El programa de entrevistas incómodas que encumbrara a Zach Galifianakis se acaba de estrenar en forma de película con Entre dos helechos: La película (2019), y lo hace cargado de mala uva, multitud de cameos y una metahistoria absurda. Repasamos qué fue este show que pasó de YouTube a bromear con Barack Obama en la Casa Blanca.
Un tuit del humorista Dave Callan mientras almorzaba el 24 de octubre de 2014 puso sobre aviso al mundo. El cómico estaba viendo las noticias del Channel 9 cuando casi se atraganta de la risa. No podía ser verdad. “La entrevista más incómoda de Brad [Pitt]” rezaba el título. Y, en el subtítulo del rótulo, “al actor se le preguntó por Jen[nifer] Aniston”. Dicho así, realmente parecía algo más sorprendente que gracioso (¿qué periodista en su sano juicio podía preguntarle a Brad Pitt sobre Jennifer Aniston en 2014?), pero la realidad era bien diferente: los de la cadena norteamericana habían fallado estrepitosamente. Una fake news. Una patraña. Como se quiera decir. La imagen descubría la verdad: Channel 9 no sabía quién era Zach Galifianakis ni, por supuesto, conocía la existencia de Between Two Ferns (2008-2018).
Ya volveremos a esa entrevista con el intérprete de Érase una vez… en Hollywood más tarde. Porque lo preciso ahora es definir qué diablos era aquel programa de título estúpido, anticuado y sobreexplicativo que se traduciría por “Entre dos helechos”, cuyo logotipo, tipografía y opening buscaban un paralelismo con los primeros compases de las cintas VHS y al propio Internet. Hasta el propio set (dos sillas, una mesa y dos helechos, claro, entre los cuales tenía lugar la charla) daba cuenta de una posible nula calidad, que en ocasiones, vista la grabación, parecía paupérrima.
Between Two Ferns era un producto de la recién nacida web Funny or die, fundada, entre otros, por Will Ferrell y Adam McKay en 2007. El primer vídeo, The landlord, de ellos mismos charlando de naderías hasta que llega la casera, una deslenguada niña de 3 años vestida de princesa que no deja de decir “bitch” (“puta”), dio respuesta a la pregunta de qué tipo de humor imperaría: irreverente, a medio camino entre la molestia y la falta de respeto, con un punto surrealista, otro muy masculino, de ese que algunos dirían que “no se podría hacer hoy en día por la corrección política”. Pues se hacía, se hace y, actualmente, aquel vídeo tiene más de 100 millones de visitas –contabilizadas por la propia web, que más tarde tendría su propio canal en YouTube-.
Un año después, en 2008, nace Between Two Ferns with Zach Galifianakis. Es un programa de entrevistas simuladas, con el barbudo actor en la piel de un presentador muy poco profesional, desganado, con cero preparación y, en definitiva, que no le importa una mierda quiénes sean los invitados, a los que siempre hará preguntas incorrectas, mal formuladas o mezclando cualquier cosa que hayan hecho con su vida personal. Es decir, el esperpento de Hollywood. O, más sencillo, lo que todo el mundo quería en 2008: actores, actrices y un cóctel de celebrities variado del star system dejando de ser estrellas, con libertad para improvisar sobre la marcha y contestando las paridas que a cualquiera se nos han ocurrido alguna vez pero que si los tuviésemos delante jamás se nos ocurriría decirlas en voz alta.
¿Ejemplos? A Bruce Willis le preguntó cuántos hijos tenía, el actor dijo la verdad (tres) y Galifianakis le responde “¿Y cuál es tu favorito, Ashton?”, en la época en la que un joven Ashton Kutcher aún estaba con su ex-esposa, Demi Moore. O a Samuel L. Jackson le preguntó si fue continuar con su récord como el actor que más ha recaudado en la historia lo que hizo que prestara su voz en la película Turbo (2013). Y con todos igual: Charlize Theron, Bradley Cooper, Natalie Portman, Ben Stiller, Sean Penn, Sally Field, Justin Bieber, Conan O’Brian, Jon Hamm o un especial en los Oscar de 2013, donde tres de los ganadores (Jennifer Lawrence, Christoph Waltz y Anne Hathaway) se sentaron entre los helechos.
Los primeros pasos, los primeros errores, las primeras risas
Michael Cera fue el actor elegido para dar rienda suelta a esta propuesta casi de Valle-Inclán en Hollywood Hills. Venía de dos éxitos como Supersalidos y Juno, ambos en 2007. La primera broma es paradigmática de todo Between Two Ferns. Galifianakis le pide que le hable sobre qué significa actuar. A la tercera frase de la respuesta el presentador ya se ha puesto a roncar. Porque a nadie le interesan los lugares comunes. Era la única forma de exponer de manera clara que si buscabas entrevistas este no es el canal, más que nada porque luego Michael Cera asegura que llegó a Estados Unidos (él es canadiense) en 2002 y Zach Galifianakis le responde: “¿2002? Llegaste perfecto para el 11 de septiembre”.
Sin embargo, ese mismo episodio, el primero, adolece de los mismos problemas que nunca dejaron de tener. No es ya una huida hacia adelante en el humor, sin una mínima autocrítica: es tocar ciertos temas sin una proposición de cambio. La escena con Michael Cera finaliza con un acoso por parte del entrevistador cuya finalidad es la hilaridad pero en el que acaba saliendo a la luz tanta incomodidad que no consigue al cien por cien su cometido.
Y es precisamente en ese limbo donde siempre se ha movido Between Two Ferns, en ese espacio amplísimo donde la misma situación es de una ambigüedad moral absoluta, donde se puede pasar de lo recalcitrantemente estúpido al humor más sutil e inteligente, habiéndose saltado antes cualquier lucha actual. De ahí que sea un programa de humor que se nota, desde el comienzo, que está hecho por hombres blancos cisheteros que sí, saben reírse de su condición, pero que no llegan a replantearse sus privilegios para poder hablar de ciertos temas, o siquiera si son ellos los más indicados.
Es curioso, pues, que al final lo que necesiten siempre sea de la complicidad de las estrellas que los acompañan, puesto que hace falta que el foco de atención no esté en el tipo de humor sino en quién está respondiendo a esos chistes con ramalazos de machismo, racismo o body shaming (uno de los running gag recurrentes es precisamente que los invitados bromeen sobre si Zach Galifianakis está gordo o no). O, al contrario, unir una fiesta tan heterosexualizada como es el spring break con el matrimonio homosexual, en este caso, gay, con ayuda del grupo The Lonely Island.
Between Two Ferns exige, por lo tanto, un compromiso del espectador, un «tienes que entrar en mi juego» como hacen los que lo visitan, que tienen que improvisar ante el ingenio y la malicia de Galifianakis. Las sucesivas copias que ha dado el formato de entrevistas agresivas no han sido, ni de lejos, tan bien recibidas, sobre todo porque cayeron en lo peor que le puede ocurrir a algo de este estilo: la sobreactuación y la rigidez del guión. Si por algo funcionó Between Two Ferns era precisamente porque todas esas capas, de las más sosegadas a las más abusivas, dialogaban con un espectador que buscaba saber qué era real y qué no, si la reacción de Natalie Portman cuando oye “Te afeitaste la cabeza para V de Vendetta, ¿también te afeitaste tu V de Vagina?” es real o está actuando, o si es verdad que Steve Carell se preparó una entrevista opuesta, para contestarle a Galifianakis toda broma que pudiese echarle encima.
El triunvirato perfecto
Llegamos con esto a la tríada de entrevistas de Between Two Ferns que más repercusión han tenido: por el momento, por el lugar, por los protagonistas. Empezamos por marzo de 2014. Barack Obama, presidente de Estados Unidos, es el invitado. Imaginaos el percal: cagarla es cagarla a lo grande. Y hay temas que tienen que ser tratados, porque los publicistas del ahora exmandatario querían dirigirse a la mayor audiencia posible… que no ve la tele. Porque en Estados Unidos son muchísima gente y no todo el mundo ve a Jimmy Fallon o Jimmy Kimmel o quien quiera que esté en un late show. Y Obama tiene que hacerles llegar un mensaje: la sanidad pública. Utiliza a Galifianakis, que se presta al mandatario solo a cambio de lo obvio: no hay límites en la entrevista. Todas las partes ganan: sumando la propia web (que sube los vídeos en exclusividad dos días antes) y Youtube, la entrevista la ven alrededor de 90 millones de personas. Y qué es lo primero que hace Galifianakis en el programa: cuenta una anécdota sobre lo que ha pagado un familiar suyo por los servicios sanitarios y cuando le va a responder Obama, le manda callar.
Obviamente, la entrevista tocaba todos los temas candentes del momento (como que el excampeón de la NBA, Dennis Rodman, había visitado a Kim Jong-Un en Corea del Norte o las escuchas que, decían, hacía el presidente de la mensajería instantánea) pero también entraba de lleno en el tema racial. Preguntas como “¿Qué sentirás cuando ya no seas presidente y nadie te deje ganar al baloncesto?”, o si volverá a Kenia o “¿Qué se siente al ser el último presidente negro?”, a lo que Obama, cuyo papel en la entrevista es, claro, quedar por encima (ya habían jugado previamente con ello), responde “¿Y qué sientes tú siendo esta la última vez que hablarás con un presidente?”. El tira y afloja es continuo: si Galifianakis le pica asegurando que debe de ser jodido no poder presentarse a una tercera reelección, Obama le responde que hacerlo sería una mala idea, como protagonizar Resacón 3 (2013), lo que sí hizo Zach (y no salió muy bien). Todo acaba, además, con Obama tirando la cortina del fondo y revelándose que están grabando en la Casa Blanca.
El programa fue un éxito… pero nadie lo vio. Porque solo parecía existir para quien ya sabía que existía. Es decir, los suscriptores de Funny or die. Solo así se explica el error del que hablamos al principio. El programa con Brad Pitt, del 22 de octubre de 2014, provocó que al fin el público neófito (básicamente, aquellos ajenos a Hollywood) conociera que existía Between Two Ferns. Además, lo hacía con uno de los programas más redondos de su primera, única e interminable primera temporada.
Más allá de un cameo de Louie CK antes de que se volviera adalid del humor alt-right para sorpresa de nadie tras las acusaciones contra él de acoso sexual, el programa con Pitt es paradigmático de todo lo que querían hacer en un principio: humor incómodo, sacar a la luz la ponzoña hollywoodiense, resetear el pasado para lanzar pullas o, directamente, sacar toda la mordacidad de Galifianakis. “¿Qué edad tenías cuando perdiste la virginidad? ¿Cero?” comienza preguntando el entrevistador en un primer minuto glorioso que llega a su máxima expresión en el diálogo:
-Interpretas a un montón de tíos que odian a los nazis, lo que me resulta muy extraño.
– ¿Por qué dices eso?
– Porque pareces el sueño de Hitler.


Pero que tuvo como momento controvertido cuando le hace un regalo, que obviamente es una pipa para fumar marihuana, en una época en la que se comenzaban a conocer los malos hábitos de Pitt con el alcohol y la hierba. Todo esto, claro, antes de preguntarle más tarde si era difícil para él mantener el bronceado viviendo a la sombra de su esposa o si lo suyo con Angelina Jolie fue amor a primera vista como el de Ross y Rachel, el personaje de Jennifer Aniston en Friends.
Dejando el listón tan alto, tuvieron que esperar dos años, hasta el 22 de septiembre de 2016, para un nuevo vídeo oficial de Between Two Ferns. Y de nuevo fueron los demócratas. Hillary Clinton estaba de campaña para las elecciones generales que perdió contra Donald Trump y fue a enfrentarse a Galifianakis. La probabilidad de que fuera la primera presidenta (aunque el presentador siempre juega con girl president como si fuera chica presidenta o la primera dama, lo que sí fue) centra al comienzo la atención, y Hillary expresa lo importante que será para las nuevas generaciones. Pero Galifianakis, con un as en la manga, argumenta que, para las nuevas de verdad, las más pequeñas generaciones, también será la primera presidenta blanca. Y, de hecho, eso centra gran parte de la conversación: “Viendo cómo de bien le está yendo a Trump, no piensas a veces ‘¿debería ser más racista?’”.
¿Cómo estirar cuatro minutos hasta hora y media?
Posiblemente, de los tres sea el menos inspirado, pero aun así demostró que el público no se había olvidado pues cerca de ochenta millones de personas lo vieron. Así que Netflix le echó el ojo. Y el anzuelo. El problema era que la plataforma no se conformaba con nuevos episodios de 4 minutos de algo que empezó en 2008 y cuya primera temporada acabó una década después, en 2018, en un programa conjunto con Jerry Seinfield y Cardi B. Solución: hablar con los creadores, pues aparte de Galifianakis están los guionistas y ocasionales actores Scott Aukerman y B.J. Porter.
Este segundo, que no hace nada desde 2016, se ha bajado del proyecto, pero Aukerman escribió un guion del todo absurdo, casi metarrealista, aunque es paradójico que semejante dislate irracional tenga un mínimo de coherencia con el mundo fuera de la pantalla. Pero así es. Y se ha llevado adelante. Y se estrenó el pasado viernes día 20 con el muy original título de Entre dos helechos: La película.
La sinopsis que llega desde la plataforma no deja dudas al respecto sobre el carácter renovador de la propuesta, sin dejar de lado ese halo de nostalgia que parece tener que impregnar toda producción casi desde el mismo 2008 en el que vio la luz el show (¿existe esa clase de nostalgia generacional ya?): “Zach Galifianakis soñaba con convertirse en una estrella. Pero cuando Will Ferrell descubrió su programa -de televisión pero retransmitido online- Between Two Ferns y lo subió a Funny or Die, Zach se convirtió en un hazmerreír viral. Ahora, Zach y su equipo están haciendo un viaje por carretera para completar una serie de entrevistas a celebridades del star system y restaurar su reputación”.
Como es lógico pensar, la película cuenta con multitud de cameos de la jet set hollywoodiense, desde el matrimonio formado por John Legend y Chrissy Teigen a Brie Larson, Keanu Reeves o Jason Schwartzman, quien fuera compañero de Galifianakis en la estupenda serie de HBO Bored to Death (2009-2011). Una road movie que funciona como extraño pegamento para hablar de la amistad, lo vacío de la fama y unos cuantos clichés más mientras se sucede lo que en realidad es Between Two Ferns, entrevistas a famosos con muchísima bilis de por medio. Entonces, ¿por qué estamos hablando de ella?
Una gran toma falsa


Porque aquel presentador cascarrabias que se ganó un hueco en el imaginario colectivo a fuerza de ponérselas canutas a unos cuantos, ha virado el rumbo, un poco al menos, y se ha dado cuenta de que no servía de nada seguir anclados en un humor de 2008. Por fuerza, las risas tenían que llevar detrás una mordacidad que exija un replanteamiento. De nada sirve preguntarle a Brie Larson “Has ganado el Oscar a Mejor Actriz, ¿te planteas subir de categoría y ganar el de Mejor Actor?” o decirle a Awkafina que te gustaría ver un reboot masculino de Ocean’s 8 (2018) si luego no eres capaz de bromear con tus derechos. El propio Zach Galifianakis dice en un momento dado “Soy un hombre blanco heterosexual: ¡me lo merezco!”, en clara alusión al estereotipo de comentario estúpido del alt-right norteamericano.
La película, obviamente, no es sino una sucesión de escenarios improbables para dar algunas de las mejores entrevistas que ha ofrecido el serial, desde Keanu Reeves, al que le pregunta cosas como “En una escala de 0 a 100, ¿cuántas palabras conoces?”, a Paul Rudd, a quién le pide un consejo para los jóvenes actores que también quieran esconder que son judíos. De hecho, si la película mantiene cierto nivel es, sobre todo, porque algunas de las celebrities que pasan entre los helechos se prestan a ser totalmente vilipendiadas, desde Hailee Steinfield o Peter Dinklage a Tessa Thompson o Benedict Cumberbatch.
Between Two Ferns: The Movie, sin embargo, tiene una idea que sobrevuela su metraje y que se hace palpable al final. Esto no es un spoiler per se, pero si no quiere saber nada de la película (absolutamente nada y ha llegado hasta aquí) deja de leer aquí, porque en un momento dado parece darle la patada a Netflix. En un metajuego efectivo y efectista, la cinta viene a decir que Hollywood es Hollywood porque nos gusta tal y como creemos que es aunque queramos cambiarlo, no como una industria, no con actores drogándose, polémicas raciales, machismo y techos de cristal… hasta que llegan las tomas falsas. Ahí vemos que el humor y todos sus protagonistas saben perfectamente a lo que juegan, lo que están expuestos, por lo que luchan y cuál es el alcance de sus palabras. Brie Larson riéndose de una broma machista o Matthew McConaughey llorando porque tiene que responder si con él y Woody Harrelson en el plató de True Detective (2014 – …) había algún camello sin trabajo por la zona.
Hollywood es Hollywood porque Hollywood también es la vida misma: una enorme, absurda y jodida toma falsa.