Horror puro y el abismo de lo desconocido: 5 lecciones vitales que nos enseña ‘La matanza de Texas’ sobre el cine de terror

La matanza de Texas es uno de los iconos indestructibles del cine de horror en la pantalla. Dirigida por Tobe Hooper en 1974, es un ejemplo perfecto de todo lo que nos gusta del cine de terror: intensa, visceral, sugerente y perturbadora. ¿Pero tan grande es la película que no se pueden resumir sus valores en unos cuantos puntos básicos? En CANINO creemos que no hay nada imposible, y os lo demostramos a continuación.

1 – Hay cosas que no entendemos

Que no podemos entender. La matanza de Texas es, posiblemente, la película que ha reflejado en la gran pantalla el horror puro con más insistencia. Y el horror puro es desconocimiento, es el enigma de la muerte y el dolor en toda su atroz negritud. Esa negritud cubre la obra maestra de Tobe Hooper desde su mismo concepto (basado en hechos reales, en los crímenes de Ed Gein, que marcaron a la sociedad norteamericana por primera vez con una pregunta sin respuesta: ¿cómo es posible que un hombre cometa semejantes atrocidades?) hasta la puesta en escena: largas secuencias sin diálogos, de adolescentes entrando en sitios horrorosos y que no comprenden, e intentando huir despavoridos de algo que es más fuerte que ellos.




Prácticamente todas las víctimas de Leatherface y los suyos pasan por un momento de miedo puro, pero también por uno de ignorancia casi metafísica: ¿qué demonios está pasando aquí? Nunca obtendrán la respuesta, porque no hay respuesta. El espectador se quedará con la misma duda: ¿qué son los cadáveres del piso de arriba? ¿Qué extraño significado tiene la habitación de las plumas? ¿Y ese mobiliario? La secuencia de la cena fallida hace pensar en alguna especie de canibalismo ritual, pero el caos que baña toda la película también sugiere homicidios erráticos, espontáneos, no planificados. Y la pregunta que se hizo Norteamérica a mitad del siglo pasado vuelve, esta vez con personajes de ficción: ¿cómo es posible?

2 – La violencia está a veces en tu cabeza

Por todos es sabido que La matanza de Texas no es una película tan sangrienta como parece. La contundencia icónica de la sierra mecánica, el asfixiante clima de muerte inminente, la estética de matadero nos ha hecho pensar que en La matanza de Texas hay gente abierta en canal y paletos devorando intestinos.

Nada de eso: la violencia está solo en nuestras cabezas, y aparte de lo mágicamente cinematográfica que resulta esa constatación, dice mucho acerca de nuestra perspectiva cuando acudimos a ver una película que sabemos que pertenece al género.

3. El dinero es lo de menos

Paradigma del cine de presupuesto infrahumano, germen de sufridas anécdotas de rodaje que no hacen sino engrandecer la leyenda de la película, La matanza de Texas demostró que no solo es posible conducir al pánico y al paroxismo al espectador con muy pocos medios, sino que estos favorecen, en según qué ocasiones, esa disposición. La incomodidad de los actores, el dolor, la desesperación venía también de las condiciones de rodaje, siendo la secuencia de la cena la que más costó rodar por el extremo calor tejano y lo mal acondicionado que estaba el decorado. Recordad, jóvenes directores de género: que sufran los actores. Igualmente, si no tenéis dinero, no van a tener más remedio.

4 – El sonido es tan importante como la imagen

En una película de terror la experimentación con las texturas sonoras es importantísima. En el caso de La matanza de Texas, muchos de sus efectos sonoros son, o bien caricaturas de sus contrapartidas reales (sierras mecánicas a la enésima potencia, gritos desgarradores multiplicados hasta el infinito), o bien enigmáticas pistas de lo que puede estar sucediendo en esa zona de Texas. Los incómodos flashazos del principio del film, nunca explicados del todo, pueden estar vinculados o no al autoestopista, pero en cualquier caso no tienen importancia desde el punto de vista del guion, aunque sí desde el de la atmósfera desquiciada. La ausencia de una banda sonora como tal hace mucho por el tono de documental enfermo, como declaración de intenciones infrapresupuestarias y como reivindicación del silencio y los sonidos guturales como idónea ambientación melódica del pánico.

5 – La mejor secuela es la que da un volantazo

La matanza de Texas 2, también conocida como Masacre en Texas en su primer estreno videográfico en España, es una secuela que funciona como prolongación, caricatura y parodia de su precedente. Sin dejar de lado la atmósfera desesperada de su precedente, pero potenciando el humor arisco que en la primera entrega solo está entre líneas, La matanza de Texas 2 tiene duelos de sierras mecánicas, persecuciones por subterráneos imposibles, una historia de amor para Leatherface, algo de paganismo rural, la mejor aparición de un estudio de radio en una película, y una sentencia para la posteridad («La sierra es la familia«) que no solo lleva a la cima a esta segunda entrega, sino que deja claro a qué deberían aspirar todas las secuelas. A reformular las propuestas de su precedente.

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2 comentarios

  1. Munty dice:

    Buen análisis de la mejor película de terror de la década de los 70s, pesadilla moderna y modelo insuperable de atmósfera angustiosa y desquiciada. Lo que hace tener pocos cuartos y mucha hambre por contar cosas (y talento, claro).

  2. Ramo Dimay dice:

    Sobrevaloras mucho el terror. Saludos.

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