Pocos apostaban por un film que, de tan a contracorriente (cine dogma y de género quinqui, ahí es nada) casi se antojaba un suicidio. Pero la verdadera pasión no entiende de impedimento alguno y precisamente, si de algo andaban rebosantes el tándem formado por Carlos Salado (director) y Raul Ferrández (productor) a la hora de afrontar este proyecto, era de pasión y una obstinada fe, propulsada por lo que llamamos “amor al arte”. Así nació Criando ratas.
Más de treinta años después de que El Pico (1983), Yo, “El Vaquilla” (1985) y demás fenómenos de la filmología quinqui invadieran el primer decenio de la inocente España post-franquista, la primera referencia nacional a ese tipo de cine en este nuevo siglo ha rebasado la nada desdeñable cifra de millón y medio de visualizaciones. Un meritorio logro que les ha hecho aparecer incluso en la televisión nacional y que halla explicación en la pureza que entraña esta singular obra, disponible únicamente a través de Youtube. El hiperrealismo que recorre cada minuto de este largometraje se transmite en las interpretaciones, los emplazamientos, las situaciones. Es decir, en todo. Seis años de rodaje (con ingreso en prisión del actor principal en plena filmación, incluido), 500 Euros de presupuesto y una nómina de actores amateurs que, con demasiada frecuencia, se ausentaban del rodaje, son algunas de las señas de identidad del proceso de gestación de la película. Pero para conocer mejor los detalles relativos a la idiosincrasia de Criando ratas, hablamos con Carlos Salado, director de la mejor película aparecida del subsuelo del cine español en mucho tiempo.
DANIEL GONZÁLEZ (DG): ¿Cómo surge la idea de que la película se pudiera ver gratuitamente en Youtube?
CARLOS SALADO (CS): Forma parte de la estrategia desde el primer día de rodaje. Cuando se plantea el proyecto no sólo se plantea la producción de la película, sino absolutamente todo. Había un dossier con con la estrategia del proyecto, posicionamiento de mercado, cómo queríamos difundirlo… Al contrario que este cine convencional que está financiado con tres millones de euros y es lógico que necesite una rentabilidad económica, nosotros estábamos recién salidos de la carrera y lo que queríamos era un proyecto underground, transgresor, independiente; muy de autor… y pobre, porque Criando Ratas es una película low-cost. Había que aprovechar las limitaciones que tienen los nuevos creadores, que no se pueden permitir distribuir de otra manera, para elegir internet como una plataforma de exhibición y distribución gratuita, brutal. Es increíble que una película de bajo presupuesto como Criando Ratas haya llegado al millón y medio de espectadores. Desde España hasta Latinoamérica, de donde también recibimos mensajes de espectadores. Eso lo supimos desde el primer día, esta era un película de autor y se podía permitir el lujo de ser difundida de manera gratuita. Sin buscar una recompensa económica, porque lo queríamos era notoriedad, oportunidad, entrar en una industria y hacer visible un proyecto. Un proyecto social, por encima de todo.
DG: La verdad es que la estrategia es fantástica porque te da máxima libertad, haciendo casi imposible que se pueda hablar de fracaso, pase lo que pase…
CS: Totalmente. Yo creo mucho en las oportunidades que da internet y sobretodo en las herramientas gratuitas de promoción. O incluso en la digitalización y la democratización de los medios. O sea, que hoy en día se pueda rodar una película con cámaras digitales o emular una orquesta sinfónica en un home-studio me parece maravilloso para la gente de nuestra generación. Hay que aprovecharlo. Creo que ahora el cine o el arte es menos elitista que antaño. Mucha gente puede crear con poco y se puede hacer de poco mucho. Eso es importante.
DG: El hiperrealismo es uno de los factores que hacen de Criando ratas una película diferente, sin concesiones al mainstream. Viéndola, uno cree que Ramón «Cristo» realmente es así… ¡pero en realidad no! Tiene un pasado de trapicheos, pero no a ese nivel. Eso demuestra que, más allá de que al actor, el personaje le pueda resultar natural o familiar por una cuestión de entorno, de lo que ha mamado, también hay talento interpretativo. Y eso es algo que os habéis encontrado al “abrir el melón”…
CS: Yo es que creo que talento hay en todas partes. Puedes encontrar grandes artistas en la calle, en cualquier sitio. Creo que la clave es buscarlos y saber encontrarlos. Nuestro objetivo era obtener una película hiperrealista. Más allá de las carencias presupuestarias que pudiera haber, o de que pueda surgir un fallo de iluminación, el objetivo primordial es que el espectador diga «necesito creer lo que estoy viendo». La delgada línea entre ficción y realidad. Que parezca que estoy dentro de la película, como se ha hecho en el cine dogma, la nouvelle vague o el neorrealismo italiano. La premisa básica era trabajar con chavales de la calle, desde un principio no queríamos actores profesionales. Se trataba de contar con chavales que hubieran vivido el mundo de la delincuencia en su entorno, o bien en sus propias carnes, pero que tuvieran esa magia. O ese potencial. Claros ejemplos son Ramón, El Pistolica o Mauri, que son chavales de la calle, pero tienen una mirada magnética. Parecen un imán en la pantalla.
DG: ¿Cómo se hizo el casting?
CS: El proceso fue de los más costosos y duraderos de la película. Tuvimos que patear muchísimas calles y encontrar a esos personajes especiales. El Pistolica por ejemplo, Antonio Amador, que tiene doce años, era un chiquillo carismático que allá donde iba llamaba la atención. Y veías que de entre el resto de chavales de su edad, el que se paraba a escucharte y a entenderte era él. Es que es un niño muy inteligente, su capacidad de comprensión parece la de un adulto.
DG: Y los diálogos son improvisados…
CS: Todos. No hay ni un solo diálogo escrito. Hay un desarrollo, unas tramas, claro, pero al haber un lenguaje cinematográfico tan real, con iluminación real, en las mismas calles que habitan los chavales, respetando el argot, la ropa… Genera esa duda sobre si lo que está pasando es real.
DG: A mí ese aspecto, sumado a todo el rollo de la delincuencia y la marginalidad, me ha hecho pensar mucho en The Wire. De hecho, en cierto modo, la película se podría considerar una especie de versión a la española. ¿Es un referente, o la conexión entre ambas obras viene dada únicamente por la similitud temática?
CS: Me la han recomendado muchísimo, ¡pero no la he visto! He consumido otro tipo de cine de delincuencia. El cine quinqui de los ochenta, el cine de delincuencia realista como La vendedora de rosas, Yo Cristina F, de los ochenta. Mucho cine independiente que aboga por las historias íntimas, costumbristas; por esa fotografía tan real. Creo que Criando ratas bebe un poco de todo ese cine. Y luego también está la osadía de unos chavales de veinticuatro años que salen de la carrera de cine diciendo “Tío, vamos a rodar algo puro, auténtico”. Rompamos un poco estos cánones y estos patrones que nos han metido en la universidad. Creo que no hay otra manera de generar vanguardia más que rompiendo lo establecida
DG: ¿Cómo fue recibida la idea al principio?
CS: Cualquier persona a la que le dijeras hace seis años que queríamos hacer esto nos decía que era imposible. Muchísima gente nos lo dijo. Incluso profesores nos dijeron que esto no se puede hacer. Y sí que se puede hacer.
DG: ¿Imposible en qué sentido?
CS: Mucha gente ve el cine como una industria gigante en la que para grabar un plano hacen falta cuarenta trabajadores. ¡U ochenta! Es lógico, yo trabajo en publicidad y para un anuncio de un minuto tengo a veinticinco personas a mi lado. Al final el artista tiene que crear del barro, de lo que tenga. Si eres un escultor y no tienes bronce, pues esculpe en barro. Y si eres músico y no tienes una orquesta sinfónica, pues coge una guitarra. Y en el cine siempre ha sido lo mismo. David Lynch hizo su primera película durante siete años. Y Christopher Nolan estuvo cuatro años rodando Following (1998). Después ves las películas y es cine underground puro y duro. Se nota que no había medios, pero había pasión, sacrificio y mucha voluntad.
DG: Curiosamente, aunque la idea de Criando Ratas venga inspirada por el cine quinqui de los ochenta y aún tratando algunos aspectos similares, la película se aleja bastante de aquel cine. Seguramente influye el contexto actual, con inmigración, sin apenas heroína… eso hace que Criando ratas actualice el género.
CS: Yo creo que hay unos clichés del género que si que se repiten. La rumba, rodar con chavales de la calle, la periferia o la delincuencia juvenil, pero hay otras cosas que no tienen nada que ver. Los barrios periféricos ahora están más cerca del casco urbano, hay mucha más inmigración, se hacen otro tipo de tratos y acuerdos comerciales, hay otras drogas, hay otras maneras de delinquir… Pero también en el trazo, que es muy distinto. Aquel trazo era mucho más convencional, este es mucho más independiente. O por ejemplo en el posicionamiento moral o político que había en los ochenta, que Criando ratas no lo tiene. En aquel cine quinqui eran propicios a analizar lo que estaba pasando y a posicionarse. Daban lecciones de moral, buscaban culpables, o las causas del problema. Eso Criando ratas no lo hace. Nuestra misión era contar esto de una manera realista. Establecer un línea de debate, pero que sea el público quien reflexione, no nosotros.
DG: De hecho, ahora que lo mencionas, en El Pico incluso aparecía el conflicto vasco…
CS: Era moralista. Solían victimizar al quinqui y culpar al sistema. Criando ratas lo que ha hecho es mostrar de manera objetiva lo que existe. A partir de ahí que el público, los profesores, los políticos, que divaguen, que busquen soluciones o que reflexionen de quién es la culpa. Yo como director no he querido posicionarme o interpretarlo.
DG: Eso hace que la película sólo sea un relato.
CS: Eso es. Interpretado artísticamente, porque hay un artificio detrás, pero es verdad que es como un escaparate.
DG: Las diferentes tramas se basan en historias reales ocurridas en el entorno pero dramatizadas para la película, historias creadas por vosotros o quizás un poco de ambas cosas?
CS: Es verdad que desde el principio había una estructura dramática hecha, una escaleta, un guión, pero hubo mucho lugar a la improvisación, a conocer un personaje en pleno rodaje como fue Mauri. Llegar a casa, ver la cinta y decir: «¡Por Dios, hay que meterlo más!» Y construir un personaje a partir de esa aparición. Hubo muchas secuencias que se planificaron cambiando el guión. Hubo una reescritura constante del guión. El cine independiente se lo puede permitir. No tiene una estructura dramática como la tiene el cine convencional, un thriller o una película de suspense. Hay secuencias descriptivas, íntimas, costumbristas… Como por ejemplo, la secuencia de los chicos subidos a las señales de tráfico, tocando. Son secuencias descriptivas que te puedes permitir el lujo de poner o quitar.
DG: Creo honestamente que David Simon y Lars Von Trier, entre otros muchos, deberían ver Criando ratas, ya que hablamos de un producto único que para un no español resultará exótico. ¿Hay planes para mover la película fuera de España?
CS: ¡Sería brutal! Queremos dar el salto a Méjico. Nos estamos poniendo en contacto con blogs de allí especializados en cine, con prensa… Intentando aprovechar la repercusión que hemos tenido aquí, para que se mueva por allí también. Creemos que Latinoamérica es un mercado potencial brutal en el que Criando ratas podría funcionar muy bien. Por otra parte también estamos haciendo subtítulos en francés y en inglés. Lo subiremos a Youtube. No podemos invertir demasiado tiempo en distribuir la película por allí, pero bueno, intentaremos dentro del tiempo que tenemos, porque hay que trabajar y llegar a fin de mes, escribir a gente de allí para que den voz a nuestra película.
DG: -Imagino que después de una película así, tan concreta y particular, de cara al futuro toca reinventarse, quizás, por ejemplo, ofreciendo un producto más afín a la industria y al gran público, pero sin perder vuestro sello. ¿Hay algún nuevo proyecto en ciernes?
CS: Escribir estoy escribiendo un par de proyectos de ficción que espero que uno u otro sean lo siguiente. Estamos en momento de eso, de financiación, buscar aliados, socios, que entiendan nuestra manera de contar historias y tirarlas adelante. Lo que probablemente haga toda la vida es trascender y contar historias que remuevan. No concibo el arte sólo como un arma de entretenimiento, sino como algo con lo que remover conciencias, hacer sentir, erizar la piel, hacerte reflexionar… Algo que una vez termine te haga pensar. Creo que ese será el objetivo para cualquier cosa que haga el día de mañana, esté hecha para internet o para editar en Blu-Ray.
Decir que «Criando ratas» es una especie de versión española de The Wire, es un disparate. No hay color. The Wire es una obra maestra al alcance de muy pocos. Lo siento pero no.
«Criando ratas» y «The Wire» se parecen como un huevo a una castaña. Pero no por el nivel, sino que son productos completamente distintos, que enfocan la problemática social de manera diferente. No me parece que quepa la comparación, tampoco en el sentido negativo.
«Criando ratas» es una película sorprendente, incluso chocante, pero que tiene algo genuino, y ese «algo» lo puede percibir cualquiera que la vea, porque es inevitable dejarse arrastrar por su estética, por sus personajes, por su espíritu.
No está de más complementar el visionado de esta película con un acertado documental que pasaron en no sé qué cadena hace unos años, en el que aparecen los protagonistas en su vida real, y que también está disponible en YouTube.
Hola Gorka. Efectivamente, The Wire es una obra maestra de la televisión, mi serie favorita de hecho, mientras que CR es un proyecto amateur de bajo presupuesto, pero con mucho espíritu. Si te fijas, condiciono mucho la comparación («en cierto modo…», «se podría decir…») dada esta diferencia obvia entre ambas obras. Con todo, al ver CR me vino a la cabeza The Wire por varias razones. Hablo de aspectos que, de forma objetiva, ambas obras comparten. La delincuencia, el entorno marginal, los actores amateurs que pertenecen a ese contexto, o el realismo y la crudeza del lenguaje cinematográfico empleado, seco, ajeno al dictado de la industria, serían varios ejemplos fehacientes. De todos modos te agradezco el comentario. Un saludo.
Hola Glasshead. Me remito a lo que le acabo de comentar a Gorka. Huelga decir que el formato, la forma y el contexto geográfico son muy diferentes, pero esos aspectos que apunto en el otro comentario estan ahí. Creo que hay un fondo en el que ambas obras comparten aspectos formales de manera evidente. El vídeo al que te refieres aparecía en un programa de Cuatro. Si te fijas, viene dentro del texto a través de uno de los enlaces incrustados. Gracias por leer y comentar. Un saludo.