Makoto Shinkai, director de la flamante Your name, es uno de los grandes nombres del anime actual. Al menos, cuando se trata de largometrajes. Por eso hemos decidido dedicarle un artículo retrospectivo a su carrera. ¿Por qué? Porque las comparaciones son odiosas. Se le ha comparado (y se le va a comparar) tanto con Hayao Miyazaki, que deseamos reconocerle por sus propios méritos. Porque existe anime de calidad más allá de Studio Ghibli.
A Makoto Shinkai le va a caer la misma etiqueta que al de cualquier otro director de anime que consiga cierto éxito internacional: ser considerado el nuevo Hayao Miyazaki. Y como en todos los casos anteriores, eso será inexacto. Si es que no una estupidez. Shinkai tiene suficiente personalidad como para ser considerado por sus propios méritos. ¿Pero tenemos que conformarnos con esos análisis perezosos donde la vara de medir es un autor sublime, pero que no es ni resumen ni totalidad del medio que, a ojos occidentales, apadrina? Por supuesto que no: podemos, también, juzgar a cada autor en su propio contexto.

Your name
Es más fácil buscar los nexos en común entre ambos artistas. Que no son pocos: lo cuidado de la animación, el interés en los fondos, el aunar el Japón tradicional con ciertos ecos contemporáneos… Pero todo eso nos valdría igual para valorar el trabajo de Miyazaki, Shinkai, Tomino o Koike. Incluso Otomo o Kon cabrían en esa descripción. ¿Por qué? Porque es vaga. Perezosa. La demostración empírica de nuestra incapacidad para aceptar que hay ciertos rasgos culturales propios del anime, y eso incluye el respeto por la tradición. Pero también que, por más que se componga de animación limitada, al anime no le son ni desconocidos ni extraños los fondos exuberantes o los diseños delicados. No al menos cuando tienen un presupuesto a la altura, incluso si jamás llega siquiera a rozar el que manejan los estudios occidentales.
Para comprender la obra de Shinkai hay que ir más allá de lugares comunes, hay que intentar entenderle por lo que son sus propios rasgos. Y eso vamos a hacer. Aprovechando el éxito de Your Name, que se estrena hoy en salas, vamos a intentar darle a su autor el trato que merece. Considerarlo un artista por méritos propios, no por ser la hipotética evolución o el sustituto de ningún otro director anterior.
I. Primeros pasos. Del videojuego a la animación
Nacido en 1973 en la prefectura de Nagano, Makoto Shinkai estudiaría literatura japonesa en la universidad de Chuo y, tras su graduación, entraría a trabajar en Falcom, una compañía de videojuegos conocida por la saga Ys, durante cinco años. Durante ese tiempo no sólo curtiría su dibujo, sino que también haría algunos contactos. Como por ejemplo, el músico Atsushi Shirakawa, más conocido como Tenmon, quien colaboraría en varios de sus proyectos.
En cualquier caso, su trabajo como grafista en una empresa de videojuegos no debía ser suficiente para él. No cuando, aún trabajando en la empresa, comenzó a hacer sus propios cortos. El primero de ellos, datado en 1997, sería una brevísima pieza llamada Other Worlds (遠い世界 Tooi Sekai).

Other Worlds
Aunque es su primer corto, ya es posible apreciar en él todos los rasgos estilístico de Shinkai. Su interés por el romance, un uso particularmente marcado de la música y el uso de planos breves. Pero como es obvio, también es poco refinado. Algo bruto. Al estar realizado enteramente por él, mientras aún estaba trabajando en Falcom, se hace notar en la calidad general de mismo. Erik Satie hace un buen papel como música de fondo, la narración impresa directamente en pantalla remarca su melancolía, pero, en última instancia, todavía es una versión primitiva y, sin querer poner crueldad de más al asunto, artie de sí mismo.
Tras aquel, sólo un año después, en 1998, Shinkai concluiría otro corto: The world be enclosed (囲まれた世界 Kakomareta Sekai). Inspirado en el libro El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas de Haruki Murakami, Kakomareta Sekai fue el primer coqueteo de Shinkai con la animación 3D. Con el uso de Lightwave 3D y música, por primera vez, de Tenmon, es una extraña rareza que, por desgracia, es prácticamente inencontrable más allá de un puñado de capturas de pantalla.

She and Her Cat
Siguiendo su política de corto por año, en 1999 vio la luz su primera gran obra: She and Her Cat (彼女と彼女の猫 Kanojo to Kanojo no Neko). Será aquí donde encontraremos, por primera vez, todo lo que nos cabe esperar de él. Con ritmo acelerado, trenes y explorando por primera vez la belleza de la lluvia y los contrastes del humor en un todo agridulce, el tema que sostiene el corto es el mismo que sus dos anteriores trabajos: la soledad. Pero aquí lo hace de un modo diferente. Porque todo el mérito de este corto es un perfecto pulso narrativo.
Desde el hecho de cómo la introducción juega con nuestras expectativas, eligiendo las palabras cuidadosamente para hacernos creer que el narrador es el amante de la protagonista, hasta cómo al final el gato y su dueña comparten sentimientos, aunque sea de un modo diferente, la delicadeza sentimental de este corto es exactamente lo que nos cabe esperar de Shinkai. Algo con tropos propios del anime, con un ritmo rápido, pero también con esa sensibilidad única que siempre deja abierta esa pequeña ventana a la esperanza. Lo cual le valió ganar el gran premio del 12th DoGA CG Animation al año siguiente y, ya en el 2016, la producción de un remake de algo menos de treinta minutos donde él no estuvo involucrado en absoluto.
Tras ese gran éxito, Shinkai decidió dar un salto adelante y hacer un corto de mayor duración. Pero con sus recursos, eso no fue ni fácil ni rápido. Y aunque él afirma que fueron siete meses de trabajo, el corto no llegó hasta tres años después de She and Her Cat.

Voices of a Distant Star
En 2002, con Voices of a Distant Star (ほしのこえ Hoshi no Koe?), Shinkai asienta definitivamente todos sus tropos. Escenarios preciosistas, planos secuencia atravesados por alguna clase de elemento que ilumina la lejanía y la lluvia como símbolo de la memoria están aquí. Pero no sólo eso. También hay sitio para la sorpresa. Porque esto es una historia de amor entre adolescentes. Y existe una distancia infranqueable entre ellos, como siempre. Pero esta vez es debido al hecho de que ella es la piloto de un mecha que se ve obligada por las circunstancias a combatir contra una raza alienígena beligerante más allá de los confines de nuestro sistema solar.
Haciendo uso extensivo del CGI para los mechas y los combates espaciales, dependiendo de forma más uniforme del dibujo tradicional para casi todo lo demás. Porque todo lo demás es lo que cuenta. A Shinkai no le son desconocidas ni enojosas las formas propias del anime. De ahí que mezcle sus habituales dramas con toques de género, sin desmerecer en ninguno de los dos ámbitos por la elegancia con la que es capaz de mezclar ambos aspectos: sus personajes luchan contra las circunstancias, en un mundo que tal vez a nosotros se nos antoja extraño, pero que para ellos es el mundo donde han nacido.
En otras palabras, Shinkai entiende la clave de la (buena) ciencia-ficción: no sorprenderse. No pretender epatar. Sólo mostrar el mundo con la misma naturalidad, con la misma falta de explicaciones, con la que lo haría con cualquier obra pretendidamente realista. Y de ciencia-ficción es, precisamente, de lo que cabría hablar para la película que estrenaría su debut en el largometraje.
II. De la belleza de hacer promesas. Primer largometraje, ciencia-ficción y Miyazaki
Estrenada poco después de Voices of a Distant Star, en 2004, The Place Promised in our Early Days (雲のむこう、約束の場所 Kumo no Mukō, Yakusoku no Basho) no es sólo su primer largometraje, sino también una obra en la que rescata ese particular savoir faire que ya pudimos ver en sus trabajos breves. ¿A qué nos referimos? A la separación, la historia de amor entre adolescentes abriéndose paso hacia la edad adulta, la narrativa abstrusa. Porque si algo le gusta a Shinkai, es no darnos absolutamente nada mascado.
Con todo un conflicto geopolítico de fondo que recuerda al de las dos Coreas, pero sin absolutamente ninguna explicación literal, en The Place Promised in Our Early Days se nos narra la historia de dos amigos, Hiroki Fujisawa y Takuya Shirakawa, que, durante las vacaciones de verano, deciden trabajar en un taller aeronáutico para tener dinero, tiempo y asesoramiento para construir su propio avión. Nada complejo. Un avión a propulsión, absolutamente obsoleto, pero también con un diseño precioso. ¿Por qué razón? Para alcanzar la lejana torre, de propósito desconocido, que está al otro lado de la frontera.
Por supuesto la cosa no queda ahí. Y cuando Sayuri Sawatari descubre su secreto, ella se une al equipo con entusiasmo. Ese es su conflicto y su resolución. Acabar el avión, llegar a la torre y cumplir su promesa de hacerlo con Sayuri.
El problema es que la vida no es tan fácil. No cuando Shinkai está de por medio. Por eso, cuando ella sufre de un perpetuo estado de somnolencia del cual no es capaz de despertar, los dos amigos se separan y mientras Takuya entra a trabajar en el estudio de las dimensiones paralelas, Hiroki se muda a Tokyo. Todo ello en un constante cambio de planos espaciales, temporales e incluso dimensionales, no todos ellos explicados, para desesperación de la clase de espectador que no está acostumbrado a hacer lo que rara vez le exigen en el cine: trabajar. Porque, quien pretenda desconectar viendo una película de Shinkai, no sabe lo que está haciendo.
Pero eso tampoco es algo nuevo. La diferencia es que aquí, con la extensión, se hace más obvio que toda su narrativa trabaja en dos niveles: el motor, en forma de un conflicto concreto y muy fácil de seguir, y el mundo, que es tan vasto e infinito que apenas sí queda insinuado en toda su majestuosidad. Un poco como lo que haría el otro Miyazaki, Hidekata, en su saga de videojuegos Dark Souls. Y algo que Shinkai continuaría haciendo, aunque de modo más sutil, en sus obras posteriores.
III. Regreso al corto. De lo curioso a lo imprescindible

Egao
Tras el éxito crítico que supuso The Place Promised in Our Early Days, Shinkai tuvo tiempo para trabajar en un par de cortometrajes antes de su siguiente largometraje. Aquel que supondría su reconocimiento también fuera de sus fronteras. Pero no adelantemos acontecimientos. Primero, hablemos de sus cortos.
Con Egao (みんなのうた「笑顔」 Minna no Uta «Egao») regresó a las distancias cortas. Dos minutos para un corto con fuerte sabor a videoclip -porque, en última instancia, es lo que es- y que, tal vez, sea la adición menos interesante al canon. Con una historia, sencilla y melancólica, de una chica y su mascota, que esta vez es un hamster, es todo tan directo que apenas sí pasa de ser una curiosa nota al pie de su carrera. En suma, un Shinkai sencillo y sin complicaciones.

A Gathering of Cats
A Gathering of Cats (猫の集会 Neko no Shūkai), ya en 2007, es parte del proyecto Ani*Kuri15, donde diferentes directores hicieron cortos de apenas sí un minuto cada uno, y es otro cantar. Aquí está el mejor Shinkai. Breve, directo y preciosista: sólo por la absoluta belleza del dibujo ya merecería la pena pero, además, lo descacharrante de la premisa hace que sea un auténtico must see para cualquiera. Porque, ¿qué ocurre cuando un gato se siente puteado? Que desea vengarse de sus dueños. ¿Y cómo se le pasa? Cuando, a pesar de todo, acaban mimándole porque todo es fruto de la torpeza de la familia.
Llenando todo de neko kaijus, asambleas de gatos y una premisa con la que sintetiza en un minuto lo que otros no sabrían desarrollar ni en un largometraje completo, este corto es el ejemplo perfecto de su genio. De cómo, en sus manos, incluso una anécdota puede convertirse en una gran historia.
IV. Bajo los cerezos en flor. Segundo largometraje (para el Shinkai más introspectivo)
Tras aquello llegó su siguiente largometraje en ese mismo año, bastante esperado después del éxito de The Place Promised in our Early Days. Y como ya cabía imaginar, no se salió demasiado de las coordenadas propias de su autor: chico conoce chica. Se enamoran. Antes de que puedan confesarse lo que sienten, ella se ve forzada a marcharse lejos. Y tras un tiempo carteándose, él también se mudará; entonces él decide ir a verla, incluso si se lo impiden los elementos. Se encuentran. Comparten lo que sienten. Y se dan su primer beso.
Hasta aquí, la historia podría ser el resumen de varias películas de Shinkai. O no sólo de Shinkai. Pero lo curioso de 5 centímetros por segundo es como retuerce esa premisa para convertir, lo que en otros casos serían la totalidad de su historia, en apenas el desencadenante del auténtico motor de los acontecimientos: la nostalgia, el pasado, esa imposibilidad de vivir hacia adelante cuando no hemos podido acabar, de forma satisfactoria, relaciones que nos han marcado de forma brutal.
En ese sentido, 5 centímetros por segundo es la película más triste de Shinkai. Dividido en tres episodios, que son tres momentos en la vida de Takaki Tōno desde el colegio hasta su vida adulta, la película va mostrando las consecuencias de ese amor logrado y perdido. Primero en la forma de ese amor que se materializó sólo como despedida. Después como un amor que nunca podrá llegar a florecer porque todavía vive inmerso en el dolor de su anterior relación. Y finalmente como un lastre, cuasi fantasmático, del cual bien podría deshacerse o bien podría llevarle a seguir con su vida miserable, todo dependiendo del espectador. Porque como ya señalamos antes, en este caso, cambian las tornas. Al ser un contexto estrictamente realista, Shinkai cambia el peso de donde permanece el misterio. Y esta vez, es en la vida de sus personajes.
Dando cuatro pinceladas de la vida de cada uno de ellos, haciendo que nos impliquemos emocionalmente con Takaki, la obligación del espectador es rellenar huecos. ¿Pero cuáles? Los narrativos. ¿Es real o no esa visión con la que cierra la película? ¿Encuentra la paz en esa última escena o, mas al contrario, sólo sirve para torturarlo aún más en el recuerdo de un amor puro y perfecto que nunca jamás nadie podrá igualar?
No lo sabemos. Pero es decisión nuestra decidirlo. Shinkai deja todo abierto y, por eso, decidir si es mortalmente triste o sólo sutilmente triste, con un pequeño rayo de esperanza al final, recae sobre nosotros, los espectadores.
Si además sumamos que aquí sus escenarios y personajes tendrían una animación particularmente cuidada, rozando la pura obscenidad en el detalle, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que ni crítica ni público se equivocaron alzando a 5 centímetros por segundo como una de las películas más relevantes de su director.
V. Viajando al otro mundo. Ecos Ghibli para un viaje personal
Tras Cinco centímetros por segundo todo el mundo esperaba que Shinkai siguiera esa misma estela, y no sin razón. Pero contra todo pronóstico, decidió volver la mirada hacia un momento anterior de su carrera, a hacer algo que, en fondo y forma, fuera completamente diferente e innovador. Children Who Chase Lost Voices (星を追う子ども Hoshi o Ou Kodomo), estrenada en el 2011, es, con diferencia, lo más parecido que Shinkai ha hecho nunca a una película de (Hayao) Miyazaki. ¿Qué significa eso? Que tenemos una niña protagonista, un viaje que nos conduce hacia un mundo de fantasía, villanos que no lo son tanto, héroes con métodos e intenciones cuestionables y una cuidadosa atención al detalle en el diseño y la animación.
Por supuesto, eso eso no significa que el parecido vaya más allá de los rasgos compartidos. De hecho, su desarrollo no podría ser más suyo. Chica conoce chico. Chico debe marcharse lejos. Ella decide que esperar no va con ella y va a su encuentro. Esta vez, no narrándonos los prolegómenos, sino el viaje en sí. Algo que no sería particularmente espectacular de no ser porque, aquí, el giro radica en las circunstancias en las que él se ha marchado: ha muerto durante el primer acto.
Menos espectacular en el dibujo que en su anterior largometraje, pero todavía para dejar sin aliento al pajero del dibujo cuidado, aquí Shinkai decide darlo todo en términos de aventura. Porque si algo destaca de la película es la delicada representación de su mundo. Casi parece magia la delicadeza con la que es capaz de comprimir en apenas dos horas no sólo las relaciones de todos sus personajes, sino también la creación de un mundo vasto y misterioso, ahora ya en ruinas, destruido a causa de la avaricia de los seres humanos.
Si además sumamos a todo eso la influencia de la mitología mesoamericana y las constantes referencias a Izanagi e Izanami (personajes de la mitología japonesa con una historia similar a la de Orfeo y Eurídice), Children Who Chase Lost Voices está más cerca de la complejidad conceptual, pero sencillez del conflicto, de The Place Promised in our Early Days que de cualquiera de sus otros largometrajes.
No sin sorna, también es esta la película capaz de arrojar luz sobre el final de Cinco centímetros por segundo.
Siendo todo un alegato sobre la necesidad de aceptar la muerte como un ciclo natural y de cómo todo lo que hemos perdido es importante porque constituye parte de nosotros -y en el futuro, constituirá parte de algo aún más grande-, parece evidente cuál es, en la mente de Shinkai, el final canónico de Cinco centímetros por segundo. O para ser más exactos, cuál es en su cabeza el ideal vital que mueve todas las historias: aceptar la pérdida cuando no cabe hacer nada, luchar por la otra persona cuando son las circunstancias lo que nos separan.
O como nos demostraría en su siguiente y, ahora ya, penúltimo largometraje, luchar con la otra persona.
VI. Poesía eres tú. Sus últimos trabajos (antes de Your Name)
El Jardín de las Palabras (言の葉の庭 Kotonoha no Niwa), su penúltima película hasta el momento estrenada en 2013, es la primera película de Shinkai que nos recuerda activamente que es licenciado en literatura japonesa: exuda poesía. Y si bien esa poesía, como en sus otros largometrajes, proviene del preciosismo de sus dibujos -que aquí es llevado hasta el punto de que el Tokyo dibujado es prácticamente indistinguible del Tokyo real-, también lo hace del hecho de que toda su trama esté articulada a través de una serie de poemas.
Centrando su atención en Takao Akizuki, un chico de quince años que sueña con ser diseñador de zapatos, y en Yukari Yukino, una misteriosa mujer de veintisiete que pasa su tiempo en el parque de Shinjuku Gyoen comiendo chocolate y cerveza, toda la película gira alrededor de su relación. De sus aspiraciones. Y, especialmente, de la lluvia. Tras un primer encuentro fortuito, empiezan a encontrarse siempre en el mismo lugar. Ella le escucha y le ayuda, en la medida de lo posible, a seguir sus sueños. Él, por su lado, se abre a ella, prometiéndole diseñarle unos zapatos por su ayuda. El único problema es que sólo se ven los días de lluvia. Y la temporada de lluvias no dura para siempre.
El Jardín de las Palabras
Convirtiendo aquí el símbolo de la lluvia en una melancolía sorda donde es posible encontrar algo cálido y personal en los otros que viven en ese mismo estado, toda la historia de El Jardín de las Palabras, la clásica historia de chico-conoce-chica de Shinkai, se complica por un hecho evidente: la diferencia de edad. Ya no sólo porque él sea menor de edad, sino también por el hecho de cómo eso no deja de ser una punzada en el corazón de Yukari, en tanto que aquello que la perturba y le impide tener una vida normal está directamente asociado con ello.
Melancólica, preciosista hasta límites enfermizos y con una espectacular banda sonora de un Daisuke Kashiwa menos apegado al breakbeat que de costumbre, El Jardín de las Palabras es la quintaesencia del estilo Shinkai.
Someone’s Gaze
Pero eso no es todo. Porque junto con El Jardín de las Palabras, también estrenó un nuevo corto.
En cierto sentido, Someone’s Gaze (だれかのまなざし Dareka no Manazashi) es el perfecto reverso de El Jardín de las Palabras. Transcurre en un futuro próximo, girando alrededor de una familia, y aquí la voz en off y los recuerdos se llevan todo el protagonismo. Pero esa hipotética diferencia podría hacer que no nos percataranos de en todo lo que se parecen. En cómo refuerzan su significado mutuamente. A fin de cuentas, en ambos el mensaje es el mismo: incluso si pierdes lo que más quieres, todavía no es tarde para recuperarlo. Porque sin personas a nuestro alrededor, sin aquellos que nos sostienen y nos quieren, no somos más que muñecos rotos incapaces de salir adelante.
VIII. Makoto Shinkai: un universo autoral por descubrir
Aún cabría hablar mucho de Makoto Shinkai. De Your Name., la película capaz de desbancar a El Viaje de Chihiro como la película de anime más taquillera de la historia -donde narra la historia de un chico de Tokyo que desearía vivir en el campo y una chica de campo que desearía vivir en Tokyo y cómo, por circunstancias desconocidas (¿tal vez tendrá que ver ese misterioso meteorito que pasa cerca de la tierra una vez cada mil años?), acaban intercambiando sus cuerpos-. De su trilogía de anuncios para la Taisei Corporation, auténticos compendios de narrativa en treinta segundos. De sus adaptaciones a la novela. Al manga. De su trabajo como ilustrador. De su trabajo como director de animación para Minori, compañía de videojuegos especializada en visual novels. Pero su trabajo es tan expansivo que podríamos seguir hablando de él ad eternum.
Por eso paramos aquí, a las puertas de Your Name. Para que cada cual pueda descubrirlo como mejor le parezca. Porque, en última instancia, de eso trata todo el cine de Shinkai: de cómo cuidarnos a nosotros mismos significa cuidar a los otros, a quienes queremos, incluso cuando ya es tarde para tenerlos de vuelta. Porque la higiene del corazón siempre empieza por respetar nuestra propia identidad.