[Entrevista] Camille Vannier: “Cuando juegas a mezclar ficción y realidad acabas por no saber cuánto hay de verdadero y cuánto es inventado”

Camille Vannier es francesa, pero vive en Barcelona desde que llegó hace ya más de una década para estudiar en la Escuela Massana. Es autora de cómics y comparte piso para pagarse el alquiler, pero si su abuelo materno, Poulou, hubiera conservado la fortuna que amasó allá en los setenta, Camille habría realizado Poulou y el resto de mi familia desde un yate en lugar de hacerlo desde su piso barcelonés. Nos hemos reunido con ella para hablar de esta increíble historia sobre su familia que cualquiera podría pensar que se trata de una ficción.

Roser Messa (RM): Por lo que sé, decidiste hacer este cómic tras encontrar, en el interior de una caja de galletas antigua, las cartas que tus abuelos se estuvieron escribiendo durante años.

Camille Vannier (CV): Esto es muy fuerte. Todo empezó un día que mi primo y su mujer estaban de vacaciones en Saint Tropez y a él le hizo ilusión enseñarle la antigua casa de mis abuelos porque le traía muchos recuerdos de su niñez. ¡Pasó mucho tiempo allí! Así que llamaron al timbre, los nuevos inquilinos les abrieron la puerta y les dejaron entrar. Al cabo de un rato, la mujer le preguntó: “¿Tu abuelo es el señor Steinberg? Pues tengo algo para ti”.

RM: La caja con las cartas…

CV: Sí, les dijo que la encontraron haciendo obras en la casa. Cuando mi madre me lo contó me pareció fantástico, pero luego, cuando decidí hacer el cómic, me entraron las dudas. Veía que la historia de la caja de galletas era tan ideal, y tan de Amélie, que me daba palo el rollo cursi que tenía, pero se tenía que contar, porque a la vez era tan fuerte que fuera real…

RM: Es lógico que tu primo quisiera enseñarle la casa a su mujer, pero también es otra casualidad que le abrieran la puerta. Podría no haber habido nadie en ese momento…

CV: Cierto. Unos meses antes le ocurrió a mi madre. Estaba de visita en Saint Tropez y se acercó a la casa. Llamó y no encontró a nadie. De hecho, cuando ella se enteró de lo de la caja, casi no se lo podía creer. ¡Imagínate! Si había estado hacía nada…

RM: Antes de que pasara todo esto ¿tú qué sabías de la historia de tu familia?

CV: De todo lo que cuento, aproximadamente un treinta por ciento de las anécdotas las conocía bien, mientras que un veinte por ciento las tenía solo oídas. La primera vez que vi la caja, no entendía por qué Poulou y Claude se había escrito tantas cartas a lo largo de su vida, si estaban casados. Entonces mi madre me explicó que era porque él estuvo tiempo trabajando fuera, en los Estados Unidos. Y yo… “¿Cómo? ¿Por qué? No lo sabía…”. Ahí es donde me di cuenta del nivel de ignorancia que tenía sobre mi familia materna y le pedí que me lo contara todo. Hasta ese momento, sabía lo torpe y ridículo que a veces podía llegar a ser Poulou, las historias sobre sus negocios fallidos… Bueno, esto último es evidente porque no ha quedado nada de toda esa enorme fortuna que llegó a acumular. Lo que sí sabía era que mi madre tuvo una infancia pija, que toda la familia era socia de un club de tenis muy exclusivo y que tenían costurera en casa, además de la niñera que cuidaba de mi madre y de mi tía. En cambio, me faltaban datos sobre cómo se conocieron Claude y Poulou y su historia personal. Especialmente sobre ella, mi abuela, ya que murió antes de que yo naciera. En cambio, a él sí que lo llegué a conocer.

RM: ¿Y cómo lo recuerdas?

CV: Como a alguien que no le interesaban mucho los niños ni tampoco era muy simpático. De hecho, el personaje central del libro es Poulou porque es a quien le pasan más mierdas de toda la familia, pero, en realidad, quien más me interesa es Claude porque no la conocí y quería saber más sobre su vida. ¡Renunció a todo por él! Eso me cuadra por la época en que ocurrió, pero a la vez no lo entiendo. Por lo que me han contado, y he intentado transmitir, ella era una tía muy alegre, que le gustaba el arte, cantar, ir de fiesta… Y de repente se encontró casada con un tío súper aburrido, que solo le gustaba el dinero y que encima le ponía los cuernos.




RM: De todo lo que has descubierto para hacer el cómic, seguramente debe haber anécdotas que habrás tenido que descartar. Visto ahora, ¿echas de menos alguna?

CV: No, aunque hay algunas cositas que mi madre me ha contado después, con el cómic ya hecho. Lo que sí me ha pasado es que, cuando vi el libro publicado, hubo un momento en que me entró la duda. He contado muchas cosas… Mi idea era explicar la vida de una persona a través de unas sesenta anécdotas de la familia, y creo que lo he conseguido. De hecho, incluso si abres el libro por la mitad, u otra parte, y empiezas a leer desde allí, no vas muy perdido. Puedes seguir la historia más o menos bien.

RM: Seguramente, ahora debes saber muchísimas más cosas sobre Poulou de las que cuentas.

CV: Sí, e incluso con el libro ya publicado aún sigo descubriendo cosas. Hablo a menudo con mi madre y, a veces, se acuerda de sucesos que en su día no me llegó a decir. Un día, con el cómic ya acabado, me comentó que echaba en falta una anécdota concreta, pero en realidad no estaba porque en su día no me la contó. Así que ahora sigo acumulando tonterías, que no me dan para mucho más, pero que habrían molado poner. Igual sí que daría para un bonus track o algo así.

RM: Si te fijas, toda la historia de tu familia nace de varias casualidades. La primera es que tu tatarabuelo Gopy se casó con la persona equivocada.

CV: Me encanta que la historia de mi familia se remonte a un error de mi tatarabuelo.

RM: Pero fue por ser buena persona y querer hacerle un favor a su futura mujer.

CV: La veía un poco tonta y pensó que, si casándose con ella podía arreglarle un poco la vida, ¿por qué no hacerlo? Pero, al final, no fue como pensaba.

RM: Que tus tatarabuelos se llamaran Gopy y Gomy tiene tela… ¿Eran sus nombres reales?

CV: No, eran motes que les dieron sus nietos.

RM: Poulou también, ¿no?

CV:  Sí, y no supe su nombre verdadero hasta la adolescencia. Todo el mundo le llamaba así: sus amigos, la familia… Por lo tanto, para mí y para todos se llamaba Polou.

RM: ¿Tu familia lo ha leído?

CV: Mi madre sí, porque lo escribí con ella, pero la mayoría de los personajes que aparecen ya han muerto. Solo quedan vivos mi madre, mi tía y mis primos. Mi madre me ha ayudado a hacerlo y mi tía sabe que existe, pero no lo ha leído. Se lo contó mi madre y le dijo que, para escribirlo, se había basado en sus propios recuerdos. Por tanto, supongo que, si ahora hiciera el mismo libro, pero utilizando los recuerdos de mi tía, variaría en algunas cosas. Ella tuvo una relación distinta con sus padres de la que tuvo mi madre y eso se nota en el cómic. Había una diferencia entre las dos hermanas: una era la estrella, la que todo le quedaba bien, la que lo hacía todo fenomenal, mientras que la otra –mi madre– era torpe, no le gustaba el tenis, montar a caballo, ni nada de lo que hacían los demás. Por tanto, una y otra tuvieron infancias y relaciones con sus padres muy diferentes. Mi madre quizá tiene una visión más divertida, porque para ella todo ha sido más duro y por eso ha utilizado el humor, para quitarle hierro al asunto.

RM: Nunca llegaste a estar en la casa de Saint Tropez, ¿no?

CV: La vendieron poco antes de que yo naciera y mi madre cortó la relación con Poulou. No volvió hasta muchos años después para ir a ver a una amiga suya que vivía allí.

RM: Supongo que, a raíz de la publicación del cómic, te habrás encontrado con gente que te habrá venido a explicar las anécdotas de su familia. ¿Te ha ocurrido?

CV: Sí, me sé la vida de todos. Mucha gente me cuenta sus experiencias y me parece muy guay porque me interesan mucho las historias personales. En este caso, he explicado la de mi abuelo, pero podría ser perfectamente la de cualquier otra familia.

RM: Hacer Poulou te habrá llevado mucho trabajo, porque creo que es todo a mano…

CV: Sí, a lápiz de color.

RM: Igual que en tus dos cómics anteriores, El horno no funciona (2011) y Tuerca y Tornillo (2013). Es muy artesanal, y si hay intención de publicarlo en Francia, tendrás que volverlo a hacer de nuevo, porque es tu letra.

CV: Lo sé y me gustaría que saliera en Francia, por eso ya he empezado a traducirlo. Hay que reescribirlo y rehacerlo todo: las tipografías, la combinación del texto y el dibujo…

RM: Has optado por trabajar en el mismo formato que utilizaste en tus otros dos cómics, alejado del formato típico de viñeta y bocadillo.

CV: No sabría hacerlo de otra forma. No me sentiría cómoda dibujando bocadillos ni viñetas. Como escribo demasiado, no me cabría el texto en el interior del globo. Además, como no hay diálogos, el bocadillo pierde todo el sentido. Es todo una narración e, incluso el texto funciona sin dibujo. No creo que el cómic sea solo viñetas y bocadillos. Si miras un poco las cosas que últimamente se están publicando hay una gran diversidad de formatos y no todos se ajustan a la idea clásica.

RM: Eres muy detallista a la hora de dibujar. Especialmente, en cuanto a productos de consumo de la época en la que ocurre la historia. Eso comporta un buen trabajo de investigación. ¿Cómo lo has hecho?

CV: Soy muy fan de buscar en Google. Ha sido una mezcla entre preguntar a mi madre y búsquedas en internet. A mi madre le pregunté muchas cosas sobre el vestuario de los personajes: cómo vestían Poulou y Claude, ella y mi tía… Y si ella, por ejemplo, me respondía “a mi padre le encantaban los trajes de Ives Saint- Laurent”, buscaba los modelos en internet y, cuando encontraba varios, se los enseñaba para que me dijera cuál de todos era el más parecido al estilo de Poulou. En cambio, todo lo que se refiere a productos de alimentación lo buscaba en la red. Con los años, los logos de las marcas han cambiado mucho. Aunque las marcas de los productos se mantienen, sus logos han ido cambiando con el tiempo. Hay páginas web que te enseñan la evolución de los logotipos y que me han servido de gran ayuda.

RM: Quizá también habrás usado fotografías familiares.

CV: Sí, claro. Hay una en el libro y, en las presentaciones del cómic que he hecho hasta ahora, he enseñado bastantes fotos familiares. El verano pasado estuve en casa de mi madre hurgando entre sus álbumes. Escaneé un montón de fotos y me llevé otras tantas. Así pude dibujar la casa de Saint Tropez. Todo lo que sale en el cómic lo he reproducido de la realidad. Es decir, los barcos son los que fueron, la casa es igual que la que tuvieron y los personajes se parecen a los reales. Ya sé que parezco poco creíble cuando lo digo porque están dibujados un poco en plan rápido, pim-pam, pero es así. Me preocupé de hacer que se parecieran. ¡Hasta mis bisabuelos!

RM: Tu bisabuela es otro gran personaje.

CV: Cuando mi madre me habló de Raymonde me identifiqué un poco con ella y hasta llegué a pensar que era un poco como esa mujer. Mi madre me decía: “Pues no lo había pensado, pero tienes razón”. ¡Me encanta!

RM: La pintas como una mujer de muy mal genio que por cualquier cosa te montaba el pollo.

CV: Bueno, yo también me cabreo por tonterías, y cuando me contó la historia del ataúd pensé que tenía razón. Yo también me habría molestado.

RM: ¿Cuánto tiempo has estado trabajando en el cómic?

CV: El otro día lo estuve buscando y el primer mail donde hablo con mi madre sobre el proyecto es de finales de 2015 y, entre correos, meterme en serio en ello, el texto y los dibujos, han pasado un par de años. He tenido que enterarme bien de toda la historia familiar y seleccionar las anécdotas de forma ordenada, porque mi madre no me lo contó así, sino que me iba explicando sus recuerdos a medida que íbamos hablando y, a veces, me decía cosas que luego cronológicamente no cuadraban. Cuando pasaba esto, la volvía a llamar y le preguntaba: “¿Estás segura de que sucedió así y en esta época?” y entonces ella me lo confirmaba o rectificaba según fuera el caso. Ten en cuenta que la mayoría de historias que hay en el libro sucedieron cuando ella era adolescente.

RM: Tuviste suerte de que conociera bastante bien la historia de sus antepasados y de los de Poulou, porque muchas veces todo esto se pierde entre generaciones.

CV: Seguramente tuvo más curiosidad y preguntó más a su madre, aunque hay muchas cosas que desconoce. Por ejemplo, por qué le dieron la custodia de las niñas a Poulou el tiempo en que él y Claude estuvieron separados. Esto no sale en el libro, y tampoco es muy relevante, pero es algo que no me ha sabido responder. En esa época, era raro que le dieran la custodia al hombre y, cuando le pregunté el motivo a mi madre, no me lo supo contestar. Lo único que me pudo decir era que antes los hijos no podían hablar con sus padres de forma tan natural como hacemos ahora. ¡Hasta comían separados! Los niños en una parte y los adultos en otra. Todos los implicados en esta historia ya han muerto y nunca podremos averiguar qué pasó. Por eso, cuando me lo contó, fue cuando le dije: “Venga, explícamelo todo”. No quiero que me pase como a ella y que, si un día tengo hijos, me pregunten cosas sobre sus abuelos y no sepa qué decirles.

RM: Aun así, te ha dado muchísima información.

CV: He flipado con algunas de las historias que me ha explicado. Me sorprende que llegara a enterarse de las peleas de sus padres por temas de cuernos. Se acuerda porque tuvieron cero filtro. Es algo que no tendría por qué saber, pero fue porque Claude sufrió una crisis nerviosa.

RM: Los tres cómics que has publicado hasta ahora tratan todos sobre experiencias personales, sean tuyas propias o de tu familia.

CV: Supongo que ahí se mezcla mi interés por conocer la vida de la gente y que tengo poca imaginación a la hora de inventarme historias guays. A veces he intentado hacer algo de ficción, pero al final siempre acabo encontrando historias realistas que son mucho mejor. Me gusta el cine –el género del biopic–, y el arte conceptual –me encanta Sophie Calle– y las fotografías de Nan Goldin… Me interesa todo lo que se refiere a la cotidianidad y esta vez no he ido muy lejos… He llamado a mi madre, que es lo más fácil que podía hacer.

RM: Entonces, podemos decir que todo lo que cuentas en Poulou es cien por cien real y que no hay nada inventado. Ni siquiera para que la historia cuadre mejor.

CV: Sí, sí… Absolutamente real. Lo prefiero así, porque cuando juegas a mezclar ficción y realidad al final acabas por no saber cuánto hay de verdadero y cuánto es inventado, y nadie se creería las historias más locas que hay en el cómic.

RM: No has cambiado ni los nombres de los personajes…

CV: Solo uno, pero si se llega a publicar en Francia sí que los cambiaré para mantener la privacidad. En su momento, antes de terminar el libro, le pregunté a mi madre si quería que cambiara los nombres de todos y ella me dijo que no, que solo lo hiciera con un par. Luego, una semana antes de la publicación volví a hablar con ella y lo que me dijo fue otra cosa: “¡Menos mal que has cambiado los nombres!”. Y yo… “Pero, ¿qué dices? Si ya hablamos de ello antes y quedamos que dejaríamos los verdaderos”. Total, que le prometí que si algún día sale en Francia será con los nombres cambiados.

RM: Veo que en Sapristi, tu editorial, han sido bastante respetuosos con tu forma de escribir, con todas esas expresiones que utilizas derivadas del francés pero que le dan personalidad.

CV: El texto ha sido corregido infinidad de veces. Yo quería que el libro fuera un reflejo de mi forma de expresarme, pero que no tuviera faltas de ortografía que molestaran a la hora de leer. Por ejemplo, como tengo la manía de escribir sin tildes –y sé que eso puede ser molesto–, se tenía que corregir. Lo que ocurre es que al principio corrigieron tanto, que cuando me devolvieron los primeros capítulos no me sabía reconocer como la autora. Parecía que lo hubiera escrito otra persona. Al final, lo hablé con los editores y acabamos encontrando un punto medio donde se corrige la ortografía, se conserva mi forma de escribir y se entiende perfectamente, aunque haya expresiones utilizadas de forma incorrecta. Estoy contenta con el resultado.

RM: Además, supongo que con tu madre debes hablar en francés y que todas estas historias sobre la familia te las habrá explicado en este idioma, por lo que habrás tenido que traducirlo al castellano a la hora de escribir.

CV: Sí, sí… Hablábamos continuamente por teléfono y también me enviaba mails contándome sus recuerdos. Luego yo lo traducía todo al castellano y lo transformaba en anécdotas para el cómic.

RM: Dices que te has documentado a base de fotos de familia, revistas y las descripciones de tu madre, pero ¿hay alguna cosa de la que no hayas encontrado nada?

CV: Sí, información sobre el restaurante de Claude, ¡y eso que lo he buscado a fondo! Solo tengo una foto del interior, pero nada acerca de la fachada. De todos modos, ya me parece bien que haya una parte de misterio, así algún día tendré que ir a hacer un peregrinaje Poulou. En cambio, sí que he encontrado fotos en internet de la casa en alquiler, pero tampoco he estado nunca. Ni tan siquiera he estado casi en Saint Tropez. Solo una vez cuando tenía quince años. El verano pasado estuve cerca, pero no fui. De hecho, todo lo que es la ciudad y el puerto se han convertido en algo que no me interesa. Me gusta más el Saint Tropez de las historias que me cuenta mi madre.

RM: Y ahora, para terminar, solo quiero hacer una observación. Estaría bien que, a partir del próximo año, cambiaran las normas para acceder a las nominaciones del Salón del Cómic de Barcelona porque los autores extranjeros que vivís y publicáis vuestros cómics en España no tenéis ninguna posibilidad de ser nominados. Ni a mejor obra de autor español –porque habéis nacido en otro país­–, ni a mejor obra extranjera, porque primero publicáis en España. Cosa que me parece totalmente injusta.

CV: ¿En serio? No lo sabía. ¡Tendré que pedir la doble nacionalidad! Pero no pasa nada. Me hace más ilusión ganar un Golden Globo del GRAF que cualquier premio del Salón del Cómic.

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