La tercera temporada de El cuento de la criada nos ha dejado algo fríos: argumentos que no van hacia ningún lado, repetición de tramas y conflictos… os contamos cómo ha sido esta nueva entrega de la afamada serie de HBO.
Este artículo contiene SPOILERS
La serie basada en el libro homónimo escrito por Margaret Atwood y lanzada por la HBO supuso una revolución para la televisión de medio mundo. La historia de Defred (u Offred si la ves en versión original) era, precisamente, el cuento de una criada sometida a un Estados Unidos ultra religioso, violador y distópico. En él, todas las mujeres han de ser violadas sistemáticamente por sus comandantes con la observación de la esposa de éstos para que se cumpla un ritual basado en la Biblia. En este mundo, ahora llamado Gilead, se encuentra nuestra protagonista. Una mujer llamada June Osborn, antigua empleada de una editorial de libros, casada con Luke y madre de una niña llamada Hannah.
A raíz de ingresar en este nuevo Estado, June es separada de sus seres queridos y formará parte de la casa de los señores Waterford, compuesta por el comandante Fred (del cual obtendrá su nombre) y de Serena (la mujer de éste y una de las mentes creadoras del sistema actual en Gilead). Tras una primera entrega sorprendente, pasamos a una segunda temporada más descafeinada y continuísta. El final de la segunda temporada estaba marcado por la entrega de Nichole (la hija de June, fruto de su relación con Nick, un Ojo -espías del régimen-, e “hija” del matrimonio Waterford) a Deglen (otra criada que escapará hacia Canadá).
Esa conclusión ya supo a poco a la gran mayoría de los espectadores y daba la sensación de que se estaba estirando el chicle de más con la serie. Muchos otros pensaban que el componente sorprendente de la primera temporada se estaba vaporizando para construir nuevas narrativas menos atractivas (por ejemplo, en la segunda conocimos algo más de Las Colonias, ese lugar destinado para las mujeres jóvenes no fértiles o aquellas que se rebelan ante el régimen).
Con el inicio de esta tercera temporada, estrenada en pleno verano, los espectadores esperábamos un poco más de aquello que nos cautivó de la primera. Sin embargo, y bajo mi opinión, no ha cumplido del todo las expectativas generadas para esta tercera entrega. La temporada comienza con una June que debe regresar a la casa de los Waterford tras haber dejado a su hija con Deglen, que consigue llegar a Canadá, muy confundida y perdida ante una nueva vida donde vuelve a reencontrarse con su mujer y su hijo.

En el otro lado, es decir, en Gilead, June es reasignada a otro comandante y sostiene un tira y afloja con la señora Waterford que, deprimida y harta de su vida conyugal con Fred, quiere que le ayude a recuperar a su hija («adoptiva», por así decirlo, ya que la madre biológica es June). Aunque en un principio parece que es June quien guarda, por fin, una posición de poder que la permite manejar la situación a su antojo, conforme avanza los siguientes capítulos, observamos que todo es un espejismo: June debe llamar a Luke para que acceda a que Serena se encuentre con su hija en Canadá a cambio de un “favor” que le debe si cumple con su parte.
Nichole y el conflicto entre países
Finalmente, June no obtiene lo acordado. Fred se encuentra con su mujer (en ese magnífico capítulo cinco), tras el encuentro de ésta con Nichole, y le promete que no será la última vez que vea a su “hija”. Para ello, pone en marcha un plan que permita que Canadá vea el sufrimiento de un Estado entero por un bebé que se encuentra al otro lado de la frontera. A modo de show, decide hacer varios programas cuyo plató serán zonas tan emblemáticas como el monumento a Lincoln, que, destrozado, simboliza cuán de horroroso es este infierno para todas las mujeres que están dentro de él.

Las plegarias parecen dar fruto en Canadá, algunos mediadores se hacen eco de que, si no ayudan al matrimonio Waterford con el asunto de la niña, puede que utilicen su industria armamentística contra el estado democrático canadiense. Es por ello, que deciden recoger los testimonios de algunas de sus figuras, como Deglen (Emily). A pesar de que no puede contar toda la verdad, los mediadores tampoco pueden hacer mucho más salvo negociar con las partes y quedar en un territorio de nadie con el tema.
Sin embargo, Serena guarda un as en la manga. Aprovechando el teléfono que le da el mediador estadounidense (el señor Tuello), realiza una llamada con el objetivo de ir con Fred para tramitar el regreso de Nichole. Para cuando se quieren dar cuenta, ambos están en territorio canadiense y son apresados por crímenes de guerra. Más tarde, conoceremos qué ha sido Serena quien ha acordado todo este movimiento en beneficio de obtener a Nichole y salir del régimen de Gilead.
Prisión para los Waterford y la vida más allá de June

Esto supondrá un antes y después para la serie, que no se permitía afrontar la problemática de un matrimonio que (junto a la Tía Lydia) han funcionado como villanos para las anteriores temporadas. Con el apresamiento de ambos miembros, se finaliza una trama que no solo permite una vía de escape, sino que concluye una parte de la serie que ha dedicado minutos y capítulos a un matrimonio ya roto y consumido por el mismo mundo que ellos han creado.
No obstante, en esta “prisión provisional” se nota que la serie no ha sido tan punitiva como sí ha demostrado con las criadas. Tanto Fred como Serena se encuentran en un entorno limpio, lleno de lujos y para nada intimidante. Incluso obtienen la visita de Nichole en varias ocasiones y se dan situaciones tan poco ilustrativas como la conversación mantenida entre Fred y Luke. No había nada qué hablar salvo el morbo de la audiencia porque ambos personajes se encontrasen, sin importar que su encuentro no aportase nada a la trama.

Igual ocurre con el personaje de Moira o de Emily que, traspasada la frontera, se quedan sin eje narrativo que las sustenten. Solo son vistas fugazmente en algunos capítulos, dejándose todo el peso de la historia en la parte de June que, ahora y de repente, decide que debe sacar a todos los niños de Gilead. Con este nuevo objetivo, la gran mayoría de la audiencia pensará que, por fin, se va a producir la oportunidad de conseguir que June y Hannah salgan de Gilead. A pesar de que June consigue hablar con Billy, un personaje también fugaz que tiene las llaves para que puedan salir del país, es en el bedel Jezabel donde también se encuentra (y asesina) al Comandante Winslow, alto cargo de Washington.
Sin embargo, no hay ningún efecto tras su muerte. Al contrario: parece que todo está igual. A pesar de que ya no existe Winslow (en Gilead le creen por desaparecido en vez de muerto) y también se conoce el paradero de los Waterford, la República mantiene su sistema intacto. En Canadá tampoco se producen efectos salvo las esporádicas escenas donde Serena sigue hablando con Tuello sobre su hija y cómo recuperarla y poco más.

Tras la muerte de Eleanor (mujer de Lawrence y un personaje secundario más), se produce la ansiada llegada del avión que devolverá a 52 niños y a sus Marthas (mujeres que ayudan en la cocina y limpieza de las casas de los comandantes y que, junto a las criadas, forman parte del sistema de Gilead), a Canadá sanos y salvos. Al principio parece que este plan tampoco va a surtir efecto: una primera Martha intenta volver hacia atrás y regresar con la primera niña que llega a la casa de los Lawrence. Incluso el propio Lawrence intenta convencer a June con no continuar con lo planeado: sin embargo, June establece que “ahora esta no es tu casa” y permanece con el plan estipulado. Las niñas y niños comienzan a llegar como gotas en una fina lluvia a casa de los Lawrence. June y el resto de las Marthas marcan el principio de un camino a pie, hasta el aeropuerto, de unos ocho kilómetros de distancia. Comienzan su periplo no sin encontrarse con más obstáculos como algunos furgones de Ojos a los que atacan a base de pedradas.
Un final que nos suena
June se muestra como mártir y decide salirse del lugar donde todas están refugiadas para llamar la atención de los Ojos, y uno de ellos le dispara. Ella consigue también dispararle y le exige que diga por la radio, al resto de Ojos, que “todo está despejado”. Para entonces, el grupo consigue ir hacia el aeropuerto y June yace, herida, en el campo mientras observa el avión irse hacia Canadá. Una escena muy similar al final de Lost (2004-2010) donde Jack, herido de muerte, observa cómo el avión se marcha de la isla.
En Canadá, el avión llega y Luke intenta descubrir si están su mujer y su hija dentro de él. En ese momento, también la audiencia se pregunta cuál ha sido el plan, desde el principio de esta subtrama, si ni June ni Hannah van a poder cruzar la frontera. Siendo sincera, el resto de niños, niñas y tan solo una Martha de las principales (Rita) no importan tanto como si hubiese sido Hannah y June algunas de las que hubiesen llegado a Canadá. También es una casualidad que el resto del elenco que suele acompañar a June sí estén vivas y listas para ayudar a June, que permanece herida y tendida en el suelo y concluyendo así la tercera temporada.
Estamos ante una temporada errática en sus argumentos, con sus vaivenes. Con el regreso de una Tía Lydia que había sido herida de muerte en la anterior temporada, con un matrimonio Waterford que no tiene más diálogo que el del odio entre sus miembros, con una June que “de repente” decide recoger a todos los niños de Gilead salvo a su hija. Con un Luke que deberá esperar, quién sabe si una o dos temporadas más hasta que el chicle se haya estirado a su límite. Hasta que la narrativa no pueda soportar más obstáculos, más dolor, sufrimiento.

Es como si la serie se hubiese vuelto consciente de que la audiencia que observa a June con su aventura no quiere un final feliz para ella. Quiere que se produzca el mismo final no una sino dos veces. Se observa una falta de originalidad, de ideas, de argumentos, que no tienen solución y no parecen tenerlas a corto plazo. Prima más que se venda la secuela del libro original de Margaret Atwood, Los Testamentos con lanzamiento el día 12 de septiembre. Prima que la historia no tenga un fin claro. Que ahora June vaya a otra casa donde seguro que seguirán vejándola, violándola, humillándola. Prima más que Hannah siga recluida en el sitio más complicado del lugar sin motivo ninguno: ya no está Serena para chantajear a June con la localización de su hija. Si por no haber, ni siquiera existe el mayor de los comandantes.
La serie ha perdido el norte narrativamente hablando en pos de un beneficio económico, de audiencia, de fenómeno, que no quiere que finalice. Porque todos sabemos que el final previsible será el reencuentro de una madre y una hija en Canadá, de un regreso juntas o separadas. Pero reencuentro, al fin y al cabo. Si será o no feliz eso dependerá de lo que decida HBO.