En 2008, Fermín Solís publicó su primera novela gráfica larga, Buñuel en el laberinto de las tortugas, que tomaba como tema la realización de la película Las Hurdes, tierra sin pan. Diez años más tarde, se estrena un largometraje que lo adapta a animación, al tiempo que se reedita la obra original, ahora a color.
Fermín Solís (Madroñera, Cáceres, 1972) forma parte de esa generación del cómic español que se inició en la publicación en un momento dominado por la precariedad más absoluta y la actividad de pequeñas editoriales amateur. Difícilmente podía prever entonces, a comienzos del siglo XXI, el actual auge de la novela gráfica, ni el interés de cine y televisión por el cómic español. De todo ello hemos podido charlar con el autor, aprovechando la reedición de su obra Buñuel en el laberinto de las tortugas.
GERARDO VILCHES (GV): Me gustaría empezar hablando del origen del proyecto en su primera edición de 2008. ¿Por qué te sentiste atraído por la figura de Luis Buñuel, y a qué se debió este cambio tan radical en tu trayectoria, centrada en la autobiografía y el cómic infantil?
FERMÍN SOLÍS (FS): Yo llegué a esta historia por casualidad, igual que ganó la lotería Ramón Acín. Quería hacer algo experimental gráficamente, algo más para adultos, una novela gráfica. En ese momento, como todos los autores de mi generación, venía de publicar cómics grapados breves, de veinticuatro páginas… Cómo echo eso de menos, publicar pequeñas historias con Doble Dosis y ese tipo de editoriales.
GV: En esa época hiciste, por ejemplo, No te quiero pero te amo un poco (Aralia, 2002).
FS: Sí. Eran cómics que se hacían con otra actitud. Pero en el momento en el que me planteo Buñuel en el laberinto de las tortugas, necesitaba un cambio, y llegar a otro tipo de público. Y me fui a hacer un viaje a las Hurdes, una región de Extremadura. Fui allí a buscar una historia actual, ambientada hoy en día. Y lo primero que vi cuando llegué fue, en la puerta de la biblioteca, un busto de Buñuel pintarrajeado. Y me sorprendió, porque yo sabía que había hecho el documental, pero no que, ochenta años después, aún tuviera esa fuerza y presencia en las Hurdes. Y me di cuenta de que ahí había algo, había una historia. Me puse a investigar y descubrí que Buñuel, en sus memorias, solo dejó escritas cinco líneas sobre el rodaje de Las Hurdes, tierra sin pan (1932). Así que comencé a documentarme, algo que, en mis otros cómics, no había necesitado, porque eran autobiográficos. Me empezó a apasionar Luis Buñuel, aunque previamente yo apenas conocía su obra. En un determinado momento, me proporcionaron mucho más material, descartes de la película que se conservaban… Así que fue todo un poco por casualidad, y sin saber que diez años más tarde se haría una película de animación.
GV: Cuando empezaste a trabajar en la obra, ¿no tenías editor?
FS: No, yo ya trabajaba con Astiberri, y les propuse la idea y me dijeron que sí. Pero, mientras me documentaba, llamaron a la Biblioteca Regional de Extremadura desde el Centro de Documentación de las Hurdes, porque querían hacer una serie de ilustraciones para una exposición, por el 75.º aniversario de la película. Y el director de la biblioteca les habló de mí. Y acabaron pagando ellos el proyecto; al ser algo institucional, podían pagar mucho más. Astiberri lo entendió y así fue como la Editorial Regional de Extremadura acabó publicando la primera edición. Pero no fue un encargo en ningún momento: fue una obra que quisieron editar porque consideraban que hablaba de un momento negro de la historia de la región que había que clarificar. Cuando se agotó esa edición, que se destinó sobre todo a repartir ejemplares por instituciones y centros, Astiberri se encargó de la reedición. Y ahora, diez años después, sale esta con Reservoir Books. Una cosa que siempre digo es que, si llego a saber que con el tiempo se haría una película y la obra tendría una segunda vida, no habría dejado fuera a Sánchez Ventura, que estuvo en el rodaje e incluso interpretó el papel del maestro de la escuela. Yo, un poco por pereza, un poco porque quería que la fuerza recayera en Buñuel y Acín, lo dejé fuera. Decidí dejarlo en cuatro personajes, pero tengo la espina clavada del reconocimiento de Sánchez Ventura.
GV: Me surgen muchas preguntas respecto a la obra y su contexto. Una tiene que ver con el estilo que tanto tú como otros compañeros de generación como Miguel B. Núñez o Juan Berrio, hasta cierto punto, teníais entonces: ¿estabais muy influídos por la Nouvelle BD?
FS: ¿A qué autores te refieres?
GV: Joann Sfar, Christophe Blain… No solo en el estilo gráfico, sino en la forma de tratar los temas.
FS: Ah, sí… Yo, en esa época, reconozco la influencia del dibujo de Blain. Cuando lees a este autor por primera vez, te impacta mucho su dibujo, especialmente en blanco y negro. En el Salón de Angoulême tuve la oportunidad de ver originales suyos en una exposición que comparaba páginas de BD clásica con las de los autores de Nouvelle BD, y me dejó impresionado.
GV: Pero, aparte del dibujo, yo veo una similitud en la manera de tratar la historia desde lo personal. Y me sorprende, porque las instituciones suelen interesarse o encargar cómics mucho más canónicos, con un tratamiento más documental. Pero esto es una obra puramente de autor, con mucho onirismo…
FS: Sí, y con humor negro, también. Recuerdo perfectamente que esa fue una de las condiciones que puse; si lo hago con el Centro de Documentación detrás, que incluso participó con un prólogo, quiero hacer mi historia. La historia de Luis Buñuel. Para mí, las Hurdes es un sitio donde transcurre la historia, un escenario. Y el rodaje es el motivo para crear de un personaje histórico como era Buñuel un personaje de cómic. Mi personaje de cómic. Y todo valía. No me planteé en ningún momento hacer algo histórico o para quedar bien con las instituciones. Me interesaba el personaje, y por eso metí muchas cosas del surrealismo de Buñuel anteriores y posteriores a la película. Por ejemplo, cuando aparece vestido de monja durante el rodaje, que ha sido, de hecho, el único punto de discusión de la película. Yo quise que saliera así, como en el cómic. Javier Espadas, un experto en Buñuel que ha colaborado en la película, me decía un día que eso no sucedió… Pero ¿y todo lo demás sí? Es mi personaje. Pensaban que ese hecho podía hacer muy antipático a Buñuel, pero creo que resume toda su figura. Cuando pregunta si molesta que vaya así y, cuando le dicen que no, se quita el disfraz sin más.
GV: A esto que dices de crear tu propio personaje me refería con lo de la influencia de la Nouvelle BD. En la relectura que acabo de hacer, me ha recordado mucho a las estrategias que emplea Sfar cuando toma una figura histórica real para hacer una historia en la que cuenta sus cosas y crea un personaje propio…
FS: Bueno, es que el Pascin de Sfar me llegó justo en ese momento, y me gustó mucho su libertad. Pero me siento más deudor de su dibujo que de sus historias. Entonces eran más marcadas porque llevaba menos tiempo de carrera; ahora ya he ido soltando lastre, aunque todavía sigo buscando mi estilo, ya que es algo que creo que siempre haremos. Pero ya no es tan evidente la influencia. Yo siempre he dicho que tengo un gran problema con el dibujo: me siento incómodo. En cambio, me siento más cómodo escribiendo. Para escribir no me basé en nada.
GV: ¿Escribiste un guion convencional?
FS: Iba haciendo storyboards. No escribí un guion técnico del tipo “viñeta uno: exterior noche” [risas]. Muchas veces me llegan guiones de chavales que empiezan y lo escriben así. Pero creo que un guion de cómic no puede ser eso: hay que hacerlo dibujando, sobre libretas. Esa parte no me cuesta, como te decía, pero, a la hora de dibujar, tengo dudas sobre cómo afrontarlo. Quizás por eso se notan más las influencias de esos autores.
GV: Yo lo decía para bien; además, era el momento justo, nos estaban llegando aquí todas sus obras a la vez. Otra cosa que me llama la atención es el concepto de documental que maneja Buñuel en la historia, que no tiene nada que ver con lo que entendemos hoy en día…
FS: Bueno, depende…
GV: Claro, el concepto de falso documental que tan fuerte está pegando ahora, en el fondo no está tan lejos de lo que hace Buñuel en las Hurdes, pero no es cosa suya solamente: por ejemplo, en Nanook el esquimal (1922) sucede lo mismo, casi todo es teatro y está reconstruido. No sé si ahí has querido hacer un juego entre la forma en la que tú reconstruyes la historia y la forma en la que Buñuel construyó su película.
FS: Claro, de eso se trataba. Pero creo que eso es lo que esperaban en las Hurdes: un acercamiento a cómo pudo ser todo el proceso de la película. Cuando iba a documentarme allí, me contaban versiones muy distintas. Allí aquello es ya una leyenda. Por ejemplo, gente que me decía que un familiar suyo había sido quien disparaba a la cabra; pero hay descartes de película donde se ve que fue Buñuel.
GV: ¿Tú pudiste ver esas secuencias?
FS: Sí: cuando estaba haciendo el cómic, fue cuando aparecieron. Me llamaron y me las proyectaron.
GV: Debió de ser algo muy bonito ver esas imágenes inéditas…
FS: Claro. Disfruté mucho todo el proceso de documentación, viendo cosas que me iban proporcionando, libros muy raros de Buñuel, análisis de sus sueños… Y, cuando ves que existió manipulación para hacer la película, llegas a la conclusión de que no fue un documental. Pero yo creo que cualquier documental que vemos está manipulado. Tienen un guion, no se graban a lo loco. Buñuel llevaba consigo el tratado de las Hurdes de Maurice Legendre, que leí y es mucho más cruel que la película. Trata a los hurdanos de animales, prácticamente. Él parte de eso y de las anotaciones sobre el viaje que hizo el rey diez años antes, y que quería desmitificar. Ese fue su guion. Si necesitaba que algo pasase, no tenía tiempo ni película para esperar a que sucediera, y lo provocaba. En los descartes también se ve cómo da indicaciones a los hurdanos para que sepan lo que tienen que hacer y por dónde tienen que pasar.
GV: Hay dibujantes a los que no les gusta demasiado ver trabajos suyos antiguos. En un caso como el tuyo, en el que, diez años después, has tenido que trabajar de nuevo en la misma obra, ¿cómo ha sido?
FS: Sufrí mucho; habría querido dibujarlo entero otra vez. No solo es que hayan pasado diez años en los que he cambiado mucho como dibujante, y me haya especializado en lo infantil, es que ya en su momento había cosas que me habría gustado cambiar. Una vez hablaba con Max, a quien le gusta mucho este cómic, y me decía que, al final, se notaba que yo ya estaba cansado. Y tenía razón. Pero, bueno, alguna cosa he retocado, aparte de todo el color nuevo. Además, es que ves el trabajo de arte para la película que ha hecho José Luis Ágreda… Es muy amigo mío, de hecho, lo copiaba cuando empezaba en el cómic. Su arte es alucinante.
GV: Hablemos del color. Cuando dibujaste el cómic, ¿lo hiciste en blanco y negro porque lo querías así, o te habría gustado hacerlo en color directamente?
FS: No, no se me pasó por la cabeza. La historia me pedía el blanco y negro, por referencia al documental, también.
GV: ¿Y la idea de darle color ha sido por influencia de la película?
FS: Ha sido por la película, pero también por sugerencia de la editorial. Tuvimos claro siempre que la película tenía que ser en color. El productor decía que ya era una película independiente, de animación para adultos… Si era en blanco y negro ya era cerrarse mucho el nicho; no es Persépolis. Y se planteó que la reedición del cómic también fuera en color. A mí me pareció bien y, viendo el resultado, creo que ha ganado mucho; le hemos quitado cierta inseguridad que hay en el dibujo, que se nota, por ejemplo, en cómo dibujo el rostro de Buñuel a veces. Creo que ha ganado coherencia y ha quedado muy bien.
GV: ¿Cómo has trabajado el color?
FS: Me proporcionaron los esquemas de color, unas tiras de los fotogramas, pero sin el dibujo terminado, con borrones de color, que se usan para ver cómo queda el conjunto. Yo copiaba ese esquema y trabajaba con él. Las escenas que son fieles al cómic, que no son todas, porque la película es, en muchos aspectos, muy diferente, las hacía con los mismos colores. En las escenas que no aparecen, me permití más libertad.
GV: ¿Y cuál ha sido exactamente tu implicación en la película?
FS: No quise implicarme más allá de las primeras reuniones en los estudios de The Glow en Almendralejo con todo el equipo, el director Salvador Simó y el guionista Eligio R. Montero, entre otros. Eligio me preguntó en esas reuniones que si me gustaban las adaptaciones fieles de cómic, al estilo de Watchmen… Y no, no me gustan nada. Prefiero algo como Ghost World. La película tiene muchas cosas que no salen en el cómic. Optamos por ese camino, y yo no quise participar en el guión. También porque a mí me ha costado muchos años abrirme un camino en el mercado de la ilustración y conseguir clientes, y estar dos años dedicado a la película me habría pasado factura. Preferí seguir con mi camino y dejar trabajar al equipo, para que hicieran la mejor película posible. Yo tampoco tenía nada que perder, el cómic había salido hace diez años… y ahora ha tenido una nueva vida. Lo que sí he hecho es leer cada versión del guion, y visitar mucho los estudios, porque allí estaban Ágreda, Chema García… El equipo de animación era muy bueno y majísimo, y había más mujeres que hombres, con un ambiente muy bueno. Han echado muchísimas horas y han hecho un trabajazo. Con un presupuesto ínfimo han hecho una obra de arte. Limitada en animación, pero con el arte de Ágreda y la música de Arturo Cardelús.
GV: Es muy diferente a hacer un cómic, claro.
FS: Yo no me habría metido a hacer algo así por iniciativa propia, claro. En las primeras reuniones, cuando había que presentar el proyecto a RTVE, sí que participé en una pequeña animación, dibujando a los personajes… y Salvador me reñía: “¡esos no son los personajes!”. Y es que en la animación se trabaja de otra forma, y yo soy muy anárquico dibujando. No valdría para eso. Sin embargo, Ágreda ha encajado muy bien, aunque al principio le costara asumir que tendría que dibujar absolutamente todo. Aguantó, y ahora va a repetir como director de arte en otra película.
GV: Y, por tu parte, ¿tienes algún otro proyecto de cómic?
FS: Pues seguiré con Astro Ratón y Bombillita, que funciona muy bien. Está a punto de salir el cuarto. Me llega siempre muy buen feedback de los niños y sus padres. Además, he firmado para un par de novelas gráficas con Reservoir Books. Una es Medea a la deriva, un proyecto en el que llevo trabajando casi diez años; justo después de terminar Buñuel en el laberinto de las tortugas. Surgió de una noticia que vi en un periódico, sobre un bloque de hielo que se había desprendido, con unos científicos que estuvieron a la deriva hasta que pudieron rescatarlos. Empecé a escribir y modelar la historia, pero va a ser complejo, porque solo va a haber un solo personaje en todo el cómic. También empezaré una serie nueva para Montena, Harry y Hausen, con un tono gamberro, para chavales. Son novelas ilustradas.
GV: En este plan de futuro, ¿dónde queda tu alter ego Martín Mostaza?
FS: Pues el otro día lo hablaba con Juanjo el Rápido, editor de La resistencia, donde publico historias cortas del personaje; ya hay material para recopilarlas en otro cómic de Martín Mostaza. Les daré color también. Lo llamo Martín Mínimo porque uso solo los elementos imprescindibles para que se entienda lo que está pasando; incluso prescindo de las viñetas. Siempre vuelvo a Martín, de vez en cuando.
GV: Veo que no te vas a aburrir, entonces [risas].
FS: No solo eso, es que hay que vivir; hay que mantener a los niños [risas].
GV: Volviendo, para terminar, a Buñuel en el laberinto de las tortugas, ¿cómo crees que recibirá este cómic el público, en un momento en el que la novela gráfica ya es el estándar del mercado y hay una oferta brutal, que no tiene nada que ver con la que había cuando se publicó la obra por primera vez?
FS: No lo sé; creo que dependerá de la película, de cómo funcione. Ojalá llegue a gente de fuera del mundillo del cómic, que este, al fin y al cabo, ya conoce la obra, aunque tenga el aliciente del color y los extras. Pero tenemos que llegar al gran público, y ojalá que la película sea el gancho. El recorrido es amplio, ahora está en el Festival de Cine de Málaga, luego vendrán los Goya… si da el pelotazo, será en 2020, y ojalá que para entonces hayamos agotado la edición.