Marcos Prior (El año de los cuatro emperadores, Necrópolis) y David Rubín (El héroe, Beowulf) son aparentemente polos opuestos: el primero es un analista de la actualidad política y la sociedad contemporánea que disecciona en sus obras, con sátira afilada, las miserias del mundo que vivimos; el segundo es un torrente de fuerza, pura pasión y dibujo visceral desbocado. Pero ambos tienen algo en común: saben que hay que alzar la voz.
Y por eso han unido fuerzas en Gran Hotel Abismo, publicado recientemente por Astiberri, un cómic de formato apaisado y factura espectacular que narra una revolución ciudadana en un futuro cercano que se parece demasiado a nuestro presente. Pero hay una diferencia: en ese futuro todo parece haberse ido a la mierda; en el presente, en cambio, aún podemos reaccionar. De todo ello hablamos con Marcos Prior y David Rubín en la reciente presentación de su última obra en Madrid.
GERARDO VILCHES (GV): ¿Cómo ha sido la colaboración entre vosotros en Gran Hotel Abismo?. Marcos, ¿tú hiciste un guion previo ya cerrado que David dibujó luego, o estuvisteis en permanente discusión?
MARCOS PRIOR (MP): Yo hice un guion tipo storyboard de un determinado número de páginas, pero sabía que a partir de ahí David se iba a extender. Él funciona así con otros guionistas con los que ha trabajado.
DAVID RUBÍN (DR): Sí, quizá sea por ser también autor completo que necesito, por un lado, acotarme a lo que plantea cada guionista, pero por otro, no trabajar igual con todos. Tienes que aprender cosas nuevas, te obligan a hacer cosas que no habías hecho antes y que puede que por ti mismo no te plantearías hacer. Pero también es verdad que necesito terreno abierto, no me gusta que me marquen mucho las cosas, me agobia. Quiero poder cambiar algo cuando creo que es necesario, aunque siempre lo comento antes con el guionista.
GV: Aprecio en el cómic una contraposición muy interesante entre la potencia gráfica y la violencia desatada de David y la reflexión de Marcos, plasmada a través de recursos narrativos característicos de tu trabajo, como son la fragmentación de la información, el uso de diferentes medios… Yo no sé si estabais buscando esto conscientemente o ha sido fruto del choque de trenes.
DR: Si hubiera hecho un tebeo así yo solo, habría salido algo demasiado rabioso e inconexo. Creo que Marcos ha focalizado la historia muy bien, desde el primer momento en el que presentó el guion vi claramente a dónde tirábamos, que aquello era un arma de destrucción masiva contra la estupidez y la mediocridad, y mi única labor en este libro ha sido intentar conseguir con mi trabajo que ese daño que Marcos planteaba fuera permanente cuando la gente lo leyera.
MP: Yo ya sabía que David le iba a insuflar mucha energía a mi guion, y supongo que él también sabe de qué pie cojeo yo. Es un cómic que no hubiese realizado con nadie más, ni yo solo lo habría hecho de esta forma.
DR: Eso es lo guay de una obra. Cuando haces obras en colaboración y formas tándem creativo, lo mejor es que salga algo diferente a lo que hubiéramos hecho en solitario o contando con otros colaboradores. Yo creo que esa es la verdadera magia del cómic, cuando sale algo que te sorprende a ti mismo. Notas que creces mientras trabajas. Incluso cuando llegan puntos de conflicto pasa eso: discutes cómo resolver una secuencia, un plano… De ese diálogo muchas veces llegamos a un lugar que no era el planteado en el guion ni el que planteo yo, sino que abrimos terceras vías que no se nos habrían ocurrido por separado, y que creo que hacen que el tebeo sea mejor y gane en fuerza y potencia. Al final eso es lo que le llega al lector.
Me da grimilla ver una obra en la que pesa más una parte que la otra, ya sea el guion o el dibujo. De hecho, en los noventa tenemos ejemplos claros para ambas cosas. Estaban los tebeos de Vertigo con buenos guiones, pero dibujos malísimos. The Sandman nos flipaba con quince años, pero intenta leerlo con treinta, verás… Y por otro lado estaban los tebeos de superhéroes que eran gráficamente espectaculares pero el guion era inane, casi ni existía. En ambos casos el resultado creo que eran tebeos malos. Impactaban en su momento pero fallaban por esa falta de sincronización entre los autores, que querían lucirse individualmente. No han aguantado el paso del tiempo.
GV: Recuerdo que la primera vez que vi las primeras páginas de Gran Hotel Abismo fue en una charla que hicimos David y yo en una librería de Madrid. Entonces estabas dibujándolo aún, luego se te cruzó otro proyecto para el mercado americano, Ether… En algún momento yo me planteé que quizá los acontecimientos políticos podrían jugar en vuestra contra. Si hubiera un cambio político podría perder vigencia lo que se cuenta. Al final eso no ha sucedido, pero os quería preguntar si en algún momento tuvisteis ese miedo de quedar desfasados antes de que se publicara el cómic.
MP: Ese miedo siempre existe cuando quieres hacer una obra que refleje la actualidad. El problema de hacer una novela gráfica es que tardas como mínimo un año, y la actualidad te puede arrollar. Siempre me lo planteo. En este caso el proyecto surge de la conflictividad de la época de 2012-13, pero creo que nos curamos en salud ambientándolo en un contexto de ciencia-ficción.
DR: Claro, cuando planteamos la historia en un futuro distópico cercano era para evitar que la actualidad nos superara. Pero si soy sincero, yo habría preferido quedarme por detrás con la obra, que hubiera ganado Podemos y no estuviera Mariano Rajoy de presidente [risas]. Nos ha venido genial, nos han hecho la promo del tebeo, pero…
MP: Incluso con noticias más o menos recientes sobre las pensiones y el pacto de Toledo, que es un tema que aparece en el cómic.
DR: Es un tebeo que surge del cabreo, que creo que es lo que cualquier persona con dos dedos de frente y corazón en el pecho siente cuando ve lo que pasa a diario y cómo los poderosos están riéndose de nosotros. Pero esta sociedad inane no hace nada, se conforma con tuitear… «Qué cabrones son los del PP, pero, bueno, me pongo Netflix un rato y se me olvida«. Es contra eso contra lo que disparamos en Gran Hotel Abismo. No queremos darte respuestas ni decirte lo que tienes que hacer, pero queremos generar preguntas en el lector, que se plantee cuál es su papel en todo esto, o si simplemente se siente afortunado si le da para ahorrar para comprarse una PS4. ¿En qué falla todo? Igual falla porque nosotros mismos fallamos. No te vamos a decir cómo solucionar los problemas, no lo sabemos. Ojalá lo supiéramos. Cada vez cierran más puertas, se intenta llegar a consensos por medios pacíficos para mejorar la vida de la gente, pero continuamente se van poniendo barreras. Ahora tenemos la suerte de tener por primera vez un partido integrado por gente normal en las instituciones, pero continuamente los están bombardeando con tonterías, y los problemas de estado se quedan en pies de foto.
MP: Pero eso tiene que ver con las condiciones de posibilidad. Tras esos dos años de gran conflictividad, 2012 y 2013, hay un momento de cansancio, no podemos pedir que toda la gente sean héroes. Ese esfuerzo en la calle es muy costoso, no puede mantenerse durante años. Abogamos por la calle, pero también tiene que haber lucha en las instituciones.
GV: ¿Creéis que la aparición de un partido como Podemos, que canaliza ese descontento, desactiva de alguna forma la protesta en calle?
MP: Sí, claro. Creo que se ha visto en los últimos años, pero aparte del partido que canaliza esto institucionalmente, existe el cansancio de los años anteriores. Creo que en España se ha reducido el nivel de conflictividad muchísimo. Es normal, la gente está cansada, no puedes pretender que estemos cuatro años en la calle. Pero creo que tras este relajamiento entraremos en otra etapa de conflictividad. Hay que compaginar las instituciones con la calle.
DR: A tiempos duros, tebeos duros. Como artistas vivimos con los pies en la tierra, aunque tus historias sean ficciones. Se empapan de todo lo que tú mamas, y si nos ha tocado vivir un momento jodido los tebeos tienen que ser más jodidos. Mis primeros tebeos, de hace diez u once años, hablaban del desamor, de la soledad… Porque la cosa no estaba tan mal o no nos lo parecía, quizás, seguíamos todos en Matrix. Ahora las cosas están jodidas y toca hacer otro tipo de cómics que hablen de lo que ocurre ahora.
GV: Creo que eso es cierto y es algo que ha sucedido en el cómic español reciente. Cada vez veo más obras que desarrollan esa conciencia o esa visión crítica de la realidad que vivimos.
MP: Eloy Fernández Porta, escritor y profesor universitario, me comentaba hace poco que sus alumnos ahora están mucho más politizados. La generación de los 18 o 19 años está mucho más politizada de lo que podíamos estarlo nosotros en los años noventa, porque se han metido en la crisis de cabeza.
DR: Y también por el arma de doble rasero que es la espectaculización de la política. Ahora hay programas tipo late night centrados en política, un montón. Los propios telediarios parecen trailers de blockbusters, espectaculares y con un tono a lo Sálvame. Hasta los programas de deportes son así.
GV: Y las propias tertulias políticas se han convertido en eso, con personajes estrella polémicos.
MP: Puede ser una banalización, pero también populariza la política, y eso no está mal.
DR: Es verdad, antes la gente pensaba en la política como algo muy aburrido.
MP: Sí, en cierta forma banaliza, pero ahora la gente está más politizada.
DR: Sí, pero por otro lado no deja de ser también un reflejo de la sociedad en la que vivimos, donde todo tiene que ser inmediato. Twitter es una metáfora muy buena de esto: si algo no lo ven en el minuto en que lo tuiteas, deja de existir, se pierde en un mar de información. Y eso pasa en la sociedad: hay noticias importantes todos los días que te darían ganas de luchar o enfrentarte a la vida de otra manera, pero se pierden, en algunos sitios ni las emiten.
MP: Ignacio Ramonet en La golosina visual explicaba que en el telediario, a diferencia del periódico, no puedes cogerlo y manejarlo a tu antojo. El telediario empieza con conflictos internacionales, después habla de política, y va derivando hacia un final feliz: los deportes, ha ganado tu equipo. Tiene una línea narrativa muy clara. Y cuando termina te has olvidado de lo primero.
GV: Marcos, en tus obras está muy presente el tema de los medios de comunicación. De alguna manera, creo que también está en El héroe de David. Hablo de la manera en la que se banaliza todo. Y en Gran Hotel Abismo está clarísimamente: se dirige la opinión y se impone lo que se ha llamado doctrina del shock.
MP: Bueno, tiene que ver con el discurso hegemónico que sufrimos, la ideología neoliberal. Y eso se impone incluso con noticias banales. Lo que a mí me interesa en los cómics que yo suelo hacer es poner el toque de sátira. Conjugar la banalidad con lo más serio. Es muy interesante y además refleja la realidad. Lo que en la realidad es terrible en la ficción se vuelve interesante. Como pasa con Donald Trump: si fuera algo ficticio sería fascinante.
DR: Yo tengo la sensación de que es como si viviéramos en una distopía de Frank Miller de los ochenta.
GV: ¿Cuánta influencia hay de Miller en esta obra? Hay detalles que me recuerdan a The Dark Knight 2.
DR: De The Dark Knight 2 hay muchísimo. Esa obra, para empezar, es un tebeo contra el sistema publicado en el mainstream. Por otro lado, a mí me ha influido mucho a nivel técnico sobre todo el trabajo con el color de Lynn Varley en ese cómic, me parece absolutamente brillante, y muy adelantado a su tiempo. Sirvió para abrir y cerrar muchas puertas, para dejar en evidencia muchas de las barrabasadas que se hacían con el color digital en los noventa. Ahora ves muchas soluciones que ya empleó ella hace trece o catorce años. Yo quería hacer con el color algo que te hiciera sentir incómodo, no queríamos un color bonito ni complaciente. Y el propio formato del libro está buscando una implicación por parte del lector, que no se limite a mirar, sino que tenga que fijarse muy bien, a trasladar la vista y detenerte. Eso crea un vínculo físico entre el libro y el lector que ayuda a potenciar el vínculo emocional.
MP: Para mí Miller también es ua gran influencia. Por el ritmo, por cómo estructura las viñetas… El DK2 tiene algo curioso: la primera parte, muy anterior, parece más madura, más conservadora.
DR: El DK2 parece hecho por un chaval que se quiere comer el mundo.
MP: Sí, es más punkarra, pero también es por la época. A mí me interesa mucho cómo diseña la página. Había una broma que teníamos entre nosotros: Gran Hotel Abismo es como V de Vendetta hecho por Miller [risas].
GV: Como sucede con el protagonista de ese cómic, del personaje con el que empieza Gran Hotel Abismo no sabemos nada.
DR: No importa: es una idea. Lo importante son las consecuencias de sus actos, no quién es por qué hace lo que hace. El pasado da igual, lo que interesa es el fuego que enciende. Es «el animador», el que hace que todo empiece.
MP: Pero también parte de una parodia, porque yo, cuando estaba estructurando el guion, lo concebí como un hotel, cada capítulo lleva el nombre de una parte: la suite, la salida de emergencia… Y tenemos a «el animador», una parodia del animador del hotel, el que hace que los pobres ancianos se pongan a bailar. En realidad es una sátira, porque esa figura del animador de hotel me horroriza, me parece una cosa muy chunga.
GV: El cómic parte de un acto de rabia que prende la mecha de una revolución. La violencia está muy presente en el cómic, y es un tema que creo que puede ser polémico, porque la violencia, en líneas generales, está mal vista en la sociedad. Es una línea roja, te quita la razón si la ejerces, no es lícita. Sin embargo, la Historia muestra otra cosa.
MP: Que la violencia es la partera de la Historia lo decía Marx. Es algo complicado de gestionar. Cuando se quema un contenedor en una manifestación se trata desde los medios como si fuera el acabóse, pero es un contenedor, nada más. En cambio hay una violencia que intentamos reflejar en el cómic que me parece mucho peor: es una violencia institucional. Una reforma laboral es ultraviolenta, y afecta a millones de personas. Yo quería tratar la ley de conservación de la violencia de Pierre Bourdieu, que explica cómo el neoliberalismo crea una violencia institucional que se traslada a las víctimas de esa misma violencia, y eso desarrolla actos violentos en la calle. Pero eso, para mí, son actos desesperados de quien no tiene otra herramienta que tirar piedras o quemar contenedores. Ese tipo de violencia institucional crea esa contrapartida, pero también sube el índice de suicidios, aumenta el alcoholismo y el consumo de drogas.
DR: Hay dramas todos los días porque la gente no tiene pasta; hemos llegado a un punto en el que poner la calefacción en invierno es un lujo. Eso es violencia. Y el miedo que te insuflan desde los medios de comunicación: no protestes, confórmate con tu trabajo, no hagas nada. Todo eso germina en la violencia en las calles.
MP: Pero esa violencia en las calles llega a un punto en el que es impotente. Creo que a veces hay manifestaciones y protestas donde no ha habido actos especialmente duros, pero sí hay una demostración de fuerza. Decir que somos todas estas personas, y queremos esto. Una huelga general es un pulso, en el que se demuestra la fuerza numérica, y eso afecta después a los cambios que haya.
GV: Tampoco dais la idea de que la violencia sea por sí sola una solución, y, de hecho, las cosas en Gran Hotel Abismo no son tan fáciles, no caéis en el panfleto.
DR: No queríamos hacer un panfleto político en ningún momento, sino contar una historia para que el lector se haga preguntas y se plantee cosas. No para decirte cuál es el camino correcto, ni quiénes son los buenos y quiénes los malos. Aunque haya muchas ideas en el tebeo y nosotros dos seamos de izquierda.
GV: Hay una cosa que me interesa de Gran Hotel Abismo y que es que vosotros planteáis una revolución popular que surge desde abajo, aunque no sabemos quién es el personaje que la inicia, pero también mostráis las consecuencias de esa revolución. No es un camino de rosas, se derrama sangre: aparece la policía matando manifestantes.
DR: Toda revolución es así. Solo a Gandhi le funcionó la revolución pacífica; el resto de veces que se han cambiado las cosas en diferentes partes del mundo ha sido, por desgracia, a través de la violencia.
MP: En la calle, tú pones el cuerpo por delante, es una cosa física, y por eso a veces tiene consecuencias. Para el capítulo final me fijé en lo que había pasado en Argentina con la dimisión de Fernando de la Rúa, en 2001, en medio de disturbios y manifestaciones en la calle. Y los noticieros hablaban de saqueos… pero esa gente estaba pasando hambre. Por eso en el cómic hay un momento en el que salen pintadas de El Eternauta, como un símbolo de esa lucha. También me impactó mucho lo sucedido con el huracán Katrina. Yo alucinaba cuando los medios decían que era una vergüenza cuando la gente, que estaba desesperada y necesitaba comer, estaba saqueando… Estaban sobreviviendo como podían. Sin embargo, cuando sucedió lo de Ucrania, donde las manifestaciones fueron salvajes, con un tractor arrasando a los antidisturbios, desde aquí se jaleaba, eran luchadores por la libertad.
GV: Si aquí un tractor se llevara por delante a los antidisturbios en la Castellana, ¿qué se diría?
DR: Pues se diría que es un terrorista, claro. Es como el señor de Huesca al que se le hincharon los cojones y se empotró con el coche lleno de bombonas de butano en la sede del PP en Génova.
MP: La cuestión es que si definimos eso como terrorismo, debe serlo en todas partes. Lo que no puede ser es que si sucede en Ucrania sea algo genial porque el señor que gobernaba no quería un acuerdo con la UE.
DR: Es que estamos viviendo en la época más hipócrita. Y esa hipocresía se multiplica por mil por los medios.
MP: Pero yo a veces defiendo la hipocresía. Es algo civilizatorio, de verdad. Me gustaría, por ejemplo, que Donald Trump lo fuera, que se mordiera un poco la lengua, que tenga que controlarse por la presión. Soy un gran defensor de la hipocresía [risas]. Lo digo exagerando, claro.

Portada de Necrópolis, de Marcos Prior
GV: Comentamos que la «batalla» es física, pero también mostráis una batalla ideológica, a veces con bastante mala leche, por ejemplo cuando aparecen varios tertulianos en televisión, supuestamente de izquierdas, discutiendo sobre conceptos teóricos cuando hay gente muriendo en la calle.
MP: Era una crítica en varios niveles: vamos de la calle a las redes sociales, y después a la televisión… Queríamos mostrar cómo va derivando, las fases que puede tener una cosa que vives en el presente, y cómo se interpreta posteriormente esa acción.
DR: Y cómo se va diluyendo, también, según quien sea el emisor cambia lo que se está contando y el enfoque que se le da. Un acto puede ser una acción de rebeldía heroica o terrorismo absoluto. Depende de cómo se enfoque, y creo que eso lo vemos a diario en los medios de comunicación. Cómo se pone hincapié en cosas que pueden ser banales, como Podemos saliéndose del Congreso en el minuto de silencio por Rita Barberá, mientras que con otras cosas que son verdaderamente importantes se pasa de puntillas o ni se mencionan, porque no interesan. Hoy he visto una noticia de hace años sobre un pleno de un ayuntamiento en Toledo; todo el grupo del PP salió porque no quería escuchar las quejas de un grupo de padres de niños con cáncer. Y no fue ningún escándalo, nadie dijo nada. En cambio, por esta señora corrupta se ha montado. Siempre intenta amplificar cosas que no son para tanto, y creo que estamos entrando en una época de banalización total.
GV: Frente a la polarización ideológica absoluta que estamos viviendo, en la que solo caben dos opiniones extremas y enfrentadas, tú, Marcos, siempre has intentado mostrar la verdadera complejidad de las cosas, desde un punto de vista, por tanto, más incómodo.
MP: Sí, intento mostrar todas las vertientes de un problema. Yo puedo tener más afinidad con una que con otra, pero no quiero que sea algo evidente. La complejidad, no obstante, a veces sirve como escudo para excusarnos, para decir que algo es demasiado complejo para opinar o para negarse a buscar soluciones. Se habla de demagogia, pero, a veces, las cosas pueden ser sencillas.
GV: ¿A veces hace falta un golpe en la mesa? Sigue habiendo derechos y valores universales. Si una mujer se muere en su casa porque no puede pagar la calefacción, no estamos hablando de algo complejo…
DR: Eso, en un país civilizado, habría paralizado todo. La gente habría salido a las calles para parar de una vez esto. Lo de esta señora es la noticia que ha salido, pero es que esto está pasando constantemente. La gente se muere, ya sea de frío, o quemada, o suicidándose porque no aguanta más.
MP: Se aduce a veces que no hay «buenos y malos». Vale, de acuerdo, aceptemos esto. Pero creo que sí hay víctimas y verdugos. No digo que la víctima sea súper buena y el verdugo súper malo, pero hay una víctima y un verdugo. Y en algunas ocasiones está claro.
DR: Yo sí creo que hay malos, y el problema es que los malos están ganando.
MP: Pero el término parece hasta naïf… Podríamos decir que hay sociópatas…
DR: Fátima Báñez diciendo que es imposible que en España haya gente que esté cobrando por debajo del salario mínimo interprofesional. ¡Es la ministra de Trabajo!
MP: Pero eso igual no es por maldad…
DR: Vive en una puta burbuja, no sabe ni qué cojones está administrando en su ministerio, no sabe cómo es la realidad de su país, y lo dice tranquilamente en prime time, queda en evidencia, y aquí no pasa nada. Nos reímos y la llamamos idiota, pero ahí sigue.
MP: Pero no es una maldad autoconsciente a lo Fu-Manchú…
DR: Es la maldad de la estupidez, que es más peligrosa.
MP: Pero también es una teodicea: la idea de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. El neoliberalismo tiene que argumentar ante determinadas realidades: «estas personas pasan hambre porque son vagas, o idiotas, no tienen estudios… se lo merecen, es su culpa«.
DR: Ese es el argumento: que si alguien lo pasa mal es por su culpa.
GV: ¿Y por qué creéis que ese argumento está calando?
DR: Está calando hasta en las clases trabajadoras. Por eso hay obreros que votan al PP.
MP: Pero es un sistema de creencias, ante algo que sería insoportable. Incluso para Mariano Rajoy sería insoportable la idea de que haya tanta gente pasando hambre por culpa de sus políticas. Tienen que racionalizarlo, creo yo. Yo no creo en la maldad absoluta de las personas, lo peligroso es el sistema, no las personas concretas.

Boceto de una página de ‘Gran Hotel Abismo’ publicado en el Twitter de David Rubín
GV: De hecho, esta situación que vivimos comienza con el gobierno anterior a la llegada del PP, y si te vas hacia atrás…
DR: Claro, si te vas hacia atrás te das cuenta de que todo viene de Franco, y que la transición fue una pantomima. Ha quedado claro.
MP: El problema de España es que su situación particular se ha sincronizado con procesos internacionales. Se acaba el franquismo y de golpe te ves metido en la OTAN y en la ofensiva del neoliberalismo.
GV: La Transición coincide con la crisis del petróleo del 73.
MP: Y con todas las ficciones sobre el fin del mundo, que es algo muy interesante. Las películas de catástrofes como metáfora y retrato. El coloso en llamas es el sistema derrumbándose. En la época actual el rey de la ficción es el zombi.
DR: Y los superhéroes. Buscamos reflejarnos en gente con poderes guays, cuando en el fondo esos personajes no dejan de ser propaganda del liberalismo.
MP: El zombi es un fantasma social de la burguesía que representa a la clase baja trabajadora. La gente millonaria vive en sitios cerrados y vallados para mantener fuera a esa clase baja, como sucede en las historias de los zombies. En los años treinta, durante la Gran Depresión, el terror también estuvo en auge, pero los monstruos eran otros: Drácula, Frankenstein… Ibas al cine a ver eso y salías con la idea de que tu vida no era tan mala.
GV: Drácula, por cierto, venía de Europa del este, era un extranjero inmigrante.
MP: El monstruo de cada época la refleja. Drácula también era un aristócrata… La ficción nos explica muchas cosas. A veces las cosas más simples, las películas de sobremesa, esconden una complejidad interesante de analizar. Esas películas donde la institutriz es la amenaza al bienestar de una familia de clase alta. Representa la clase trabajadora… es un miedo acojonante que introduce la alteridad en tu propia casa.
GV: Marcos, tú decías que siempre tienes una intención satírica en tu obra, es evidente. Pero no solo hay burla a la derecha, sino también al discurso teórico de la izquierda.
MP: Sí, en cierta forma. Yo recuerdo que ya en el 15M había cosas que no veía claras, como el grito silencioso, levantar las manos… Son cosas que he ido asimilando. En el 15M ya decían que no son de derechas ni de izquierdas, que era algo que me chirriaba mucho en su momento. Creo que cuando dibujas o escribes sobre algo te fijas más en las cosas.
GV: ¿Es una manera de entender las cosas?
MP: Es un autoaprendizaje. Te documentas, tienes que estar informado.
DR: Hacer cualquier tipo de obra, ya sea de corte político o de cualquier otro, siempre te plantea preguntas como creador. Y ese proceso se nota en la obra, pero en ti también. Cuando acabo una obra siento que he cambiado, y si no fuera así, sería mal asunto. Si haces los tebeos sin sacar conclusiones y sin ver tus errores cuando se publican, ¿qué esperas, repetir los mismos errores? Yo prefiero cometer otros nuevos.
MP: También sientes miedo a que te malinterpreten, hacer las cosas bien, pensar cómo dices las cosas. Sobre todo cuando hablas de política.
GV: Pero eso tiene que ver con el emisor y el receptor, y cómo este pone de sí mismo en la interpretación que hace de una obra.
MP: Ernesto Castro, un chico de veintiséis años que ya da clase en la universidad, alguien muy interesante, hablaba hace poco de David Lynch y cómo interpreta su propia obra, asumiendo que ningún espectador pillará todos los significados que él ha puesto en sus películas.
DR: Pero eso da igual. De hecho, es el receptor, el lector en nuestro caso, el que al final le da el verdadero sentido a la obra, así lo veo yo. Como cuando veo pintura abstracta, ¿qué me importa a mí lo que estaban pensando Picasso o Francis Bacon mientras pintaban?
MP: A mí me interesa. Me parece complementario a tu propia interpretación.
GV: Para acabar, en Gran Hotel Abismo es muy divertido ir cazando los parecidos razonables con personas que existen en el mundo real.
DR: Sí, están puestos como guiños, pero no afectan a la comprensión de la historia. Si no los pillas no pasa nada. Son easter eggs que te dan un plus cuando los descubres. A mí, como lector, me gusta eso, descubrir detalles en obras que releo.
MP: También te desahoga. Pones a alguien que se parece a Soraya Sáenz de Santamaría…
DR: A ver si nos demandan, se vendería mucho más el tebeo [risas].
Estupenda entrevista, estupendo comic. Gracias