«El Tríptico de los Encantados»: Max, El Bosco, la urraca y el mochuelo

Este año se cumple el 500 aniversario de la muerte del Bosco y el Museo Nacional del Prado lo celebra con una gran exposición que se inaugura el 31 de mayo, pero también con la publicación de un cómic que acaba de salir a la venta y cuyo autor es nada menos que Max.

A Max le gusta El Bosco y si El Bosco resucitara seguro que también le gustaría Max. Ambos tienen en común urracas, mochuelos, enigmas y trabajos por encargo, entre otras cosas. Probablemente, los responsables del Museo Nacional del Prado ya intuían cierta relación entre ellos cuando, de forma acertada, pensaron en Max para que firmara un cómic como El Tríptico de los Encantados (Una pantomima bosquiana) (2016). Lo preparó en muy poco tiempo, seis meses en total para documentarse, pensar en cómo hacerlo, ponerse a ello y publicarlo: «Cuando me llamaron del museo para preguntarme si me interesaba, mi respuesta inmediata fue… ‘Sí, claro que sí, pero ¿cuantas posibilidades hay?’ A lo que me respondieron que el director quería conocerme antes.«

Un mes y medio después, ambos se reunían por primera vez y Max acudía a la cita con un proyecto definido. Nos cuenta que lo hizo porque «no quería ir con las manos vacías sino que quería llevarle algo que pudiera ver y confirmar si le gustaba o no». Esa cita, en principio, solo era para conocerse y cambiar impresiones, pero prefirió ir con un trabajo previo realizado porque, según dice, «era una labor que me iba a servir igual aunque no llegara a ser yo la persona escogida«.

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Página de ‘El tríptico de los encantados (una pantomima bosquiana)’

Por mucho que uno sea Premio Nacional del Cómic, no espera que lo llamen de la mayor pinacoteca del país para que les haga un tebeo. O puede que sí, que se imagine algo, que sepa que las cosas están cambiando y que los cómics empiezan a abrirse paso en los museos… Evidentemente, Max se sorprendió al recibir esa llamada pero también dice que «no tanto, porque sabía de oídas que allí había alguien aficionado a los cómics que estaba haciendo una labor importante en ese sentido. Así que lo primero que pensé fue… ‘¡Bueno, parece que por fin lo ha conseguido!’ Pero lo que sí me sorprendió fue que me encargaran algo sobre El Bosco. Creía que si alguna vez me ocurría algo así sería con Brueghel. Pero claro, no es su aniversario»

La primera vez que Max vio un cuadro del Bosco en el Prado fue durante la mili, en Madrid. Nos cuenta que, curiosamente, «estaba destinado al lado del museo del Prado, en el edificio del museo del Ejército, que ahora pertenece al Prado, y me pasaba muchos ratos libres en la sala de los pintores flamencos que tanto me fascinan«.

Tres pinturas para un tríptico de cómic

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De El Tríptico de los Encantados se puede decir de todo, excepto que es un cómic convencional, y así lo confirma su autor: « cualquier cosa menos eso, y mi misión era convencer al director de que el Prado merecía algo más que un cómic normal.«

Era un encargo que a Max le hacía una ilusión especial. Y no solo por ser el primer tebeo que publicaría el museo sino también porque lo hizo siendo fiel a sí mismo y respetando al Bosco simultáneamente, cosa que en los encargos siempre es complicado: «Cuando trabajo en un encargo siempre tengo el dilema que supone cumplir con lo que me piden a la vez que intento meter mis cosas. Así que mi preocupación, con cada encargo, es la de ‘¡A ver cómo meto lo mío en esto!’ Por tanto, ya solo por este hecho me siento cercano a él.«

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Aunque este es un libro sobre El Bosco, no trata del artista en sí sino de tres de sus obras que se conservan en la pinacoteca, que responden a períodos distintos de su vida y que Max relacionó como si de un tríptico literario se tratara: La extracción de la piedra de la locura (1501-1505); Las tentaciones de San Antonio Abad (1510-1515) y el carrusel del El Jardín de las Delicias (1490-1500). Todas, obras escogidas porque el autor veía al Bosco reflejado en ellas. Max afirma que «en mayor o menor medida, los artistas solemos autorretratarnos en nuestros trabajos, ya que en ellos metemos nuestras cosas. Aunque a veces lo hagamos sin darnos cuenta. Por ejemplo, de los cuatro personajes que configuran la extracción de la piedra de la locura, vi al Bosco como el loco al que le sacan la piedra, mientras que el resto de sus acompañantes, los supuestos médicos que lo tienen que curar, no son más que una panda de farsantes y delincuentes. Era la imagen ideal para empezar mi historia, ya que tiene un punto cómico, grotesco y una acción potente que me permitía enlazarlo con las tentaciones de San Antonio, que era justo lo contrario: todo un remanso de paz y el único cuadro pacífico que llegó a pintar sobre el tema del anacoreta.«

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La tranquilidad que transmite Las tentaciones de San Antonio era el contrapunto ideal para el desfile del carrusel del El Jardín de las Delicias en la parte final del libro. Max había escogido esta parte del tríptico por ser la primera que le dio alguna pista sobre la rareza de este cuadro y, buscando una explicación, la encontró en las palabras de Michel de Certeau, un filósofo francés «que dijo la mayor barbaridad sobre esta obra pero que me convenció al instante. Según él, el secreto del cuadro es que nos quiere hacer creer que tiene un secreto. Es una vacilada… pero no una vacilada total, sino que responde al deseo del autor de encontrar a Dios, que no encuentra por ninguna parte. Yo leía esto y veía al Bosco en su vejez como un tipo descreído que se había pasado la vida buscando a Dios sin encontrarlo y que, por eso, acabó pintando esto.«

Dos aves como hilo conductor

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Max tenía tres historias diferentes que debía relacionar de alguna forma y lo consiguió introduciendo a dos personajes recurrentes tanto en su obra como en la del Bosco: la urraca y el búho. De hecho, la urraca aparece en otros cómics suyos como ¡Oh diabólica ficción! (2013)  y Vapor (2012). Del búho dice que hubo un tiempo en que no paraba de dibujarlos en las esquinas de sus ilustraciones. Es un ave que aparece tres veces en total en El Tríptico de los Encantados y que «en realidad, no es un búho sino un mochuelo. En la mitología, es el ave de Atenea y simboliza la sabiduría, aunque otras teorías lo asocian con las brujas. Pero a mí la que me gusta es la explicación de que el mochuelo, como ve en la oscuridad, puede ver lo que los demás no ven.«

Los seis meses que el autor ha estado realizando el libro los ha disfrutado al máximo, y eso es porque la historia le proporcionaba unos personajes que ya existían, que ya tenían gracia «por sí mismos y que se encontraban en una situación suficientemente potente. Mi misión era hacer un tebeo con ellos, darles la ilusión de movimiento e imaginarme los diálogos.«

El extraño mundo de El Bosco

El Bosco era un pintor extraño que se salía de las corrientes habituales de su tiempo. Había nacido en el seno de una familia de artesanos en un pequeño pueblo de Holanda aún sumido en el oscurantismo de la Edad Media mientras que en Italia ya asomaba el Renacimiento. Max opina que «hay pocos pintores como él, y esa es la gracia. Por mucho que en sus cuadros describa unos castigos horribles no es un pintor moralista sino que muestra el despiporre y el caos que recoge la temática popular en temas como la risa, los carnavales, la mala conciencia y el pecado. Además, los moralistas carecen de sentido del humor. En cambio, El Bosco lo tenía. Solo hay que fijarse en sus demonios, que no dan miedo, sino risa«

'Las tentaciones de San Antonio', Museo de Arte Antiguo, Lisboa

‘Las tentaciones de San Antonio’, Museo de Arte Antiguo, Lisboa

Aquí, en España, Felipe II era su mayor fan. Le tenía tanta devoción que, en los últimos días de su vida, se hizo llenar su habitación del Monasterio del Escorial con todos los cuadros que había conseguido del Bosco, y los que no pudo comprar los mandó hacer copiar.

Max no podía hacer un libro sobre El Bosco sin incluir, al menos, un enigma como en toda obra del pintor flamenco, y lo ha hecho «por respeto al Bosco y deferencia a los lectores. He puesto una cosa rara que, aparentemente, no tiene explicación pero que no es gratuita y que está en las guardas del libro». A simple vista nadie diría que las guardas ocultan un mensaje. Posiblemente, si no fuera porque Max avisa, pasaría desapercibido: «la primera es una transposición puramente geométrica y su función es la de ejercer de puerta del tríptico. En cambio, en la del final está el enigma…»  

Minimalismo al más puro estilo Max

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Por mucho que el tríptico de los encantados sea un encargo, el cómic es fiel al estilo de su autor. Santiago García incluso lo define como un Vapor raro. Como suele ser habitual en Max, no hay fondos dibujados, hay pocos personajes (que además hablan lo justo) y apenas color. Es así por respeto al Bosco: «Desde el principio tenía claro que no imitaría su estética y que lo haría con la mía. Por tanto, eliminé el color, los paisajes de fondo y me centré en los personajes para darles voz, movimiento y gestualidad.«

En cuanto al uso del color se ha limitado a solo dos: marrón oscuro y rojo, una opción por la que se decidió cuando ya llevaba un buen número de páginas acabadas en blanco y negro y vio que les faltaba chispa. Los textos también acabaron reducidos porque, según dice, «no me hacía falta la verborrea. Recurro a la palabra cuando no hay más remedio, que es cuando los personajes tienen que interactuar entre ellos y me preocupo de que lo hagan comportándose con la mayor naturalidad posible.« No obstante, el guión resulta brillante porque «el guión es otra cosa. Comporta coger todos los elementos que tienes y comerte el tarro pensando en cómo organizarlos visualmente y hacer que fluya la lectura a través de cada página. Para conseguirlo me hago micro bocetos del libro entero. Lo dibujo todo en pequeñito. Así, de entrada, veo si la composición funciona, y si no me gusta lo tacho y hago otro en un momento. Ese es el trabajo de guión.

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Existe una opinión, más o menos generalizada, de que El Bosco es un precedente del cómic por el hecho de narrar varias historias a la vez en una sola composición. Una opinión que Max no acaba de compartir: «bueno… sí y no. Es como la Columna de Trajano, el Tapiz de la Creación o las cuevas de Altamira. Todas ellas obedecen a la necesidad de tener que explicar una historia a través de la imagen y fueron realizadas con el lenguaje y los medios que se tenían en sus épocas respectivas, ya que el lenguaje de la viñeta no apareció hasta el siglo XIX.«

Con todo esto, podemos decir que la creación de El Tríptico de los Encantados ha sido fruto de una extrema preparación. Todo está por algo y no hay nada gratuito. Como dice Max, «no hay ni un solo trazo que no responda a una intención, como las tres veces que aparece el mochuelo.« Solo hay que saber mirar. Es un cómic con distintas capas de lectura: «una es muy de tebeo, con una trama y un planteamiento, nudo y desenlace que ya lo hace disfrutable de por sí. Pero luego, quien se quiera entretener puede ir más allá.« De hecho, incluso puede disfrutar de su lectura acompañada de esta playlist, titulada La cabalgata de los encantados y creada especialmente por Max para la página del museo del Prado en Spotify, con una selección de música que estuvo escuchando mientras se hallaba en pleno proceso de elaboración.

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