Borja González es uno de los dibujantes más sorprendentes de la vertiente artie del cómic español. Con un estilo que bebe de influencias muy dispares, una voz propia muy personal y una obra larga y varios fanzines a sus espaldas, ha dado un paso adelante con The Black Holes, su trabajo más importante hasta la fecha. Aprovechando su lanzamiento, hablamos con el autor de esta obra extraña y profundamente evocadora.
Gerardo Vilches (GV): ¿Cómo surge The Black Holes?
Borja González (GB): Tras terminar La reina orquídea (2016) hubo muchas cosas que me dejé en el tintero, porque hay cuestiones en ese libro que me encorsetaban, al tener que mantener cierta ambientación y una historia cerrada. También hay cosas que dejo fuera por los límites en el estilo de dibujo que yo mismo me había ido imponiendo, aunque no tenía aún mucho recorrido en el mundo del cómic. La primera vez que hacía una obra larga no me creía capaz de hacer determinadas cosas, pero con mi nuevo libro he querido hacer todo eso que entonces creía que estaba fuera de mi alcance. Hay más diferencias: por ejemplo, en La reina orquídea hay muchas viñetas a página completa, y un máximo de dos o tres en el resto. En The Black Holes, en cambio, he querido hacer un viñetado más normal, jugar más con eso, lo que me ha permitido ser más específico en algunos momentos, y más sutil. También quería ver hasta dónde podía llegar a nivel narrativo con este libro, saber qué funciona y qué no, con el fin de crear una caligrafía propia. Y a partir de ahora no tener que volver a preocuparme por encontrar una voz. Creo que con ambos libros he encontrado un tono visual y una serie de temas que encajan en él. Y ahora lo que quiero es seguir dibujando sin parar.
GV: Una cosa que me llama la atención de ambos cómics -y de ilustraciones que has hecho en este tiempo- es cómo mezclas los elementos arquitectónicos con los naturales. ¿Hay alguna idea detrás de esto que quieras expresar?
BG: Todo esto empezó como algo casi fetichista. A veces lo olvido, pero si dibujo es porque estoy intentando llegar a una imagen que creo que soñé cuando era un niño. Cuando era pequeño, desde luego, desarrollé una fascinación por lagos, bosques, castillos abandonados, vestidos de época… cierto romanticismo. Estoy casi seguro de que lo soñé, porque estuve obsesionado. Mi padre todavía guarda fanzines que hacía con cuatro años con todo esto. En uno en concreto salgo yo en un lago, en medio de un bosque, aparece una mujer… ¡Está todo ahí! Es algo muy raro. Pero, más allá de los elementos que aparecen, esto tiene que ver con una textura que he intentado reproducir de mil formas. Y mientras estoy en el proceso de encontrar esa sensación -los olores, el tacto de la corteza de los árboles, el brillo del agua del lago por la noche-, empiezo a desarrollar una serie de temas que me interesan y en los que la naturaleza encaja perfectamente. Creo que mis personajes en La reina orquídea y en The Black Holes no se encuentran, no saben dónde están; y, hasta cierto punto, no son capaces de percibir el mundo que los rodea como algo real. En cualquier momento van a tocar algo y se va a caer, como en un decorado. La naturaleza, en cambio, siempre va a estar ahí.
GV: Es algo inmutable…
BG: Exactamente. Me gusta poner a los personajes en estos escenarios, con esos cielos estrellados, y representarlos en tamaños muy pequeños, para definirlos por su entorno. Por eso también carecen de rasgos. Haga lo que haga y sienta lo que sienta el personaje, la naturaleza seguirá existiendo. El personaje de Laura, por ejemplo, es alguien que está obviamente deprimido, que es incapaz de ver un mañana y solo puede mirar hacia atrás. Pero ese mañana va a llegar igualmente. Tú no estarás, pero el lago sí. Por eso el lago aparece en las dos líneas narrativas de The Black Holes. Me gusta ese carácter totémico de la naturaleza.
GV: Como decías, la naturaleza te sirve de nexo entre dos historias diferentes. ¿Desde el principio tienes claro que habrá dos líneas narrativas y dos conjuntos de personajes, o son dos ideas diferentes que fusionas en el libro?
BG: Normalmente, trabajo con varias ideas y conceptos que tengo sobre la mesa y que pueden derivar en distintos cómics. Suele haber uno que hace clic y se come a todo lo demás. Sé que The Black Holes se comió unos cuantos conceptos; de hecho, arrastra muchos de La reina orquídea. No recuerdo en qué momento uní las dos historias, pero sí que el proyecto ha ido mutando. Uno de los primeros esbozos que deseché mostraba que todas las chicas protagonistas de ambas épocas montaban el grupo de punk. Teresa era la solista y las letras las componían entre todas. Yo quería que hubiera una dinámica entre ellas, pero me di cuenta de que eso me limitaba y me obligaba a hacer una historia con ciertas reglas para explicar cómo funcionarían los viajes en el tiempo. Y sabía que eso me impediría introducir la parte más poética del libro, y le quitaría la magia. Por eso tuve muchos problemas a la hora de desarrollar la historia. A mí no me interesa crear una trama: me interesa desarrollar unos personajes, una atmósfera… pero no una trama. Pero si introduces viajes en el tiempo la necesitas, y por eso estaba atascado. Entonces aparece la imagen del esqueleto en el lago [NdE: con la que se inicia The Black Holes], que pertenecía a otro cómic, y a partir de ahí llego a los disfraces de una de las protagonistas, y me doy cuenta de que no pueden montar el grupo juntas de una forma directa. Y así llego a algo más interesante: al eliminar la parte de ciencia-ficción encuentro una realidad que no lo es del todo.
GV: Hay algo que me parece importante no solo en tu obra, sino en las de muchas otras personas que están haciendo cómic ahora, considerándolo no tanto un medio narrativo sino poético, que sirve para expresar emociones, atmósferas… Más una lírica que una épica.
BG: Sí, totalmente. Yo soy plenamente consciente de cómo consumimos hoy la cultura, y si me planteara hacer un cómic con una narrativa convencional no lo terminaría nunca; me deprimiría antes de terminarlo. El cómic dura poco, no es como ver una temporada de una serie. Lo vas a terminar en el mismo rato en el que lo empieces. Recuerdo que con La reina orquídea me propuse que el cómic durara lo mismo que una canción. Con The Black Holes llegué a tener dudas, porque superé esa extensión. No me interesa alargar mucho más un cómic; esta va a ser la extensión en la que voy a moverme, porque si se quedan cosas fuera las puedo contar con otro libro. Y puedo cambiar de estética, de personajes…
Lo que me interesa es que el cómic dure más en tu cabeza que el rato en el que lo estás leyendo. Con esa idea en mente, no me interesan las piruetas narrativas, o un gran final, o escenas de acción espectacular. Lo que me interesa es que el libro permanezca en tu mente, que genere una melancolía, una nostalgia por algo… eso perdura. El argumento de La reina orquídea lo puedes resumir en tres palabras, pero me vale con eso. Incluso me apetece que, pasado un tiempo, no recuerdes bien determinadas escenas, o quién dijo qué… lo busco deliberadamente.
GV: Has mencionado una palabra que me parece clave en tu obra: la nostalgia. Por un lado, tenemos la trama que sucede en ese ambiente de romanticismo dieciochesco, pero luego también hay otra en un contexto que sitúas en 2016 pero que parece más bien de los ochenta o noventa: esas chicas que quieren formar una banda de punk y que me hacen pensar en Locas de Jaime Hernandez, en algunas obras de Daniel Clowes o incluso en Charles Burns. De hecho, el grupo se llama The Black Holes [NdE: la obra más importante de Burns se titula Black Hole].
BG: Sucede en 2016 porque fue la fecha en la que empecé en serio con el cómic. Podría haber cambiado la fecha a 2018 antes de entrar en imprenta, pero quise mantenerlo porque creo que el libro habla de cómo veía yo las cosas y cómo me sentía en 2016. Me interesa el cómic como diario, como una obra en curso. Pero no hay una autobiografía directa: yo nunca he intentado montar una banda de punk. Estas chicas son adolescentes en 2016 y por tanto han nacido más allá del año 2000, y la pregunta es, precisamente, por qué unas chicas actuales van a montar una banda de punk, con esas referencias.
GV: Por ejemplo, cuando mencionan a The Clash…
BG: Claro. Y los videojuegos que tienen son máquinas recreativas que ni siquiera conocimos tú y yo. Quería crear un clima en el que las protagonistas no identificasen el mundo en el que viven y fueran incapaces de avanzar, y por eso miran al pasado. En 2016, además, estábamos viviendo un revival de los ochenta tremendo. Y era porque, a nivel político y social, estaba cayendo una tremenda. De ahí esa necesidad de huir a los ochenta, cuando el apocalipsis era algo con lo que podíamos jugar y no algo real. Quiero el apocalipsis de Mad Max, no el que va a reventar mi propia casa. En The Black Holes no aparecen elementos como los móviles, ni siquiera adultos…
GV: Tampoco sabemos exactamente dónde se sitúa la historia; da igual, es un espacio onírico.
BG: Al igual que me interesa la naturaleza, me interesa tratar los escenarios como si fueran de cartón piedra.
GV: Como si fuera una representación teatral.
BG: Eso contribuye al clima de irrealidad, y la da una textura falsa a todo lo que ocurre. Por eso me gusta que los personajes se muevan solo de izquierda a derecha.
GV: No hay una profundidad de planos…
BG: Claro, y, de la misma forma, ellas no tienen pasado, no existen fuera de ese cómic. Si no hablan de sus padres es porque no existen: no hay nada más allá de las páginas. Por eso me como mucho la cabeza con lo que dibujo en cada plano, porque si entra en el plano es real; si no entra, no existe. Entonces no hay adultos, por ejemplo. Solo aparece la voz de uno que, precisamente, es el que introduce la duda y cuestiona qué hacen estas chicas formando una banda de punk en esa época.
GV: ¿En esta línea que comentas iría la decisión de no dibujar rasgos en los rostros de los personajes? No eres el único dibujante que lo hace, pero en tu caso también ayuda a generar esa sensación de irrealidad. Es como si los personajes fueran más bien recursos narrativos.
BG: Pero también es porque yo los escribo así. Al final terminas cogiéndoles cariño a los personajes, pero yo necesito, cuando escribo los diálogos y hago los dibujos, pensar en ellos como en algo que no es real. Es decir: los personajes jamás van a decir nada que no haya dicho yo. Muchas veces se tiende al tópico de pensar que llega un momento en el que los personajes están vivos; pero no lo están. Nunca van a decir nada que tú no digas. Puede ocurrir que te sorprendas a ti mismo diciendo algo, eso sí, y por eso creo que es bueno dejar cierto margen a la improvisación. Pero los personajes nunca van a ir más allá de lo que tú digas o pienses. Por eso me gusta este rollo meta de que los personajes viven y mueren en las páginas del cómic. Si un personaje muere en una página, vuelves hacia atrás y está vivo de nuevo. Es como usar el libro como máquina de tiempo. Es un artefacto fascinante. A veces parece que se trata de crear personajes que sienten y viven, pero no: yo siento y vivo, pero esto es un dibujo impreso. Son «personajes recortables» con los que juego, como cuando era pequeño y, como en mi casa no estaban bien vistos los videojuegos hasta que tuve dieciséis años, dibujaba y recortaba a los personajes de Street Fighter para poder jugar.
Hablando de videojuegos: recuerdo perfectamente la primera vez que vi el Super Castlevania IV de Super Nintendo. Me estalló la cabeza, visualmente me pareció una cosa superpotente, con ese castillo, esas escaleras… Todas las cosas que me flipaban estaban ahí. Y la bidimensionalidad de ese juego era una cosa que yo podía dibujar, no había perspectivas imposibles que yo no pudiera dibujar cuando era pequeño. Y esa bidimensionalidad en mi obra viene de ahí. La gente piensa en el teatro, pero yo habré visto seis o siete obras en toda mi vida.
GV: La manera en la que se construye un videojuego en dos dimensiones de aquella época en realidad se parece al teatro; las capas de gráficos no son tan diferentes a un decorado.
BG: Sí, y, a nivel narrativo, tiene implicaciones. Yo me como mucho la cabeza con la dirección hacia la que van los personajes. Pueden ir a contrapelo o en la dirección de lectura. En los videojuegos actuales también se está jugando mucho con, como en Inside, un juego en el que solo puedes ir de izquierda a derecha resolviendo puzles; te hace creer que estás huyendo, porque todo en la mecánica y la estética te hace pensar así, pero en realidad es todo lo contrario. Me parece fascinante jugar así con las expectativas.
GV: Hay códigos visuales que tenemos muy interiorizados, y es cierto que eso a ti, como creador, te permite jugar con las expectativas de los lectores. De hecho, esto lo noto también mucho en los finales de The Black Holes y La reina orquídea: son muy anticlimáticos, no creo que sean lo que el lector está esperando. ¿Es algo que haces a conciencia?
BG: Sí, me interesa mucho. Es algo que me permite profundizar en lo que te decía antes: que el libro perdure. Un final así te deja dándole vueltas. A mí me pasa cuando veo una película con un final abierto que me enfado, me genera un desasosiego que me dura varios días, y eso me gusta. Tienes la posibilidad de sembrar algo en la cabeza del público. Eso creo que tiene una mayor potencia.
GV: Yo siempre he pensado que mucha gente busca en las ficciones una sensación de clausura que en realidad no existe en la vida. Por eso también me gustan los finales abiertos.
BG: Claro, y te cabreas porque te quedarías a vivir allí, en realidad. Pero al final terminas aceptándolo. Significa que entre todos le hemos dado vida a este ente. Entre tú y yo podemos hacer que el libro viva en otros niveles. Intento que ocurren más cosas de las que se ven en el libro, y por eso me gusta dejar hilos sin cerrar, o dar pie a que pienses que alguna parte no es real, sino que lo está soñando algún personaje. Eso le da nuevas dimensiones a lo que estás leyendo.
GV: También introduces muchas referencias pop en el libro, y no solo relacionadas con la música: por ejemplo, aparece una película de terror de la Hammer. Hay muchos guiños, y me pregunto si esto son cosas que te molan a ti o se trata de crear un ambiente concreto que no tiene que ver con tus gustos personales.
BG: Va un poco más allá. Para empezar, aunque puede parecer que es un libro sobre punk, no lo es en absoluto: es una herramienta que utilizo para desligar a las protagonistas de la época en la que viven. Yo he escuchado algo de punk, pero tampoco es que tenga una deuda emocional de ningún tipo. Y ahora mismo, quitando todo lo que haga Holly Golightly, ya no escucho nada de punk. Realmente ahí no hay una identificación por mi parte, pero uno termina tirando de lo que conoce y de lo que tiene a mano. Con el cine de la Hammer me pasa lo mismo: me gustan sus películas, pero, además, me venían a huevo, con toda esa ambientación romántica. El hecho de que viéndola Laura se quede dormida da pie a pensar que igual toda la trama de 1856 del cómic la está soñando. Sin embargo, en 1856, las protagonistas hablan como chicas de 2016. ¿Quién está soñando con qué? ¿Cuál es real? Son vasos comunicantes, un pequeño laberinto que te sirve para crear una atmósfera. Los recursos pop no los utilizaría si no me sirvieran para eso. Por ejemplo, a Carl Sagan lo quiero como si fuera un segundo padre, pero, además, me venía muy bien el guiño a Billions and Billions. Los videojuegos también me sirven, en ese sentido, para reafirmar el aspecto retro: están jugando al Salamander de Konami, ¿por qué no juegan a cualquier juego popular actual? Son recursos. Recuerdo estar trabajando en The Black Holes y leer a Rayco Pulido explicando que no soportaba las referencias, y pensé “¡Mierda!” [risas]. Pero entiendo lo que quería decir sobre que muchas veces dicen más del autor que del libro. Pero yo intento utilizarlas de una forma que me sirva: no son simplemente mis filias y mis fobias. Si pusiera solo lo que me gusta las referencias serían otras.
GV: Otra cuestión importante es el cambio radical que das en cuanto a la publicación: de editar tus obras bajo el sello que compartías con Mayte Alvarado, El verano del cohete, pasas a un sello de un gran grupo editorial como Reservoir Books. ¿Les ofreciste tú el proyecto?
BG: No, no. Cuando terminé La reina orquídea necesitaba ponerme de inmediato con el siguiente libro, que sabía que sería más ambicioso y complejo. Había que prepararlo bien. Me siento con Mayte entonces y vemos que no iba a poder sacarlo con El verano del cohete. A ella le sucede lo mismo con sus cómics, porque trabaja con acrílicos y otros materiales complicados. No podíamos editar un libro así, no solo por los materiales sino por cuestiones promocionales y logísticas. La reina orquídea funcionó muy bien, pero yo estaba agotado de hacer todo: producción, promoción… Ahí nos dimos cuenta de que El verano del cohete tenía que terminar de una manera natural: habíamos hecho todo lo que queríamos hacer con la editorial y habíamos aprendido todo lo que queríamos aprender, y hasta aquí ha llegado. Lo siguiente que teníamos que hacer era probar cosas distintas, y por eso hemos iniciado el nuevo proyecto de fanzines de Spiderland/Snake. Entonces, cuando La reina orquídea se había puesto ya a la venta y yo ya tenía varios bocetos y conceptos de The Black Holes, me llamaron de Reservoir Books. Yo había pensado en trabajar durante seis o siete meses y moverlo por editoriales cuando tuviera algo que presentar, pero me escribieron y me dijeron que, si tenía otro proyecto, estaban interesados en sacarlo.
GV: Habían visto La reina orquídea y les había gustado.
BG: Eso es. Me dijeron que les gustaba mi trabajo y tendría vía libre. Hablé con el editor y pedí un poco de tiempo para ver qué tenía realmente entre manos antes de hablar con ellos en serio. Cuando tenía un borrador y unas quince páginas terminadas tuvimos una reunión y, a partir de ahí, fue todo rodado. Así que me he ahorrado el problema de ver dónde podía encajar la obra y a quién ofrecerlo. Me han dado todas las facilidades y no ha habido interferencias. Yo les he ido enseñando páginas, porque me apetecía mucho tener un editor, que otras personas valorasen mi trabajo. Pero he tenido libertad total y todo el tiempo que he necesitado para hacer el libro. Ha sido todo muy fácil.
GV: ¿Seguirás entonces trabajando con ellos si se da la oportunidad?
BG: Si puede ser, sí. Yo lo que tengo claro es que quiero seguir haciendo cómics: ya estoy trabajando en el siguiente.