El escándalo José Mota: ¿Estamos empezando a ofendernos por todo?

Toñi Prieto, directora de programas de entretenimiento de Televisión Española, ha pedido disculpas públicamente por un sketch que ella misma ha calificado (oh, Dios) de “denigrante”. ¿Convierte esto al ex componente del dúo Cruz y Raya en un humorista radical, subversivo y contestatario, en uno de los nuestros? CANINO reflexiona y responde.

Sobra decir que nos pierde el humor que hace cosquillas arañando las amígdalas. Que sin la ofensa el humor carecería de sentido y, que, al mismo tiempo, siempre ha habido humoristas iconoclastas y humoristas complacientes. Los dos son necesarios. Los dos hacen humor, en distintos lados del campo de batalla, extremos equidistantes y complementarios. El sinsentido llega cuando lo que no debería ofender ofende, y aquellos humoristas que se curran la pataleta y el escándalo, pasan desapercibidos. Algo no funciona del todo bien en un momento en el que los guardianes de los buenos valores son vistos como sediciosos cierrabares…. O viceversa.

José Mota pasa a ser a partir de ahora en un caso ejemplar, paradigmático, en el panorama del humor nacional. Como hace unas semanas lo fue Millán Salcedo –quien también ha acusado recientemente a Mota de «piratear sus gags”- pidiendo disculpas por una broma de mujeres maltratadas de hace veinte años, Guillermo Zapata puesto en tela de juicio por unos chascarrillos vía Twitter de hace lustros o Vigalondo ofendiendo al supuesto lobby judío español a través de la misma arma cargada de ponzoña. La limpieza moral en la comedia, ejercida desde no sé dónde y por quién sabe qué chiquilicuatres, parece fulminante y arrasadora. El cómico Ignatius Farray lo resumía bastante bien en Twitter: lo único que nos faltaba es ver a José Mota convertido en un humorista outsider. Sólo cabe una explicación: en España nos encanta ofendernos. Lo necesitamos como el aire o el café de la mañana. No es que hayamos perdido el sentido del humor, que también, sino que hemos pasado a integrar la ofensa en el mismo corazón del chiste. Y que sabemos que por ahí pululan desaprensivos marginales haciendo bromas de tullidos, de pedófilos y de enfermedades terminales, pero que a nuestros héroes nacionales no nos lo toquen. Que no se vuelvan contra nosotros, por favor. Que no experimenten. Que se queden donde están, desempeñando su papel, sin hacer daño a nadie, sin confundir sus roles, sin pasar de ser payasos buenos a payasos capullos.

Mota es un humorista notable que ha escogido el lado de la luz –del humor familiar, buenrollero, buenista y de orgullo patrio, sin dobles lecturas- como campo de acción, lo que no es sólo una opción respetable, sino además muy astuta y económicamente rentable. Sus programas cuentan con el valor añadido de tener un acabado técnico impecable y unos guionistas, por lo general, de primera categoría. Pero incluso en la más luminosa de las habitaciones se cuelan, a veces, resquicios de oscuridad. Que nos haga gracia su humor es otra cosa: bien mirado, no somos su target. Su sketch, por no ser, no es ni original: a mí me recuerda a uno de la película The ten (2007), que a su vez era una versión de otro de Amazonas en la Luna (1987). No es humor subversivo, sino una nueva destilación de una fórmula conocida y eficaz para un público masivo y nada marginal. Tampoco lo veo mal: el reciclaje es el arma más potente del cómico, siempre que use su filtro personal. Un filtro que Mota, a estas alturas, pese a quien pese, tiene bien engrasado.

Cito a Andrés Barba en su reciente ensayo La risa caníbal (Alpha Decay): “Nunca sabremos hasta qué punto nos son necesarios –tanto a título individual como a título colectivo- los hombres que se ríen de otros hombres”, y una réplica muy oportuna del propio Mota: “El escenario político actual es el adecuado para el humor”… como podría serlo, por la misma regla de tres, la Norteamérica post 11S, magníficamente analizada en el libro de Barba. Todo se funde en tiempos difíciles para la lírica y la carcajada que confundimos el chiste con las témporas. Es cierto que Mota anda jugando con fuego desde hace un tiempo. Introduciendo en su espacio de comedia blanca pequeños latigazos de humor negro y de crítica política indisimulada. Bravo por su arrojo, pero era la lógico que con el tiempo la bomba fétida le estallara en sus propias narices. Estoy seguro que él mismo entiende a la perfección que el riesgo forma parte del espectáculo y es una responsabilidad moral de todo aquel que hace comedia, incluso comedia blanca. Otra cosa es que ame demasiado su trabajo, su cena caliente diaria y su cuenta corriente. En ese caso, mejor no juegues con fuego; pero si no juegas con fuego, no hagas humor, o hazlo sólo para las paredes o los necios que viven para rasgarse las vestiduras: los espectadores de la televisión nacional, se entiende. Los españoles “respetables” en bulto. Cruzo los dedos porque Mota, como antes Salcedo, no pida disculpas por su supuesto desliz. O que dibuje una reflexión oscura y pesimista en la que deje claro que, en la España de hoy, tan necesitada de humor negro y crítico como cainita, rencorosa e inclemente, incluso las viejas gracietas sobre gitanos de su ex compañero Juan Muñoz serían vistas hoy como material de derribo, punk incendiario, materia prima y carne apaleada de censura y presidio.

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4 comentarios

  1. Javier Solís dice:

    Para situarme: viví varios años en España en funciones diplomáticas desde mediados de los 90s hasta los 2000. Puedo decirles con total seguridad que nunca comprendí el bajo nivel de los espectáculos cómicos en TV. Para empezar, las parejas o los individuales, varones todos, lo primero que hacían era vestirse de mujer, de mujer común, de pueblo, de barrio y ridiculizarla, descalificarla en todo, desde tonta y fea, hasta cínica. En casi diez años no oí ni leí una sola voz de protesta sea de colectivos feministas, sea de personalidades mujeres en puestos políticos o de mujeres sencillas honradas. Y luego los homosexuales. ¡Qué escarnio, por favor! Las escenas eran un alarmante llamado al desprecio, agresión, a la exclusión. Por último, los discapacitados: cojos, mudos, ciegos, parapléjicos. Todos objeto de escarnio, ridiculización, desprecio. Ocasionalmente veo TVE y Cadena3. Ese panorama no ha cambiado nada. Más de 20 años para mí. Pero para los españoles, siglos. ¿Tendrá eso que ver con el culto a la tortura animal, que, además, llaman arte? ¿Cómo harían los clásicos del Siglo de Oro, incluyendo a Cervantes para cultivar la picaresca sin ofensas, desprecios ni descalificaciones? js

  2. Agustín dice:

    De acuerdo en todo… menos en equiparar la situación de Zapata con la de Mota. El bufón está para burlarse, caiga quien caiga, el político debe ser más prudente.

  3. Israel dice:

    Pues en esos años que viviste aquí parece ser que solo viste a los morancos, dvd’s de martes y trece y cortes del un dos tres en programas de refritos retro, y te perdiste al gran par de ignominiosos Faemino y Cansado, la eclosión del universo chanante y algúna buena sesión de Stand Up en paramount Comedy.

  4. Israel dice:

    Guillermo Zapata ya era político cuando publicó aquellos tweets? ¿Disponía de una acertadísima predicción de futuro, para saber que en unos años se iba a dedicar a la política luego debía abstenerse de publicar aquellos comentarios?
    Por otro lado, y esta pregunta un poco más en serio que las anteriores, ¿los tweets de Zapata no estaban enmarcados en una discusión acerca de lo correcto del humor negro, y aquella discusión no nació al calor de la retirada del blog de Vigalondo del periódico El País?

Los comentarios están cerrados.