Goya conquisten incluso fuera de España.

El arte español, aunque ustedes no lo crean, siempre ha gustado más fuera que dentro, en especial en el mundo anglosajón -sólo hay que ver la importante colección de obras de Velázquez y Ribera que posee la National Gallery de Londres-. Para ellos, protestantes o anglicanos, el mundo de la imagen y el aparato católico les resulta exótico cuanto menos. No es de extrañar que Blasphemous haya captado la atención, más aún cuando gran parte de los códigos de los que se apropia el videojuego les son desconocidos.

Se ha hablado mucho del arrebatador trabajo de diseño artístico de BLASPHEMOUS, y lo que nos queda. Porque más allá de un reflejo de la parte más macabra de la Semana Santa, es toda una tesis sobre la negrura de lo español.

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Fuera de España hay gente que ha investigado y ha dado
con la realidad. Hay nombres por ejemplo que no han
sido traducidos (como Tenpiedad); cuando lo traducen se dan
cuenta en qué están basados. Lo han hecho con muchas cosas,
les ha resultado intrigante y están haciendo lo que nosotros
queríamos que pasara: que buscan las capas reales de información
real tras el juego, y eso está pasando. Hay gente que ha descubierto
la Viridiana de Buñuel. Candelaria (la vendedora) habla con
coplas, y si buscas esas frases encontrarás la canción original a
la que hace referencia. Es algo que al traducir al ingles
se ha perdido completamente, pero si un hispanohablante busca y
lo publica, un angloparlante puede dar con ello.
Enrique Cabeza

Encriptar la realidad no se limita meramente a conocer o no la Semana Santa. El lenguaje, que de base ya es un código, afecta a la comprensión del mensaje. Blasphemous, que inspira sus textos en letras que van desde Santa Teresa, San Juan de la Cruz o Gonzalo de Berceo hasta canciones populares como las de Lola Flores, sin miedo a tirar del castellano antiguo cuando así les parezca.

Hay un problema con el “lost in translation”. Mucha gente
creía que ciertas expresiones estaban mal y lo que ocurre
realmente es que son expresiones del castellano antiguo que
se siguen usando en Andalucia, como engordo («esto me importa
engordo») o «en verdad», algo muy de aquí. Fuera se piensa que
está mal dicho, pero son cosas que ya vienen en el Quijote. Si ahí
hay un pequeño malentendido del andaluz con el resto de
España, imagínate traducir al japones, cuyas traducciones se hacen
en base a la inglesa. Ahí se ha perdido muchísimo. Por ejemplo,
uno de los traductores de japones me preguntó por la frase
«tengo sangre de reyes en la sangre de las manos», que es una
canción de creo Lola Flores [según he podido comprobar, es de Manolo Escobar], que viene a significar que es gitana, ya que los
gitanos dicen popularmente que proceden de los faraones.
Es algo que el traductor no podía entender. Enrique Cabeza

Viendo la actitud de aquellos que han jugado, que parece ser la esperada por The Game Kitchen, no habría que preocuparse por ser “blasfemo” en absoluto. Blasphemous habla de fervor, de culpa, del dolor y del sentimiento. Quien observe la Semana Santa con ojos inocentes o quien se intrigue ante pinturas de martirio quizás se haga una idea de hasta qué punto todos estos valores conforman la imagen que tenemos del catolicismo español. Es casi subliminal, ya está en el subconsciente de quien lo vive día a día. Así lo condensa la Semana Santa: flagelantes, costaleros, penitentes, todos movidos por un sentimiento en común, una pasión. Blasphemous no transmite en absoluto nada de esto, pero tampoco le interesa. Observar desde fuera, no con el cinismo de Goya sino con curiosidad, es lo que ha permitido a The Game Kitchen trasladar al jugador esa imagen superficial de algo tan complejo. Hay atención al detalle en la obra, hasta tal punto que nuestra partida se titula “Peregrinación”. Sin embargo, ahondar en esos conceptos de culpa y dolor no nos lleva más allá de la propia atmósfera que buscan transmitir. Es sólo una pequeña pincelada de algo mayor, alejada del significado original pero cercano al espíritu que pretende evocar. «Esperamos que la gente entienda que no es una crítica«, confiesa Enrique. Sin embargo, más allá de las referencias a descifrar, ¿qué nos queda?

Si hay algo que une Dark Souls y Blasphemous es su capacidad para extraer sólo lo superficial de aquello que imitan. Hidetaka Miyazaki así lo explica y así lo ejecuta. De la impresión, From Software elabora algo nuevo; recontextualiza, o más bien resignifica. Miyazaki no profundiza demasiado para imprimir su genio y, sobre todo, para aplicar las conclusiones de la lectura. Blasphemous no es tan consecuente. La coherencia interna entre diseño y narración se pierde en la obra, pues no es su objetivo. No importa por qué Tenpiedad yace en su lugar, importa que nos remita a Miguel Ángel; no importa saber qué hacen los sarcófagos vivientes tan separados entre sí, importa que nos recuerden a la sepultura de los Reyes Católicos en Granada. Blasphemous es una obra-espejo, en la que las leyendas y el lore tienen su significado en nuestra realidad cotidiana. El gusto ya no está en la obra, sino en nuestra capacidad de reconocer el pasado en ellas. Omar Calabresse habló sobre lo neobarroco en la cultura de masas, y no podemos sino darle la razón: lo barroco ha vuelto. Lo recargado ahora tiene que ver con la densidad florida de los textos, con la cantidad de referencias eclécticas que no dan puntada sin hilo. Blasphemous es dinámico, es llamativo, alberga un sinfín de capas, es complejo, es dionisiaco. Blasphemous es barroco, y es algo que habríamos de aprender a disfrutar, pues el trabajo de Enrique Cabeza y su equipo es sencillamente formidable.

Todos hemos amado y odiado Blasphemous, no podemos negar que han logrado su objetivo. Cariño a lo suyo no les ha faltado. The Game Kitchen cumplió su objetivo: la atmósfera es perfecta. Su consumo, no obstante, es distinto. No es una obra que valga per se, es un retrato que pone en valor lo retratado. Así como Tarantino en Erase una vez… en Hollywood (2019) centra su obra en su amor al cine de los años sesenta, Blasphemous lo hace en su amor al hogar, a lo suyo, a lo que nos identifica, y lo ve con cariño, curiosidad, asombro. Si nada de eso nos ha llegado, será que el Milagro así lo ha querido.

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