El terror de ser madre: aproximaciones a la maternidad en el cine de género

Madre no hay más que una y tiende a marcarnos profundamente. Para las mujeres, el ser o no ser madre es una dicotomía que se cierne sobre nosotras generando ciertas ansiedades que comienzan a ser tratadas en el cine en otros términos. Nos acercamos a las nuevas aproximaciones a la maternidad que nos ofrece el terror más actual.

La Madre es una figura simbólica de primer orden en cualquier sociedad con intenciones de evitar la extinción. Las causas de la importancia de la figura de la Madre son evidentes y no nos vamos a detener en explicarlas. Para hacerse una idea del colapso asociado a crisis reproductivas tenemos ficciones como El cuento de la criada (2017 – ) o Hijos de los hombres (2006). Como figura importantísima en la organización vital, familiar y social, la Madre ha tenido gran presencia y tratamiento en el cine. En el terror hemos encontrado con frecuencia el tropo de la madre terrible, egoísta, malvada y negligente, normalmente como justificación de un personaje masculino de dudosa catadura moral. Esta figura ha sido categorizada y estudiada en la teoría y crítica fílmica. Hace tan solo unas semanas salía a la venta La madre terrible en el cine de terror (2020), ensayo firmado por Javier Parra, que hemos tenido la ocasión de prologar y versa específicamente sobre el tema. 

Uno de los efectos colaterales de la explosión del feminismo es la aparición en el discurso público de nuevas perspectivas en torno a la maternidad, presentada hasta no hace mucho como una sublimación de la identidad femenina. La maternidad constituía en el imaginario colectivo una aspiración intrínseca a lo mujer y resultaba subversivo abordarla en otros términos. La concatenación de múltiples cambios sociales como la destitución de la familia nuclear como pilar de la organización social y la búsqueda de nuevos modelos afectivos ha transformado las circunstancias que rodean a la maternidad. Este terremoto ha tambaleado el discurso sobre esta y ha abierto la puerta a la expresión de nuevos conflictos fruto de estos cambios.

Esto, sumado al aumento de la presencia femenina tras las cámaras, ha dado lugar a un buen puñado de películas que en los últimos años han abordado la maternidad desde una perspectiva nueva: la de las propias madres. Por increíble que parezca, hasta no hace mucho hablaba de maternidad cualquiera menos las madres. El discurso social, incluso en lo relativo a la maternidad, ha estado configurado a través de perspectivas masculinas. El cambio radical en los estilos de vida y la organización familiar ha propiciado no solo que más mujeres estén detrás de las historias, sino que se instaure una perspectiva nueva alrededor de sus problemáticas, también en obras firmadas por hombres. Nos interesamos por relatos que nos ofrecen una nueva mirada sobre la maternidad, en muchas ocasiones bastante terrorífica. 

Ten cuidado, jovencita

Hoy en día el ejercicio de una sexualidad libre es posible gracias a los métodos anticonceptivos, pero cabe la pena mencionar la enorme tradición de relatos que penalizan la promiscuidad femenina. Pueden ser leídos en clave conservadora y moralizante, pero también pueden ser el mejor intencionado consejo de abuela tratando de prevenir un embarazo no deseado. El terror ha explotado el asunto en numerosas ocasiones. En los slashers las mujeres de vida alegre siempre mueren primero, en oposición a la más recatada y andrógina final girl, como podemos ver en La noche de Halloween (1978) y que desarrolla Carol J. Glover en su formulación del tropo en Men, Women and Chainsaws (1992). 

Uno de los éxitos del cine de terror independiente de los últimos años, It Follows (2014), ataca el núcleo de la cuestión convirtiendo el terror en una especie de enfermedad venérea. En este caso, a pesar de que el sexo es el foco de todos los problemas, el protagonismo es para una chica que lo practica y no se trata como un tabú ni como algo reprobable en sí mismo. En esta ocasión, la joven promiscua no es una secundaria destinada a la picota: es la protagonista, lo cual ya constituye un cambio de perspectiva. Una reciente y divertida comedia de terror que no nos cansaremos de recomendar, Snatchers (2019), trata de forma explícita los miedos adolescentes relacionados con la primera vez. En ella, la protagonista se queda embarazada tras perder la virginidad de algo que no es humano. El signo de los tiempos está en este caso en la agencia que tiene la protagonista. Lejos de la representación de las mujeres impedidas físicamente por el embarazo, a merced de las decisiones de los hombres y un poco desquiciadas, en este caso vemos cómo la joven echa mano de su mejor amiga para hacerse cargo personalmente de la situación. La honesta exploración de los conflictos de la amistad femenina en la adolescencia suma puntos a la película. 

Enhorabuena, estás embarazada

El propio proceso físico del embarazo en sí es, como mínimo, perturbador. Los cambios físicos y hormonales que sufre la mujer han sido tratados ampliamente en el cine de género por su condición terrorífica. En numerosas ocasiones se ha utilizado la idea de que aquello que crece dentro de ti pasa a controlar todas tus acciones como clarísima metáfora de la pérdida de control sobre el propio cuerpo e incluso la propia voluntad o estado de ánimo. En este sentido podemos oponer dos ejemplos de películas con la misma premisa abordada desde perspectivas muy distintas. Baby Blood (1990) es una serie B noventera y sangrienta en la que una joven es inseminada por un bicho que la empuja a ir por la vida matando. Claro ejemplo de mirada masculina con bien de pechos ensangrentados al aire. Todo sea dicho, la película tampoco tiene ninguna aspiración más allá del entretenimiento desenfadado.

Por otro lado Prevenge (2016), producida, dirigida y protagonizada por una embarazadísima Alice Lowe, plantea una situación parecida. Ruth, que ha perdido recientemente a su pareja, comienza a oír la voz de su bebé, que la anima a ir limpiando el mundo de babosos y no tan babosos, para finalmente vengar la muerte de su pareja. Prevenge busca sobre todo divertir y entretener, pero lo hace jugando con el miedo real de la mujer embarazada a perder el control de su propio cuerpo. En este caso está presente el duelo, elemento que encontramos en muchas otras películas relacionadas con la maternidad, cuyas protagonistas se hunden en el profundo dolor por la ausencia del ser querido mientras sienten que deberían ser felices por su inminente maternidad. 

El embarazo es relevante en su dimensión física, jugosísima para el body horror, pero también lo es por lo que supone para la vida de las futuras madres. En el contexto de la familia nuclear con las premisas más tradicionales, supone el vínculo definitivo. Explorando el rechazo a esa situación y la búsqueda de la propia identidad, encontramos en el cine más reciente Swallow (2019), cuya protagonista, “bien casada” con un hombre de clase social más alta, se esfuerza por ser la mujer ideal casi por pura supervivencia. Cuando se queda embarazada, sin embargo, comienza a tener el impulso de tragarse cosas cada vez más peligrosas de digerir, saboteando por completo todas sus supuestas aspiraciones. 

El tratamiento del embarazo en el cine ha estado en muchas ocasiones vinculado a la idea de la mujer como simple incubadora de determinado “heredero” que se considera como una prolongación directa del Padre, de lo masculino. En ocasiones el embarazo llega a utilizarse como arma de supervivencia por parte de las mujeres, conscientes de que el futuro niño importa más que ellas mismas en el orden patriarcal. Podemos observar esta dinámica en El cuento de la criada, hipertrofiada en esta distopía por la dificultad de conseguir un embarazo en el universo en el que se desarrolla la acción. Cuando June consigue quedarse embarazada, su estatus y el trato que recibe cambian sustancialmente tan solo durante ese período, ya que lo que hay que preservar es el embarazo, no a ella.

Embrujadas

En el fantástico televisivo de los años dos mil se enmarca Embrujadas (1998-2006), en la cual una de las hermanas brujas, Piper, es indestructible durante su embarazo, ya que suma a sus poderes las capacidades curativas de su hijo nonato. Encontramos en este caso la lectura del embarazo como superpoder. Un paso más allá está el uso del embarazo como arma por parte de alguna mujer un poco desquiciada, que lo utiliza para chantajear a algún varón, como podemos ver en Perdida (2014) o en un personaje profundamente marcado por la maternidad como es la Cersei de Juego de Tronos (2011-2019). Quizás una de las aproximaciones al tema del embarazo relacionada con el cambio de estatus de la mujer durante el mismo más subversiva es la que encontramos en Proxy (2013). Película pequeña y extraña que plantea la idea de utilizar el embarazo para gozar de la atención que conlleva sin querer, en efecto, ser madre. Lo que más escama de la propuesta es la frialdad de la protagonista en la perpetración de auténtica violencia contra ella misma y otros solo para conseguir atención.

A la sala de partos

Un lugar tranquilo

Si después de todos los malestares del embarazo llegamos a buen puerto, el desenlace es en sí mismo sangriento, espectacular y doloroso. Una de las parturientas más aguerridas que nos ha traído el cine de terror actual es Evelyn, interpretada por Emily Blunt en la muy lograda Un lugar tranquilo (2018). En ella, Evelyn, a punto de dar a luz a su tercer hijo, debe proteger a su familia y sobrevivir ella misma en un mundo asediado por terribles monstruos ciegos pero con un oído muy fino. Esto conlleva el tenso reto de dar a luz en el más absoluto silencio y luego cuidar a un bebé que es una bomba de relojería en dicho escenario, pudiendo echarse a llorar en el momento más inadecuado. Un lugar tranquilo es casi una rareza en su presentación de una heroína en avanzado estado de gestación que tiene un gran protagonismo y no solo para regodearse en su vulnerabilidad.

Plantando cara a una situación complicada encontramos a Sarah, que en la icónica representante del nuevo extremismo francés Al interior (2007), se las ve con una extraña que irrumpe en su casa con la intención de hacerle una cesárea improvisada y adueñarse de su feto. En este mujer contra mujer, a diferencia del caso anterior, hay mucha más voluntad de recrearse en el sufrimiento de la protagonista. Para más sobre franceses torturando a chicas haz clic aquí

Engendro mecánico

En muchas ocasiones, el parto es el clímax a partir del cual la mujer deja de importar en las historias. Aparte del miedo a la dimensión puramente física del parto, podemos leer en ocasiones la ansiedad por pasar a ser irrelevante como persona, cumplida su función vehicular. Un ejemplo paradigmático es Antibirth (2016), película muy gamberra protagonizada por Natasha Lyonne, que se queda embarazada sin pretenderlo y en la que el final épico del parto plantea de forma muy clara la idea de la desaparición de la madre. Este embarazo involuntario subraya el riesgo intrínseco de la capacidad reproductiva femenina, susceptible de ser explotada incluso en contra de la voluntad de la propia madre.

En este sentido, otro ejemplo es la fascinante Engendro mecánico (1977), en la que Julie Christie es víctima de un secuestro tecnológico en su propio hogar perpetrado por una inteligencia artificial que quiere utilizarla para mezclarse con la humanidad y así perpetuarse. Tanto en Demon Seed, deudora de La semilla del diablo (1968), como en ¡Estoy vivo! (1974), en la que tras el parto la historia se centra por completo en el padre del bicho, encontramos ejemplos de la poca importancia del personaje femenino tras el nacimiento. En el caso de Shelley (2016), un acuerdo de maternidad subrogada entre una pareja y una joven inmigrante con pocos recursos económicos entrelaza la perspectiva de la madre desesperada por serlo y el terror en el que desemboca el embarazo. Una vez más, la mujer que ejerce de vientre de alquiler se torna irrelevante al lado de la importancia que tiene para la pareja conseguir tener descendencia. Alegato sobre un controvertido tema de actualidad desde el cine de género que pone de manifiesto el lado más oscuro de este tipo de acuerdos.

Aquí tienes a tu bebé

Servant

Una vez superada toda la cuestión de la gestación, llega el momento de enfrentarse a la maternidad y a la abnegación que requiere la dependencia extrema de un recién nacido. Las vicisitudes de los primeros meses de vida de los niños y los cambios en el cuerpo femenino en la fase de lactancia raramente son retratadas en las ficciones. Sobre depresión postparto y una madre sobrepasada por la abrumadora carga de trabajo y responsabilidad, tenemos Tully (2018). Alejada del género pero centrada específicamente en esta problemática, su visionado pone en jaque los deseos de procrear de cualquiera. Inicialmente planteada en torno al trauma por la pérdida de un hijo, está también Servant (2019). Aunque la serie se lanza pronto a los misterios y no explora el trauma de la madre tanto como promete la premisa inicial, dando mucho protagonismo al marido y a la niñera que contrata la pareja, sí nos muestra de forma explícita algunos problemas físicos concretos de la lactancia. Estos detalles resultan llamativos por lo poco que los hemos visto tradicionalmente en la ficción que trata la maternidad. 

En ausencia de niñera en la que delegar parte de las responsabilidades de la maternidad, las fases más tempranas de ésta son completamente absorbentes para la madre, le impiden normalmente el desarrollo satisfactorio de cualquier otra actividad y la encadenan a menudo a la casa, alrededor de la cual se articula la crianza y el cuidado de los hijos. Sobre la vinculación de la reclusión al espacio doméstico con el mantenimiento del poder patriarcal reflexiona Rachel Elfassy Bitoun en este artículo donde argumenta: “La represión de la madre ocurre también en el espacio privado ya que su estatus está intrínsecamente ligado al hogar. La sociedad patriarcal confina a la madre a la casa para contenerla.”

Madre!

Construída en buena medida sobre esta asociación de lo femenino al hogar y muchos otros simbolismos bíblicos, Madre! (2017) consigue transmitir la máxima angustia que rodea la invasión del espacio doméstico y su destrucción, culminando con escenas difícilmente clasificables como metáforas por lo explícito de su contenido en torno a la necesidad de proteger al hijo hasta del propio padre. Elfassy se refiere también en su artículo a la vinculación entre el retrato de las madres disfuncionales, las mencionadas madres terribles y la autoridad masculina. Sostiene que la autoridad masculina, amenazada por la autonomía de las madres solteras, focaliza en ellas el retrato de la madre incompetente o terrible para reforzar la idea de que no es posible un buen desarrollo familiar sin presencia masculina. Así se explicarían las mil y una malas madres que han servido para explicar a villanos a lo largo de la historia del cine, ejemplo paradigmático de lo cual es Norma Bates en Psicosis (1960). 

Ser madre no es como esperabas

Dando la vuelta a esta idea encontramos la perspectiva de las madres y el miedo a los propios hijos. Esto tiene muchas vertientes y ramificaciones. Por un lado está la presión que recae en las madres tanto social como autoimpuesta alrededor de la necesidad de proteger a los hijos de posibles atropellos, injusticias y dolor de la vida en general. La necesidad de proteger a los hijos se plasma en positivo en el arquetipo de la madre coraje. Para ejemplo sobresaliente de esta idea os recomendamos Madeo (2009), del recientemente oscarizado Bong Joon Ho. Esta idea, llevada al extremo, se transforma hasta tal punto que se convierte en algo negativo. Relacionado con la idea de perderse a una misma y llegar a hacer cosas terribles movida por el amor maternal, que, al parecer, muy fácilmente desemboca en la locura y la falta de criterio acerca del bien y el mal. Ejemplos de madres que cruzan la línea para encubrir o proteger a sus hijos los podemos encontrar en películas como Searching (2018) o Nosotros (2019), pero plagan los thrillers desde hace tiempo. El tropo se presta como pocos para inesperados y a veces torpes giros de guion aliñados con un toque de misoginia. 

Tenemos que hablar de Kevin

Otra posible sorpresita terrorífica que puede aguardar a las madres es directamente el infante maligno sin paliativos. En este supuesto, aparte de tener que lidiar con un psicópata o demonio, tendrá la madre que sentirse culpable y ser responsabilizada por la sociedad. Niños terribles por posesión maligna encontramos a patadas, siendo la más icónica la pobre muchacha poseída en El exorcista (1973). Se ha teorizado sobre el subtexto que encierra este clásico del terror que penalizaría la vida profesional activa de la madre, que la lleva a descuidar su faceta maternal, permitiendo que el demonio se apodere de su hija. La profecía (1976) y la más reciente Stephanie (2017) gravitan alrededor de esta idea a través de diferentes códigos. Sin recurrir a lo sobrenatural, cabe la posibilidad de que el churumbel tenga tendencias sociópatas. Articulada en torno a esa premisa está Tenemos que hablar de Kevin (2011), de Lynne Ramsay, contada de forma no lineal desde la perspectiva de la madre. La protagoniza la maravillosa Tilda Swinton, que lo pasa francamente mal tratando con un hijo muy dificilito. En la segunda temporada de la congelada Mindhunter (2017- ) también se juega con esta idea, redundando en el tema central de la serie, que es el estudio de las mentes de los psicópatas y asesinos en serie, muchos de ellos con “mommy issues”. 

Malas madres

En los últimos tiempos ha cobrado entidad el concepto de “malas madres” como reacción al tradicional discurso idílico sobre la maternidad. Fruto de los profundos cambios en estilo de vida y en las estructuras familiares hoy en día afrontar la crianza es un auténtico reto. Ambos padres deben tener empleos a tiempo completo a la vez que atienden los cuidados de los hijos, lo cual hace que la suma de todo se convierta en una tarea extenuante. A medida que se multiplican las aspiraciones de las mujeres en el espacio público se hace más patente la dificultad de conjugarlas con la vida familiar. Estas circunstancias están directamente relacionadas con la incipiente ruptura del tabú sobre las miserias de la maternidad. En Hereditary (2018) encontramos uno de los más recientes ejemplos de “mala madre”, carcomida por el dolor y desatando la ira contra su hijo. En una inolvidable cena familiar, Annie habla de la imposibilidad de gestionar sus propios sentimientos porque su hijo no acepta su responsabilidad en un trágico accidente. La represión de la propia ira y los sentimientos negativos está en el centro de muchos conflictos femeninos, especialmente en lo relativo a la maternidad. El relato simbólico asume que no debe existir ningún tipo de rechazo o conflicto en una relación materno filial y las mujeres tienden a silenciar o reprimir aquellos impulsos que son rechazados por su entorno social. La idea de lo mujer como “ángel del hogar”, implica la asunción de que estas deben priorizar el bienestar de otros a la expresión de los propios sentimientos. 

Babadook

La película de terror icónica sobre esta cuestión es Babadook (2014), de Jennifer Kent. En ella, Amelia vive sola con su hijo Sam, completamente dedicada a atender sus necesidades y su trabajo, también relacionado con los cuidados. Se sobreentiende en la película que Amelia está atrapada en ese trabajo por la necesidad de mantener a Sam tras la muerte de su pareja, impidiendo que pueda desarrollar su interés creativo en la escritura. Que Babadook sea un monstruo salido de un cuento no hace más que vincularlo con todas las aspiraciones que la maternidad ha frustrado en la vida de Amelia. Toda la ira y la pena de la protagonista bullen latentes bajo una capa de forzada amabilidad y abnegación con todos aquellos que la rodean. El monstruo que obsesiona a Sam, niño de comportamiento irritante y conflictivo al principio de la película, encarna los peores sentimientos de Amelia de rechazo hacia su hijo. En la lucha contra Babadook, ella llega a exteriorizar sus peores sentimientos como catarsis necesaria para controlar -que no vencer- al monstruo y proteger a Sam. Babadook explora las consecuencias de la represión constante de sentimientos negativos hacia la maternidad. Plantea las renuncias que implica hacerse cargo sola del cuidado de los hijos y que constituyen legítimos conflictos en la vida de la mujer, que no se resuelven por ser silenciados. 

Esa no es mi sangre

El miedo a adopciones conflictivas se ha tratado en el más puro terror con películas con premisas tan bizarras como la de La huérfana (2009), que por loca que parezca, está inspirada en un caso real. En el ejemplo anterior de Mindhunter el niño en cuestión es adoptado, añadiendo la duda acerca de los primeros meses de la vida del niño y los traumas que este pueda haber adquirido fuera de la supervisión de los padres adoptivos. Una idea que atormenta al padre, inmerso precisamente en la investigación psicológica de criminales. Con las adopciones, la ruptura de la línea de descendencia biológica abre un cisma profundamente incómodo basado en la idea de que, al fin y al cabo, esa no es “sangre de su sangre”. Para aquellos que veneran la noción de estirpe y de la familia entendida a través de los vínculos sanguíneos, la adopción constituye en sí misma una anomalía. En la adopción se “construye” un vínculo familiar, lo cual desdibuja la idea más conservadora de familia.

La huérfana

En la última edición del Festival de Sitges pudimos ver Pelikanblut (2019), de Katrin Gebbe, excelente retrato del empeño de una madre adoptiva por enderezar el comportamiento de una niña recién adoptada aún a costa del equilibrio familiar. En la dimensión más dramática de la película, el retrato de la abnegación y el sacrificio materno entronca con la idea de perderse por anteponer el cuidado del otro. En otro tono, extraño y frío, Ema (2019) nos plantea el trauma de una pareja y especialmente de la protagonista tras haber “devuelto” a su hijo adoptado. Ríos de tinta podríamos verter analizando el plan de acción de la protagonista ante esta situación, baste decir que ella misma se califica a sí misma como “el mal” y su plan implica engañar y herir a numerosas personas en su ejecución con el único objetivo de recuperar la relación con su hijo y expiar el arrepentimiento que siente por haberle abandonado. 

Otras maternidades 

La conjunción de feminismo y ciencia-ficción ha explorado otras posibilidades alrededor de la maternidad. Ante la diferencia que la biología impone entre mujeres y hombres en lo reproductivo, la ciencia-ficción especulativa feminista ha dado luz a teorías que se aferran a lo andrógino, lo cyborg y lo xenomorfo como vía para sortear la diferencia biológica y liberar a la mujer de esa desigualdad intrínseca. En oposición al feminismo esencialista, El manifiesto Cyborg (1984) de Donna Haraway y Xenofeminismo. Una política por la alienación (2015) del grupo Laboria Cuboniks, constituyen dos trabajos clave de la evolución de las teorías feministas en este sentido, sobre lo cual hay un interesante repaso aquí. En otra dirección pero explorando también la reproducción a través de una nueva vía “antinatural” está la críptica Évolution (2015). Plantea otra alternativa reproductiva que subvierte por completo el orden biológico y plasma visualmente lo andrógino. Por otro lado y desde lo fantástico, la maravillosa Border (2018) plantea un proceso reproductivo biológico y cuasi humano pero con importantes diferencias en su desarrollo. A pesar de lo particular de la propuesta, su rareza trabaja para subrayar lo esencial de la reproducción para una especie y lo poderoso y conflictivo de la necesidad de pertenencia a un grupo o familia.

Évolution

El cine de género ha comenzado a ocuparse en los últimos años de los numerosos y legítimos conflictos que conlleva la maternidad para las mujeres en la sociedad actual. Si hacemos caso al principio que enuncia que el primer paso para solucionar un problema es reconocerlo, nos hallamos en un proceso que parece ir en esa dirección. Si bien estos conflictos están lejos de ser resueltos, al menos hemos comenzado a hablar de ellos.

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