El universo de David Sánchez es extraño, místico, perturbador, psicodélico… El suyo es un mundo malsano y atractivo, poblado de personajes que sufren lo indecible. Su último cómic, Un millón de años (Astiberri) es todo eso y más, y nos hemos reunido con él para que nos cuente lo que pasa por su cabeza cuando escribe y dibuja.
ROSER MESSA (RM): ¿Sueñas mucho, David? Te lo pregunto porque Un millón de años parece sacado de una pesadilla. ¿Te vienen ideas en sueños?
DAVID SÁNCHEZ (DS): Pues no suelo recordar mis sueños, pero el primer capítulo está basado en un sueño, fue muy real, el insecto me atacaba a mí y después de intentar quitármelo de encima de mil maneras, me daba por vencido y podía sentir como el insecto me chupaba la sangre y yo estaba cada vez más débil, me desperté con la pierna dormida.
RM: Es un libro psicodélico, inquietante, de mal rollo, malsano pero atrayente… ¿Cómo consigues ese efecto?
DS: Pues no lo sé, me sale así, no tengo una fórmula.
RM: También me ha hecho pensar en mundos post apocalípticos a lo Mad Max.
DS: Yo quería darle un aspecto más bíblico o apocalíptico que a lo Mad Max, la verdad es que me encantan las películas, pero no lo considero una influencia.
RM: Veo que la religión está muy presente. Creo que no hay capítulo donde alguien no se ponga a rezar. Ya en el primero, un padre le dice a su hijo: “Rezamos para nosotros, para sentirnos agradecidos”…
DS: Si pides, pones la atención en lo que falta. Si agradeces, pones la atención en lo que tienes. Aunque no se trata de tener, no sé si me explico bien. Creo que la oración debería funcionar como una especie de mantra y como un ejercicio para sentirse agradecido.
RM: Por cierto, Un millón de años es un libro sobre padres e hijos. Al menos, esta relación se da en casi todas las historias.
DS: Sí, no lo hago de una manera consciente, pero al final es inevitable volcar ahí las cosas que te rondan la cabeza, o tus miedos. Supongo que es una fase, y espero que acabe pasando, pero el miedo a ver morir a mis hijos es algo que está ahí, y de alguna manera acabo utilizando los cómics como catarsis.
RM: La otra vez que hablamos fue en 2014 y entonces habías publicado tres cómics en un año: Videojuegos y La muerte en los ojos (con Astiberri) y No cambies nunca (con ¡Caramba!). Desde entonces no habías vuelto a publicar, excepto los dos libros con Héloïse Guerrier sobre el origen de algunas expresiones de la lengua castellana. Has tardado bastante hasta dar con esta nueva historia.
DS: No, lo que pasa es que en este tiempo no me apetecía hacer cómics, acabé un poco quemado después de publicar esos tres y he estado un tiempo dando prioridad al trabajo y haciendo otras cosas.
RM: ¿Te ha costado mucho hilar la historia? ¿Cómo la vas desarrollando?
DS: No sé nada desde el principio, me baso mucho en la improvisación y en el ver qué pasa. De todas maneras, creo que no hay historia en este tebeo, más bien un conjunto de historias que hablan de lo mismo.
RM: A la hora de desarrollar un tema, qué te viene antes a la cabeza: ¿la imagen o las palabras?
DS: La imagen, la inspiración a mí me viene en forma de visiones.
RM: Supongo que sabes que las personas que tienen fobia a las aves (entre las que me incluyo), la última historia del libro les parecerá muy terrorífica…
DS: (risas) ¡Lo siento por vosotros!
RM: ¿Dentro de un millón de años seremos como lo describes en este cómic? ¿Estás hablando del futuro?
DS: No tengo ni idea, muchas veces me preguntan si se trata de nuestro pasado o nuestro futuro, pero a mí eso me da igual, lo que me interesa es crear un universo de ficción y dejar esas interpretaciones al lector, para ti se trata de un futuro, pero podría ser también un pasado o un universo paralelo, el caso es que da igual.
RM: En tus historias hay violencia abundante, pero yo la veo como una violencia serena. Hay sangre, tiros, torturas, canibalismo, los personajes sufren mucho… Pero me da la sensación de que todo ocurre a cámara lenta. ¿Es cosa mía o es un efecto buscado?
DS: Buscar ese tipo de efectos y conseguirlos debe de ser una cosa bastante difícil, sobre todo porque me doy cuenta de que cada lector saca sus propias conclusiones. Esto de la cámara lenta es la primera vez que me lo dice alguien, no me había dado cuenta hasta ahora.
RM: Tus cómics son como si pasáramos por la batidora a David Linch, Jodorowsky, Charles Burns y Daniel Clowes. De toda esa mezcla sale David Sánchez., pero eso seguro que te lo han dicho miles de veces.
DS: Sí, claro, mis influencias son bastante evidentes, estoy tratando de quitármelas de encima, no sé, creo que este cómic no tiene mucho de Burns o Clowes, pero me lo siguen diciendo.
RM: Estos días me he estado releyendo todos tus cómics y veo que hay cosas recurrentes: paisajes desérticos, gente que se vuelve verde porque se pudre, personas con la cara vendada, otras con los ojos rojos, sectas…
DS: Supongo que son recursos que me gustan y los utilizo, pero tampoco soy muy consciente. Me doy cuenta cuando me lo comenta alguien.
RM: En tus libros no hay bondad. ¿Por qué?
DS: Yo creo que sí la hay: el padre que intenta salvar a su hijo del insecto está lleno de bondad, hay bondad en el hombre que está enterrado en la playa, que aunque está enfadado con su hermano reza para que Dios se apiade de su alma. Hay bondad en la abuela que advierte a sus nietas del peligro que ha visto en sus sueños, hay bondad en el hombre/rana que hace algo terrible para evitar un sufrimiento aún mayor, hay bondad en el niño que intenta salvar al «mono»… Lo bueno y lo malo va junto, no se puede separar, cada concepto lleva implícito al opuesto.
RM: Antes del comic trabajaste en el mundo del diseño… inicialmente empezaste diseñando camisetas y entraste en el mundo del cómic relativamente tarde.
DS: Sí, bueno, yo siempre he sido un dibujante. Las camisetas fueron mi oportunidad de empezar a ganar dinero haciendo algo parecido a dibujar, pero nunca me he considerado diseñador. Los cómics siempre han sido mi pasión, pero creía que no tenía nada que contar, hasta que me lo propuse en serio y de ahí salió Tú me has matado.
RM: Entiendo que te deben interesar el surrealismo y técnicas como las que aplicaban los miembros de la Sociedad Psicoanalítica Amateur de Coney Island, que a principios del siglo XX intentaron construir un parque de atracciones en Coney Island para explicar la teoría de los sueños de Freud.
DS: No lo sabía, me parece chulo. Pero lo que de verdad me interesa y me inspira es el chamanismo, la espiritualidad, y lo místico, lo que pasa es que cuando utilizas esto para hacer un cómic puede parecer surrealista.
RM: Siempre has hecho ficción. Parece claro que lo tuyo no es la autobiografía ni las historias de tipo más convencional.
DS: Un millón de años es en realidad mi trabajo más personal, lo que pasa es que habla de experiencias poco convencionales. La inspiración es bastante autobiográfica, pero eso sí, volcada en una ficción. La autobiografía literal no me interesa nada, por lo menos como autor. Como lector sí me gusta, aunque depende del autor, claro: la vida adolescente de Craig Thompson no me interesa nada, por ejemplo, pero me apasionan Joe Matt, Robert Crumb y Chester Brown, que se está convirtiendo en mi autor vivo favorito.
RM: Tus cómics anteriores tenían banda sonora e incluso metías en spotify la lista de las canciones que escuchabas. ¿Cuál es la banda sonora de Un millón de años?
DS: Creo que a este cómic no le pega mucho tener banda sonora, pero si la tuviese sería música chamánica, algo así.