Cada miércoles, el Picnic Bar de Madrid se llena de cómicos. Profesionales, amateurs, lo mismo da. El micrófono está abierto para todo aquel que quiera actuar. El presentador es Ignatius Farray, aquel al que le llegara la fama gracias al grito sordo y que ahora se encuentra en un punto de inflexión en su carrera. Se acabó (o eso parece) el humor extremo, y se vuelve a la parte narrativa. ¿Los cómicos también maduran?
«Moderno”, “salvaje”, “incómodo”, “extremo”. El humor – o post-humor – de Ignatius Farray ha sido denominado de muchos modos, como ya nos explicaba él mismo situando en la introducción del primer capítulo de su webserie Todo el mundo quiere ser como Ignatius Farray al crítico Jordi Costa desmenuzando una de las actuaciones del canario. Aquel que saltara a la fama en su día por encarnar al Loco Las Coles se reúne ahora cada miércoles en el bar Picnic para presentar un micro abierto de comedia en el que una buena hornada de cómicos – tanto profesionales como amateur – se deciden a probar sus textos ante un público fiel y ya adicto a mirar el Facebook del Picnic todas las semanas para comprobar que la cita sigue en pie. Tan aleatorio como honesto, el tinerfeño ha conseguido convertirse en un ídolo de las nuevas generaciones a base de monólogos que se cimentan en la misma base moral del stand-up e integran la búsqueda de un más allá, concibiendo no ya al humor como diván, sino como espejo en el que encontrarnos a nosotros mismos.
Nos reunimos con Ignatius Farray en la Triskel Tavern de Tribunal (Madrid), lugar en el que, durante un tiempo, se desarrolló el stand up open mic que después albergaría el bar Picnic. Una taberna irlandesa que ha sido testigo de muchas de las anécdotas que el propio Ignatius relata en sus monólogos. Teniendo en cuenta esta dicotomía, la de la vida real como materia prima del humor, comenzamos preguntándole por, precisamente, El fin de la comedia, punto de inflexión en el estilo de uno de los cómicos más “mutantes” (utilizando su propia retórica) que ha parido el humor patrio.
ELENA ROSILLO (ER): Vamos a empezar de manera intensa. ¿Estamos ante “El fin de la comedia”?
IGNATIUS FARRAY (IF): La serie surgió realmente en el momento en el que yo me separé. Me había separado y pensé que las cosas iban a ser más fáciles, y bueno… no pensaba que tuviera que llegar hasta ese extremo, de recurrir a un juicio para poder pasar más tiempo con mi hijo. Pero pienso que no me quedaba otra salida, tal y como estaba la situación. Mi abogada me lo explicó también así. Y esto yo se lo contaba a Miguel Esteban, que él y yo somos muy colegas, y luego con Raúl [Navarro] (él ya conocía a Raúl, de El Intermedio, de trabajar juntos allí) se me ocurrió un buen punto de partida para contar la otra cara que puede tener la vida de un cómico. Hay una serie americana que se llama Louie (2010-), que tiene ese tono. Él es un cómico que cuenta, casualmente también, cómo está separado y tiene que cuidar a sus dos hijas.
ER: ¿Casualmente, o es una cosa implícita en los cómicos?
IF: (Risas) Hay un patrón que se repite. La vida del cómico, en el fondo, sí que es complicada. Porque al final, el tipo de sitios donde actúas son… pues imagínate, es un mundo muy de la noche. Y aquí el Triskel… esto sería ideal, actuar aquí todos los días… para mí sería un sueño. Pero realmente… qué sé yo. Te llaman de cualquier sitio. Tienes que ir a Oviedo, por ejemplo. Llegas y realmente te encuentras allí solo, no sabes muy bien qué hacer… muchas veces acabas bebiendo demasiado. Porque siempre conlleva, después de la actuación, un momento en el que acabas muy arriba. Y es fácil dejarte llevar, porque todo el mundo alimenta tu euforia. A veces, si sale verdaderamente mal la actuación, no tanto (risas). Pero habitualmente, te vienes arriba. Y claro, es fácil desvelarte un poco… es una vida que hay que saber llevar. Y a lo mejor eso influye en que haya un mayor índice de separaciones entre los cómicos.
ER: Quisisteis sacar la parte que no se ve.
IF: Exacto. Yo, de un modo muy pedante, decía que era una serie sobre límites. Que había tres límites en la serie: el límite de la realidad y la ficción. Porque nos dimos cuenta de una cosa muy curiosa, que aunque nosotros partíamos de cosas reales, cuando las intentas representar en la pantalla, ya la estás ficcionando de alguna forma. Solo en el hecho de contar algo, ahí ya hay una parte de ficción. Se traza una línea muy ambigua entre la realidad y la ficción. Y ahí había un límite por este tema. Luego yo acababa de cumplir cuarenta años. Era la famosa crisis de los cuarenta, que yo también creo que puede influir. Y luego el límite de estar arriba en el escenario y fuera del escenario. Yo por ejemplo, una cosa que me dicen mucho, todo el mundo, es que seguramente sea de los cómicos que más cambia de estar arriba en el escenario, a fuera del escenario. Y eso sí que es un cambio, no premeditado por mi parte, pero sí que se da. Entonces, yo tengo una imagen muy determinada de arriba en el escenario, y fuera sí que es muy distinto. Y nos pareció que podía ser un buen punto de partida para contar la serie. El fin de la comedia: a lo mejor el mismo título incluso va un poco por ahí también.
ER: ¿No te da reparo que se pueda llegar a saber tanto de tu vida?
IF: No… realmente, el tipo de comedia que a mí me gusta es este. Los cómicos que yo admiro hacen este tipo de comedia, hasta límites un poquito más allá. Me refiero a Louis CK, pero no solo a él, casos mucho más personales como los pioneros del stand up comedy: Richard Pryor, Lenny Bruce… yo creo que el genuino, el verdadero territorio del stand up comedy es la vida del propio cómico. Si lo piensas, luego hay cómicos que pueden ir un poquito más allá, o contenerse, pero pienso que ese es el stand up comedy más puro. Luego, por supuesto, hay cómicos más impersonales, que yo los considero, sinceramente, un poco más estándar, más cliché, que hablan de temas un poco más neutros. Pero yo pienso que, en el fondo, el stand up comedy es eso: utilizar tus opiniones y tu vida personal. Es que al final todos nos sentimos reflejados, porque cuando tú cuentas intimidades de una manera sincera, es fácil que otra persona se vea reflejada. Al final, todos hemos pasado por cosas muy parecidas. Richard Pryor llegaba a decir incluso que lo fundamental es ser auténtico y decir la verdad. “Tú intenta ser auténtico y la risa llegará”.
ER: ¿Ves que esa concepción del stand up comedy ha calado, al menos, entre los nuevos cómicos que se acercan al open mic del Picnic todos los miércoles?
IF: Bueno, hay cómicos más estándar, más convencionales; pero sí que hay un montón de cómicos guays de verdad. Hay un círculo de cómicos muy guapo. Algunos más experimentales, digamos. Pero otros de verdad, hablando cosas suyas personales, de una manera que no te puedes imaginar. Lalo Tenorio tiene un fragmento sobre la muerte de su padre que es increíble, que un chico de 19 años tenga la madurez para, no solo ya contarlo, sino decidir conseguir contar esa historia, que puede ser tensa, y que el ambiente sea más de risas.
ER: ¿Se puede determinar cuándo un público está “frío” o “caliente”, y cambiar en función de eso las rutinas?
IF: Claro, tú lo notas. Pero no está en tu mano cambiar mucho (risas). En mi caso… la gente dice que me he suavizado. Que antes iba más a lo loco. Y ahora soy un poco más suave. A veces cuento algunas burradas, pero las cuento de manera más suave. Que a lo mejor por ahí, el público lo agradece, porque no es tan violenta la situación.
ER: ¿Como cuando chupas pezones?
IF: (Risas) Claro, a mí me dio por actuar de esa manera por ansiedad, básicamente.
ER: ¿Por ansiedad?
IF: Sí, bueno… te sientes nervioso, y es una manera de desahogarte. De hecho, el grito sordo es un tic que yo tengo desde adolescente. A los 13 o 14 años me entraron varios tics, y uno de ellos era éste. Hasta la profesora se pensaba que yo le estaba vacilando en clase. Me expulsó alguna vez. (Risas)
ER: (Risas) En realidad, no es gracioso.
IF: Es que era una cosa que yo no podía contener. Cuando pienso en ese tic, recuerdo que en aquella época, hasta se me desencajaba la mandíbula. Era la tensión, o lo que sea.
ER: Al final, le has sacado partido.
IF: Sí, en los shows llegó un momento en el que yo estaba actuando y, sobre la marcha del repertorio que ya tenía… (grito sordo). Y era ridículo, pero la gente se reía en ese momento, así que acabé metiéndolo en los shows de una manera descarada. Claro, cuando empezó La hora chanante, con el personaje de El Loco de Las Coles, yo ya salía… (grito sordo). Por eso digo, que yo sí que noto que soy una persona que puede sufrir ese tipo de ansiedad, lo que me lleva a comportarme encima del escenario tal y como lo hago. A veces lo puedo controlar mejor, y quedar más suave -porque ya ves, yo abajo del escenario no voy por ahí haciendo el loco-, pero encima del escenario sí que notas esa presión, y a lo mejor mi reacción es pasarme de vueltas, en vez de contenerme. Hay otros cómicos más elegantes.
ER: ¿Por qué duran tanto las rutinas de los cómicos españoles? Un monologuista puede tirarse años repitiendo siempre el mismo monólogo, o la misma rutina.
IF: Esto es más difícil de lo que parece. La impresión que puede dar un cómico encima del escenario es de espontaneidad, pero realmente es muy complicado. Sentirte con la seguridad necesaria para, delante de un público, expresarte y que todo vaya guay. Y tú notas que llevas la situación un poco controlada, que eso a la gente le gusta también, cuando te ven con esa desenvoltura. No se crean situaciones tensas, en las que de repente estés perdido. Y para un cómico, es que eso es lo que le da la vida. Entonces cuando un cómico encuentra una rutina de una hora, u hora y media, en la que se encuentra muy cómodo, como si estuviera detrás de una trinchera, es muy difícil salir de eso. Porque salir de eso implica volver a las inseguridades continuas, a estar delante de gente y no saber si lo que vas a decir les va a gustar o no. Para un cómico, hace un falta un puntito de coraje para obligarte a ti mismo a tirarte un poco al vacío y decir “venga, voy a probar material nuevo cada semana, voy a ir introduciendo cosas nuevas”. Louis CK, por volverte a decir un cómico que posiblemente ahora sea el más respetado a nivel mundial, decía que él estuvo a lo mejor quince años repitiendo la misma hora, actuando por bares a lo largo de EE.UU.
ER: ¿Y eso no te ralla la cabeza?
IF: (Risas) Sí, a lo mejor no es solo la cerveza, a lo mejor es eso también. En un momento dado, George Carlin, que es otro cómico que llegó a hablar con él, le dijo que se lo planteó: cada año, tener la valentía de escribir una hora, hacerla y grabarla, tirarla a la basura y empezar de cero otra vez. Obligarse a tener esa dedicación. Él decidió dar ese paso, y ahora sí que lo consigue. Pero ya te digo, para un cómico es complicado. Richard Pryor, que para mí es el héroe más grande de todos los tiempos, dijo que hasta que pasaron quince o veinte años de actuar… claro, es que aquí todo empezó un poco tarde. Gente como Lalo Tenorio ahora empieza a actuar con 17 años, a la edad que un cómico empieza a actuar allí de por sí. Richard Pryor a lo mejor empezó con 16. Y él dice que le llevó como quince años el tener una voz propia. Que él sintiera que no estuviera imitando a nadie ni refugiándose detrás de nadie. Y que eso le permitía cierta seguridad para contar historias, no siempre repetir lo mismo. Realmente necesitas mucha seguridad en ti mismo para hacer esto.
ER: En ese sentido, tú sí que has cambiado mucho. De una primera etapa muy narrativa, a la etapa locura y surrealista, a ahora, que has vuelto un poco a la narratividad…
IF: Joder. Gracias por aclararme las ideas. Nunca lo había visto más claro. (Risas). Sí, hay una especie de curva. Yo lo noto también. Pero nunca lo he hecho premeditadamente, siempre se me ha ido de las manos. Hay momentos en los que me apetece simplemente contar historias, y otras se me va la mano.
ER: ¿Y el hecho de actuar todas las semanas en el Picnic te ayuda a probar nuevo texto, o simplemente repites rutinas?
IF: Te obliga. El hecho de ir al Picnic todos los miércoles… es un buen sitio para probar cosas. Como cuando estábamos actuando aquí, en el Triskel. Este ni siquiera fue el primer sitio. El primer grupito de amigos cómicos, el primer sitio de comedy club que tuvimos, que seguramente fue el primero que se hizo, fue en la cervecería Candyman, en la plaza de El Carmen. Muy cerquita del Wurlitzer. Estábamos allí todas las semanas. Y ahí empezó todo, a crecer nuestro circuito de cómicos. Y seguramente fue el primer comedy club en el que, cualquier cómico que aparecía, se subía al escenario. Todos en plan colegas. Luego vinimos aquí, al Triskel. Fue la época en la que yo viví en Móstoles, y empecé a distanciarme un poco.
ER: ¿Si se sube alguien muy, muy malo, lo podéis sacar del escenario?
IF: Nosotros no hacemos eso. Hay otros comedy clubs que sí controlan un poco más a la gente que va. Nosotros, no. Quien llegue y quiera subirse, se sube. Puede haber muchos altibajos en el show, pero no es lo que pretendemos. Lo que pretendemos no es un show homogéneo y que lo pete, sino una noche que sirva de punto de encuentro entre los cómicos, y que eso se transmita.
ER: ¿Se suben más mujeres ahora?
IF: Es una pena que no. Siempre ha habido un poco ese porcentaje mínimo. En todos sitios pasa igual, no es una cosa de España. En EE.UU, en proporción… no te creas que tampoco hay tantas. Hay muchas cómicas, y a lo mejor sí que está más asentadas que aquí, y en el Reino Unido también. Pero sigue habiendo algo que es bastante desfavorable.
ER: ¿Eres capaz de elucubrar algún tipo de razón?
IF: Sí que lo he pensado. Muchos de mis cómicos favoritos son tías. Y me parece que las mujeres son más graciosas que los hombres a un nivel íntimo. Una mujer, a un nivel un poco más reservado, minoritario, tiene mucha más gracia que cualquier hombre. Pero a lo mejor ese mismo tipo de mujeres, el subirse en un escenario no lo necesitan. Simplemente no necesitan demostrarle nada a nadie. No quiero hablar en general. Pienso que esto tiene mucho que ver con demostrar algo. El stand up comedy, no solo a nivel personal, también surge en muchos sitios a un nivel contestarario o contracultural, de que realmente hay otra voz alternativa a las opiniones que se pueden decir más en público. En los ochenta en Londres, en los setenta en EE.UU, son realmente los focos donde surge el stand-up comedy. Que por supuesto que las mujeres tienen mucho contra lo que protestar, y de lo que hablar. Pero pienso que el hecho de hacerlo en público, a las mujeres simplemente no les apetece. No le dan un valor especial. Les apetece mucho más tener una relación cercana con su círculo, o con la gente que quieren darlo todo, y darles toda su simpatía o todo su talento, más que dar el paso a hacerlo delante de desconocidos. Un hombre pienso que tiene menos sentido de la intimidad que una mujer.
ER: ¿O el hecho de encasillarse también en determinado tipo de humor?
IF: Si, claro. Supongo que eso también influye. Porque ya te digo, luego las chicas que yo conozco encima de un escenario… son geniales. Pilar de Francisco, por ejemplo, es genial. Para mí es de las mejores, y da mucha rabia la mala suerte que ha tenido en Comedy Central, por ejemplo. Que te diría – te lo diría ella misma, de hecho – que la ningunearon un poco. Porque le costó mucho que le dieran una fecha de grabación, cuando grababa le decían que no había quedado bien, que había que repetirlo… fue un camino bastante largo y ella perseveraba, e intentaba hacerlo lo mejor posible, pero fue duro.
ER: ¿En ese sentido, tú ves un poso de machismo en el hecho de no poder ir más allá?
IF: Sí, también puede ser que exista ese machismo, está claro. Porque a lo mejor… no sé, es que te lo juro, que a mí una chica graciosa me parece muy sexy. Hay una cómica inglesa que para mí es la bomba, y además indie, pero indie en plan guay, es Josie Long. Tiene una frescura y una naturalidad a la hora de estar en un escenario… es que te conquista por todos lados. Para mí es de los mejores cómicos. Es una pena que no haya mujeres, te he soltado esta explicación así un poco a lo loco, pero más o menos me la creo yo también, como que a muchas mujeres esto no es un reto que tengan especialmente, y que prefieren otras cosas.
¿Cómo llevas el estereotipo de moderno?
IF: Claramente yo no soy un moderno. Y sí que al final te molesta un poco que te metan ahí, porque te da la impresión de que ha caído un poco en el postureo y lo artificial, y claro, uno no quiere caer en esa mierda. Moderno en el sentido de que el Picnic también tiene esa fama de bar de modernos, tiene esa aureola. Pero básicamente es que tenemos amistad entre nosotros. No nos juntamos por ser modernos, simplemente nos hemos conocido y ya ves… yo a Miguel Esteban le conozco desde que llegué a Madrid para actuar, hace 12 o 13 años. Y es verdad que Malasaña es como muy moderno y nos movemos más por aquí… no sé. No está mal ser moderno si significa tener un poco de vergüenza propia y no meterte en las mismas fórmulas de siempre. Intentar hacer cosas más guays. Pero es verdad que mucha gente cae en eso. Lo de llevar barba, por ejemplo, que empezó a estar muy de moda. Pero yo la barba la llevaba desde los 15 años, cuando me empezó a salir. Una vez lo comenté en algún artículo. Que a los 15 años empecé a dejarme barba, y murió mi abuelo. Y a mí me dio por empezar a vestirme con la ropa de mi abuelo. Y en el videoclub del pueblo alquilaba películas de Woody Allen… así que… un niño gordito y miope del sur de Tenerife fue el primer hipster (Risas).
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