El Shinjuku-kei, o cómo el underground japonés consiguió ser mainstream

La cultura japonesa, como es de suponer, es muy amplia. Y todavía más cuando es una sociedad que tiene por costumbre absorber influencias extranjeras, convirtiéndolos rápidamente en productos de masas de una manera sorprendente. Sin embargo, siempre han existido tendencias que no han ido por ese camino. En CANINO nos adentramos en el ejemplo de Shiina Ringo, una artista en principio outsider que hizo propias gran parte de las modas underground de antaño.

A finales de 1998 apareció en las listas de ventas un single de una recién llegada a la multitudinaria industria japonesa. La portada era una chica con un haori abierto lo suficiente para denotar la lencería de la portadora, mientras de fondo se ve uno de los callejones del famoso Golden Gai de Shinjuku. La canción se llamaba Kabukicho no joo, en la que la letra consistía en una adolescente que se quería convertir en la “reina” de dicho barrio para seguir los pasos de su madre. El single no funcionó en ventas, pero llamó la atención lo suficiente para que la todopoderosa Toshiba-EMI, le diera a su compositora, Shiina Ringo, una oportunidad más. 

Portada de Kabukicho no joo.

Esa sería Koko de Kiss Shite, una canción con otra portada bastante llamativa y una letra que trataba sobre una chica de instituto que quería adaptarse a un interés romántico punk con un tipo que cree similar a Sid Vicious. El disco que saldría poco después, el semi conceptual Muzai Moratorium (1999), vendería un millón y medio de copias, siendo una amalgama de post-grunge y rock alternativo con toques tradicionales japoneses. Todo eso acompañado de letras que, como hemos podido deducir, estaban enfocadas a un tipo de mujer que, digamos, no era la representación ideal del japonés medio: sexo, narcóticos, venganzas ante amores fallidos y algo de tsundere. Poco después de la salida de dicho disco, Ringo cosechó éxito tras otro con un disco runner up perfeccionado: Shouso Strip (2000) que traducido, más o menos vendría a ser «striptease de la victoria», y se convertiría en un fenómeno pop y el tercer disco más vendido del año en el archipiélago nipón con 2,3 millones de copias.

Los medios japoneses se preguntaban de dónde había salido esta chica que pronunciaba las erres de manera ruda y cómo definiría a su curioso estilo. En una entrevista televisada, Shiina Ringo respondió sin pensar (como ella misma dijo posteriormente), que su música era Shinjuku-kei, a modo de parodia frente al languideciente Shibuya-kei que en esa misma década se convertiría en el estilo preferido de los modernos tokiotas. Como menciono, Ringo diría poco después que no existiría ese estilo con un “dije lo primero que se me pasó por la cabeza”, pero lo cierto es que a partir de entonces sí que habrían elementos que, uniéndolos, conformarían ese nuevo sonido y estética.

Imagen promocional del programa V.I.P. de Space Shower TV, en el que mamas drag queen entrevistaron a Ringo en 2019. Imagen típica/tópica de las noches de Shinjuku.

El Shinjuku-kei, para resumir, se podría decir que es una versión “sucia”, grunge, lujuriosa con la imagen de mujer empoderada de lo que sería el citado Shibuya-kei (aunque también hay mucha presencia masculina). Todo esto con un toque de imagen de los Yakuza o “malotes”, un poco de estética ukiyo-e (sobretodo en etapas posteriores), algo de jazz y toques de música folklórica del país. Después ahondaremos un poco más, ya que hay varios elementos que evolucionan en el tiempo o se dejan de lado.

El underground japonés: desde los hippies hasta la Yakuza, pasando por la nueva ola del cine japonés

Lo cierto es que el Shinkuku-kei se podría considerar que es el culmen comercial de la música alternativa de Japón. Si bien es cierto que la mayoría de las canciones tiene un toque muy comercial, otras no tanto. Y es que Ringo, consciente o no, no era más que otro pilar aparecido relacionado con la contracultura nacida a raíz de la posguerra.

Cartel de la obra teatral Koshimaki-Osen (1966), de Tadanori Yokoo.

Hay que decir que ha habido muchos intentos de asaltar el mainstream desde lo más bajo de la música nipona. O, por lo menos, de llamar la atención de un gran número de personas. En un país que había dejado de lado el aislacionismo no hace tanto y que pasaba a reconvertirse en un estado pacifista después de estar medio siglo con intenciones bélicas muy presentes en el imaginario colectivo, le tocaba cambiar de aires. Como en todo el mundo, la cultura de masas estaría dominada por ciertos estilos amables hacia la sociedad con su contrapunto: el cine que se veía solía ser de los eternos Akira Kurosawa, Yasuhiro Ozu o Kenji Mizoguchi y también cine con menos pretensiones como el de Yoji Yamada, pero nacería la nueva ola japonesa del que saldrían gente como Nagisa Oshima o Shohei Imamura; la música que gustaba a la mayoría era el enka, la música ligera y el kayōkyoku en general (ya que solía englobarse todo en ese mismo nombre), pero en circuitos cerrados estaba empezando a interesar gente como Toshi Ichiyanagi (ex-marido de Yoko Ono) o Toshiro Mayuzumi, músicos académicos que abrazarían postulados de Stockhausen y que terminarían añadiendo a la mezcla elementos japoneses. Por supuesto las artes gráficas no serían la excepción, con exponentes como Tadanori Yokoo o Yayoi Kusama ya en los años sesenta y más afines al pop art. Y bueno, así en todas las formas artísticas.

Centrándonos en la música, en esa misma década se multiplicarían estos actos alternativos siguiendo las tendencias mundiales. La visita de los Beatles a Japón significaría un punto de inflexión en el panorama pop de país. Aparecerían muchos grupos influenciados por los cuatro de Liverpool, pero no todos necesariamente radio friendly. Posiblemente los dos grupos alternativos más influyentes de la época (dentro de un estilo que se llamaría Group Sounds, que era lo que se englobaría la mezcla de kayōkyoku y música rock occidental) fueron Happy End y Flower Travelling Band, que tuvieron confrontaciones por cómo debía de ser el rock en el archipiélago.

Folk Guerrillas en la estación de Shinjuku, allá por 1969.

Pero dentro de lo que cabe, estos nombres serían conocidos por el japonés más o menos interesado ya en la época. Y sí, tenían su contrapunto. En plena era de revoluciones, surgió en Shinjuku un estilo llamado Folk Guerrilla, músicos activistas de izquierdas que solían rondar por las calles y locales de aquel distrito en las manifestaciones y protestas estudiantiles japonesas de la época. Tal fuerza tenían que incluso llegaron a cometer actos como secuestrar un avión comercial de pasajeros para ir a Corea del Norte. Uno de los grupos musicales de este movimiento eran Les Rallizes Dénudés, del que uno de sus miembros se dice que estaba en aquel avión secuestrado para no volver jamás a su país. En esta época, por otra parte, también cabe recalcar que la música similar a la de las películas de James Bond estaría muy presente en clubs nocturnos en los que empezarían a hacer sus pinitos gente como Akiko Wada, tomando como referente a lo que hacía John Barry.

En los ya tranquilos y conservadores (socialmente) años setenta, estos actos no estaría tan en boga, más allá de la aparición de vestigios de grupos folk y mujeres que dejaban de lado temas ya vistos en el pasado para empezar a mostrar asuntos sobre la sensibilidad femenina. La más famosa, posiblemente, era Yumi Arai (más tarde conocida como Yumi Matsutoya, o Yuming), pero no menos importantes eran Akiko Yano o Taeko Onuki. Ciertamente esta década sería la más interesante musicalmente hablando dada la creatividad de artistas como Yellow Magic Orchestra y sus componentes, Isao Tomita y su electrónica clásica o The Plastics, RC Succession y Moonriders, ya en un estilo rock/new wave.

Jun Togawa en una foto promocional de su disco Tamahime-sama (1984).

En los ochenta, ante los primeros síntomas de colapso económico, volverían a estar bastante presentes distintos grupos reivindicativos en plena época del stardom idol. Cómo no, aparecerían grupos con esas consignas dentro de punk con The Stalin y los más amables The Blue Hearts; exponentes new wave con Shandii & The Sunsetz o Ippu-Do, o mismamente el movimiento anti-idol con altas dosis de ero guro y que tendría a Jun Togawa como principal rostro, con versos en su música como “abrazame hasta que mis costillas se rompan” o “bésame como si me estuvieras golpeando, hasta que me sangren los labios”.

Terminando ya este mini repaso cultural estarían las tendencias de la década de los noventa. Música experimental como la de Violent Onsen Geisha, bastante cerca de la cacofonía, la neo psicodelia de grupos como Boris o Yura Yura Teikoku y ya compartiendo un nuevo siglo con una cierta reinvención del rock japonés, relevando así a la desbandada en general que hubo de los grupos mainstream desde el 2000. Dichos grupos serían Boredoms, Number Girl, Supercar, GO!GO!7188 o Quruli, entre otros. Es interesante recalcar que varios de ellos utilizaban registros enka y/o japoneses en general. Y todo esto en la época en la que el productor y compositor Tetsuya Komuro y su techno/trance, las boybands de Johnny´s Entertainment o la moda R&B reinaban en las listas de ventas sin apenas discusión.

«Mi estilo es Shinjuku-kei», o cómo Shiina Ringo hizo suyas las corrientes alternativas de los últimos cincuenta años

Shiina Ringo allá en la época de Muzai Moratorium. Dicho disco giraba en la vida de una chica nueva en Tokio en los barrios que recorre la linea Yamanote de trenes.

A mucha gente puede que le entre la risa e incredulidad al comparar estos actos con algo tan comercial como ha sido siempre Shiina Ringo, pero lo cierto es que el primer lustro de su carrera es una esponja que absorbe todo lo mencionado. Pero… ¿cómo podríamos describir realmente el Shinjuku-kei? Hay dos épocas bastante marcadas. Las primera época podría ser desde 1998 hasta el 2003. El sonido y la actitud se podría catalogar como post-grunge, el alternative rock de la época, con toques de power ballad. Todo esto acompañado, como se ha dicho, de toques tradicionales japoneses con letras que versaban sobre la mujer y sus emociones. En esta época, la estética era bastante llamativa y alternativa y en muchos casos se empezaría a utilizarse ocasionalmente los kimonos. Por otro lado, las caracterizaciones morbosas que se pueden encontrar en las calles y en tantos love hotels de Shinjuku eran bastante comunes en los videos de Shiina Ringo.

A partir de 2003, gradualmente, se diluye el rock para pasar a un estilo más jazz-pop con la utilización bastante común de bandas orquestadas e incluso elementos de tecnopop. La estética pasa a ser más elegante, pero a lo Yakuza: celebrando la ostentosidad. Todo esto sin olvidar que se basan en todas las citadas tendencias de décadas pasadas.

Portada del single Stem – Daimyō Asobi-hen (2003).

Este último cambio vino sobre todo después de la época del mítico e influyente Shouso Strip y su gira. Por sorpresa Shiina Ringo se casó con Yayoshi Junji (el guitarrista de su banda de apoyo, recientemente fallecido) cuando ya estaba embarazada del mismo. Hubo rumores de un posible retiro, algo que no hubiese sido extraño. Pero no, en 2001 sacó un sencillo llamado Mayonaka wa Junketsu (traducido como Castidad a medianoche) con la Tokyo Ska Paradise Orchestra y que sería un aperitivo del sonido de su próximo disco, acompañado de un videoclip muy resultón que imitaba a los openings de anime de los años setenta, así como un doble álbum de versiones al año siguiente. En la industria musical japonesa de la época, esta estrategia de Ringo no era para nada común. Para que nos situemos, hasta hace bien poco (aunque todavía hay muchos casos que continúan siguiendo esa regla no escrita) lo normal en Japón era sacar un disco aproximadamente cada 14 meses, pero antes de ello cada trimestre se lanzaba un single de adelanto. Una cantante que estaba en pleno apogeo y que decidiese «apartarse de la música”, aunque en realidad no fuese así a nuestros ojos occidentales, no cabía en la cabeza de los nipones.

El 23 de febrero de 2003, Shiina Ringo, sacó su nuevo y esperado disco sin singles de anticipo. La promoción contó con un corto que explicaba el entorno del disco, muy inspirado en la era Taishō, así como un videoclip con una versión alternativa del tema central. El esperado trabajo se llamaría Karuki Zamen Kuri no Hana (cloro, semen y flor de castaño, tres cosas que huelen igual, según dijo en una entrevista). Dicho trabajo, que siguiendo con la tradición de Ringo conservaba su curioso patrón de la simetría, es ciertamente un disco muy rupturista. Y posiblemente su mejor trabajo, del que desde entonces ha intentado replicar su sonido en más de una ocasión, pero sin llegar a su nivel. Como decían en Neojaponisme «Con Karuki Zamen Kuri no Hana, (Ringo) claramente salió de lo que puede considerarse J-Pop, después de intentar derribar paredes desde dentro con Sousho Strip”.

Karuki Zamen Kuri no Hana vendería mucho menos que sus otros trabajos (unas 400.000 copias), pasando a ser un disco algo incomprendido -dentro de lo que cabe con esas cifras-. Ciertamente no es para todos los gustos, y esa Ringo desafiante que llamó la atención un lustro atrás queda un poco de lado. Las guitarras furiosas desaparecen casi por completo para que los sonidos jazz de entreguerras le roben claramente el protagonismo. El contenido del disco gira entre la religión y la muerte, la monotonía de la vida o el ser madre, temas de una mujer que había dejado de lado varias aspiraciones referentes a «comerse el mundo”, para seguir una vida «normal» dentro de la sociedad japonesa. Es su disco más japonés y a la vez, con mayor influencia occidental, temática en la que también ha seguido ahondando. Tanto en canciones como en portadas.

Y por eso se le podría considerar la verdadera piedra de toque y la cúspide del sonido y estética Shinjuku-kei. Por supuesto, en esa época hubo cierta explosión de grupos y solistas similares en cuanto a puesta en escena y sonido debido a este trabajo. Casi todos son coetáneos de la primera época de Ringo: los mencionados GO!GO!7188, Ego Wrappin´, Soil & «Pimp» Sessions o Midori son algunos de ellos. Incluso ciertas cabezas del Shibuya-kei abrazarían un estilo con el que tenían mucho en común. Mismamente Konishi Yasuharu produciría, editaría y escribiría material bastante similar a este sonido: desde Ça et la du Japon (2001) de Pizzicato Five al rescate de viejas glorias underground de décadas pasadas (Mari Natsuki, Hiroshi Kamayatsu o la mencionada Akiko Wada), pasando por el proyecto en solitario del mismo Konishi, llamado Pizzicato One. Masayuki Suzuki y Crazy Ken Band se podrían añadir a dicho estilo, tanto por su música como por su aspecto.

Portada de Kyōiku (2004), el primer disco de Tokyo Jihen, con referencias sexuales bastante claras.

Después de Karuki, Zamen, Kuri no Hana como otro punto de inflexión, decidió crear un grupo llamado Tokyo Jihen. Salvo el primer disco, Kyouiku (2004), que volvía un poco a la senda de sus dos primeros trabajos en solitario, Shiina Ringo cada vez viraba hacia unos estilos más cercanos a la música ligera (sobretodo lo que serían mood songs) y a relacionarse laboralmente con artistas de diversa índole. El sonido Shinjuku se expandiría a otro ámbitos como el cine, con la adaptación del manga de Moyoco Anno Sakuran (2007), de la que Ringo se encargaría de la banda sonora en la película dirigida por Mika Ninagawa. Heisei Fuuzoku (2007), que así se llamaría el que sería su primer disco en solitario en un tiempo, se conformaría prácticamente de versiones de canciones de la artista (que versaban sobre la temática de la película: la prostitución) orquestadas por Saito Neko.

La vuelta a su carrera en solitario, aunque la ha ido combinando con Tokyo Jihen, no ha supuesto gran cosa en el panorama japonés desde entonces. Ha estandarizado su sonido (el jazz pop), al igual que muchos otros han cogido sus bases por ser música resultona. Pero hace tiempo que está en una posición cómoda y sin necesidad de arriesgar.

La adopción y consolidación del estilo Shinjuku

Portada de Ukina (2013), a cargo de Aquirax Uno.

Aún así, posteriormente, se pueden ver varios elementos que recogen ese espíritu transgresor. Uno de esos ejemplos de amalgama es la recopilación de colaboraciones de Shiina Ringo llamado Ukina (2013). Desde la utilización de las ilustraciones deAquirax Uno para la portada pasando por la colaboración de sus adorados Kenichi Asai y Zazen Boys, un cover de Burt Bacharach o el jazz taciturno con la colaboración (una de tantas) con los mentados Soil & Pimp Sessions en el tema Koroshiya Kiki Ippatsu, en el que el video muestra a una Ringo como una mujer fatal. Tópicos heredados, al fin y al cabo.

Otra de las pruebas de tratar al shinjuku-kei como un género totalmente reconocido sería ver cómo varios artistas ajenos a ese sonido y estética toman prestados varios elementos del mismo. Tanto boybands como Tokio o SMAP, pasando por idols roqueras como Puffy o actrices que han hecho sus incursiones en la música como Chiaki Kuriyama o Rie Tomosaka han querido abordar este estilo. De hecho, estos artistas han llegado a trabajar con Shiina Ringo para que ésta escriba sus canciones. Dichas colaboraciones han llegado a editarse en un par de discos de self covers interpretados por la susodicha. Es lo que tiene ser un género afín a una sola artista, prácticamente.

Imagen promocional del disco de self covers Gyakuyunyū: Kōwankyoku (2014)

Aún así, esta personalidad no tiene que estar siempre relacionada en este estilo. Después de lo que supuso Shouso Strip han surgido muchos grupos y solistas influenciados por el sonido y/o estilo Shinjuku. Coetáneos desde los inicios de nuevo siglo nos encontramos a ejemplos como el grupo garage sixties Kinoco Hotel, los paródicos Urbangarde, Gesu no kiwami Otome, Morphine Tokyo (nombre claramente inspirado en Ringo) o el grupo Chirinuruwowaka al que pertenece Yumi Nakashima (de GO!GO!7188).

Tampoco hay que olvidar a gente como H ZETT M o PETROLZ, componentes en algún momento de sus carreras de Tokyo Jihen. Y hay más ejemplos: Tomita LAB, Ohashi Trio, entre muchos otros, que tienen un nexo de unión con el pop-rock jazzero. Por supuesto, hay una nueva ola rebelde con Seiko Oomori, Suiyobi no Campanella, la girl band Akai Ko-en, los exitosos Suchmos, Polkadot Stingray o la idol alternativa Tentenko, que recogen en buena parte el legado de las inquietudes contraculturales de antaño pero posiblemente gozando de una posición algo más cómoda.

Debido al mencionado toque nacionalista y la celebración de lo japonés que impregna su obra desde hace unos años (por lo que puede que sea la cantante favorita del expresidente japonés Taro Aso), Shiina Ringo sería una de las directoras creativas de los Juegos Olímpicos de Tokio que se tenían que celebrar en estos días, después de formar parte y ser la encargada de la sección de Tokio 2020 en la ceremonia de clausura de la edición de 2016 (aquella en la que salió el primer ministro Shinzo Abe disfrazado de Mario). Todo muy cool japan que, como digo, recuerda mucho a la biblia de ese concepto que era Ça et la du Japon de Pizzicato Five. No en vano en la ceremonia de clausura de los juegos paralímpicos de Rio, Ringo arregló uno de los himnos de su anteriormente “repudiado” Shibuya-Kei (Tōkyō wa Yoru no Shichiji). 

De pasar a ser un símbolo contracultural (con reticencias, eso sí) y con mucho éxito, a ser una de las caras visibles de la cultura que incita el gobierno japonés. Y es que igual es cierto que, cuando nos hacemos mayores, nos volvemos conservadores en mayor o menor medida. Pero, como afortunadamente siempre pasa, tarde o temprano vendrá otra generación rabiosa que remueva los cimientos de la sociedad.

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